Fumar un «tabaco» era el único vicio confesado del comandante Ernesto Che Guevara, asmático desde los dos años, viviendo con ese peligro constante y sin embargo convencido de que el humo del habano «expulsaría al dragón adormilado en su pecho».
Muchas fotos del legendario guerrillero cubano-argentino lo muestran con un habano (tabaco en Cuba, puro en España) en la boca o entre los dedos índice y mayor, y con el rostro semioculto por las volutas de humo. Pero, en realidad, su «vicio» fue tardío y sólo se entrego a las delicias del habano en los últimos diez años de su vida (1957-1967).
«De hecho, fue en 1957, en plena campaña de la Sierra Maestra (1956-59), cuando descubrió el placer que procura un buen habano», explica su gran amigo argentino Alberto Granado. Antes le divertía al Argentino (1928) llamar «fumadores de tabaco» a los cubanos que había conocido en Costa Rica y Guatemala. Y ni siquiera le contagió su afición Fidel Castro, al que conoció en 1955 en México.
En la Sierra Maestra empezó por llenar su pipa de habanos desmenuzados, pero «luego decidió fumar el habano entero y, al igual que nosotros, lo apuraba hasta quemarse los dedos», relató un ex combatiente de la Sierra Maestra, que fue también uno de los compañeros del Che en Bolivia.
«Más tarde consideraba al habano como otro don del cielo, junto al mate argentino», agregó. Siempre (¿?) se le veía con un Partagás o un H. Upmann encendido, fumaba tres o cuatro cada día y se habían convertido en sus inseparables compañeros. «Era su único vicio».
Todas estos testimonios y anécdotas figuran en un artículo del periodista francés Jean Cormiera publicado en un antiguo numero de la revista trimestral L'Amateur de Cigare.
Cuando era ministro de Industria del gobierno cubano, algunos amigos, como Antonio Núñez Jiménez, le advirtieron que fumar era malo para el asma. «Te hace daño, no fumes. Cuba te necesita sano». «Bueno, solo fumaré un habano al día», contestó el Che. Y al día siguiente recibió a sus colaboradores con un habano... de un metro de largo.
Nació el Cohiba en 1966
Fue el propio Guevara, quien, por añadidura, también popularizo después de Fidel Castro el tabaco que se iba a llamar Cohiba, primera marca de habanos de la Revolución (1). Ya que el nombre fue escogido sólo en 1966 por Celia Sánchez, una de las pocas mujeres guerrilleras en la Sierra Maestra y que se quedó principal asistente del líder cubano. Antes, estos puros no tenían marca ni anillo, se llamaban «los puros del Comandante», quien había descubierto por casualidad la excelencia de este nuevo módulo un día de 1963 (probablemente a principios del 63) en su Oldsmobile oficial que andaba por la Quinta Avenida, en Miramar. Acababa de recibirlo de parte de Chicho, guardia de su escolta y amigo conocedor. «Nunca antes en mi vida había fumado nada mejor», tuvo la oportunidad de decir más tarde el Che, cuando estos tabacos se hicieron los preferidos de los dirigentes de la Revolución. Fidel Castro se los ofrecía a sus ministros y el Che fue uno de los primeros beneficiarios.
