La noche, rota de estrellas, gira y enreda sus azules en las aristas de la encrucijada.
El horizonte, línea imperfecta en el aire y la luna siembra de oro este destierro que concluye al alba.
El cielo, tornasol que disipa el seísmo quemante de donde vengo.
La aurora, el ancla que contiene las velas fugitivas de mi deriva.
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