La Fortaleza consiste en el vigor, fuerza o resistencia para vencer el temor.
La Justicia es el origen de convivencia humana que consisten en la igualdad
de todos los miembros de la sociedad, dando a cada uno lo que le pertenece.
La Templanza es la virtud que nos inclina a refrenar la sensualidad y a usar
todas las cosas con moderación, sujetando nuestro sentido a la razón.
La Prudencia consiste en distinguir lo que es bueno o malo, para conseguirlo
o huir de ello.
La Fe es la creencia en la existencia de algo, pero a través de la razón y la
inteligencia.
La Esperanza es la confianza en lograr o realizar una meta que se desea
alcanzar y que se presenta como posible, en la medida de nuestro esfuerzo y
dedicación.
La Caridad es el amor al prójimo, es un sentimiento puro y desinteresado para
practicar el bien.
Las anteriores definiciones nos permiten visualizar las cualidades humanas,
con que todo buen hombre debe contar, sin embargo y por ser de estudio
fundamental en este grado, las virtudes teologales las debemos considerar
masonicamente como indispensables desde el grado de aprendiz.
FE es la íntima persuasión de la conciencia, fundada en la razón y en el
estudio de la naturaleza; es la luz de la verdad que marca a nuestras creencias
el camino único y seguro que señaló a todos los seres el Supremo Creador del
Universo, sostenida por la razón y el estudio juicioso de las leyes naturales,
ella sola, la inquebrantable FE debe cobijar al hombre; porque contra ella es
impotente la duda y los esfuerzos de la ignorancia, y el más seguro baluarte
donde se estrellan los misteriosos fantasmas de la superstición y el fanatismo.
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Esa FE que manda creer ciegamente en lo que se nos dice, sin permitir el
examen de la razón, es la FE del ignorante o del estúpido que la convierte en
fácil instrumento de los demás. El hombre que no examina o que no
comprende lo que se dice y lo acepta sin consultar, degenera su condición
igualándose al bruto: por esto algunos hombres que se titulan ministros de
Dios, han hecho de esa virtud un instrumento poderoso para realizar sus fines
y mantener en las masas la ignorancia, haciendo entender que hay mayor
mérito en el que quiere creer que en el que cree.
Es la creencia en la existencia de una cosa demostrada y reconocida por los
sentidos, por la inteligencia y por la razón. Con el sentimiento y el juicio el
hombre fortifica su creencia su FE, porque le ayudan a discernir lo justo, de lo
injusto, lo verdadero de lo falso, el bien del mal; creer una cosa porque no se
comprende; o ―porque es absurda‖, como hizo San Agustín, es indigno de un
ser pensador, es renunciar a su libre albedrío, es desconocer la legitimidad de
los sentidos, es negar las verdades de la ciencia. Aquel que posee en sí la FE
tal como debe ser, tiene el poder de vencer el mal; podrá ejecutar todo lo que
conciba; porque no deseará sino lo que es justo y útil a su bienestar y al de sus
hermanos. Aquel que cree ciegamente es un fanático peligroso, hijo del caos,
esto es, de la noche, mientras que los masones son hijos de la luz; es un
ignorante, imagina, y sus sueños engendran el error, una de las plagas de la
humanidad.
El Gran Arquitecto del Universo, nos dio los sentidos y la inteligencia para que
pudiéramos darnos cuenta de la verdad.
ESPERANZA es la perspectiva futura del bien, el presentimiento de la
recompensa, basada en la ley del equilibrio universal; pues así como tras de la
noche viene el día y tras de la tempestad viene la calma, así pues de los
dolores que algunas veces nos aquejan, debemos creer que vendrán días de
calma y bienestar, en que reposará nuestro espíritu, así tras de las luchas que
casi siempre reclama el bienestar, vendrá el indefinible placer de la conciencia
como la justa retribución de nuestros afanes.
Esa creencia firme que nos hace soportar con resignación las adversidades de
la vida, apoyándose en nuestra razón y nuestra conciencia sigue sin
descarrillarse las leyes del Universo, esa es la ESPERANZA, bálsamo
consolador que alienta al hombre hasta el borde del sepulcro.
Es la aspiración del alma humana hacia lo infinito; es una disposición a
persuadirse que lo que desea sucederá; es la esperanza de un bien que se
desea y que parece ha de suceder. La mitología y la religión ha hecho de la
Esperanza, la primera una divinidad; y la segunda una virtud; según la
Naturaleza y la Masonería, es sencillamente un estado del alma, un
sentimiento; y estos dos sentimientos opuestos son las palabras más
poderosas de que se sirven los sacerdotes para asegurar la dominación de los
cuerpos y de las almas.