Por un tabaco mal apagado
Es probable que el Che llevaba con él algunos de esos tabacos cuando viajó en diciembre 1964 a Nueva York. Ernesto Guevara tuvo, el 11 de diciembre, ante la Asamblea General de las Naciones Unidos, una nueva gran actuación internacional al hablar en nombre de Cuba, presidiendo la delegación cubana. Fue acompañado por su secretario personal, José Manuel Manresa. Cuenta Orlando Borrego, colaborador y amigo del Che, reportando testimonio de Manresa (Recuerdos en ráfaga, Ed. Ciencias sociales, 2004, p. 51) : «… de pronto Manresa estalló en una risa incontenible que le aguaba los ojos. Me convencí que algo fuera de lo común le había sucedido». Durante un receso de la Asamblea, el Che estaba conversando con otras personalidades diplomáticas y de pronto había prendido un habano «dedicándose a disfrutarlo con el mayor placer y elegancia». No habían pasado 5 minutos y se anunció la reanudación de la sesión. El Che miró enternecido su tabaco, se acercó a un cenicero y trató de apagarlo con cuidado para no estropearlo y luego lo depositó sigilosamente en el bolsillo de su chaqueta. Entraron los dos y ocuparon de nuevo sus asientos… A los pocos minutos «se respiraba un aromático olor a tabaco cubano en el recinto». El Che sintió un fuerte calor en el bolsillo, y con discreción sacó su preciado habano… encendido y se lo pasó con mas discreción todavía a Manresa. Largos minutos pasaron, antes que Manresa, impaciente, aprovechara unos aplausos de los asistentes para tomar rumbo a la primera puerta de salida «con la mayor dignidad». «Procedió a apagarlo con la mayor delicadeza. Debía conservarlo con esmero para devolverlo al final de la sesión al Che, seguro de que de no hacerlo tendría que soportar une seria reprimenda».
El Che iba a inflamar la Asamblea con un discurso histórico. Por poco, por su afición al habano, iba a incendiar su chaqueta de guerrillero, ¡con todas las consecuencias que eso hubiera provocado! Imaginemos titulares de la prensa: ¡«Fuego en la ONU. Los bomberos tuvieron que rociar al delegado cubano, el Sr Ernesto Guevara con espuma de gas carbónico»â¦!
Por otro lado, en una de las últimas fotos del Che, hechas en Cuba por Salas, Ernesto Guevara está fumando un habano de Fidel. Obviamente lo está saboreando. Sin embargo, en 1961 había escrito, en su prologo al libro «Biografía del tabaco cubano», que «ya no somos el país del tabaco, sino el de Fidel Castro y la Revolución. No queremos que Cuba sea mero productor de bienes de consumo destinados a satisfacer los caprichos de algunos»... Por suerte, no se tomó en cuenta el proyecto del Che. Actualmente, se producen y se venden en Cuba y en el mundo entero un promedio anual de 150 millones de unidades de habanos, lo que representa el ingreso de una cantidad enorme de divisas… Otras dos anécdotas valen su peso en hoja de tabaco: una de noviembre de 1966, cuando Regis Debray, alias Danton, se sumó secretamente a la guerrilla de Bolivia con dos cajas de Churchill (¿?), es decir, 50 gruesos vegueros que el Che a su llegada mas tarde se apresuro a repartir con sus camaradas. Otros dicen que se trataba de los futuros Cohiba; y otra de 1965, cuando recibía en el Congo belga paquetes de libros, medicamentos y... habanos expedidos desde La Habana.
Fidel Castro terminó de una vez por todas con el tabaco en 1985. Fumaba una cierta cantidad de lanceros, varios cada día. De vez en cuando mostraba con orgullo la medalla que le había otorgado la OMS (Organización Mundial de la Salud) de Ginebra por dejarlo.
Habano vs Boyard
El Che también regalaba tabacos. Una foto se volvió muy conocida. En 1960, a Jean Paul Sartre, gran fumador de pipa y fumador empedernido de cigarrillos, lo recibe oficialmente el argentino, entonces presidente del Banco Nacional de Cuba. Son las doce de la noche, el encuentro tiene lugar en el gran salón de la presidencia. En la foto tomada por Korda, se ve a Sartre, con traje y corbata negra, sentado en un sofá de cuero, ligeramente inclinado hacia adelante, con un puro sin anillo entre el índice y el mayor de la mano derecha. Parece torpe, con los dedos demasiado cerca de los labios. Frente a él, el Che está sentado en una butaca y tiende hacia Sartre la llama de un grueso encendedor de mesa, tipo Ronson. Podemos pensar que en este momento el Che tuvo la amabilidad de no decirle a Sartre que un puro no se debe encender dirigido hacia abajo. Según el escritor y periodista cubano Jaime Sarusky, «Sartre agarraba el tabaco con timidez, por no decir con miedo, como si intentara adaptarse a esa nueva experiencia, muy diferente de la de fumar cigarrillos, que más que tomar entre los dedos daba la sensación de que los abrazaba».
