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♦ 「 cαяdιиαl del ғυeԍσ 」: †Ađiεcтiσ. . ॥ Pгivαтe ● sαм-нisσкα
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*** Continuación - Adiectio - Palacio Imperial
Llegaron frente a la gran mansión. Una mansión completamente abandonada. No solo porque ningún inquilino habitaba allí, además de Sam, claro. Sino porque no había ni un suspiro de vida en ese lugar. El desierto vasto, propio del Cardinal, las nubes oscuras de la noche que parecía comenzar a llover en cualquier momento, aunque en realidad jamás pasara eso, la oscuridad de las ventanas, la luz de la luna que iluminaba con esfuerzo a través de la espesura del cielo. Parecía un lugar abandonado incluso por Gaia, incluso por el mismísimo príncipe del Hades. Una soledad extrema, una tristeza extrema, un misterio extremo. La gran mansión sobre una colina, con una torre no muy alta y tres pisos que estaban para nada conectados entre sí. Un lugar con arquitectura gótica, podía verse una cúpula en una de las torres, arcos ojivales, las pilastras. Quizás obra de algún mercader con la buena suerte de poder solventar aquellas infraestructuras pero con la mala suerte de irse al infierno por su propia avaricia.
Avaro Sam? No… Pero si podía asesinar a un niño desobediente, porque no llevarse el alma de un mercader egoísta? Corrijo, de un mercader egoista y toda su penosa familia. Caminó hacia la entrada como si nada, como si no se diera cuenta que aquella escena era ensordecedoramente maldita. Pero Sam se veía tan bien en ella, con su cabello azabache dejándose mecer por la brisa, su ropa negra mezclándose entre las sombras, su aura misteriosa de espaldas a Hisoka, subiendo los pocos escalones que necesitaba pisar ante de empujar con ambas manos las puertas de la mansión y abrirlas haciendo un sordo ruido.
Entró y miró a Hisoka a través de las puertas que se iban cerrando lenta y silenciosamente. Pero el rubio pasó por esos portones y Sam sonrió levemente. Llegar hasta aquel lugar solo, un lugar abandonado por todos, y siquiera sabiendo el camino de regreso, era valiente, era suicida, era cautivador.
En el interior les recibía dos escaleras oscuras, que se encontraban en un primer piso permitiendo el paso a un pasillo profundo y oscuro, donde seguramente existirían puertas que darían a habitaciones que jamás fueron abiertas por Sam. Habitaciones que todavía seguirían con los muebles cubiertos por sabanas blancas. Las puertas se cerraron por completo y de repente las luces de los candelabros fueron prendidas. Velas por todos lados, incluso las del pasillo que podía visualizarse en el primer piso también encendieron sus luces. Y se pudo ver, los pocos muebles sin ser descubiertos por las telas. La chimenea y los cuadros también se encontraban tapados y en los rincones de la casa podían verse telas de araña amontonadas, espesas y antiguas. Sin embargo los pisos brillaban debajo de ellos, reflejando las luces, las sabanas blancas y los cuerpos parados en el recibidor.
Los pasos de Semhiazza comenzaron a verse para cualquier lugar, sin sacar la mirada de los ojos verdes frente a él, hacia atrás varios pasos, a la derecha unos pocos y girar sutilmente mirando por la gran vidriera de colores que daba afuera. En el otro ventanal, del otro lado de la puerta podía verse un sillón bordó con detalles dorados, que no estaba cubierto por las sabanas, era el único que al parecer era usado. Y frente a ese sillón, que miraba hacia la ventana, unos cristales rotos, que a juzgar por las formas, antes había sido una copa. En el piso, la sangre se encontraba seca, la sangre de un ratón atravesado por un cilindro de vidrio, que seguramente debía ser el tallo de la copa que acabó con la vida del animal, sin motivo aparente.
Sin embargo Sam, no dijo ninguna palabra. No sospechaba que hubiera algo que decir, aquella mansión hablaba muy bien de él. Misteriosa, maligna, oscura y llena de muerte. Pero a la vez se veía desolada, triste, fría, sin la calidez de una familia, sin la armonía de la voz de un mortal, sola, y principalmente con mucha necesidad de atención.
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Comeremos..... Sonrió levemente antes de continuar .... lo que haya. No era eso lo que esperaba que dijera, pero sonrió ante la simplicidad que tenía. Caminó hasta encontrarse cerca de él, también estaba descalzo. Una vez que estuvo lo suficientemente cerca (más cerca de lo común) volvió a dirigir sus ojos a él. Comenzarían a caminar en cualquier momento pero antes de eso... antes de eso la mano de Hisoka se acarició con la barbilla del moreno, arrimándolo a su rostro y arrimándose él también. Atrapando lentamente los labios ajenos con su boca, cerrando sus ojos para sentir su sabor, recordarlo, su mano subió hasta el cabello oscuro, rozándolo un poco antes de bajar por su oído, acariciándolo con suavidad y lentitud. Al igual que su lengua, que muy lejos de introducirse en la boca de Sam, se deslizaba por la comisura... atrapando sus labios entre los propios.
