La psicología es una herramienta fundamental para mejorar la calidad de vida de estos pacientes, ayuda a reducir los trastornos asociados como la ansiedad o la depresión y además limita los efectos del dolor constante sobre la vida cotidiana. El dolor, el cansancio, los problemas de sueño, la tensión y el negativismo son los promotores de la depresión y la ansiedad, produciendo finalmente mayor malestar, incapacidad para afrontar situaciones y nerviosismo.
La forma de proceder ante este problema es pedir información general al médico de atención primaria, quien podrá aconsejar sobre cómo mejorar su estado general de salud, ejercicios físicos, cambios posturales, control de la alimentación, el sueño, etc. Él debe ser quien oriente al enfermo al reumatólogo, al psicólogo etcétera.
Desde el punto de vista psicológico, el tratamiento va dirigido hacia:
1. En primer lugar hay que asumir la enfermedad y lo que conlleva. Una no aceptación provoca a la larga mayor frustración.
2. Aprender a mantener un equilibrio entre esfuerzo y descanso.
3. Adaptar las metas a las limitaciones de la enfermedad.
4. Valorar lo que se consigue y lo que queda.
5. Mantener el cuerpo a punto: el ejercicio físico moderado ayuda a mantener un buen tono muscular y disminuye a la larga el cansancio.
6. Poner en práctica técnicas de relajación.
7. Control postural: las actividades cotidianas nos facilitan posiciones corporales inadecuadas que a las personas que padecen este trastorno puede afectarles especialmente. Por ejemplo es bueno planchar apoyando un pie en un taburete para no sobrecargar la espalda, evitar levantar las manos por encima de los hombros un tiempo excesivo (por ejemplo al tender), adaptar la altura de la mesa a la de la silla.
8. Aprender a generar pensamientos positivos y a ser mas tolerante consigo mismo.
9. Cuidar la autoestima.
10. Mejorar la comunicación y las peticiones de ayuda.
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