¡Ah, los famosos Boyard de JPS! A Fidel lo intrigaron los gruesos cigarrillos, fumados por Sartre y le pidió probarlos. Le pregunto si conocía el sabor de los habanos. Es lo cuenta Lisandro Otero, testigo directo. «Intercambiaron tabacos de distinto tipo y fumaron a gusto».
Así, salvo error, Jean Paul Sartre fue probablemente el primer francés en fumar habanos con Fidel y con Che Guevara. ¿Quién ha tenido tal suerte? Nuestro presidente vitalicio del Club de los Parlamentarios (franceses) Aficionados al Habano, André Santini, por ser demasiado joven, jamás tuvo tal oportunidad. Ãl para quien un día sin habano es un día sin pan, sin sol o sin tiro de humor.
Ya desde el 63 «el puro de Fidel» era excelente. Los expertos cubanos se dedicaron, en el curso de los años, a mejorarlo cada vez más⦠hasta hoy. El Amateur de cigare escribe entre otras cosas buenas sobre este Lancero: «tiene indiscutiblemente una facha loca (…) Se saborea con los ojos cerrados». Es obviamente para conocedores, para aficionados confirmados y eso desde hace 44 años, desde su primera versión. A la cuestión de saber si Fidel Castro les ofrecía otros tipos de habanos a sus amigos, a las personalidades que venían a Cuba o a las que expedía cajas de estos tesoros, hecha en 1996 con insistencia por su amigo norteamericano Marvin Schanken, el jefe de la revista Cigar Aficionado, el líder cubano respondió que no, como lo escribe el experto Adargelio Garrido de la Grana (1958), el autor del libro de referencia … Lo llamaremos Cohiba (Ed. Habanos SA, 1997).
1) Es el torcedor Eduardo Rivera Irizarri, mientras trabajaba en la fábrica Por Larranaga, luego en la de Corona, quien había creado para él mismo (lo que en Cuba se llama la fuma, una cantidad de puros torcido por el torcedor para su consumo personal) este puro que iba a llevar el nombre de Cohiba. Durante un tiempo, Rivera continuó abasteciendo a Chicho, sin saber a quién esta «fuma » estaba realmente afectada. Luego fue «el torcedor de Fidel», antes de ser el primer director de una escuela de torcedores donde fueron hechos muy secretamente los ejemplares para «el Comandante». Es solamente hacia 1973 que el Cohiba (Lancero) es progresivamente llevado al mercado interior, principalmente para el cuerpo diplomático y los periodistas de la prensa extranjera (2) antes del lanzamiento internacional en 1982. Las primeras vitolas Cohiba fueron después del Lancero (grande panatella) el Corona Especial y el Panetela.
En ocasión de las fiestas de fin de año (1965), la torcedora Josefina Hernández tuvo el privilegio de preparar una selección de estos puros (entonces sin marca) que fue enviada al General de Gaulle (1890-1970), entonces (reelegido desde 1964) presidente de la República.
2) El Lancero de 192 mm (cerca de 15 de diámetro) se vendía en el DiploMercado de Miramar (en aquel entonces el único lugar con la DiploTienda que vendía en peso convertible, existiendo en aquella época sólo en forma de cheques, con paridad con el peso cubano) y por un puñado de convertibles. Vale hoy en Francia entre 16 y 17 euros la unidad ⦠En las recepciones gubernamentales, generalmente en presencia de Fidel Castro, había tres tipos de grandes bandejas redondas que presentaban los camareros a los convidados, uno para tapas saladas o azucaradas, otro para la bebida, entonces dos clásicos, y â¦otra para « los puros de Fidel y del Che », a discreción, los mismos o casi que había fumado Ernesto Guevara. Y con eso, usted quisiera que la nostalgia no nos sumergiera â¦