Un beso superficial pero a la vez profundo. Se alejó lentamente, aún sin abrir los ojos, haciéndolo después de unos segundos. Dando los primeros pasos al pasillo... mirando hacia atrás por si él vendría. Su kimono delineaba su cuerpo casi de forma cruel y sus piernas se veían amenazantes al caminar. Continuó sus pasos hasta llegar a las escaleras y comenzar a bajarlas con cuidado, arrastrando la tela de su ropa.
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Sus pasos frenaron para mirar el cuerpo que tenía en su habitación.
Ese perfecto cuerpo moldeado y bordado por los mismísimos demonios hambrientos de lujuria y deseo. Hambrientos como él.
Y casi como quien atacase por la espalda, dejando en hacke a cualquier rey, a cualquier pieza, a cualquier marioneta que no estuviera preparada para enfrentarse a los zorros... De nuevo los labios de Hisoka era tan exquisitamente hipnotizantes se posaron sobre los suyos.
Cada beso, cada minúscula parte de su piel, suave, carnosa era la tentación propia del pecado. A la que no se podía decir que no.
Tenía tanta experiencia. Sabía besar tan bien, tan experto, tan atrapante. Sus manos, caricias, dedos y habilidad para tocar y saber donde… Lo volvía loco.
Y no sabía cuanto tiempo más podría aguantarse. Aguantar. Aguantar… desde cuando se había convertido en una palabra tan importante y difícil de llevar acabo?
Soltó su boca, y se fue.
Como lo haría cualquier puta.
Y Semhiazza no pudo hacer otra cosa que apretar su puño con fuerza para seguir sus pasos, sus crueles pasos. Cuando atravesó el marco de la puerta, la golpeó con impotencia y con una fuerza que no era la que quería expresar verdaderamente. Exhaló notoriamente siguiendo los pasos del rubio a unos cuantos metros como si fuera un acosador que quisiera pasar desapercibido. Caminó hasta la escalera abajo para caminar hasta la cocina, para pasar al lado del rubio y guiarlo a la cocina.
Caminando por un costado como si fuera una autentica sombra, una especie rara de humo que se traslada de un lugar a otro misteriosamente, macabramente, infrahumanamente.
La cocina, como Semhiazza bien había dado a entender, parecía escasa de alimentos, escasa de atención, escasa de iluminación. Un aspecto antiguo, cuidado, limpio, pero antiguo y de ventanas grandes, unas cuantas mesadas, desayunadores, una enorme cocina vieja gastada, grasienta y negra, completa de hollín.
Sobre una de las mesadas, se encontraba una copa de vino sucia con liquido viejo. Una tabla de madera pequeña con pan y sobre una fuente antigua de cristal, un racimo de uvas violetas. Solamente eso. Era la señal más visible de que Sam solía tener gustos particulares para la comida. Más allá, sobre una mesa, una manzana volteada por el peso de un cuchillo que la atravesaba. La habitual casa de un hombre viviendo solo, abandonado y sin encontrarle sentido a nada. A absolutamente nada.
Semhiazza caminó a la heladera, una de madera que se encontraba perdida entre los muebles enormes, abandonados e innecesarios para una sola marioneta. Y con una leve sonrisa la abrió, dejándole ver al Fuermaske lo que había adentro:
Uvas, vino tinto, queso gruyere, y debajo de toda la vacía nevera, un pastel de miel sin cortar.
Rió levemente y miró al rubio detrás de él, como esperando algo – Se te ocurre que comeras? – Preguntó con simpatía y una sonrisa en el rostro, curioso. Sam solo lo acompañaría con la cena, porque aunque no necesitara comer, ya que obviaba el vivir de otra cosa que no sea Hisoka, hacia bastantes años que no disfrutaba tanto de una comida.
Y sabía que con él, con él a su lado… Todo podía saber más delicioso.
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Ya, Kait, siento la demora, post medio fail x_x lo siento, prometo que para el proximo me inspiraré más
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Escuchó el golpe, y su cuerpo tembló en el éxtasis de que semejantes manos le tocaran una vez más como hacía tiempo. No podía seguir mintiéndose a sí mismo, y mientras terminaba de bajar las escaleras se maldecía por no haber aprovechado aquel momento en la cama. Una hermosa cocina frente a sus ojos lo deslumbró, hermosa pero vacía. Le siguió cuando caminó a la heladera y asomó su rostro, mirando de reojo a su acompañante.
"Se te ocurre que comeras?"