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La CARIDAD que razona, que exige circunstancias y condiciones, podrá ser
beneficiosa, pero nunca CARIDAD; la que se ejerce en las plazas y las vías
públicas como alarde de suficiencia, no es más que la necia vanidad del
orgullo, porque en ellas no existe esa relación magnética, que nos hace
presentir los sufrimientos de nuestros semejantes para hacer germinar el
imperioso deber de consolar el infortunio.
Sabéis cuál es nuestra creencia, sabed igualmente que cada uno de nosotros
procura en el mundo el cumplimiento de estas tres máximas: ilustración a las
masas, consuelo al oprimido y libertad al esclavo.
La Caridad es el amor sagrado, de la humanidad, la primera de las virtudes, y
una de las principales bases de la ley masónica. La Caridad no fue nunca el
monopolio de ninguna secta religiosa; puesto que es en el corazón del hombre
un sentimiento innato que no depende ni de los tiempos ni de los lugares. Su
objetivo es la felicidad del género humano, su misión es consolar, pacificar,
unir a los hombres, introducir la justicia en sus relaciones y en sus leyes. En
todos los tiempos ha animado a las almas generosas y a los filósofos de todos
los países. Si todos obedeciesen a sus dulces impulsiones, la concordia y la
felicidad reinarían sobre la tierra: la Caridad es la palabra más hermosa de
todas las lenguas humanas; más el orgullo sacerdotal la ha desnaturalizado, y
desde su nacimiento le ha arrojado de la buena sociedad, dándole un sentido,
despreciable y desdeñoso; haciendo esta palabra sinónima de limosna, los
sacerdotes han debilitado el sentido humanitario. La caridad no es la
beneficencia; la beneficencia no es más que el arte de socorrer al desgraciado,
ya sea porque encuentra en ello placer, ya porque sus sufrimientos repugnan a
la vista, y esta acción no se refiere más que a nosotros mismos.
La caridad, por el contrario: expresa una idea doble, como hace experimentar
doble gozo, el de hacer el bien y el de hacerlo a un ser que nos es querido. Por
eso se han también engañado al calificar la caridad de virtud teologal; pues
―teologal‖ quiere decir ―que tiene a Dios por objeto‖; es así que la caridad no
abraza más que a la humanidad, y ésta la abraza toda entera; luego es con el
sinónimo de fraternidad; una virtud eminentemente masónica y de ningún
modo una virtud teologal.
El grado 18°nos revela la ciencia y el conocimiento que nuestros predecesores
tenían y por ende representa la gran logia del macrocosmos como la del microcosmos, presencia descriptiva de la máxima como es arriba es abajo y
viceversa, el color encarnado o rojo vivo nos recuerda el amor que el iniciado
debe alcanzar por medio de la instrucción al valorarse y conocerse a si mismo
para amarse y poder amar a sus semejantes, los blasones del grado se
adornan con franjas áureas como lo es fulgor del ser que ha encontrado la
palabra perdida y que se convierte en ejemplo a seguir, líder natural, que
trasciende lo humano para alcanzar la inmortalidad.
En este grado cuando el Doctísimo Maestro declara en plena actividad los
trabajos del Capitulo, señala "Como es arriba, es abajo", palabras que se le
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atribuyen a Hermes Trismegisto, el tres veces grande, de quien se dice, fue el
fundador de la religión Egipcia, y el primer filósofo que enseñara en el interior
de las pirámides las ciencias ocultas, es decir, el conocimiento del hombre,
de la naturaleza y de Dios. (No les recuerda esto, queridos hermanos, las
preguntas del triangular en el cuarto de reflexiones, en fin). Estas ciencias
constituían la base secreta de la sabiduría religiosa. También se dice que
Hermes Trismegisto, fue el autor de 36,525 libros de enseñanza sagrada, otros
comentan que sólo eran 20,000 y algunos señalan que fueron varios los
personajes que escribieron éstos libros en forma conjunta y colectiva y que
acordaran firmar todo bajo el seudónimo de HERMES.
Pero sea como sea, los Egipcios conocían las ciencias Herméticas como ARTE
SACERDOTAL, cuyo objeto, siempre misterioso, consiste en la fuente de la
salud y de las riquezas, dos bases en las que se ha apoyado la felicidad de la
vida.
En el sistema de los filósofos Herméticos, se ESCRUTA cuidadosamente la
naturaleza para descubrir los principios que constituyen los cuerpos y
para conocer el modo de su generación. En él se aprende a conocer cada
cosa por su causa y a distinguir las partes accidentales que no son de su
naturaleza; quienes poseían éste secreto, lo velaban en jeroglíficos, fábulas,
alegorías, símbolos y enigmas como la Orden Masónica, para impedir que el
vulgo lo pudiera conocer.
