Le dirás a Faraón: “Israel es mi hijo y mi primogénito”
El Dios Omnipotente le prometió a Abrám, de darle a él y a su linaje, tanto el lugar donde estaba, el alquilón y todo cuanto podía ver con los ojos levantados, esto es a saber en términos generales, la tierra de Kenaan (Gn. 13:12-18, Septg. LXX). En la cual con Sara y su hijo Isaac, habitarían como forasteros, y este último a su vez de igual forma con su descendiente Jacob, el que le dio a luz su pariente Rebeca; y por cuya tierra y descendencia, también Dios concertó su pacto con ellos (Ex. 6.3-4, Septg. LXX). Además el Omnipotente a Abrám, le vaticinó que haría juicio a la tierra ajena, donde su linaje sería maltratado, oprimido y esclavo por 400 años (Gn. 15:13-14, Septg. LXX).
Es pues por lo prometido a Abrám, que su linaje poseería la tierra de Kenaan en heredad; y esto sólo pudo ser posible, por haber Dios obrado milagro en Sara, para que naciendo Isaac, luego procedieran los hermanos gemelos “Esaú y Jacob” de Rebeca (Gn. 16:1-2; 17.15-19; 18:9-15; y 25:21-28, C.D.R 1569). No obstante, el designio de Dios entre estos dos consanguíneos, tendría una marcada repercusión de enemistad durante mucho tiempo, ya que en Esaú incidió de manera significativa, para venderle su primogenitura a su hermano Jacob por un guisado de lentejas; y aún contribuyó en la astucia de su otro gemelo, con el propósito de que no pudiera recibir la bendición correspondiente de su padre Isaac, aunque la procuró con lágrimas (Gn. 25.29-34; 27:1-46; y Heb. 12:16-17, C.D.R 1569).
La primogenitura pues al recaer sobre Jacob (Israel), lo hizo poseedor de todo cuanto tenía su padre Isaac, y así sucesivamente sería con sus descendientes, conforme fuese la voluntad del Omnipotente. De aquí empero, es la expresión de Dios a Moisés: Y dirás a Faraón: IEUE ha dicho así: “Israel es mi hijo y mi primogénito” (Ex. 4:22, C.D.R 1569). Aquí Dios, por ser el Padre Creador y dueño de todo cuanto existe, se refiere a los israelitas en un todo, como “Israel” su hijo, y con el calificativo de primogénito, porque en este mundo había de heredar la tierra prometida. Por lo que bien en Isaías 63:15-18, hay una oración a Dios bastante importante, que dice: “Mira desde el cielo, y contempla desde tu santa y gloriosa morada. ¿Dónde está tu celo, y tu poder, la conmoción de tus entrañas y tus piedades para conmigo? ¿Se han estrechado? Pero tú eres nuestro Padre, si bien Abraham nos ignora, e Israel no nos conoce ¡Tú, oh IEUE, eres nuestro Padre!; nuestro Redentor perpetuo es tu Nombre. ¿Por qué, oh IEUE, nos has dicho errar de tus caminos, y endureciste nuestro corazón a tu temor? Vuélvete por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad. Por poco tiempo la poseyó tu santo pueblo; nuestros enemigos han pisoteado tu Santuario. Hemos venido a ser como aquellos de quienes nunca te enseñoreaste, sobre los cuales nunca fue llamado tu Nombre”.
Ahora bien, todo ello nos indica que los israelitas en un todo es Israel, y fue escogido de entre todos los pueblos del mundo, para ser el hijo primogénito de Dios, en cuanto a la heredad que de Isaac devino por recibirla de su padre Abraham. Faltándole el señalamiento de un complemento primario, ya que por el anuncio profético del Dios Omnipotente, no sólo sería el heredero de todo cuanto a Kenaan se refiere, sino que de su tribu Judá, también vino a descender el Señor y primogénito de todo lo creado, es decir el dueño y beneficiario de toda la creación, y es precisamente la simiente bendita “Jesucristo”, quien lo reinará ocupando el trono de David, desde la ciudad de Jerusalén (Miq. 5:2-4; Col. 1:15-18, Lc. 1.32, Jr. 23.5-8, C.D.R 1569).