El rubio elevó su mano llevándola a la cabellera ajena para mover uno de sus mechones y acomodarlo detrás de su pálido oído, observando la sonrisa de su teufel favorito y volviéndolo a mirar a los ojos, obviando el hecho de preguntarse si acaso estaba a dieta - ..el vino y las uvas estarán bien - dejó ver su sonrisa arrimándose por demás al moreno, de costado para mirarlo de reojo - mientras me las des tu, una a una - rió un poco más. Le venía como anillo al dedo tenerlo ocupado alimentándolo y bebiendo algo de vino, tirados en alguna parte para hablar de los dos. Estaba seguro de que esa noche deseaba pasarla a su lado. Sus ojos fijos, su sonrisa pícara y su actitud cómplice lo delataba.
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Vió como el cuerpo ajeno se acercó otra vez al suyo. Osadamente. Peligrosamente. Audazmente.
Como siempre. Sin miedo, sin culpas, y podía decirse casi sin conciencia.
Provocar a Semhiazza, que era Teufel, que era inestable, que era impulsivo y poco predecible, era sin duda un acto de inconsciencia de cualquier marioneta que se atreviera a jugar con él como Hisoka lo estaba haciendo. Y Sam apretó los dientes. Porque realmente parecía estar disfrutando arrastrarlo al fondo del abismo y traerlo de vuelta a la superficie. Jugando con su cordura como si de un electrocardiograma se tratara. Cuando tiempo más pasaría fingiendo mortalidad cuando solamente era un pobre loco con ansias de carne y piel?.
Oír su voz diciendo algo prácticamente inocente. Riendo con lo mucho que le encantaba oírlo reír. Sagaz. No, nada de eso. Semhiazza estaba a un paso de hacerlo suyo una y mil veces de una manera casi demandante.
El rubio terminó de hablar y el morocho se acercó a él. Mucho. Mucho. Demasiado. Hasta hacerlo retroceder contra una de las mesadas de la cocina. Y cuando el cuerpo del menor se encontraba acorralado, pudo notar como el demonio mostraba segundo a segundo, su naturaleza infernal. Sudando el deseo. Sudando el pecado. Sudando pasión.
Sus manos acariciaron apasionadamente los glúteos ajenos, apretándolos, amasándolos, dándole forma. Y con un sencillo gesto lo subió a la mesada de piernas abiertas.
El tajo de su ropa dejaba en descubierto casi su intimidad. Pero esto al demonio le importaba poco. O mejor dicho…. Le interesaba demasiado.
Macabramente se acercó a su oído, respirándole allí. Amenazante. Deseoso.
-Cuanto más sos capaz de arriesgarte a hacerme perder el control? – Sintiendo su propio cuerpo entre las piernas del otro. Apoyándose en él, haciéndole sentir su entrepierna, tocando los genitales desnudos del rubio con el cierre de su suave ropa negra que, como siempre, lo vestía con elegancia.
-No debes tentar a los demonios… No te lo han dicho tus padres?: No juegues con el fuego porque… -
Sonrió levemente dejando que el menor continuara la frase. Sam se mostraba posesivo, cegado por la lujuria. Por las ansias de apoderarse de ese cuerpo que ahora mantenía aferrado a él, y llevarlo bajo tierra, para que nadie los encontrara, para no compartirlo con nadie. Para que sea solo suyo.
Porque desde ya… Hisoka ya era de su propiedad.
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Hisochan no hizo nada en realidad. Perdona a Sam, está demasiado loco.
O caliente diria yo o_ó Pero bueno la idea era que se pusieran a comer,
aunque siempre terminen calentandose uno con el otro.
Se pegan entre ellos como si fueran chicles,
sin duda la palabra que mejor los define es: amantes (1313 se te ocurre algo Shou-tan?) xD |
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Abandonó la sonrisa de su rostro cuando se vio acorralado contra una mesada, mirando los ojos oscuros como si quisiera comprender que estaba por hacer. Alrededor del demonio la energía parecía acumularse, tomando la forma del deseo, invisible pero intenso. Tembló un poco al sentir sus manos y se sorprendió debido a como tocaba sus glúteos, sonrojándose y dejándose hacer como ensimismado. Como si esos mimos le embriagaran. Se sentó en la mesada, aprisionando el cuerpo ajeno con sus piernas desnudas. El rubio torció apenas la cabecita, mirándolo a los ojos hasta que él se acercó a su oído lentamente. "Cuanto más sos capaz de arriesgarte a hacerme perder el control?" dejó escapar una risita clavando sus orbes verdes en el piso, si él no había hecho nada, de que estaba hablando. Entreabrió sus labios sonrojándose, dejando escapar un suspiro sexual al sentirlo presionar entre sus piernas. Las piernas desnudas del rubio se deslizaron por la ropa ajena, apretándolo y tirando un poco la cabeza hacia atrás, volviendo a sonreír. Lujurioso, mentiroso, falso como un zorro. Estaba haciéndole notar a Semhiazza las ganas que él también tenía, pero que no iba a cumplir su fantasía aún. "No debes tentar a los demonios… No te lo han dicho tus padres?: No juegues con el fuego porque…" efectivamente, sus padres siempre habían estado allí para darle la enseñanza correcta. Y acercarse a un teufel nunca había sido algo recomendable, peor aún sentir deseos de cuidarlo y tenerlo por siempre al lado - te quemas.. - murmuró arrimado a la boca ajena, observando sus ojos a través de su cabello algo despeinado por la situación. Posó una mano en el pecho de sem, empujándolo levemente y deslizando sus piernas hacia abajo para poder cerrarlas y mirar cómplice y mezquino al demonio - ...el vino y las uvas... estarán bien - repitió elevando una de sus cejas con autoridad. Bajándose de la mesada y caminando hasta un sillón donde se recostó boca arriba, estirando sus piernas desnudas a la vista. Largas y atrevidas, su mirada se clavó en el teufel - ...y quiero comer aquí - sonrió, como si esperara que obedeciera como un sirviente a sus caprichos.
