La Madre Teresa dijo que la peor enfermedad era el mal humor. Y es muy cierto, lastima a quien lo tiene y a todos los que lo rodean. Al cometer un error, es mejor aceptarlo, corregirlo que justificarlo y enojarse. La justificación actúa como si dijéramos que todo está bien hecho pero que entre en la prisión; o que las medicinas aplicadas eran las que convenían al caso, pero el enfermo está peor.
Entonces de qué sirve justificar nuestra actuación y luego cargar con las consecuencias negativas de la misma. Y mostrar el más atormentado mal humor... Éste se hace costumbre y día a día va creciendo ya que cualquier motivo lo alimenta y se termina viendo al mundo como una locomotora que nos embiste constantemente.
Hay miles de motivos para alimentar la ira y la cólera... Un noticiero, un diario, un ruido del vecino... etc.etc. y así cada día la persona que entra en éste círculo vicioso se encuentra cada vez mas envuelta en él perjudicándose y perjudicando a todos los que lo rodean.
Cuál es el sentido de todo ésto, si en verdad nada va a cambiar de ésta manera. La vida es una fiesta, a cada paso nos da miles de bellezas que podemos observar y alegrarnos. El contemplar la maravilla de una flor, el canto de las aves, la sonrisa de los niños, el amanecer, la suave brisa que nos acaricia, los rayos del Sol, siempre presentes, en medio de la peor tormenta.
Entonces, por qué no ser quienes alegremos la vida de aquéllos que tenemos alrededor. Acaso ¿es necesario que se alejen para después estar con más mal humor, echándoles la culpa por haberse ido?
Cada hecho que nos ocurre es una maravillosa enseñanza para tener en cuenta y no un motivo para alejarnos de la alegría de ser, de estar, de vivir.
Como en todo, en ambas manos tenemos las dos semillas diferentes y somos nosotros quienes elegimos cuales sembrar, pero también somos nosotros quienes nos haremos cargo de recoger lo que de esa siembra se coseche.
Dibújate una sonrisa todos los días al levantarte y que te acompañe todo el día, no importa lo que pase.
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