Me faltaban nutrientes, más horas de sueño y menos de alerta.
Me abracé contra el frío, sosegar mis temblores, mantenerme entero y que mi cuerpo no se desmembrara miembro a miembro, piel de músculo.
Permití soltar los párpados hasta que mis demonios se aquietasen.
En un cerrado recodo de mi mente, incapaz de ser barrido por el vahído, como un alfiler hundido, se encontraba la mayor de mis preocupaciones, mis miedos, mis memorias.
Y la persona que había perdido.
...Y habría de encontrar.
Era incapaz de contar los días o, tal vez, semanas que dejaban atrás mi vida en el Templo del Cielo. Habían ocurrido demasiadas cosas, era incapaz de reunirlas todas y comenzar a
pensar en ellas. Carecía de tiempo, de fuerzas, y necesitaba continuar mi camino. Ni dejarme atrapar por el resto de wissen o lichts que habrían partido en caza.
Me envolví aún más en la capa, tapando toda mi cara en la mata de pelo y tela.
La poca visibilidad que entreveía entre el retal de tela que cubría mis ojos ayudaba al hastío.
Con la imagen de un desvalido vagabundo y ciego, la gente apenas me brindaban más de dos miradas. Se llenaban de pena, de miedo o incomodidad. Deparar sus pensamientos en que
aquel mundo que vivían no era solo luz y color era un desperdicio de su tiempo.
Y así es como debía seguir... O como quería que fuese. Ni yo sería descubierto, ni ellos sembrarían angustia en sus vidas.
En aquella posición encogida y lastimera observaba la feliz calma y alegría de la ciudadela Imperial. El silencio inexistente, ahogado en risas, música de tabernas, niños correteando,
joviales, despreocupados... Y una ligera nostalgía me cortó el hilo de mis pensamientos.
Añoraba los días pasados, mi yo despreocupado, añoraba continuar ejerciendo de niño.
Una pelota pasó por mi lado hasta pararla con la pierna que tenía extendida. Ví como la inocente sonrisa de un niño se iba acercando hasta mi para cogerla, el resto de ellos oscilaban sus
ojitos de arriba a abajo con aprensión. Aquel empezó a titubear conforme se acercaba y no me veía reaccionar.
Me habría de prometer que, fuese cual fuese mi camino y meta, no dejaría de sonreír y vivir como mi psyché había sembrado...
Me levanté suavemente, debajo de la capucha solo asomaban mechones de pelo blanco enmarañado (sin aquellos reflejos azules y vivos pasados), pero con la genuina y dulce sonrisa que
era capaz de expresarle.
Se la devolví, fingiendo torpezas de ciego, su sonrisita volvía a aflorar. Quizá aquel pequeño creyese que era un ancianito ciego y bajito.
Con más calma, ví como se alejaba. Decidí continuar yo también, esta vez trataría de buscar algo que comer...
Y oí un nuevo estrépito. Me quedé paralizado.
"Jobar. ¡Jobar, jobar, jobar...!"
Era una licht. La reconocía.
Renovado en fuerzas, me moví con disimulada prisa, tapandome más aún mientras me adentraba en callejones oscuros.
Era imposible que la joven me viese o reconociese, pero tenía que asegurarme.
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Emm, huula :D
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