Parte 3
La ubicación de este
lugar con un parecido, según yo, cercano al paraíso, se encontraba
precisamente en los suburbios de la ciudad de Xalapa, y si mi memoria no
me falla, nuestra colonia se encontraba más o menos en esta forma.
Nuestro barrio estaba
casi rodeado por diversas fincas, más que nada productoras de café
combinadas con árboles de naranjas de diversas variedades o con
plantaciones de plátano; mas allá, se extendían grandes extensiones de
monte con árboles frutales silvestres como guayaba, jinicuil, níspero,
durazno, chirimoyas y otros más, así como un precioso nacimiento del
otro lado de la vía del ferrocarril donde gran parte de nuestra niñez se
desarrollaba de una manera maravillosa en contacto con la naturaleza.
También, a un costado de la colonia, contábamos con un espacio verde al
que le llamábamos "El llanito", lugar donde se desarrollaban tremendos
juegos de beisbol entre trabajadores del Servicio Urbano local, contra
ellos mismos o contra novenas de otros lados, o entre los niños y
jóvenes de ese tiempo. En ese lugar se desarrollaban innumerables
actividades deportivas que nos mantenían distraídos para no notar la
pobreza en que nos desenvolvíamos la mayoría de los habitantes de la
colonia, pobreza que gradualmente desapareció con los años por el
esfuerzo y trabajo de nuestros padres que nos colocó en el nivel
económico de la clase media. Así, a grandes rasgos, éste fue el entorno
natural y social en que me desenvolví en mi niñez.
Mis padres, Don Miguel y
Doña Justina, gracias a Dios fueron muy amorosos y flexibles respetando
siempre nuestro desarrollo como individuos.
El laboraba como
empleado de la Cooperativa de Camioneros del Servicio Urbano de la
ciudad y de la cual fue socio fundador, y laboró en ella hasta el día de
su fallecimiento.
Fue un hombre luchador,
incansable, trabajador, respetuoso con su familia y sin distinciones
con todas las personas con las que tuvo una relación laboral, social o
amistosa, y sobre todo, un hombre honesto consigo mismo y con los demás,
un hombre honrado a carta cabal que se abrió paso en el mundo,
superando grandes problemas individuales en su vida, como el abuso de
bebidas alcohólicas que padecía y que lo agigantaron a los ojos de
propios y extraños; ése era mi padre.
La casa de la que les
platico, fue construida por la directiva del Servicio Urbano, presidida
por Don Isolino Púmar, un español con un gran don de gentes y una
persona de grandes principios según me platicaba mi padre, que hizo
posible que se construyera esa gran colonia con viviendas dignas y
económicas para beneficio de sus trabajadores, después de eso, permitió
que la empresa pasara a manos de los trabajadores formando una
cooperativa, lo que le dio el nombre que hasta la fecha conserva como
Cooperativa.
Recuerdo que desde muy
chico, 8 o 9 años de edad, le llevaba su desayunito a mi papá a la
terminal donde llegaba el camión de pasajeros que él manejaba, y me
sentía el niño más importante del mundo por ese motivo, y vieran que no
hubiera cambiado esa función y ese sentimiento por nada.
Mi madre hasta la fecha
es una gran mujer, una mujer excepcional, valiente, amorosa, y también
con ese don de gentes que le ha valido el cariño y respeto de todos sus
hijos incluyendo el de cada una de sus nueras; reservada y enemiga de
chismes que pongan en peligro la estabilidad en el matrimonio de sus
hijos, así como respetuosa de la intimidad familiar. Esa es mi madre.