Examinaos a vosotros mismos
Isaías habla de un pueblo que se acerca a
Dios con su boca, pero no con su corazón.
Un pueblo cuyo conocimiento de Dios
es a través de palabras de hombres.
Un pueblo que nunca ha conocido a Dios
por si mismo a través de revelación divina.
En la iglesia del siglo veinte, hacer contraste
entre la revelación de Dios y la enseñanza
del hombre parece casi blasfemo...pero la
revelación fue el camino por el cual Moisés,
Samuel y Pablo aprendieron de Dios.
Mateo cita la profecía y luego el juicio de
Dios en cuanto a esta situación es dado en el
próximo versículo (Mt.15:9) "En vano me honran..."
Ezequiel enfoca esta situación declarando
"Hacen halagos con sus bocas, y el corazón
de ellos anda en pos de su avaricia."
En otras palabras, con sus bocas están buscando dar.
con sus corazones están buscando recibir.
¿No es verdad que mucho de nuestra vida
está ocupada con el recibir y no con el dar?
Aún nuestro venir ante Dios en alabanza está
contaminado con la expectación de cosechar
sentimientos de paz, gozo, etc. ¡Hemos quedado
abiertos a la decepción! ¡Deseamos para nosotros
mismos lo que Dios está concediendo! Así
sido enseñados.
La cosa importante parece ser, no nuestra
relación con Dios, sino nuestra habilidad
de "zambullirnos en la bendición" y luego
repetir el proceso una vez y otra vez.
Nos hemos apoyado demasiado en la enseñanza
de los hombres, en su exhortación, su alentar,
y demasiado poco hemos anhelado y buscado
la presencia de Dios detrás de las palabras.
Pablo exhorta:
"Examinaos a vosotros mismos"....
"Probaos a vosotros mismos..."
La fe no es producto de las palabras y
entusiasmo del hombre, pronto pasará
cuando vienen las pruebas. Pero la fe
edificada solamente sobre Dios perdurará
y traerá fruto de vida.