. . . . . . . o pos si que sam le de de comer una a una las uvas y tomen vino y charlen de la vida : D
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Miraba como el rubio disfrutaba de la cercanía y Sam sonrió levemente.
Por eso lo amaba tanto.
Por esas actitudes que le demostraban que no le temía. Podía hacerlo trizas, podía romperle los huesos, podía clavar su cuerpo vivo en una cruz que Hisoka continuaría sin temerle. Porque sabían, los dos sabían que iban a estar uno con el otro por el resto de la eternidad. Una eternidad en goce.
-te quemas…- Semhiazza rió, dejando escapar una leve carcajada cuando el menor respondió, riendo incluso sobre la boca ajena. Dejándose empujar después y prácticamente dejándolo escapar a él.
-… el vino y la uvas… estarán bien – Dijo mientras se bajaba de la mesada y caminaba de nuevo al recibidor. Enorme, abandonado y ahora iluminado, aun más por el reflejo perfecto de los mosaicos del piso. De nuevo, pasando por el frente de las enormes escaleras que tenía la mansión y acostándose (provocativamente) sobre el único sillón que se encontraba descubierto de las sabanas blancas –y quiero comer aquí-
Sam lo miró con una leve sonrisa. Hisoka había dado en el clavo. Es precisamente esa situación en la que se encontraban los dos. El demonio era solo un fiel sirviente del mortal que ahora jugaba a provocarlo. Como podía existir esta conexión tan perfecta? Maestro y esclavo, esclavo y amo. Ese era el pacto que habían sellado la primera vez que juntaron sus cuerpos. Sus espíritus combinados en uno.
Semhiazza se quedó mirándole, entretenido con lo que veía. Con su cuerpo perfecto. Y tomó dos copas que se encontraban boca abajo colgando de la misma mesada que se encontraba allí, como si se tratara de un pequeño bar. Y sin mover nada más que su brazo ante aquel movimiento, con su otro brazo tomó la fuente de cristal con uvas y la colocó sobre su brazo ahora flexionado, como si estuviera cargando un bebe.
Agarró la botella de vino. Pero no la levantó de la mesada, sino que la arrastró por la superficie hasta donde terminaba el mueble para después sí, sostenerla con fuerza del pico. Caminó hasta el rubio y se arrodilló frente al sillón. Con la mirada puesta en el piso, como si fuera realmente su esclavo.
Después levantó la mirada con una leve sonrisa y posó las cosas en el piso, sirviendo vino en ambas copas sin sacarle la mirada de encima, sabiendo perfectamente donde volcar el líquido para no desperdiciar nada. Dejó una copa en el piso y tomó una uva, cortándola del racimo con suavidad y la arrojó al interior del vaso dejando que unas cuantas gotas salpiquen afuera. El vino tenía una excelente imagen decorado con la fruta que se perdía en el color del líquido.
El demonio metió su índice y mayor para tomar entre aquellos dedos el pequeño fruto de la vid. E introducirlo después dentro de la boca del rubio, quedándose un rato dentro de su boca con la finalidad que chupara sus dedos. Mientras que con la otra mano, tomaba otra uva y la llevaba a su propia boca, mordiéndola dejando escapar el jugo de la fruta que cayó seductoramente por su cuello. Disfrutando el momento. Disfrutándolo.
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Al parecer se estaba ocupando, el rubio sonrió desde su lugar dándose cuenta que Semyazza respondía a sus caprichos aún, como siempre. Ocultaba su boca entre sus brazos cruzados mientras aún reposaba boca abajo sobre ese cómodo sillón. Hm podría dormir allí. Fingió dejar de sonreír y posó sus codos en el asiento plácidamente. Divertido, muy en lo profundo de su interior, por el hecho de tener un demonio allí arrodillado a su lado y sirviéndole como si se tratara de un esclavo. Cuando los ojos negros le observaron y le dedicaron una pequeña pero hermosa sonrisa, Hisoka no pudo evitar levantar su mano y dirigirla a la mejilla ajena para presionarla ligeramente, y en un gesto cariñoso devolverle la sonrisa. Interesado en lo que hacía con la uva, acarició su cabeza (más específicamente su cabello) contra el posador de brazos del sillón, básicamente: como lo haría un gatito.
No necesitó arrimarse a los dedos que sostenían grácilmente la uva, apenas abrió sus labios la fruta ya estaba adentro de su boca. Labios que también rodeaban las extremidades que Sam no retiraba. La mirada astuta del rubio se vio con un ligero brillo y entonces si necesitó arrimarse un poco más a la mano ajena. Lamiendo aquel dedo muy lentamente, fijando sus ojos en él, una actitud sexual completamente inapropiada a la hora de comer e indiscutiblemente indecente, obscena. Pero no era insuficiente aún para aquel zorro, pues no pudo evitar el deseo de introducir ese dedo en su boca. Engulléndolo hasta la mitad... y retirándose después, para alejarse un poco y terminar de comer la uva
- tu también comerás? - murmuró, estirando su mano para tomar una de las uvas, sonriente (pícaro) , dio vuelta su cuerpo hasta encontrarse boca arriba. Con su mano libre abrió las telas de su ropa, descubriendo una de sus piernas totalmente y colocando la uva justo a la altura del fémur, tan cerca del hueso de la cadera como podía estarlo. Sonriendo lascivamente, dirigió una vez más su mirada indecente al demonio, esperando a que fuera a por ella.
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Me encanta provocar a Sam y lo sabes bien
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Se quedó mirando la boca del menor cuando éste jugaba con sus dedos (y con su cordura) con los labios entreabiertos y la mirada perdida.
Era tan bueno en lo que hacía. Era bueno como feuermaske, sin duda. Pero también era bueno chupando extensiones ajenas. Lo aceptaba. No era algo que le gustara pero aceptaba que el rubio gozara en camas ajenas, mientras que no se enamorase. Porque Sam era un teufel demasiado celoso. Increíblemente celoso y violento cuando lo estaba.
Sacó los dedos mojados de la boca de Hisoka y se tocó sus propios labios, completamente en otro mundo. Podía jugar a esto toda la noche….
Bueno, tal vez no.
Pero le encantaba tanto que disfrutaba de todo como si fuera un vagabundo observando una obra de teatro de alto nivel. De nuevo la voz del rubio irrumpió en sus pensamientos (o sensaciones) ofreciéndose como bandeja de una uva que posaba asesinamente sobre su pierna. Semahiazza miraba lo que hacía, y después sonrió divertido e interesado en las acciones ajenas. Era sin duda… un atrevido lobo disfrazado de oveja.
Y lo amaba.
Posó una mano en la pierna ajena, como si estuviera sosteniendo arriba del tobillo por si osara querer moverse y acercó su boca entreabierta a la piel ajena, lamiendo su rodilla y subiendo por su muslo y tomar entre sus labios la fruta, esperando con ansias que se cayera sin querer y rodara hacia la unión de las piernas de Hisoka.
Mordió y comió la uva sin alejar sus labios de la piel blanca ajena y después, solo después elevó su rostro, mirándole enamorado.
Aunque estaba conciente que comer sobre el cuerpo de Hisoka, no era lo mismo que comer de Hisoka.
De todas maneras, se conformaba. Por ahora.
-…No mas que tu…- respondió en un susurro con una leve sonrisa en la cara, dando a entender cosas que estaban de más explicar. Agarró la próxima uva con una mano y con la otra estiró el borde de su pantalón, amenazando con dejar caer la uva allí adentro. Divertido y sonriente.
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Se sobresaltó un poco por el agarre, él era realmente posesivo. Le observó... su lengua recorriendo su pierna hacia arriba con toda la perversidad que podría demostrarle. Tiró su cabeza hacia atrás y cerró sus ojos al sentirlo llegar a su objetivo. Esbozó un pequeño suspiro de goce... aquello en verdad era divertido. "…No mas que tu…" murmuró e hizo sonreír al rubio, que diablos había querido decir con eso?. Observó lo que hacía, cual uva tomaba... donde la llevaba... - q-que?! - sonrió divertido aunque puso todo su énfasis en esa palabra cuando vio esa imagen, rió divertido - ...NO! - dijo rotundo, aunque sonriendo desde allí, estirando una de sus manos y fingiendo "tapar" lo que veía - Ni se te ocurra semyazza... - los ojos esmeralda lo miraban antojadizos desde allí, divertidos y brillantes. Ya iba siendo tiempo de pasar a la verdadera acción. Aunque el rubio no se lo decía, mordía sus labios evitando saltarle encima, evitando no responder un "si, quiero comer esa uva allí", aquello le hacía sonreir aún más de lo que le hacia reir la payasada de Sam.
