Me cayó mal enterarme de la muerte de Muamar Kadafi. Kadafi no se iba a fugar, iba a aguantar hasta que lo mataran. Conociendo al hombre que de jovencito entró a caballo a Trípoli y barrió a todos los italianos, era difícil que lo sacaran así nomás.
Mientras fui entrenador de la selección de fútbol de Libia, estuve cuatro o cinco veces con Kadafi. Conmigo siempre se portó diez puntos. Los libios lo querían mucho, en los estadios lo ovacionaban. Lo apreciaban en toda Africa, porque era un tipo que ayudaba a todo el continente.
Tenía una personalidad terrible. Era un hombre serio, no le sacabas una sonrisa ni loco. Pero yo siempre me sentí cómodo con Kadafi. Me hacía sentir bien y más de una vez me llevó con él a las reuniones de la política. No era un dictador ni un tirano como dicen: la guerra fue por el petróleo, porque Libia produce un millón de barriles por día. Como parte de mi contrato, pedí que me permitieran recorrer Africa. Cuando viajé estábamos el intérprete, los pilotos y yo en una nave para 170 personas.
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo)