Fidel con boina. diciembre 7 de 1961. Foto: Liborio Noval
NACIÓ DEL PUEBLO
“Porque él nació del pueblo y en medio del pueblo permanece, y por eso su grandeza es la del pueblo cubano. Todo lo que ha hecho, todas sus acciones, son la plasmación de las más altas aspiraciones de la patria de José Martí. La paz en la que yo creo no está ni estará divorciada de la justicia, de la libertad, de la esperanza de un mundo mejor y todo eso lo encarna Fidel.”
Jorge Amado, Escritor brasileño
(Entrevista realizada por Winston Orrillo para Prensa Latina, 1986-12-11)
_
SUS IDEAS NO ENVEJECEN
Las ideas como las que Fidel Castro defiende no envejecen nunca. Sigo reteniendo del líder cubano la imagen de un heroico homérico, tanto por sus incontables combates pletóricos de juventud como por su impresionante personalidad. Fidel es la esperanzada luz de un futuro más solidario y más justo.
Rafael Alberti, Poeta español
(Mensaje a Fidel, 1996-08-13)
Fidel Castro en enero de 1959. Foto: Archivo de Asuntos Históricos del Consejo de Estado
CREE QUE ES POSIBLE EL CIELO EN LA TIERRA
Fidel Castro es un hombre privilegiado por su formación cristiana, su opción marxista y la asimilación de la prédica martiana. Es una persona tímida, que casi pide permiso para ser quien es… A pesar de toda su genialidad, de toda la historia que encarna, consigue hacernos sentir su hermano.
Fidel es un hombre que pone su vida en función de la utopía, es un hombre que jamás en esta vida encontrará su plenitud porque Fidel cree que es posible el cielo en la tierra
Frei Betto, Teólogo brasileño
(“Absuelto por la Historia”. Editorial Ciencias Sociales., 2002)
Con Fidel y Teófilo Stevenson. La Habana, 1996.
EL MÁS GRANDE QUE CONOCIÓ
Fidel Castro es el hombre más grande que he conocido en mi vida. He conocido montones de gentes, grandes músicos, grandes literatos, grandes políticos… Jamás nadie me dio la impresión de una cosa íntegra, de un personaje total, en todos sus aspectos, en cada una de sus frases, como Fidel. El pueblo está al lado de Fidel de una forma absoluta, el pueblo de Cuba dice que ojalá Fidel sea eterno. El pensamiento generalizado en América Latina es que Cuba es la realización de todos los pueblos que aspiran a ser; es nuestra esperanza.
Foto que se exhibe en el museo del Paralelo 17. Ningún líder extranjero llegó más profundamente al campo de batalla y al corazón del pueblo vietnamita que Fidel. Su frase, cumplida en hechos, sobre la disposición de Cuba de dar hasta la propia sangre por el heroico pueblo, es recordada en los encuentros con los visitantes cubanos, que siempre somos, sin duda, objeto de la más cálida hospitalidad. Foto: Luu Hai/Cubadebate
JAMÁS OLVIDAREMOS
Los cubanos, con el compañero Fidel al frente, han sido muy solidarios con nuestro pueblo y con nuestra lucha. Los vietnamitas jamás olvidaremos ese apoyo.
Ho Chi Minh, Líder vietnamita
(Periodicos Revolución y Hoy, 1965-07-29)
Fidel con los intelectuales. Foto: Roberto Chile
SERÍAMOS BORRADOS
La República de Cuba ha sido restaurada y el deber de todos los hombres de América es defenderla.
El lenguaje de Cuba es el de la verdad, es el lenguaje de Martí, de O´Higgins, de Bolívar. Cuba representa el pensamiento de Sarmiento. Cuba es en estos momentos la esperanza de todo un siglo de falsa independencia y esperamos conquiste e implante su propia justicia.
El que no esté con Cuba, con su revolución, con Fidel Castro está del otro lado, de la ignominia y de la traición. Si la Revolución Cubana se extinguiera seríamos borrados de la pizarra del mundo.
Pablo Neruda, Poeta chileno, Premio Nobel de Literatura
(Periódico Revolución, 1960-01-04)
_
MAESTRO DE HUMANISMO
Desde que yo era niño lo vi como a un maestro de humanismo. Todavía lo veo de esa forma.
Silvio Rodríguez, Cantautor cubano
Fidel y Malcom X
ES UNA INSPIRACIÓN
“Es una secuoya, viejo árbol gigante que mientras otros han sido segados, él sigue en pie y están desesperados para hacer el corte final. Y entonces no tendremos a nadie, como él. Tendremos a otras personas maravillosas y nosotros mismos, seremos los que tengamos que ser, pero él es una inspiración.”
Alice Walker, Escritora norteamericana
(Documental “Fidel” de la realizadora Estela Bravo, )
Fidel Castro en Mesa Redonda. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.
SE EQUIVOCARON CON FIDEL
Fidel Castro no ha caído del cielo. El encarna el último episodio de un proceso político que va en ascenso.
América latina ha dado tres genios políticos: Toussaint Louverture, Simón Bolívar y Fidel Castro; y debo decir que es mucho dar, porque los genios políticos no surgen así por así. Humboldt había previsto parte de eso cuando a principios del siglo XIX, después de un recorrido por América, comentó que los dos lugares mas politizados eran Caracas y La Habana, es decir Venezuela y Cuba.
Estamos en medio de una ruptura histórica, de cambio de una sociedad por otra, como pasó cuando el capitalismo sustituyó al feudalismo; cuando el feudalismo sustituyó a la esclavitud. Debido a que estamos en esa ruptura histórica los norteamericanos se equivocaron con Fidel; también se equivocaron con Ho Chi Minh y se seguirán equivocando más, más y más.
Juan Bosch, Escritor, político, ex presidente de la República Dominicana
(Camino de la Victoria, Casa de las Américas, 1978)
Fidel Castro en enero de 1959. Foto: Archivo de Asuntos Históricos del Consejo de Estado
ESCULTOR DE LA REVOLUCIÓN
Fidel es un hombre que plasma la Revolución en sí misma como tal: como dirección, orientación, fisonomía. Es evidente que para el conjunto del pueblo cubano, al margen de sus cualidades, de su eficacia como dirigente, es ya un símbolo que adquiere un valor fuera de lo humano, fuera de lo cotidiano. Cuando se oye la palabra Fidel en la boca de un niño, de un adulto, además del valor directo, tiene una serie de resonancias como en la música de armónica que toca las fibras de la sensibilidad, de la conciencia. Fidel es el escultor de la Revolución Cubana.
