La paz de Dios
Usted se está muriendo –dijo el doctor. Al escuchar esto, la cristiana moribunda sonrió. --Usted se muere: ¿Ha hecho usted la paz con Dios?. --No doctor, no la he hecho. --Entonces le suplico que no la retarde más. --Yo no puedo hacer mi paz con Dios; además, ya es tarde. --No, no –dijo el doctor—no es tarde; es posible que viva usted aún dos horas. La enferma guardó silencio un momento; luego, fijando la vista en el doctor, dijo pausada y lentamente: --Hace más de diecinueve siglos que Cristo hizo la paz por la sangre de su cruz y hace algunos años lo acepté como mi Salvador, y desde entonces he gozado la gloriosa paz que él da a los que en él confían. Después de una pausa añadió: --Doctor, ¿Tiene usted paz? ¡Qué diferencia entre intentar hacer la paz con Dios y el haberla hecho él mismo por nosotros! ¡Cosa terrible es el hallarse sobre el lecho de la muerte atormentado por el deseo de hacer la paz con Dios, por otro lado, ¡qué felicidad es la de poder descansar en Jesucristo mismo, como lo hacía esta mujer cristiana!
(( De la Red))
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