Salomón en la Biblia, proverbios, cap. 3, versículo 5, expresó claramente
el doble resultado de la obra hermética, cuando habla de la sabiduría, la
cual tiene en la mano derecha lo largo de los días, es decir, la salud y en
la izquierda la riqueza y la gloria.
La tradición del Hermetismo es milenaria. Se originó, hace unos cinco mil
años, en el antiguo Egipto. Se la atribuye a Thoth, que los griegos conocieron
con el nombre de Hermes y los romanos como Mercurio. A esta tradición se
han sumado los aportes de muchos filósofos Hermetistas durante estos cinco
mil años.
Para el Hermetismo Dios es incognoscible. De ahí que, con frecuencia, se le
llama "La Ley" o "El Gran Desconocido". La literatura clásica de Hermes le
llama Nous, que quiere decir mente. Así, el problema se resuelve igualando a
Dios a la Mente Universal que, de acuerdo con el Primer Principio Hermético,
es la fuente de todo: "Todo es mente, el universo es mental."
Esos dos aspectos: el hecho de que Dios sea dado por sentado y que el
esfuerzo del Hermetismo se centre en la evolución del hombre, como un
proceso personal, hacen que el Hermetismo sea una Escuela de Misterio laica,
dirigida al despertar de la conciencia.
Resulta interesante comparar la tradición mistírica pagana con el Hermetismo.
Por ejemplo, las escuelas mistíricas basan sus procesos en la fe, mientras
que el Hermetismo los basa en la experiencia. Así, en la época de Cristo, las
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Escuelas Herméticas -llamadas entonces Neoplatónicas- van a influenciar
poderosamente algunas derivaciones del Cristianismo como, por ejemplo, la
Gnosis.
Pensaban los Gnósticos que la experiencia era más importante que la fe, la
cual era sostenida, por la ortodoxia Cristiana, como un don del Espíritu Santo.
Los Gnósticos no deseaban depender de la Tercera Persona, sino que
querían tener la libertad de vivir las experiencias del Cristianismo. Tal es
una de las muchas influencias del Hermetismo sobre la Gnosis.
Las escuelas de la antigüedad basaban sus enseñanzas en la Lógica,
Retórica y Gramática, llamado el Trivium. De alguna manera, todos los
aspectos de la cultura calzaban dentro de esa concepción tripartita. Hoy día, el
Hermetismo moderno se mueve dentro de la Ciencia y el Esoterismo, como
factores opuestos y complementarios. Sabemos que la ciencia se ocupa de
todo lo que se cuenta, se pesa y se mide. Pero los Hermetistas creen que las
cosas más importantes de la vida son aquellas que no se cuentan, no se
pesan, ni se miden: como el amor, la autenticidad, la serenidad, la
compasión y la alegría. De ahí que, en la mente del Hermetista, las ciencias
de la materia y del espíritu, sean opuestas y complementarias. Por eso el
Hermetista se ocupará de ambas.
En el encuentro entre el Cristianismo y el Mithraismo, el primero resulta
vencedor. Dos factores principales influyen en ese triunfo: el carácter universal
de la doctrina cristiana y el hecho de que el Cristianismo sí acepta a las
mujeres en su "escuela de misterio." A esto se añadirá el advenimiento de
un primer Emperador Cristiano. Cuando Constantino "se convierte", el
Cristianismo será la religión oficial de Roma. Y, en contraste con la antigua
incorporación de las religiones de los vencidos y de la tolerancia religiosa de
los romanos, ahora el que no es Cristiano es el perseguido. El antiguo dicho de
los Cristianos "el que está con Dios está con nosotros", se convierte en "el
que no está con nosotros no está con Dios."
(Entre paréntesis, queridos hermanos, no sera conveniente analizar en su
oportunidad, la conveniencia o no de la participación de la mujer en la
masonería)
En el Hermetismo se consolida, el ideal de desarrollo del ser humano, se
sintetiza, por esos tiempos, en Nueve Proposiciones Fundamentales:
1.-Conservar los Principios, dentro de una vida austera.
2.-No desear ni mostrar aparentar, sino ser.
3.-Hacer el Bien y convertirlo en culto de la justicia pura.
4.-Purificarse en todo acto y, antes de hacer, pensar.
5.-Considerar como obstáculos la gula, la voluptuosidad
y la influencia negativa del mundo profano.