Julio Cortazar, intelectual argentino (“A dos manos”, Ediciones Unión, 1982)
_
OFRECIENDO SU CORAZÓN
“El pueblo cubano y Fidel Castro nos están ofreciendo su corazón, su vida, todo, y yo creo que esto es un ejemplo maravilloso de vida, entereza, y tenemos que seguir unidos y seguir luchando, porque la lucha no ha terminado.”
Adolfo Pérez Esquivel, Argentino, Premio Nóbel de la Paz
(Intervención en Tribuna Abierta Internacionalista, La Habana, 2000-05-03)
Fidel, Raul, y Nemesia, en la clausura del VI Congreso del PCC
Fidel y Raúl en Cinco Palmas.
ADMIRO SU DIRECCIÓN
Yo había estado interesado en Fidel Castro durante muchos años. Leí todo lo que escribió Herbert Matthews acerca de él y había leído mucho de la otra literatura que sé habia escrito sobre la Revolución Cubana, de manera que aunque no estoy de acuerdo con todo lo que ha hecho y personalmente no soy comunista, no obstante admiro su dirección y considero que es uno de los lideres más importantes del mundo de hoy.
Cierta prensa internacional ha tratado de desfigurar la imagen de Fidel, pero no siempre creo todo lo que dice la prensa internacional. También a Ho Chi Minh se le vituperó mucho por parte de la prensa. Una vez que conocí al Presidente Castro, mi opinión sobre su capacidad, realmente se alzó mucho.
George McGovern, Político norteamericano, ex senador por el Partido Demócrata.
(Luis Báez: A dos manos, Ediciones Unión, La Habana, 1982-01-01)
Fidel y Chávez en el acto por el 10mo aniversario de su encuentro. Chávez recibe la Orden Carlos Manuel de Céspedes.14 de diciembre de 2004 Foto: Estudios Revolución/Cubadebate
FIDEL NO LE PERTENECE SOLO A CUBA
“Fidel no le pertenece solo a Cuba, les pertenece a este mundo nuestro, a esta América nuestra. Después de casi medio siglo de lucha, Fidel les puede mostrar la cara con integridad plena y con moral absoluta, no solo al pueblo cubano, sino a todos los pueblos del mundo.”
Hugo Chávez Frías
(Palabras pronunciadas por Hugo Chávez en homenaje al 75 aniversario de Fidel celebrado en Venezuela. 13 de agosto de 2001, 2001-08-13)
Y esta historia, para variar ...como una de las mil tentativas de asesinato contra él .-
La Mata Hari del Caribe
Marita Lorenz fue contratada por la CIA para asesinar a Fidel Castro. No pudo hacerlo: se había enamorado de él. Ahora recupera en una biografía su historia
El rumbo de la isla caribeña de los cubanos y de la guerra fría reposaba en forma de píldoras venenosas en un bote de crema rejuvenecedora Pons. Allí las había escondido Marita Lorenz cuando embarcó en Miami a principios de 1960, rumbo a La Habana. Su misión: matar a Fidel Castro, su amante durante ocho meses. Ella era la Mata Hari del Caribe.
Nerviosa, casi en estado de pánico y temerosa de que a su llegada al aeropuerto José Martí fuera registrada y encontrasen las pastillas envenenadas que llevaba consigo, Lorenz las depositó en un bote de crema facial. “Me sentía incapaz de llevar a cabo la misión que Frank Fiorini [Frank Sturgis, condenado luego por el Watergate] me había encomendado. No iba a matar a Fidel, no fallé, como otros cientos que lo intentaron después. Sencillamente, fui incapaz y no me arrepiento”, explica hoy Lorenz.
Pero incluso si hubiera decidido seguir adelante con la llamada Operación 40, una trama gubernamental que, según Lorenz, unía a la CIA, al FBI, al exilio cubano y la mafia, no podría haberlo hecho. Cuando en la habitación del hotel Habana Libre, que solía compartir con Castro, abrió el bote de crema comprobó que las pastillas se habían desintegrado y solo quedaba una masa pastosa del arma que debía de acabar con la vida del líder del Movimiento 26 de Julio.
“Lo tiré por el bidé”, relata tranquila. “No se iba por el desagüe y tuve que empujarlo, hasta que despareció del todo. Entonces me sentí libre”, relata. “No lamento no haber matado a Fidel, al contrario: es la decisión de la que estoy más orgullosa en mi vida”.
Marita Lorenz, en una playa de Cuba, En 1959, poco antes de conocer a Castro.
Hablar de la vida de Marita Lorenz es repasar gran parte de la historia del siglo XX, de su peor historia, la del Holocausto, los asesinatos políticos y la miseria humana. “Siempre estuve destinada a estar sola. Y no sé por qué”, escribe en sus memorias Yo fui la espía que amó al comandante quien hoy tiene 75 años y sobrevive, con ayuda de la asistencia pública en Baltimore (Estados Unidos), en un oscuro y diminuto piso cuyo destartalado cuarto de baño por no tener no tiene ni puerta.
Lorenz debía haber llegado al mundo junto a su hermana gemela, pero cuando su madre ingresó en el hospital de la ciudad alemana de Bremen para una revisión, el pastor alemán de un oficial de las SS, que la increpaba por haber seguido acudiendo hasta el final de su embarazo a un médico judío, le atacó y una de las dos niñas murió. Sobrevivió Marita y murió Ilona. Sus padres honraron a la pequeña fallecida sumando ese nombre al de la superviviente: Ilona Marita Lorenz. Era el 18 de agosto de 1939. Hitler se disponía a invadir Polonia.
Así se inicia el primer capítulo del libro Yo fui la espía que amó al Comandante, que este próximo martes publica Península, del grupo Planeta. Las primeras 48 páginas del volumen son los primeros 19 años de La Alemanita, como la bautizó Fidel. En la Segunda Guerra Mundial, Lorenz, de madre americana y padre alemán, acabó internada en el campo de concentración de Bergen-Belsen cuando tenía cinco años. “En los barracones en los que yo estaba, los mismos en los que falleció Anna Frank, nos abrazábamos entre nosotros. Desde niños pequeños a adolescentes, para no morir de frío, aunque algunos ya estaban medio muertos”, relata serena para concluir que, sin embargo, entonces lloró hasta que no le quedaron lágrimas.
No lamento no haber matado a Fidel. Es la decisión de mi vida de la que estoy más orgullosa”
A Marita Lorenz la encontraron escondida debajo de un camastro de madera tras liberar el campo los británicos el 15 de abril de 1945. “Cuando el conductor de la ambulancia me sacó de debajo de mi escondite estaba llena de piojos, de gusanos, de moratones y pesaba menos de 20 kilos”. Fue una de los 200 niños que sobrevivieron aplicando el lema: “No hables, no pienses, no respires”.
La señora Lorenz, que el día de su entrevista viste camiseta y dos camisas, una encima de otra, y a quien su hijo Mark, de 45 años, retoca el despeinado cabello para que luzca mejor en las fotos, define lo que sucedió en 1945 como el final de una pesadilla y el inicio de otra. Con siete años, Marita fue violada el día después de Navidad de 1946 por un sargento estadounidense en la Alemania liberada por los aliados.
Conoció a Castro en La Habana en febrero de 1959 cuando ella tenía 19 años y él 33. “Me convertí en su amante y quedé embarazada. En Cuba fui drogada y forzada a lo que calificaron como un aborto. Décadas más tarde supe que mi hijo había sobrevivido y se llamaba Andrés”, dice. “¿Alguien puede imaginar qué supone eso para una madre a la que le arrebatan a su bebé en una mesa de operaciones y sale de Cuba con el vientre vacío?”, se pregunta en alto Lorenz, mientras acaba de comerse un plátano y acaricia a su perro, Bufty. Cerca hay más animales, quizá ellos impregnan el lugar de un pesado olor que se pega a la piel: una gata, una tortuga y un enorme pez naranja que “de vez en cuando se lanza como en una misión suicida contra el cristal de la pecera”.
MARITA LORENZ, CON EL UNIFORME DEL MOVIMIENTO 26 DE JULIO, EN 1959.
Lorenz concede que ha sido una mujer en un entorno de hombres, que ha inventado mentiras para protegerse, a ella y a sus hijos, y que ha dicho la verdad cuando le ha convenido. “Ahora quiero dejar las cosas claras”, declara.
La Mata Hari del Caribe ya no tiene el pelo negro-cuervo. Ya no luce la esbelta figura de sus años de party girl de la mafia neoyorquina, de la que salieron algunos de sus amantes. Asegura que tampoco porta pistola y que ya no teme por su vida. Parece deprimida. “Nunca he pensado en quitarme la vida, aunque a veces he querido morir. Pero morir es fácil, el reto es vivir”.
Sentada frente a la televisión con la que pasa sus días, junto a un cartel de la película de Los Doors, dedicado por Oliver Stone, quién la contactó para hacer una película sobre su vida, la señora Lorenz habla de cómo fue testigo del complot para matar a John F. Kennedy en Dallas.
Me convertí en su amante y me quedé embarazada. En Cuba fui drogada y forzada a lo que calificaron como un aborto”
Antes del magnicidio hubo más historias. Fruto de su relación en Miami con Marcos Pérez Jiménez, brutal dictador venezolano al que acabó dando Franco refugio en España, llegó su hija Mónica Mercedes. Tampoco tuvo suerte. Fue abandonada en la selva venezolana con una tribu de indios Yanomami con su hija de entonces 14 meses. Querían que muriesen.
La historia de Marita Lorenz tiene luces y sombras. “Hay quien puede pensar que es bastante increíble”, reconoce. “Pero, ya sabe, la realidad supera la ficción”. En el caso de Lorenz, esa realidad está construida con recuerdos que, ocasionalmente, se enfangan en la historia oficial. “Esa que, si me permite que se lo recuerde, no siempre es la creíble”.
Angel María Castro, un joven y humilde gallego que emigró a Cuba a fines del siglo XIX, ha pasado a la posteridad por ser el padre de Fidel Castro. El suplemento “Revista” del diario español “La Vanguardia” publica un interesante relato de la vida del padre del actual Presidente de Cuba y sus andanzas en la Galicia natal.
Como buen emigrante transatlántico, Ángel María Castro Argiz tuvo varias vidas. Padre de doce hijos de dos matrimonios, fue campesino en Lugo, panadero en Madrid, soldado en Cuba, afamado tahúr en Galicia, emigrante de nuevo en la isla, contratista de la multinacional estadounidense United Fruit Company y rico terrateniente, cacique de una extensión de 11.000 hectáreas. Sin embargo, su más espectacular identidad se está construyendo cincuenta años después de su muerte, la de patriarca de una dinastía comunista, la de Fidel y Raúl Castro, los hermanos que se traspasan el poder en Cuba con la naturalidad propia de una monarquía.
El padre, un gallego de orígenes muy modestos, es hoy un personaje de leyenda. La propaganda oficial cubana lo presenta como un benefactor, un pacífico plantador de cedros. En cambio, su nieta renegada, la polémica Alina Fernández, lo ha descrito como un asesino sin escrúpulos. Las versiones más equilibradas lo muestran como un hombre surgido de la nada, con la determinación y fiereza necesarias para construir su particular imperio en una salvaje comarca del oriente cubano, una zona que a principios del siglo XX se asemejaba al Oeste norteamericano, tal y como afirma el analista de la CIA Brian Latell, autor del libro Después de Fidel.
La versión de Alina
El más terrible retrato de Ángel Castro lo escribió Alina Fernández, en su obra Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro,que desencadenó una demanda judicial de Juanita Castro, hermana de Fidel y Raúl. Como Alina, Juanita vive en Miami, donde regenta una farmacia. El pasado verano se convirtió en el eje de las iras del extremista exilio cubano cuando criticó que se celebrase por anticipado la muerte de Fidel. En 1997, cuando Alina publicó su polémica obra, Juanita, una disidente cabal, recurrió a los tribunales en defensa del honor de su padre, Ángel Castro. No era para menos porque en el libro la nieta afirma que su abuelo “contrataba a sus lejanos conocidos del pueblo galiciano por cuatro años. Les prometía cuidarles los ahorros, haciéndoles comprar con vales en la bodega propia. Después, cuando ya habían cumplido su temporada, los mataba“.
Nada apunta a que el resentido relato de Alina sea cierto, porque aunque la lejana historia de Ángel Castro se pierde en el tiempo, semejante pasado seguiría vivo hoy en la memoria del pequeño pueblo de San Pedro de Láncara, de sólo 222 habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística, y allí no se escuchan historias que lo relacionen con asesinatos sistemáticos de paisanos. Será verdad que una vez alcanzó el éxito en Cuba, llamó a la isla a parientes y vecinos para explotarlos como personal mal remunerado de su máxima confianza, como por otra parte hacían los emigrantes gallegos a lo ancho y largo de todo el continente americano. “Lo que yo siempre oí es que jugaba mucho a las cartas y algunos decían que emigró porque lo perdió todo pero son historias de hace mucho tiempo”, explica la mujer que atiende el estanco-bar de este pueblo, a 31 kilómetros de Lugo, en un hermoso valle del río Neira.
La casa donde nació
En un extremo de Láncara está la humilde vivienda en la que nació en diciembre de 1875 Ángel Castro. Fidel la describió en la entrevista biográfica que le hizo el también gallego Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique:”Es una casita pequeñita, de unos diez metros de largo por unos seis de ancho. Una casa de lajas de piedra, que es un material abundante en aquel lugar, usado por los campesinos gallegos para construir sus viviendas. En esa casita rústica vivía toda la familia y supongo también los animales. En la única pieza estaba el dormitorio y la cocina. No tenía tierras, ni siquiera un metro cuadrado“.
La vivienda permanece cerrada aunque existe un proyecto para convertirla en un museo. Fuera hay una placa de piedra en la que se puede leer que “en este casa en 1875 nació Ángel Castro Argiz, gallego que emigró a Cuba donde plantó árboles que aún florecen“. Ahí está el mensaje oficial cubano sobre el padre de Fidel y Raúl: era gallego, se marchó a Cuba y le gustaban los árboles. Esa es la misma versión que se transmite en el libro Todo el tiempo de los cedros, paisaje familiar de Fidel Castro Ruz,publicado en Cuba, 2003, por Katiuska Blanco Castiñeira, acaramelada biografía del clan de los Castro y útil guía.
Ángel fue el segundo de los seis hijos que tuvieron los campesinos Manuel Castro Núñez y Antonia Argiz Fernández, quien murió cuando Ángel era todavía un niño. Su padre, que se volvió a casar, los envió a él y a sus hermanos a la casa de un tío, en la aldea cercana de San Pedro de Armea, donde en 1992 cuatro mil personas acudieron a la romería campestre organizada con motivo de la primera y única visita de Fidel Castro a Galicia. Alrededor de 1890, Ángel emprendió el camino viajero de los gallegos de entonces. Marchó a Madrid, donde vivía su tía Justina. “Durante los años en la capital se despertaba mucho antes del amanecer para ir a una panadería o a cualquier oficio probable que le asegurara dinero hasta su reclutamiento por el ejército”, cuenta Blanco.
El siguiente y decisivo paso de Ángel Castro llegó cuando apenas tenía 17 años, con la última de las guerras de Cuba, la lucha de España contra los independentistas. Lo ha contado en repetidas ocasiones el propio Fidel Castro: “Mi padre era uno de aquellos jóvenes pobres de Galicia a los cuales algún rico le daba una cantidad de dinero para que lo sustituyera en el servicio militar. Cuando le tocaba a un rico, buscaba una cantidad de dinero y se la daba a aquel que no tenía, vivía muy pobre, en un pedacito de tierra o de cualquier trabajo en el campo”.
Fidel ante la vivienda natal de su padre en Lácara (Lugo), durante su única visita a Galicia, en 1992.
El destino de Ángel Castro fue la “trocha de Júcaro a Morón”, una línea fronteriza de alambradas, puestos de observación y pequeñas fortalezas de unos cien kilómetros de longitud, concebida como una barrera que impidiera a los rebeldes del oriente cubano pasar al occidente de la isla, zona en la que se encuentra La Habana. Nada más se sabe sobre la participación del padre de Fidel y Raúl en un conflicto que se resolvió con la entrada de EE. UU. en la guerra y la derrota española. Katiuska Blanco asegura que al poco tiempo de llegar a Cuba, Ángel Castro presintió el desastre que iba a sufrir España. A él lo repatriaron en 1898 con el resto de las últimas tropas coloniales de América.
Pero las certezas sobre la vida de Ángel Castro son más que relativas. Así, el tradicionalmente considerado como más fiable biógrafo de Fidel, el periodista norteamericano Tad Szulc, rechazaba la versión del pasado militar del patriarca. Szulc, quien siguió la revolución cubana para The New York Times,escribió que Ángel Castro emigró a la isla a los trece años, donde se reunió con un tío suyo que “vivía en Santa Clara, en el centro de Cuba, donde tenía un negocio de ladrillería en el cual se puso a trabajar, pero después de unos cinco años es evidente que se cansó de los ladrillos, de su tío y se independizó”. Szulc citaba como fuentes a dos hermanas de Fidel. Sin embargo, el relato oficial parece hoy asentado y en Láncara lo corroboran. “Yo siempre oí eso, que fue soldado”, afirma el alcalde, Eladio Capón, ahora en las filas del PP después de haber iniciado su mandato en 1983 en el PSOE, una muestra más de la capacidad de supervivencia política de los hijos de este pueblo de Lugo.
Del retorno a Galicia de Ángel Castro data una de los más llamativos episodios de su leyenda transatlántica, como explica el alcalde de Láncara: “Cuando volvió de la guerra tuvo una partida de cartas muy famosa con un señor de aquí que tenía buena posición, Ventura, que se jugó su casa y sus tierras, con su mujer dentro. Según me contó una señora que murió hace poco con más de cien años, ganó Ángel Castro, pero le perdonó a Ventura y no quiso las tierras, la casa y la mujer. Después se fue a Cuba. Supongo que sería porque cuando estuvo de soldado vio las posibilidades que había allí y al volver aquí se daría cuenta que tendría más futuro en Cuba”.
Lina Ruz y Ángel Castro, padres de Fidel, en su hacienda en 1925.
