Martín Lutero y la justicia de Dios
"Mi lengua hablará también de tu justicia todo el día; Por cuanto han
sido avergonzados, porque han sido confundidos los que mi mal
procuraban " Salmo 71:24.
Martín Lutero fue era un inquieto y brillante joven alemán del siglo
quince. Sus padres eran pobres, muy piadosos y deseaban inculcar
las verdades del cristianismo según l a religión. Un día durante una
tormenta temió por su vida e hizo la promesa de que si salía vivo de
ella se dedicaría a la vida religiosa en un monasterio. Como sobrevivió
a la tormenta, se interno en un monasterio contra la voluntad de su
padre, para estudiar las doctrinas de la fe católica.
Una vez graduado comenzó a enseñar Teología en la Universidad de
Wittenberg, pero cuanto más intentaba agradar a Dios, más se daba
cuenta de sus pecados. Al enseñar la Biblia y los salmos empezó a
angustiarse pues veía a Dios como un tirano, dictador y castigador de
todo. No encontraba la paz ni la verdadera satisfacción espiritual, se
autocastigaba en cuerpo y alma. Entonces algunos amigos le dijeron
que viajara a Roma. "Allí, le dijeron, debes subir una escalinata de
rodillas, y al llegar al último, recibirás una bendición". En 1510 fue a
Roma a pie, y aborreció horrorizado la mundanería existente. Subió
la escalinata pero no recibió paz al llegar a arriba. Sin embargo, Lutero
confiaba en resolver sus inquietudes pero se encontraba con colegas
que no conocían las Escrituras y estaban llenos de superstición.
Regresó a Alemania angustiado y triste. Decidió dedicarse por entero
al estudio de la Palabra de Dios. En eso estaba mientras leía el Salmo
71 se encontró con una verdad tremenda que le estremeció y
conmovió: "En ti Jehová, él me refugiado; no yo avergonzado mar
jamás. Socórreme y líbrame en tu justicia; Inclina tu oído y
sálvame" Salmo 71:1-2. Se dio cuenta de una realidad, una chispa que
encendió la reforma protestante por toda Alemania y luego en toda
Europa: La justicia de Dios no es para condenar, es para salvar.
La Justicia de Dios no mata al hombre sino que le da vida. Tal como
dice el salmo, en la justicia de Dios el pecador es librado, no
condenado. Todo lo contrario a la noción puramente religiosa, la
justicia de Dios proporciona socorro y liberación al pecador, trae
salvación. Pablo nos lo enseña en Romanos cuando dice que en el
evangelio "la justicia de Dios es revelada". Dice más; dice que ésa
justicia "se revela por fe" (ver Romanos 1:16-17). La justicia de Dios
no es lo que Dios hace ni en el hombre sino por el hombre. Dios
envió a Su Hijo Jesús a morir en la cruz por los pecados de todo
hombre, cargando los pecados en Él y así ofrece la salvación para
todo que en Él cree (Isaías 53, Juan 3:16). ¿Ha recibido usted la
salvación por medio del evangelio, de la fe?.