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6.-No decir más que lo que se conoce de verdad y que
por verdad nos consta. No dar de lo que no se tiene;
no codiciar lo que por tu merecimiento no puedes tener.
7.-Conservar celosamente las palabras. No dar perlas a
los cerdos y no mentirse a sí mismo.
8.-Ser ejemplo de respeto y de justicia. Antes de violar la
ley de otros, pensar que no queremos que violen nuestra
ley.
9.-Purificar el cuerpo con ayuno; el alma con el silencio.
El recto pensar, el recto actuar y el arte de compartir,
son las energías que abren el reino oculto donde se
aprende, se piensa, se crea y se calla.
Otro de los aspectos fundamentales que ha caracterizado al Hermetismo a
través de las edades ha sido su interés porque cada hombre le encuentre
sentido a la vida. No se trata solamente de conocer las cosas en el aspecto
intelectual. No se trata solamente de saber cómo, cuándo y dónde sino, mejor,
por qué. El manejo de conocimientos útiles, permite el discernimiento para
superar el mero adoctrinamiento de conceptos obsoletos y prejuiciados.
Hablamos de la enseñanza que distingue entre información y valores, entre
qué y por qué.
Asimismo y cimiento del Hermetismo, desde la antigüedad, lo constituye el
uso inteligente de la mente. Ideas como el optimismo y la positividad. La
confianza en uno mismo, la entrega, la perseverancia, el uso de
programaciones mentales para establecer nuevos estados de conciencia,
siempre constituyeron aspectos medulares de la enseñanza del Hermetismo
dirigida al crecimiento total del hombre. En el Hermetismo el hombre se siente
henchido de la fuerza que la divinidad ha insuflado en él y que lo capacita para
abarcar, con el poder de su mente y de su espíritu, todos los niveles de
conciencia. "Me represento las cosas no por la visión de los ojos, sino por la
energía espiritual que derraman sobre mi las Potencias divinas..."(Corpus
Hermeticum). Será preciso que el hombre aprenda a manejar esa fuerza. El
Hermetismo es una reafirmación de la condición espiritual del hombre y de su
capacidad para regresar a la Fuente. "Considérate inmortal... si abrazas con tu
mente todas las cosas.... Habrás llegado a la mayor semejanza con Dios y
entonces lo conocerás mejor." (Corpus Hermeticum).
El Hermetismo siempre pregonó la búsqueda del equilibrio a través de la
armonización de las partes. Ha sido esta una filosofía que ha inspirado a los
espíritus más selectos de occidente. Los textos de grandes sabios, de notables
filósofos, o de distinguidos escritores han sido influidos por esta filosofía
milenaria que, como el ave fénix, surge de sus propias cenizas renovándose
en cada generación.
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Ciertamente, si nos olvidamos de que somos seres espirituales que pasamos
por una experiencia material, viviremos en la ignorancia de nuestra realidad y
de nuestro destino. Nos será negada, entonces, toda posibilidad de
evolucionar. Porque, para el Hermetista enterado, la transformación es un
proceso que debe involucrar -como evolución consciente- nuestra voluntad. De
ahí la necesidad de la enseñanza y su relación con el conocimiento, que
obtenemos al poner en práctica esa enseñanza. Esas dos coordenadas -
enseñanza y experiencia- son la esencia misma de la tradición Hermética. De
ahí la necesidad del contacto con un Maestro, aunque entendamos que ésa
debe ser una relación pasajera mientras el discípulo aprende el arte -difícil- de
crear y recrear la enseñanza Hermética. Mientras el discípulo aprende a
fabricar el oro... Muchas veces la misión del Maestro es desconcertar o
abandonar al discípulo para ver qué es lo que ha aprendido.
Pero nada se logra sin disciplina. Esta palabra (disciplina) tiene la misma raíz
que discípulo. Pero la disciplina no es asunto de hombres solamente. La
Naturaleza está llena de ejemplos de paciente disciplina. De procesos lentos,
perseverantes, formativos, de crecimiento, que finalmente se resuelven en lo
maravilloso, en lo portentoso del fenómeno natural. Cualquiera que ha
seguido el desarrollo de un embrión, desde los comienzos hasta su formación
final, sabe de lo que hablo.
La disciplina es la practica de hacer lo correcto para optimizar el logro. Es una
medida de eficiencia, de productividad. Y la disciplina alcanza su verdadero
significado cuando surge como autodisciplina. Cuando el discípulo, convencido
de su necesidad, busca su propia disciplina para la realización de sus actos y
convierte lo rutinario en maravilloso, lo intrascendente, en algo realmente
significativo.