El escritor gallego Alfredo Conde le contó a Castro la historia de la partida de cartas en una entrevista de 1988. “No me extraña – contestó Fidel-. Algo puede haber de cierto, porque sé que a mi padre, cuando era muy joven, cuando estuvo aquí de soldado, le gustaba mucho jugar a las cartas, era un excelente jugador“, explicó.
Sobre el fugaz regreso de Ángel Castro a Galicia hay una versión todavía más sugerente. Aparece en el libro Fidel el desleal,del periodista francés Serge Raffy, quien asegura que volvió al reencuentro de una novia que tenía en su pueblo, pero la mujer ya se había casado en su ausencia, por lo que decidió irse a Cuba para siempre. Sólo una prima gallega de los Castro, Victoria López, afirma conocer este episodio, que oyó contar siendo niña.
Lo que sí parece probado, por lo menos para las autoridades cubanas, es que Ángel Castro desembarcó en La Habana, procedente de A Coruña, el 4 de diciembre de 1899, tras viajar en el vapor francés Mavane. Ya no era un soldado, sino un emigrante, dispuesto a salir adelante como fuese. Cuba, que hasta la década de los 20 vivió los tiempos de esplendor del azúcar, era junto a Argentina el principal destino de la descomunal emigración gallega a América.
Los hermanos Ramón, Fidel (de blanco) y Raúl (sentado), con un amigo en La Salle de Santiago de Cuba.
Ganar dinero
Sobre sus primeros pasos hay todo tipo de explicaciones. Algunos biógrafos lo sitúan en el negocio que tenía su tío en Santa Clara. Katiuska Blanco afirma que trabajó en las minas de hierro y manganeso en Daiquiri y Ponupo, en Oriente. Tad Szulc relató que vendió limonada a peones del campo y que la transportaba en barriles a lomos de un asno. “Como siempre han hecho en ultramar los inmigrantes españoles, en especial los gallegos, los más pobres y decididos de todos, Ángel Castro trabajaba sin cesar para ganar dinero y ahorrar. En alguna parte a lo largo de su camino, aprendió a leer y escribir”, escribió el norteamericano Szulc.
El patriarca de los Castro tomó como centro de operaciones las proximidades de la bahía de Nipe, un feudo de la United Fruit Company. En una central azucarera de esta compañía, llamada Preston, abrió en 1907 su primer negocio, una fonda y bodega que bautizó como El Progreso.También trabajaba como contratista de esa multinacional, cortando madera en los bosques, para plantar inmediatamente caña de azúcar. Y después fundó su propia hacienda, Manacas, ubicada en Birán.
“Es cierto que se parece algo a Láncara. Está en un valle, es verde y tiene bosques frondosos”, explica el alcalde de Lugo, el socialista José Clemente López Orozco, primo tercero de Fidel y Raúl Castro. Como todos los gallegos que han estado en Birán, Orozco se sorprendió al ver la reproducción de la casa de Ángel Castro. La original ardió a comienzos en 1954, por un descuido del gallego con un cigarro. Ambas fueron construidas con madera cubana pero según el modelo tradicional de Galicia, con grandes pilotes y las cuadras debajo de la vivienda, para que las bestias diesen calor. En el Caribe esa calefacción animal era innecesaria, aunque Ángel Castro aseguraba que así protegía a las vacas de los huracanes.
El analista de la CIA Brian Latell y el historiador Hugh Thomas recogieron en Birán testimonios según los cuales Ángel Castro cambiaba por las noches los lindes de sus tierras para ampliar sus posesiones, aunque nunca se pudo demostrar. Esas prácticas son conocidas en la Galicia rural como “mover los marcos”.
En 1911 Ángel Castro se casó con María Argota Reyes, con la que tuvo cinco hijos, aunque dos de ellos murieron al poco de nacer. María era una profesora y Ángel ya se había convertido en un poderoso terrateniente. Después apareció otra mujer, Lina Ruz, hija de una familia que trabajaba en la hacienda y que hacía de cocinera en la casa principal. Con Lina, Ángel tuvo otros siete hijos. El tercero fue Fidel, que vino al mundo el 13 de agosto de 1926 y al que Ángel puso el nombre de su amigo y socio Fidel Pino, de origen canario. En 1931, Lina, cubana con ancestros asturianos y canarios, alumbró a Raúl. Ángel Castro no se casó con ella hasta 1943, cuando ya se había divorciado de María Argota. Fue entonces cuando admitió como hijos legítimos a Fidel y a sus hermanos. Ese tardío reconocimiento supuso, según algunos biógrafos, un trauma infantil para el mandatario cubano.
Juanita Castro, la hermana de Fidel y Raúl de Miami, sostiene que, al igual que hizo ella, su padre se habría opuesto al régimen comunista instaurado por sus hermanos en Cuba desde 1959. “Seguro que sí. Don Ángel era católico”, afirma desde Lugo Victoria López Castro, prima de Fidel. El patriarca no se vio en esa tesitura porque un día de octubre de 1956 resbaló en Birán y se dio un golpe que acabó con su vida cuando iba a cumplir 81 años. Sólo faltaban 42 días para que Fidel, con Raúl y el Che Guevara de lugartenientes, llegase a Cuba desde México en el yate Gramma.
Poco después de tomar el poder, Fidel ya designó a su hermano pequeño como sucesor. Nadie podía esperar que durase tanto, sobre todo tras la caída de la Unión Soviética. Sin embargo, del mismo modo que hizo su medio paisano Francisco Franco con la Alemania de Hitler, Castro sobrevivió al hundimiento de la antigua potencia protectora. Los que les conocen describen a Fidel como un líder casi sobrenatural y a Raúl, como un hombre más práctico y dicharachero. Ambos tienen la determinación y la astucia de Ángel Castro, quien cuando murió era uno de tantos gallegos que triunfaron en América. Hoy es mucho más.
El comandante y los pleitos en Galicia
Corría 1958 y Fidel Castro todavía estaba en Sierra Maestra, aunque su lucha revolucionaria parecía encaminarse ya hacia la victoria sobre el régimen de Batista. A San Pedro de Armea, Lugo, llegó Ramón Castro, el hermano que le lleva dos años a Fidel. La visita de tres días incluyó varias comidas en las que se juntaba toda la familia, encabezada por Juana Castro, hermana de Ángel Castro. Su hija Victoria aún recuerda cómo en un momento su madre no pudo aguantar más y dijo, en gallego, lo que pensaba: “Tan ricos como son, no sé que hacen tus hermanos metiéndose en eso de la revolución. ¡Fidel está loco!”. Ramón pidió que se lo tradujesen al castellano. Se levantó, puso las manos sobre el rostro de Juana y le dijo: “Tía, usted no sabe lo que dice. Cuba está en nuestras manos”.
