Parábola del fariseo y del publicano
La verdadera humildad
Los acontecimientos explican muy bien una parábola sobre la verdadera oración, la actitud farisaica y la verdadera humildad. "Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos teniéndose por justos y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo quedándose de pie, oraba así: Oh Dios te doy gracias porque yo no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como este publicano. . Ayuno dos veces a la semana, pago el diezmo de todo lo que poseo. Pero el publicano, quedándose lejos, ni siquiera se atrevía a levantar sus ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios ten compasión de mí que soy un pecador. Os digo que este bajo justificado a su casa, y aquél no. Porque todo el que se ensalza será humillado y todo el que se humilla será ensalzado.
El orgullo del fariseo
La oración del fariseo es rechazada porque sus pensamientos son fruto del orgullo espiritual. hace cosas difíciles y loables en sí mismas, pero con intención torcida. El fariseo se vanagloriaba de sus limosnas, de sus ayunos y se compara con el publicano, al que considera inferior y le juzga. Busca el secreto orgullo de saberse perfecto. No le mueve el amor de Dios, no es consciente que sin la ayuda de Dios, no se puede nada. El orgullo hatomado una apariencia espiritual que esconde un pecado de soberbia, difícil de curar, porque está llena de buenas obras pero no para la gloria divina. Usa a Dios para su propia gloria.
El perdón
El publicano, en cambio dice la verdad de su propia indignidad, por eso pide perdón. No se compara con nadie, se situa en su sitio y Dios le mira con compasión. Le justifica. La suya es un corazóm humilde, y, por eso, es escuchada y arranca bendiciones del cielo.
Juicio recto
Nuestro Señor Jesús quiere que los suyos juzguen con rectitud y no se queden en las meras apariencias, sino que dejen el juicio intimo para Dios, y ellos oren con humildad, sobre todo cuando las obras buenas les puedan llevar a un cierto grado de engrimiento y vanidad.
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