Cuando hormiguean las cicatrices,
atrinchero el corazón con flores
y desvío de pensamientos infelices.
El alma dribla mohosos sinsabores.
Por el aire voy en pétalos color rubí,
en explanadas de sueño, sin temor,
convoco rimas que no son de aquí.
Sazono las odas con verde frescor.
Aroma que baraja el dolor temerario,
invadiendo noches. Quizás alba dama,
su perfume done, bálsamo solidario,
que sobre mis madrugadas se derrama.
El arte de poetas es joyería delicada.
La musa-flor venero. Aprendo su estilo.
Claveles me prestan su lira inspirada.
Exquisitos elixires en el verso destilo.
Miré nenúfar acuático, en oculto estero,
con rósea huella, loto de los olvidados.
Sin pies, plato de agua por su cantero.
Ninfea que boga en mis ojos cansados.
Perpetuas: recuerdo del amor que pasó,
con siempre-viva congoja hago bromas;
viejas amarguras que el tiempo dulcificó.
Hoy cauterizo heridas con nuevos aromas.
Estrella blanca que en mis abismos brota,
lumbre argentino baña desiertos nevados.
Edelweiss luciendo en la campiña ignota
tumba en la página cual cometa desojado.
La margarita sin jardín, el sublime alelí.
La prima pobre; la que crece en palacio.
Todas las fragancias, sándalo y pachulí,
enredan en la poesía generosos brazos.