Victoria, de 77 años de edad y votante del PP, cuenta esta anécdota para explicar la extrañeza que les causaba en su casa la adscripción comunista de sus célebres familiares cubanos.
La familia más cercana de los Castro en Galicia la forman Victoria, que vive en Armea, y sus hermanos Alfonso y Estelita, que residen en la cercana villa de Sarria. Las disputas entre Victoria y Estelita por tierras de la familia preocuparon en los últimos años a Fidel, quien en una audiencia con políticos gallegos llegó a anunciar que mandaría a su ministro de Economía a Galicia para que mediase. “Fidel siempre estuvo muy pendiente de lo que pasaba por aquí a través del consulado de Santiago y es cierto que se mantenía al tanto de las diferencias de sus primas”, explica el alcalde de Láncara.
Fidel Castro: un retrato íntimo, de Alex Castro es un libro lleno de imágenes únicas, sugerentes, hermosas que son también fotos que hace un hijo a su padre
Líderes y movimientos sociales del mundo destacaron ayer la vida y obra del líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, con motivo de su cumpleaños 89
El mandatario boliviano no solo acudió al encuentro con Fidel, sino que aprovechó su estancia en el país para participar en la donación de computadoras portátiles y material educativo para la escuela primaria Estado Plurinacional de Bolivia del capitalino municipio de Centro Habana
Cuando la admiración u otros similares motivos de vez en cuando nos empuja a ensalzar a algunas personas, normalmente lo hacemos utilizando el recurso de subrayar –a veces hasta la saciedad, aunque éste no sea el caso- los aciertos y virtudes de cada una de ellas. En cuanto al personaje que ahora nos ocupa –a Fidel Castro me refiero-, permítanme que inicialmente utilice las palabras de Ernesto Che Guevara pronunciadas el 24 de agosto de 1964, cuyo significado considero sin duda elocuente: “Y si nosotros estamos hoy aquí y la Revolución Cubana está aquí, es sencillamente porque Fidel entró primero en el Moncada, porque bajó primero del Granma, porque estuvo primero en la Sierra, porque fue a Playa Girón en un tanque, porque cuando había una inundación fue allá y hubo pelea porque no lo dejaban entrar. Por eso nuestro pueblo tiene esa confianza tan inmensa en su Comandante en Jefe, porque tiene, como nadie en Cuba, la cualidad de tener todas las autoridades morales posibles para pedir cualquier sacrificio en nombre de la Revolución”.
Fidel, al fondo retrato de Martí
Suscribo la totalidad de esas líneas, a las cuales, evidentemente y después de más de cincuenta y un años, habría que añadirles muchísimas más. Pero no voy a hacerlo, porque sería un ejercicio agotador, por interminable, y, además, lo considero innecesario. A estas alturas sólo los mal informados o los que padecen de voluntaria e interesada ceguera ignoran, por diferentes motivos, la tremenda y positiva importancia que Fidel ha tenido y tiene para Cuba y para el resto del mundo –fundamentalmente para los llamados países subdesarrollados, que, dicho sea de paso, son la inmensa mayoría-. La historia relativamente reciente y no manipulada se encarga de certificar lo que digo. A los primeros, que tal vez lleguen a leer estas líneas, desearles les sirvan para reducir un poco su lamentable ceguera. A los segundos, más que recomendarles a un oftalmólogo, quizá habría que enviarles al psiquiatra y, si yo fuera creyente, añadiría que, después de las psicoterapéuticas sesiones, sería bueno visitaran también al cura de sus parroquias para que confesaran los pecados que son sus enormes y cuantiosas mentiras.
Fidel (Gigante)
Por mi parte, voy a tratar de reflejar mi admiración hacia Fidel visualizándolo desde un ángulo poco habitual, diferente; utilizando argumentos sencillos y quizá por eso mismo altamente significativos. De los muchos ejemplos que existen, recurriré tan sólo a tres de ellos para no explayarme demasiado. Y empiezo diciendo que no conozco país alguno, excepto Cuba, donde los hombres y las mujeres que lo habitan se refieran a su presidente de gobierno única y habitualmente por su nombre, con la complicidad y con la identificación con que los cubanos y cubanas lo hacen –Fidel ya no es el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, pero, indiscutiblemente, sigue siendo el líder de la Revolución-. Acá, en Cuba, desde los máximos dirigentes hasta el resto de la población –incluidos los detractores-, practican la confianzuda y no por ello irrespetuosa costumbre. Y este diario ejercicio, sin duda, es sinónimo de mutua y sana confianza.
Díganme, por ejemplo, qué norteamericano para referirse al presidente utiliza el nombre de Barack sin añadirle de inmediato el correspondiente apellido. Nadie. Seguro que ni sus más allegados. Aunque semejante comportamiento no debería extrañarnos, y menos todavía si recordamos que en las elecciones norteamericanas, de hecho, sólo concurre un partido con dos facciones: la demócrata y la republicana, ambos grupos de inversionistas y representantes del gran capital, ninguno de la clase obrera; de modo que ¿qué apego o complicidad puede tener la inmensa mayoría de la población estadounidense con un individuo que, a pesar de que fue presentado como paradigma del cambio, no deja de ser el presidente de un imperio?; ¿qué apego o complicidad puede tener la inmensa mayoría de la población estadounidense con un individuo cuyo modelo de democracia, que en todo el mundo se empeña en exhibir, alberga en su seno a cerca del 10% de la población activa desempleada, a alrededor de 3 millones de personas sin techo y a unos 50 millones de individuos –más de cuatro veces la población cubana- sumidos en la pobreza?… Resulta sobrecogedor –e ilustrativo- cómo un país que cuenta con un presupuesto castrense anual por encima de los 700.000 millones de dólares, y con un despliegue de más de 190.000 soldados en más de 46 naciones –sin contar los desplegados en Iraq y Afganistán-, no sea capaz de resolver tan gravísimos problemas. Y no voy a seguir añadiendo ejemplos a la terrorífica lista porque, también por interminable, ésta resultaría agotadora.
