Parte 12
¡Y he aquí lo que le sucedió!
Resulta
que cuando nuestro cuate se quedó en Xalapa para conseguir unos
billetes que nos permitieran sobrevivir unos días en México en lo que
nos hacíamos famosos, la única forma que se le ocurrió para conseguir
ese dinero, fue bajándoselo a su papá, y como sintió temor de que él,
(su papá), se diera cuenta antes de tiempo, se le hizo fácil tomar el
tren de la tarde y llegar más o menos a las dos de la madrugada a
tepeyahualco y ahí esperar en la estaciòn a que amaneciera para reunirse
con nosotros, pero resulta que el jovenazo, con su conciencia limpia,
se durmió profundamente, tan profundamente que sólo despertó cuando el
conductor ( así se le llama al que recoje los boletos en el tren y
anuncia cada parada del mismo), dijo ¡ Totalco ! y Manuel al despertar
en ese momento creyó que dijo ¡Tepeyahualco ! y que se baja en Totalco,
de madrugada, con un frío espantoso y a dos paradas antes del pueblo; y
¿ahora?, se preguntó, afortunadamente un campesino que se encontraba por
ahí de casualidad, le indicó cuán lejos quedaba el pueblo que buscaba y
que la única forma de llegar a él sin perderse, era seguir las vías del
tren hasta ese lugar, pero que también era peligroso por los coyotes
que rondaban la vía. Nuestro cuate se tronaba los dedos de preocupación,
y de repente, el campesino le dijo: yo voy para allá si quieres puedes
venirte conmigo, ¡a que campesino travieso!, bueno pues Manuel así lo
hizo y empezó a caminar a su lado por cinco o seis horas en medio de la
oscuridad y soportando con estoicismo el tremendo frío de la madrugada,
hasta que llegó al pueblo y se puso a chiflar como loco y con tremenda
dificultad, hasta que nos halló, y al conocer Pancho y yo las peripecias
por las que pasó, nos volvimos a desternillar de risa al verlo
compungido y enojado por la tremenda aventura que pasó por su descuido.
Después
de pasar unos días en el pueblo y sin preocuparnos, por estúpidos, de
cómo se encontrarían de angustiados nuestros padres, nos despedimos de
los tíos quienes ignoraban la forma en que nosotros habíamos planeado
todo, y partimos hacia nuestro prometedor destino; durante el viaje
platicábamos de cómo íbamos a administrarnos, tanto en nuestro talento,
como en las riquezas que sin duda nos estaban esperando en el Distrito
Federal con los brazos abiertos.
Cuando
llegamos a la ciudad de México D.F. nos maravillaron sus altos
edificios y la cantidad de automóviles que circulaban en sus increíbles
calles y avenidas, también las estatuas y monumentos, que mirábamos con
asombro, nos impactaron con su belleza y magnificencia.
Al
bajarnos del tren en la estación Buenavista, casi en el mero centro de
México, nos dirigimos a la dirección que nos había dado ese individuo
que se dijo autor y productor de obras exitosas de teatro, y en el
camino, al preguntar por la ubicación de la dirección, alguien nos decía
que se encontraba algo retirado, más o menos a unas 20 cuadras de donde
estábamos, imagínense, cada cuadra como de 300 metros mínimo, o al
menos así las veíamos, pero, al preguntarle a otro individuo, nos dijo
que la dirección que buscábamos estaba a la vuelta de donde nos
encontrábamos, y así fue. Nos dirigimos al encuentro de nuestro destino
artístico, y cuando preguntamos por el tipo en cuestión, que se aparece
el verdadero dueño del nombre y de la profesión de la que se había
adueñado el otro sujeto únicamente para impresionarnos y burlarse de
nosotros, y al presentarnos y decirle del engaño del que fuimos objeto,
el señor se disculpó pero dijo que no podía hacer nada por nosotros, y,
como dice la canción, ¡todo se derrumbó!
Salimos
de allí con la cola entre las patas y sin saber qué hacer, así que por
el momento buscamos alojamiento en un hotelito de mala muerte, pero,
¡bendita juventud!, como esa situación no nos robó nuestros talentos
artísticos, se nos ocurrió, que el mundo tenía que conocer de nosotros,
que no podíamos castigarlo por la jugarreta de la fuimos objeto; así que
enfilamos nuestros pasos a ¡Garibaldi! para que todos tuvieran la
oportunidad de vernos; jóvenes, guapos y gallardos, con esa presencia
impactante que no se podría ignorar por ningún motivo. Pues bien,
llegamos y nos sentamos en una banca que nos sirvió como escaparate para
darle entrada a las muchachonas del lugar, para que por medio de ellas,
contactarnos con los grupos de mariachis que tocaban allí mismo, y
empezar, aunque fuera de esa manera, el camino al estrellato, e ir
superando, inclusive, a Pedro Infante, Jorge Negrete y a Javier Solís y a
todo aquel que se nos pusiera enfrente. Otra vez, ¿cómo la ven?