V
FIDELIDAD DE POLICARPO
Cuando Policarpo era obispo de la iglesia de Esmirna, fue llevado ante el tribunal, el procónsul le preguntó si era Policarpo, y contestó que sí. Luego empezó el procónsul a exhortarlo, diciendo: --Ten piedad de tu avanzada edad; jura por la fortuna de César; arrepiéntete; di: quítense los ateos (los cristianos). Policarpo miraba solemnemente a la multitud y señalando con la mano, alzó los ojos hacia el cielo y dijo: --Quítense esos ateos –los que estaban en su derredor. El procónsul lo trató de persuadir diciendo: --Jura y te soltaré, renuncia a Cristo. El venerable cristiano respondió: --Ochenta y seis años le he servido y nunca me ha hecho cosa perjudicable; ¿cómo puedo blasfemar a mi Rey quien me ha salvado?. --Tengo fieras y te expondré a ellas, si no te arrepientes –dijo el procónsul. --Traedlas –dijo el mártir. --Suavizaré tu espíritu con fuego –dijo el romano. --Me amenazáis –respondió Policarpo--, con el fuego que quema sólo por un momento, pero olvidáis el fuego del castigo eterno, reservado para los impíos. En la hora de su martirio daba gracias a Dios porque se contaba con los mártires de Cristo.
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