Igual fenómeno ocurre con Cameron, a quien nadie tiene el gusto de llamarlo David en Inglaterra, con Sarkozy en Francia, con el primer ministro Berlusconi en Italia, con la Canciller Federal Merkel en Alemania, con Zapatero en España… siempre y cuando no sea para ridiculizarlos por uno u otro motivo. Incluso, ni los gobernantes ni los dirigentes de la oposición pertenecientes a partidos supuestamente de izquierdas, de cualquier parte del mundo, gozan de tanta confianza, respeto y cariño –aprobación en definitiva- como el de Cuba. Y es que Fidel, además de ser lo que es –que, déjenme decirles, no es poco- posee una imagen y un carisma de personaje mítico, no como el resto de los mandatarios mundiales que parecen y son realmente banqueros, o mejor dicho: botones bien remunerados de los grandes banqueros.
El pueblo cubano, tan culto sobre todo a partir del triunfo revolucionario, siempre supo muy bien a quien confió y confía la dirección de su patria.
Finalizado el primero, el siguiente ejemplo que expongo lo ambiento en un momento crítico para Cuba, donde las tensiones económicas, políticas, sociales y, sobre todo, ideológicas propiciadas por el derrumbe de la extinta URSS así como del resto de los países del llamado Bloque Socialista Europeo, alcanzaron su punto culminante el 5 de agosto de 1994. Aquel día ya relativamente lejano supuso, entre otras muchas cosas, la innegable confirmación de que Fidel es máximo dirigente que en Cuba siempre han querido y admirado, incluidos –probablemente sin ellos saberlo- bastantes de los detractores que también habitan la Isla.
En una situación de carencias materiales extremas –el período especial estaba quizá en su momento más delicado-, con el incremento poco común de la emigración en precarias balsas hacia las costas de Estados Unidos, con disturbios callejeros y saqueos de comercios en la capital del país –inexistentes hasta entonces en Cuba revolucionaria-… la contrarrevolución, esta vez con más convencimiento por su parte, volvió a asegurar que había llegado “La hora final de Castro” tan repetidamente anunciada. Pero cuán lejos de la realidad estaban los perversos deseos de aquellos mercenarios del imperio norteamericano. Una vez más, la gusanera de Miami a través de sus fascistas voceros se equivocó y, para su desgracia –no para la inmensa mayoría de la población cubana-, “La hora final de Castro” dura ya muchos años.
Aquel 5 de agosto de 1994, como digo, la intespectiva aparición del propio Fidel en el lugar de los hechos, cambió radicalmente la postura de los saqueadores manifestantes. La sola presencia del carismático líder dispersó a las violentas personas que abandonaron el lugar de manera pacífica, profundamente asombradas ante la imagen captada por sus propios ojos –Fidel en persona en un lugar como aquel y en un momento como ése- y con la baba cayéndosele admirativamente a más de uno por la comisura de los labios. La compañera Arleen Rodríguez Derivet lo dijo de esta ilustrativa manera: “Fidel salió a las calles de una Habana apedreada y violenta sin más escudo que su dignidad y su fe en el pueblo. Y todos fuimos testigos de que a su paso la ciudad era otra de repente”.
Jamás presidente de cualquier país del mundo se hubiera atrevido a actuar de idéntica manera; sencillamente porque, a pesar de jactarse hasta la saciedad de haber sido “democráticamente elegido por el pueblo”, le hubieran caído arriba sin ningún tipo de contemplaciones, y no precisamente para premiarle con caricias y besos.
“Exactamente un año después, el 5 de agosto de 1995, la población de La Habana, y los turistas boquiabiertos, verían correr, con la fuerza de los primeros años de la Revolución, un río humano por la avenida del Malecón, que asumía conscientemente la convocatoria de demostrar al mundo la vitalidad del socialismo cubano”–el entrecomillado es de Rubén Zardoya Loureda.
Y ahora, si ustedes me lo permiten, voy a terminar esta Fideliana apología haciendo uso del tercer y último ejemplo que ahorita les dije.
Tenía por aquel entonces un tiempito, así que quise emplearlo en visitar a mi gente de Santiago de Cuba. Llegué a la Heroica Ciudad tras un viaje bastante rápido y bueno: desde la Curva de Levisa hasta Caballería lo hice en la guagua de Holguín; en este casi siempre concurrido lugar subí bien pronto a un camión cuyo machacante fue sorprendentemente generoso, y sólo en Baraguá y en Mella recogió a más gente, de modo que la habitual apretazón en estos medios de transporte brilló en aquella ocasión por su ausencia –por supuesto que aún queda bastante margen de mejora, pero, con el tiempo, el transporte mejoró ostensiblemente en toda la Isla; a día de hoy, por ejemplo, el trayecto descrito se puede hacer cómodamente en guagua y de una sola tirada-. Este vehículo nos dejó a todos los viajeros en Palma Soriano, por cuyo entronque –malo como él solo para hacer botella, y caprichos del azar- acertó a pasar un conocido mío de Cueto que me llevó en su Mockbuy hasta la misma Plaza de la Revolución Antonio Maceo. Quiso acercarme, incluso, a la casa donde yo me dirigía, pero no permití que desviara el carro de su ruta –él iba a Trocha por la Avenida de las Américas y yo dirección Martí-. Andaba ligero de equipaje y además me apetecía dar un paseo para estirar las piernas antes de llegar a mi destino.
Ya felizmente instalado y pasados los primeros días, una calurosa tarde de aquella placentera estancia santiaguera –Santiago de Cuba es un horno y, junto a Guantánamo, la provincia más cálida de toda la Isla- la dediqué a escuchar música en directo en la Casa de la Trova y a resolver unos problemitas por Enramadas. Resueltas ya las boberías, y con la luz del día prácticamente desaparecida del precioso escenario que es la ciudad en todo su conjunto, decidí ir acercándome hacia la casa. Antes, sin embargo, quise pasar por Garzón para hacer una breve visita a uno de mis amigos que todavía no había saludado. Llegado a su domicilio, la oscuridad dentro del mismo era casi total. Tan sólo la pantalla del televisor iluminaba algo la sala. No encontré a la persona que buscaba, ésta había ido a La Prueba y hasta el día siguiente no regresaba. Eso al menos me dijo su primo de La Habana al que, contra todo pronóstico, encontré ensimismado con la escuchadera del discurso de Fidel que, en conmemoración del 47 aniversario del asalto al Cuartel Moncada y desde Pinar del Río –sede de aquel año- en ese momento estaban emitiendo por Cubavisión.