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Se sorprendió cuando Hisoka prácticamente se abalanzó para cubrir con su mano aquel vacio que dejaba ver su pantalón. Y comenzó a reir.
La risa de Semhiazza era completamente contagiosa y divertida. Tan simpatica que por momentos su naturaleza oscura y fielmente infernal se mantenía en el olvido. Y más en estas circunstancias en donde Sam permanecía al lado de Hisoka.
El Lilith del segundo tiempo.
Miró el rostro del menor con una sonrisa dulce y los ojos levemente brillantes. Casi la misma expresión del rubio, pero con la diferencia que Sam dejaba verse completamente lleno de amor. No solo lujuria y deseo.
El demonio estaba enamorado.
No había nada en todo el Imperio, en el cielo o en el infierno que le diera tanta felicidad como ver a Hisoka reír. Nada como ver sus dientes en una mueca de sonrisa que revivía su rostro de niño (que prácticamente era), nada como sus ojos verdes brillando como esmeraldas destellando luces que coloreaban el vacio mundo de Semhiazza. Tal y como lo hace un prisma.
El demonio lo conocía tanto. Mucho más que a cualquiera. Mucho más que su propia familia lo conocía. Sam sabía todo de él. Cuando nació, en que hora, cuál era el rostro de su padre cuando su madre dio a luz, los problemas que tenía con su familia, el dolor del rubio cuando murió Marius. Sabía más de Hisoka que el propio Hisoka. Sabía más que él lo muy hermosa que le quedaba pintada esa sonrisa perfecta.
Otra vez tu, Semhiazza. Tan cursi y romantico como siempre.
El teufel borró la sonrisa de su rostro y miró la copa llena a su lado, alcanzándola para llevársela a su propia boca. Y tomar mirando hacia cualquier parte. Realmente todo era diferente con compañía a su lado.
Alejó la copa de sus labios suspirando profundamente, sintiendo el sabor del vino y por primera vez encontrándolo. Perfecto.
Sam sonrió y agarró la siguiente uva, acercándosela a los labios de Hisoka dejando a un lado la perversidad para que comiera tranquilamente. Mientras el otro comia no se daba cuenta, que la mirada del demonio era más y más profunda cada vez. Y sin querer, dejándose ver más terrorífico.
Despues, dejó una confusa respuesta a las posibles preguntas de Hisoka, y de los pensamientos de Semhiazza. Dejando oír su voz, firme, segura, directa, pero llena de sentimientos.
-Te amo -
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Por un momento su rostro cambió repentinamente, de una sonrisa simpática y divertida a una expresión de sorpresa. Le encantaba la risa de Sam. Sonrió mirándolo y escuchándolo reír contagiosamente. Calmando ahora sus manos, y encontrándose más tranquilo de que en realidad no fuera a hacerlo. Los ojos esmeraldas brillaban un poco cuando se encontraron con los oscuros que también resplandecían sagazmente. Entonces él tomó la copa de vino, y Hisoka dio vuelta su cuerpo boca abajo una vez más, y estiró su brazo al suelo para tomar la suya y arrimarla a su boca… pero antes de que pueda tomar semyazza había cogido una uva entre sus dedos y pretendía que la aceptara, el rubio sonrió y la atrapó entre sus labios cuidadosamente. De forma delicada, para después y justo antes de tragarla, tomar el vino de su copa. “hum..” cerró sus ojos por un momento mientras bebía.
“Te amo”
Apartó la copa de sus labios y puso sus ojos en él. Mirándole fijamente. “Que había dicho…” tragó saliva. “Este hombre…” desvió su mirada al piso, abandonando allí la copa, con cuidado y lentitud. No diría nada, no podía decir nada, supondría que fuera un chico fácil y se iría más rápido aún de su vida. Sabía que a esas palabras nunca debía responder, se veía débil cuando lo hacía, los hombres olfateaban esa debilidad y se pegaban a él como chicle, esperando la oportunidad para herirlo. Y aunque Sam era diferente… no, así se comienza, pensando que uno es diferente y confiando en él. El cuerpo de Hisoka se sentó en el sillón, bajando sus piernas - ..creo que es mejor… que vayamos a dormir – trató de verse con normalidad, aunque miraba a Sam.. de forma recelada por momentos, como si contuviera sospechas por él.
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asjahsgahjsas mi pequeño hisoka esta en aprietos lo que está entre comillas son pensamientos uwu
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Sintió la incomodidad del rubio y sonrió. Sabía que no le había gustado lo que le había dicho. Sabía que no siempre Hisoka escuchaba frases como ésas. Hoy en día nadie prometía paraísos, nadie le pedía deseos a las estrellas, nadie regalaba rosas, nadie recitaba versos. Nadie prometía amor inmortal. Como Semhiaza declaraba a Hisoka.
