
Durante una vida entera ganó cientos de enemigos, odiado por ser avaro, usurero y mezquino.
Amasó cuantas riquezas fue capaz de atesorar, nunca compartió con nadie y robó cuanto pudo robar.
Robó a empleados y familia, un poco de aquí y de allá, su obsesión era el dinero y cuanto más, poder lograr.
Nunca tuvo un buen amigo ni nadie que le quisiera, le odiaron incluso sus hijos por su vida de miseria.
Por no gastar su dinero su mujer murió enferma, su padre sin entierro digno y su madre murió de pena.
Hoy lo llevan a enterrar solo unos desconocidos, con su dinero pagaron entierro y funeral sus hijos.
Nadie lo fue a despedir, nadie le llevó unas flores, nadie por su alma rezó ni unas tristes oraciones.
En su tumba luce ahora traje y zapatos nuevos, ropas que antes nunca tuvo el más rico del cementerio.
Y sus hijos se gastaron su fortuna en cuatro días, bebieron y festejaron por el viejo Zacarías.
De nada sirvió ser avaro, mezquino y usurero, se retuerce ahora en su tumba el más rico del cementerio.
De nada sirvió pasar hambre y en invierno tanto frío, por no gastar su dinero que de nada le ha servido.
Que vida tan miserable pasaste y diste a los tuyos, sin el cariño de nadie por no gastar cuatro duros.
Los niños ahora en la calle cantan una canción, Zacarías murió solo por vivir como un gorrón.
Zacarías el tacaño vivió sin gastar dinero, a su entierro no fue nadie, murió como un pordiosero.

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