A través de nuestra experiencia personal, observación, estudio, trabajo con otros, y comparación de experiencias con otros, hemos encontrado que la causa absoluta de la enfermedad emocional es EL EGOÍSMO. No existe ninguna otra causa; es del egoísmo que se derivan todos nuestros problemas.
El egoísmo impide que una persona ame a otros, y sin amor para otros, no existe paz en ninguna parte. De esta forma, la persona enferma (egoísta) se aísla ella misma de sus amigos y termina severamente retraída, solitaria, miedosa, completamente destrozada, y puede intentar quitarse su propia vida para tratar de escapar de la horrible prisión que ha hecho para él mismo.
La persona egoísta sólo piensa en él mismo y en obtener las personas y cosas que él quiere. Este es un despiadado objetivo que está destinado al fracaso. Primero, él no puede continuar manipulando a las personas indefinidamente, así está destinado a la frustración. Segundo, aún si él pudiera manipularlos y tener las cosas que él piensa que quiere, siempre se sentirá frustrado, solitario, y aislado, ya que estas cosas que el quiere no le satisficieran, estarán vacías y desiertas y “se tornarán en cenizas en su boca”. ¿Cómo lo sabemos? Nos sucedió a nosotros y a muchos, muchos de nuestros amigos y conocidos.
Muchos, muchos de nosotros queríamos a las personas que deseábamos y las “obtuvimos”, queríamos Cadillacs, TV a colores, alfombras orientales, una casa de “vacaciones”, joyas, pieles, dinero, y obtuvimos estas cosas también, y obtuvimos estas cosas también, pero cuando las obtuvimos, nos sentimos ¡MISERABLES! ¿Por qué nos sentimos miserables?, porque habíamos puesto el valor de tales cosas primero y hecho de ellas un fin, esperando que ellas nos harían felices. En obtener estas cosas y en nuestras vidas NUESTROS DESEOS VENÍAN PRIMERO, no nos habíamos molestado en amar a las personas o tratar de poner el amor, entendimiento, servicio, amistad primero. Todo lo que importaba era obtener lo que queríamos y como las personas y cosas nos afectaban. Juzgábamos las cosas como “buenas” o “malas” de acuerdo a la forma en que nos afectaban. En otras palabras, “bueno” era lo que queríamos, “malo” lo que no queríamos. Si a otras personas les gustaba algo que a nosotros no nos gustaba, lo declarábamos “malo” y eso era el final. Éramos completamente intolerantes. |