El menor se sentó en el sillón y Sam se preparó para ponerse de pie, siempre ahí cuando los detalles lo ameritaban. Todo un esclavo del amor. Preso del deseo. Encadenado a las miradas de Hisoka como si en ellas encontrara la esperanza. Como si no pudiera vivir de nada más que de ellas.
Por más que ahora le mirara con recelo, siempre expresaban lo mismo. Hisoka le había dado amor, que era como darle amor a un perro rabioso con el hocico chorreando baba y espuma, dispuesto a atacar. Quien se acercaría a alguien así? Ahora ese perro se había vuelto solo un cachorrito en manos del RD, un perro domado por las caricias y las palabras de la dulce voz que siempre le mantenía en calma. Olvidando su eternidad en tinieblas, olvidando a su madre infame, a su padre estoico, a su hermano… egoísta. Con Hisoka se olvidaba de todo eso, y en otras palabras era olvidarse del dolor.
Se acercó de más al rostro del menor, con esa sonrisa en los labios que perturbaba a cualquiera. Y tomó entre sus brazos el cuerpo del rubio, pasando su mano por debajo de las rodillas ajenas y detrás del cuello. Alzándolo con extrema facilidad poniéndose de pie finalmente y mirarlo desde aquella posición –Como el amo desee –
Y a pasos tranquilos y relajados subió nuevamente la escalera que lo llevaba hacía los pasillos de las habitaciones. Sintiendo caer parte de la ropa roja de su amo descubrir su rodilla y después su pierna. Casi relamiéndose los labios al imaginar la tela deslizándose por su piel, como si fuera nada mas y nada menos que un pétalo de rosa.
-Que? No me crees cuando te confieso que te amo…? O acaso es que temes decirme que tu también me amas…? – La sonrisa se marcó aún más cuando pronunció las ultimas palabras, dejando ver sus dientes blancos. En el momento que sus pasos frenaron en la puerta de la habitación dejando resbalar de sus brazos el cuerpo ajeno, posándolo suavemente en el piso, sin dejar de mirar sus ojos pero estando consciente que lamentarse por la ropa que nuevamente volvía a cubrir la pierna ajena era completamente hipócrita.
Dejó que su espalda se recargara sobre el marco de la puerta y escondió una mano en su bolsillo para subir la otra y acomodar el flequillo ajeno, dejando una suave caricia, mirándolo con la misma expresión hipnotizante, embriagante e infernal. Propia del inframundo. Propia de un demonio como él.
Espero que me perdones por el atraso, no sabes lo que es estar en la playa y saber que tengo un rol pendiente con vos (?) Por las noches sueño que vienes con un martillo gigante y me gritas "Idiota.... que estas esperando?!" xD Es una tortura. Pero ya estoy aqui respondiendo, veré si puedo responderte más seguido. Se viene la esperada noche para nuestros protagonistas 1313 xD
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Él se puso de pie y el rubio exhaló. Por un momento aquellas palabras lo habían perturbado. Iba disponerse a hacer lo mismo que Sam pero él, con toda tranquilidad, tomó su cuerpo cual si fuera un niño pequeño y lo alzó en el aire, llevándolo a la habitación, subiendo por los escalones a la respuesta de “Como el amo desee”. La reacción de Hisoka fue sonrojarse, tomar un color rojo tomate y esparcirlo inconscientemente en toda su cara – ah! Pero! Que hacess…ss…sem semyazza! – protestó energéticamente, manteniéndose del cuello de aquel más alto, pues si le daba vértigo y vergüenza, sería peor aún si cayera al suelo por regañón. “Que? No me crees cuando te confieso que te amo…? O acaso es que temes decirme que tu también me amas…?” la sonrisa detuvo las protestas del rubio y sus palabras lo sonrojaron aún más (si es que eso podía suceder), callado se limitó a mirar la nada, con una expresión tímida en los ojos que no sabían dónde mirar precisamente, solo sabían que no podían mirarlo a él. Su boca apretaba sus propios labios como si intentara callarse a la fuerza. Sus pasos pausados frenaron en la puerta, deslizándolo abajo..
Dio unos cortos pasos para alejarse de Sam… y ahora sí, mirarlo mientras este le acomodaba el cabello. Casi hipnotizado, los oscuros ojos del demonio parecía invitarle a otro mundo, donde estaría junto a él una eternidad. No sabía bien que decir ni que hacer, no era bueno a la hora de hablar, solo se mantuvo allí… en silencio, mirándole. Acercándose… rodeando su cuello entre sus brazos y arrimando su boca a los labios ajenos. Sus manos acariciaron su cabello, tan suave… sus ojos se cerraron. Sus besos eran increíbles… la saliva fría del demonio contrarrestaba con su cuerpo caliente… y sus manos. Sus manos… sus manos… solo deseaba que tomara su cintura y que toda esa noche pudiera sentir sus manos en la piel.
