**Tras recorrer una larga distancia es que aquel ser comienza a aproximarse a las cercanías de la cascada, sintiendo como la bruma comienza a rodearle, algo que internamente apreciaba de aquel sitio, sin embargo sus fines eran otros y muy claros, necesitaba despejar su mente; por lo que mediante un paso raudo y veloz queda frente a una casa la cual, estaría completamente sola al parecer, sintiendo como un aura rara circunda al sitio. Luego de eso se posa frente a la misma – Dohko… Sé que se encuentra aquí viejo maestro, tengo órdenes del Santuario de llevarle ante el Patriarca, no se resista y no habrá problemas – Musita una voz potente, armoniosa, pero tan gélida como la misma Siberia.

Claramente se puede ver a un joven de aureos ropajes, los cuales brillan intensamente como si estuviesen recién creados, marcando la presencia del mismo sol, aunque el aura que despide es todo lo contrario. Sobre su espalda se ve claramente una albina capa la cual ondea junto a sus cabellos azul marino, gracias a la danza que los vientos proporcionan mediante la caída de agua. Se puede denotar también, una peculiar tiara sobre su testa, la cual compone el yelmo y unas hombreras de formas curvadas que sobresalen por entre la capa. – Maestro, necesito una respuesta… ¡Lo imploro no se oponga! – Rectifica sus palabras aquel ser quien sin medir mas palabras cierra sus azulinos orbes gélidos, esperando una respuesta por parte de aquel guardián custodio de la cascada.**

**La noche se tensa poco a poco, mientras que la luna aún brilla en lo alto de los cielos. El agua fluye estruendosa delante del cuerpo de un marchito anciano, en apariencia. Sin embargo emite un sonido de reproche al joven Santo, quien no esperaba menos de aquel hombre. Por lo que cierra sus ojos con pesar ante la respuesta del Anciano maestro, mas su puño se tensa buscando alguna otra alternativa al pedido del Patriarca, en lo que adelante un paso sin entender al Santo de Libra – Ah!?… ¡Dohko Sama! - desconcertado piensa - "Perder un guerrero así entre sus filas sería una gran pérdida, a demás de perder a un gran amigo y compañero." - Es entonces que de pronto la escena cambia, muy a su pesar Acuario ve que no tiene alternativas, tras ello va apareciendo frente al Caballero dorado un joven de negros cabellos largos por demás de sus rodillas, de ojos llenos de vitalidad y juventud, con trajes orientales típicos de aquella zona.

De este modo Camus, le observa con detenimiento suspirando levemente – Tengo órdenes de Llevarlo ante Arles, no puedo decirte más… Muy a pesar mio órdenes son órdenes. Se dice que el Anciano maestro está a favor de la Falsa Athena, caratulado como Traidor – Menta el santo de Acuario mientras le observa firmemente – Tengo que ver si eso es verdad o es una mera mentira, de lo contrario deberé eliminarlo – Musita al tiempo que el ambiente comienza a tornarse un tanto más frío, sus orbes azules se esconden bajo sus párpados nuevamente, para de este modo ver un leve danzar de cristales gélidos a su alrededor, sus cabellos apenas se mecen junto a su capa, mas con una vos melancólica pero sumamente fría y seria – Lo lamento muchacho, pero vendrá conmigo te guste o no, luego tengo que ir a eliminar a unos Santos de Bronce que son traidores al Santuario – Piensa para sí – “Algo no anda bien…” -, sin embargo determinante y hasta un tanto osado, avanza donde el anciano para buscar tomarle por el brazo y así ejecutar las órdenes del Patriarca. Camus no es un hombre que retroceda fácilmente de sus pensamientos o actos, por ende no le importará nada él cumpliría las órdenes del Pontífice.**