Juan 1:3
Todas las cosas fueron hechas por él; y sin él no se hizo nada de lo que se ha hecho. (KJV)
1. Los trinitarios usan este verso para mostrar que el Mesías fue quien hizo el mundo y su contenido. Sin embargo, ese no es el caso. Lo que hemos aprendido del estudio de Juan 1:1 anteriormente será útil para interpretar apropiadamente este verso.
Juan 1:1-3
(1) En el principio estaba la palabra [la primera y única creación directa de Elohim], y la palabra estaba con Elohim, y el verbo era divino. (2) la misma estaba en el principio con Elohim.
(3) Todas las cosas fueron hechas por medio de ella [de la palabra]; y sin ella no se hizo nada de lo que fue hecho.
2. El pronombre en el verso 3 puede legítimamente traducirse “él.” No tiene que traducirse “ella”, pues en griego el término logos es de género masculino, al igual que el término hebreo davar. Pero no es necesario poner el término “la Palabra” en masculino para notar que se trata de una persona del género masculino, como lo muestra el original. El griego ciertamente tiene el pronombre masculino porque, al igual que muchos otros idiomas, incluyendo el español, el francés, el alemán, el latín, el hebreo, etc., el idioma griego asigna un género a todos los sustantivos, y el género del pronombre tiene que concordar con el género del sustantivo. En francés, por ejemplo, una mesa es femenina, la table, mientras que un escritorio es masculino, le bureau, y de los pronombres femeninos y masculinos se requiere que concuerden en género con los sustantivos.
En discusiones doctrinales acerca del espíritu santo algunas personas afirman que es una persona porque en la Biblia española se le trata de “él” en versos que se refieren a éste. Así, por ejemplo, Juan 14:16,17 dice:
Juan 14:16 y 17
(16) Y yo pediré al Padre, y él les dará otro Consolador que esté con ustedes para siempre—
(17) el espíritu de la verdad. El mundo no lo puede aceptar, porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen, porque él vive con ustedes y estará en ustedes.
En el idioma griego, “espíritu” es neutro y así se asocia con el pronombre neutro, “ello.” Así, por ejemplo, el verso 17 anteriormente debe traducirse literalmente como: “El mundo no puede aceptarlo porque no lo conoce (el espíritu), porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen, porque eso vive con ustedes y estará en ustedes.” Cualquier Léxico Analítico confirmará que los pronombres en este verso que se refiere al espíritu son neutros, no masculinos.
Si los pronombres en el texto griego son neutros, ¿por qué los traductores los han traducido como “é” y “a él?” La respuesta a esa pregunta es que los traductores reconocen que cuando uno está tratando con un idioma que asigna género a los sustantivos, es el contexto y el entendimiento general del asunto en cuestión lo que determina cómo deben traducirse los pronombres al español como hemos visto en los ejemplos anteriores (el escritorio, la bicicleta, el carro, el viento, etc.).
Los cristianos trinitarios creen que “el Espíritu Santo” es un ser masculino y traducen los pronombres que se refieren a un “ello” como un “él” a pesar del hecho de que el sustantivo es neutro y requiere un “ello” no un “él” en griego. Similarmente, aun cuando el sustantivo masculino requiere el pronombre masculino en el idioma griego, no hay que traducirlo al español con el pronombre masculino “él,” a menos que se pueda demostrar por el contexto que el sujeto es en realidad varón; e.d., un hombre, un animal macho, o Elohim (quien se representa a sí mismo como masculino en la Biblia). Así que la pregunta a responderse cuando se trata de “el Consolador” y “el espíritu santo” no es: “¿A cuál género pertenecen el sustantivo y el pronombre asociado a éste en el idioma griego?” Más bien, necesitamos preguntar: “¿Se refieren estas palabras a una persona masculina que requiere un “él” en español, o se refieren a una “cosa” que requiere el pronombre “ello” o “eso”? Cuando la frase “espíritu santo” se refiere al poder de Elohim en acción o al don de Elohim, es propiamente un “ello”. Lo mismo es cierto del “Consolador”. Para un tratamiento más exhaustivo del tema del espíritu santo véase, The Gift of the Holy Spirit, Every Christian’s Divine Deposit, disponible de CES.
En hebreo, “espíritu” es femenino y debe tener pronombres femeninos, mientras que en griego, “espíritu” es neutro y asume pronombres neutros. Así que una persona que desee edificar una teología sobre la base del género de un sustantivo y un pronombre se encontrará en una situación interesante tratando de explicar cómo puede ser que “el espíritu” de Elohim de alguna manera cambió de género cuando se escribió el “Nuevo Testamento”.
3. Visto a la luz de la anterior traducción, la apertura del evangelio de Juan revela una maravillosa verdad, y es también un poderoso punto polémico contra las herejías de su tiempo. Ya hemos visto (bajo Juan 1:1) que los gnósticos estaban enseñando que, en la jerarquía de los dioses, el dios Elohim y el dios Mesías estaban en realidad opuestos uno al otro. También activos en el tiempo en se escribió Juan estaban los docetistas, quienes enseñaban que el Mesías era un ser espíritu y solamente parecía ser de carne. La apertura del evangelio de Juan muestra que en el principio había un solo Elohim, no muchos Elohim. Muestra también que este Elohim tenía un hijo, personificado como la palabra, que estaba junto a él y que compartía su naturaleza celestial, y que vino a hacerse hombre en Yahoshúa el Mesías. Así que Elohim y el Mesías no son adversarios como decían algunos entonces, y tampoco son la misma persona como dicen algunos hoy.
La apertura de Juan revela esta sencilla verdad de una manera Hermosa: “En principio había un solo Elohim, que produjo un hijo que estaba a su lado y que por su origen y naturaleza era divino (poderoso, o celestial). Fue a través de, y por causa de, ese Hijo celestial que Elohim hizo todas las cosas. Nada hizo el Padre aparte de ese ser. Luego, ese hijo celestial vino a ser carne en la persona de Yahoshúa el Mesías y montó su carpa entre nosotros.” Entender la apertura de Juan de esta manera concuerda con todo el cuadro general de las Escrituras y es enteramente aceptable desde el punto de vista de una traducción.