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Jajajaja idiota que esperas! responde! jaja no te hagas problema, en estas fechas es normal que todos colguemos. Noche esperada? hum *cejas arriba y abajo*
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El tiempo en silencio que se dejaba mecer suave en una hamaca de hojas de palmera, acunandose a si mismo esperando seguir su curso mientras los dos muchachos se miraban a los ojos… casi como si fueran hechos de barro. El tiempo que normalmente no era paciente, que dejaba a todos atrás ante cualquier suceso, que arrasaba con las esperanzas de todo el Imperio dejando a marionetas detenidas en la nada, ahora se tomaba vacaciones… Dejandoles disfrutar del imperecedero segundo que estaba durando el mirarse a los ojos.
No podría… y estaba segundo que jamás podría… romper las cadenas que lo ataban a la mirada irreprochable con que el rubio lo observaba. Un tigre dispuesto a atacar ante cualquier movimiento ajeno, pero un gatito mimoso y expuesto cuando a ese tigre se le daba alguna caricia. Hisoka era en su totalidad un felino dispuesto (o en realidad no tanto) a amoldarse a la situación que lo amerizase.
Y Semhiazza lo conocía. El demonio estaba consciente que todo lazo emocional que pudo haber creado y conservado en el pasado se desamarraba con cada segundo que pasaba al lado de él.
De nuevo lo sintió rodeándolo con los brazos y rozando sus labios, en un beso lleno de sentimientos y cargados de todo eso que cualquiera pudiera desear; y Sam lo tenía. Consuelo, fuerzas, cariño y paz. Y sentía que podía ser feliz solo con eso.
Recostó la espalda de Hisoka contra el marco de la puerta en donde segundos antes estaba descansando la camisa negra del demonio y los besos continuaron impecables. Pero paso a paso se iban se volvían todo lo contrario. Besos apasionados y completamente impenitentes, besos cargados de vigor. Cada roce con la piel del rubio era un roce con el desenfreno.
No podía evitar aprovecharse de esa sensación. Aprovecharse de un cuerpo como ése que se entregaba dulce y plácidamente. La picardía de Semhiazza no se resistía a invadir el cántaro tibio de ese chico si después de todo lo ofrecía por unas monedas. Solamente unas monedas que a Semhiazza le sobraban.
Sabía que todo el que se atreviera a tocar su piel solo estaría condenado al pecado. La tentación. La fornicación y el deseo. La curiosidad y el hambre animal que encontraba refugio en las manos de las victimas que solo querían un poco de esa piel blanca. Perfecta e irreprochable. Pero Semhiazza ya estaba ahogado en el pecado. Pecado era la base que formaba su curriculum, su base de datos, su lista expectante de ser leída en el purgatorio a donde siquiera pondría un pie.
El apetito y la locura. El desenfreno y la lujuria.
La obscenidad.
Un antebrazo descansó tranquilo en el marco de la puerta, una mano atrevida, masculina y grande buscó refugio en un muslo de Hisoka, hurgando debajo de su ropa para acariciar su piel como si estuviera moldeando una vasija de arcilla. Como si fuera un alfarero pronto a crear su más codiciada e intachable obra maestra.
Los labios demandantes del demonio pronto se vieron insatisfechos con la boca del ojiverde y comenzaron a deslizarse demandantes por su cuello. Como si fuera uno más de su clientela pero más hambriento. Cada mano sobre el cuerpo de Semhiazza llevaba al demonio más cerca del descontrol. Casi desesperado besaba, mordía y jugaba con su cuello sabiendo que era el punto más débil y la porción más sensible del rubio. Lleno, completamente lleno de terminaciones nerviosas que sabía, estaba seguro, enloquecían también al menor.
Casi como si no quisiera despegar sus manos del cuerpo ajeno, comenzó a subir por la pierna del rubio y sostener con fuerza su cintura, apretándolo más contra el marco de la puerta haciéndole sentir su cuerpo. Perfectamente marcado. Introduciendo una pierna osada entre las piernas ajenas y mover su cuerpo hacía arriba con violencia como si intentara alzarlo, sin ser ése el verdadero interés. Como si simulara un movimiento sexual egoísta. Demandante. Hambriento. Aunque mantenía la calma, parecía estar ansioso. Como un perro alzado.
Con la mano que tenía sobre la cabeza de Hisoka comenzó a desprender la ropa ajena, desatando el nudo que mantenía su kimono prendido y en cuestión de un minuto, el rubio se encontraba desnudo. A la vista del hambriento animal que prácticamente parecía querer violarlo. Una vez que su tarea fue realizada, comenzó a desprenderse su propia camisa mientras que con la boca besaba con pasión la clavícula del menor mordiendo aquel hueso suavemente. Y volver a subir al oído ajeno.
Tomó con tranquilidad la muñeca de Hisoka y la llevó a su propio vientre. Dejandose oir, casi jadeante, pero sumamente controlado. Reclamando, deseoso, exhortante. Masculino y sexual
-Tócame-
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