Este individuo, de lo más confuso y repinchado, vive en Occidente, en la capital del país, pero de vez en cuando se pasa una temporadita acá, en Oriente. En realidad yo apenas lo conozco, aunque sí lo suficiente como para saber que –sólo en apariencias, como se verá más adelante- Fidel no es precisamente santo de su devoción. Lo que yo he escuchado salir de su sucia boca contra el Comandante no es poco, os lo aseguro. Tanto que en alguna ocasión mi incomodidad, por las infamias y calumnias vertidas, ha sido tal que he llegado –sólo verbalmente, por supuesto- a fajarme con él. Por eso su ensimismamiento con el discurso me llamó tan poderosamente la atención que, aun no encontrándose mi amigo en el lugar, decidí quedarme un ratico sentado en la silla que su primo, muy cortés –todo hay que decirlo-, me brindó para observarle en, hasta entonces, insólito comportamiento.
Comenzamos a cruzarnos algunas palabras, pero no tardé en comprender que lo que más le interesaba en ese momento era escuchar el discurso y, en realidad, como a mi también me sucedía lo mismo, dejé de hacerle preguntas y comentarios que además no eran más que palabras carentes de interés y de obligado relleno.
Recuerdo muy nítidamente todavía cómo, cuando las palabras de Fidel en su discurso más se encendían, el individuo anteriormente aludido fijaba sus ojos en la pantalla con desatado fervor ¿revolucionario?, y se revolvía inquieto en su balance con el semblante de su cara más cerca de la admiración hacia el autor del bello y contundente discurso que del aborrecimiento. En un pasaje del mismo, Fidel dijo: “Nuestra Batalla de Ideas no cesará mientras exista el sistema imperialista, hegemónico y unipolar, convertido en azote para la humanidad y amenaza mortal para la supervivencia de nuestra especie”. Pronunciadas estas palabras, los compañeros y compañeras que las escuchaban allá, en Pinar del Río, comenzaron a exclamar encendidamente: “Fidel, aprieta, que a Cuba se respeta”. Al compañero de la sala no le faltó ni un pelo para saltar del balance, donde se hallaba sentado, con el propósito de corear las exclamaciones que se escuchaban a través del televisor; pero, aunque malamente, se contuvo. En cualquier caso, no me cabe la menor duda de que estaba disfrutando. A cada rato asentía la intervención pegándose, incluso, golpecitos en las piernas con las palmas de sus manos, sobre todo cuando para hacer énfasis el orador elevaba el tono de voz al pronunciar sus palabras.
Percatado él mismo de que su comportamiento no correspondía al de un acérrimo detractor, confiaba, sin embargo, en el amparo que le proporcionaba la ausencia de luz para ocultar su inusual comportamiento. ¡Quién iba a decirme que, a través de mis propios ojos, un día recibiría la información de tan positivo espectáculo! Y me alegro, de veras que me alegro, porque éste no es el único caso. La población ¿detractora? está plagada de ejemplos semejantes.
Pronto quedó al descubierto la verdadera condición del curioso individuo. Coincidiendo con uno de esos momentos tan emotivos –estaba ya finalizando el discurso- acertó a llegar el hermano de mi amigo ausente y, al mismo tiempo que accionó el interruptor de la luz, como un seco disparo, le salió del alma:
-Pero bueno, ¿y esa oscuridad?
Aproveché la coyuntura para desenmascarar al habanero mirándole lo más descaradamente posible, con la clara intención de que él se diera cuenta. Y conseguí mi esperado propósito. Fidel ponía el punto final a su discurso con el habitual ¡Patria o muerte!, ¡Socialismo o muerte!, ¡Venceremos!, secundado y vivamente ovacionado por el inmenso público que le asistía.
La carne de gallina que se le puso en ese momento al ¿detractor? era inocultable. Perfectamente consciente de hallarse descubierto, se viró ligeramente hacia mi posición y, cuando su confusa e interrogante mirada hubo chocado contra la inmensa ironía de la mía, su cara se puso más roja que los colorados cuentos que a menudo hace su primo.
Sonreí para mis adentros y, no pude evitarlo, también para mis afueras.
-Estuvo apasionante y conmovedor el discurso de “El Caballo” ¿verdad?
-Sí, verdad que sí –balbuceó enrojeciendo su rostro más todavía al comprender que no podía negar lo evidente.
-Óyeme, compay, dile a tu primo que vine a visitarlo, que si tengo un chance a lo mejor vuelvo antes de que me vaya de Santiago –dije estrechándole la mano a modo de despedida.
-Despreocúpate. Se lo diré en cuanto llegue –balbuceó todavía.
Por supuesto que a su recién llegado primo también saludé antes de salir de la casa.
Respiré hondo. En Santiago de Cuba siempre me he sentido muy bien. Me gusta mucho esta ciudad, me gusta mucho su gente. Ya en la calle y confundido con la relativa oscuridad de la noche, viré a la altura de La Arboleda, pero el Coppelia ya estaba cerrado y no pude tomar ni una sola bola de helado que tanto me apetecía en ese momento.
Seguí caminando por la Avenida de Los Libertadores y, bajo la atenta mirada del busto de cada uno de ellos, mi mente comenzó a dispararse para trabajar sin pausa y de lo lindo en forma de largo y encendido discurso interior, que ahora no voy a transcribir porque ya me he extendido demasiado. Tan sólo decir que mi cerebro bulló de manera exagerada. Absorto en mis pensamientos, había dejado a la derecha el antiguo Cuartel Moncada –hoy Centro Escolar 26 de Julio-, llegando al Paseo de José Martí para descenderlo hasta el final y coger, virando a la derecha, la Avenida Mariana Grajales, donde, en la casa, ya me esperaban con una sabrosa y abundante comida a punto de ser servida sobre la mesa.
Un buen baño, antes del placentero y nutritivo ejercicio, completó mi dicha de aquel día que hoy, al escribir estas líneas, revive muy especialmente en mi memoria.