Parte 11
En
nuestras expediciones a veces nos topábamos con algún gato montés o una
zorra o un zorrillo que nos hacían sentir una emoción muy especial, ya
que éramos testigos, hasta cierto punto inconscientes, de las maravillas
que Dios ponía frente a nuestro ojos para deleitarnos con su creación.
Al seguir con nuestro recorrido, algunas veces nos encontrábamos con
ruinas en las que posiblemente habitaron hacendados y familias
campesinas, y al cabalgar un poco más allá, veíamos otro poblado,
parecido, pero diferente a Tepeyahualco, diferente porque estaba
enclavado en las faldas de un cerro y recuerdo que tenía sus calles
empedradas que cubrían la persistente arena de su suelo, y sus
habitantes, al igual que la mayoría en Tepeyahualco, amables y atentos
con nosotros.
Al
regresarnos a la casa de mi tío, distante varios kilómetros de donde nos
encontrábamos, debíamos tener cuidado con quien montaba el burro, (a
veces no estaban todos los caballos), pues el burrito en cuanto
presentía que volvíamos a su establo no había quien lo parara hasta
llegar, con la consabida soba nalgueril para el osado que le había
tocado montarlo, y esto sucedía siempre que se trataba de regresar de
cualquier lado, y se cumplía el dicho de que, no hay burro flojo para
regresar a su casa. ¿ Cómo la ven?
En
varias ocasiones acompañábamos a mi tío a cazar codornices con su
escopeta a las faldas de un cerro que se le conoce como Cerro Pizarro,
el cual es muy alto y coronado por tres puntas y cubierto de matorrales y
uno que otro árbol parecidos a las palmeras, y, ¿qué creen? ¡Víboras de
cascabel!, de repente, que me sale una y que le disparo con el riflito
cal. 22 y al primer disparo que le vuelo su cabeza, mismo que lo hice
porque la viborita quería insertar sus terroríficos colmillos en mi
preciosa pierna, y, pues no tuve más remedio que disparar para luego
quitarle el cascabel como recuerdo.
Hubo
tantas y tantas experiencias, bellas todas, que sería imposible
recordarlas cada una por su semejanza entre ellas, como esa en que al
cabalgar entre las calles (veredas) del pueblo, nos salía el talento de
actores y cantantes y empezábamos a sentirnos cada uno como el artísta y
cantante con el que nos identificábamos, yo por lo menos me sentía el
auténtico Águila Negra, un personaje de película y al mismo tiempo el
título de una canción ranchera muy popular en esos tiempos, y allí
íbamos, cante que cante por todas las veredas por las que
transitábamos.
O
como la vez en que andábamos cabalgando los tres García, y al momento de
saltar sobre unos magueyes y nopales que estaban al costado del camino,
¡zas! que se cae Manuel sobre una nopalera con las consecuencias que se
podrán imaginar, claro que todo esto sucedió después de lo que a
continuación les platico.
Después
de llegar al pueblo para irnos a México, llegó la noche, y Pancho y yo
nos fuimos a descansar para que al otro día fuéramos a recoger a Manuel a
la estación del tren porque él no conocía la casa de mis tíos. Al otro
día muy temprano, soportando ese frío seco y tremendo de la mañana en el
pueblo, Pancho y yo nos disponíamos a desayunar rico y calientito,
cuando de repente, escuchamos el aguerrido silbido con el cual
comunicábamos nuestra presencia a cualquiera de los tres flecheros; Nos
sorprendió sobremanera que en ese pueblito hubiera alguien que también
se comunicara con ese chiflido que era como una clave, y de repente me
dice Pancho, ¿no será Manuel?, y yo le contesté que cómo creía eso, si
el tren que venía de Xalapa con destino a Tepeyahualco llegaba hasta las
once y media de la mañana y apenas eran como las siete y media u ocho
de la mañana, por lo que se me hacía incongruente que el que chiflara
fuera Manuel, entonces curiosos salimos a ver de quien se trataba, y
grande fue nuestra sorpresa cuando vimos a un chico tembloroso y con los
labios partidos y sangrantes por el frío a pesar de venir bien
"enchamarrado" y con un gorro de estambre sobre su cabeza, ¿y qué creen?
¡era el mismísimo Manuel! al que, después de reírnos a mandíbula
batiente al verlo en ese estado lo invitamos a pasar a la casa de mi tío
para que se calentara un poco y desayunara con nosotros.