
El cielo, subido de estrellas, los lirios, húmedos de rocío, el viento, peinando cipreses y el sosiego constante del río.
Los tejados plúmbeos de luna, el porche, de oro confundido. Los gatos, sombras palmarias, maúllan erizados de frío.
El óleo de abril en los jardines, encajes, los sauces enardecidos. El búho, custodiando sueños, y la soledad, incitando al delirio.
El paisaje, henchido de salvia, sustrae espíritus del abismo, el levante, desviste espigas y la aurora, violetas fugitivos.

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