El temor del salvaje
Un salvaje acudió muy acongojado a un misionero, porque su perro
su perro había devorado algunas hojas de una Biblia que le habían
regalado en la Misión unos días antes.
No se preocupe por la perdida de la Biblia, le replicó el misionero,
pues fácilmente podemos facilitarle otra. No es eso contestó el
indígena, sino que mi perro era un magnifico cazador, y ahora
¿Cómo voy a dar de comer a mi familia? ¿Qué quiere decir? le
preguntó el misionero. Se lo explicaré, dijo el hombre.
Yo he visto muchos casos de gente que ha venido a la misión
y por el hechizo de este libro, los que antes eran guerreros
y pendencieros se han vuelto mansos como corderos, y ya no quieren
pelear ni matar a nadie. Si mi perro ha caído bajo este hechizo
de este libro se volverá también manso, ¿Y como voy hacer
¡pobre de mí!, para atrapar la caza?.
El misionero le explicó que el libro no tenía ningún hechizo, que
todo consistía en creer en Cristo y aceptar las enseñanzas del
sagrado libro, y eso el perro no lo podía entender. Pero el
argumento del indígena, y su declaración de lo que había visto
en sus conciudadanos que habían recibido la influencia del
Evangelio, fue motivo de regocijo para el misionero, y una prueba
del poder de la Palabra de Dios cuando es aceptada en el
corazón y se pone en práctica.