InSurGente.- En agosto del 1976 el cuerpo de Floreal Avellaneda fue encontrado empalado en la costas del Río de La Plata, en la ciudad uruguaya de Colonia de Sacramento, junto a un grupo de cadáveres y reconocido poco después a raíz de un pedido de identificación de la justicia argentina a la uruguaya. El día que hallaron su cuerpo hubiera cumplido 15 años. Lo secuestraron un mes antes den represalia porque se había escapado su padre, un delegado gremial en una fábrica textil de la zona norte del Gran Buenos Aires. El padre de Floreal Avellaneda militaba en el Partido Comunista y Florea lo hacía en la Federación Juvenil Comunista. 33 años después llegó la sentencia.


La justicia argentina condenó hoy a cadena perpetua de cumplimiento efectivo en la cárcel común al ex general Santiago Omar Riveros, asesino del joven militante comunista Floreal Avellaneda en 1976.

  Riveros fue imputado en su carácter de jefe del Comando de Institutos Militares con asiento en Campo de Mayo (1976-1978) y sobre él pesaban cargos por los delitos de homicidio agravado, seguido de muerte y tormentos de Avellaneda, de 14 años de edad.

En su sentencia, el Tribunal Oral Federal de San Martín desestimó todos los pedidos de la defensa referidos a la prescripción de la causa, a la cosa juzgada, al apartamiento del juez natural y a los argumentos referidos al indulto.

El órgano de justicia dio por acreditado que tras el secuestro, el 15 de mayo de 1976, Floreal Avellaneda y su madre, Iris Pereyra (sobreviviente y querellante) fueron llevados por un grupo de tareas a la comisaría de Villa Martelli, donde fueron torturados.

Desde allí ambos fueron trasladados al centro clandestino de detención llamado "El campito" o "Los Tordos", en Campo de Mayo, y 20 días después Pereyra fue trasladada al penal de Olmos, donde permaneció dos años.

El juzgado dio también por acreditado que el "Negrito" Avellaneda fue arrojado al Río de La Plata desde un avión que salió de Campo de Mayo y su cuerpo fue encontrado empalado en la costa de esa arteria fluvial en la ciudad uruguaya de Colonia.

Además de Riveros, el tribunal condenó a 25 años de prisión a su jefe de inteligencia Fernando Werplatzen y al general Osvaldo García, a 18 años.

Los oficiales Raúl Jarcich y Cesar Fragni fueron sancionados a ocho años de prisión y el comisario Alberto Aneto a 14, todos de cumplimiento efectivo en cárcel común en el penal de Marcos Paz.

 

Arrancó el juicio por los crímenes en la ESMA y Astiz provocó al público

El represor mostró el título del libro que llevaba en sus manos: "Volver a matar".

Por: Omar Lavieri

En el sexto piso de los Tribunales de Comodoro Py, a las ocho y media de la mañana de ayer, había una fila de gente que esperaba para acreditarse e ingresar a la Sala de Audiencias donde horas después iba a comenzar el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) el mayor campo de concentración de la dictadura militar.

Lilia Ferreira, la compañera de Rodolfo Walsh hasta que fue capturado y asesinado por los represores de la ESMA, esperaba pacientemente su turno para que en el Tribunal Oral Federal número 5 le dieran el pase que le permitiría presenciar el juicio.

"Llegó el día", dijo Ferreira, querellante en la causa, con una mezcla de satisfacción porque el juicio comenzaba y de resignación porque habían pasado más de 32 años desde que desaparecieron al mejor periodista argentino.

En el subsuelo de los Tribunales, de a poco, se iba completando la Sala de Audiencias. Llegaron los fiscales Pablo Ouviña y Mirna Goransky, los abogados querellantes y los defensores. Faltaban casi todos los acusados. Sólo estaba sentado en silla de ruedas Oscar Montes, vicealmirante y ex canciller de la dictadura.

La Sala de Audiencias tiene dos niveles. En la planta baja está el estrado desde donde los jueces dirigen el debate. Frente a ellos se sentaron los fiscales, los querellantes, los defensores y los imputados. Más atrás, separados por un grueso vidrio, unas 60 personas esperaban el inicio del juicio. El secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, el sindicalista Julio Piumato, varias Madres de Plaza de Mayo y Lilia Ferreira, entre otros, ocupaban la primera fila.

En el piso de arriba estaban los familiares y amigos de los represores. Y también los periodistas. Allí el anciano padre de Ricardo Cavallo, Oscar Cavallo -ex suboficial mayor de la Armada-, la hermana de Alfredo Astiz y la infaltable Cecilia Pando, esgrimían los argumentos conocidos acerca de la invalidez de los juicios y ensayaban, todavía, la teoría de los dos demonios y de la guerra por la que había pasado la Argentina.

Los miembros del Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA son juzgados por 85 casos de delitos contra la humanidad -tormentos y privaciones ilegales de la libertad-, entre ellos, los secuestros y desapariciones de la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor de Devicenzi, Maríaa Bianco, Esther de Careaga; Walsh; y las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon. Buena parte de los desparecidos de la ESMA fueron arrojados desde aviones en los llamados "vuelos de la muerte".

El Tribunal Oral Federal 5 había programado el inicio del juicio para las diez de la mañana. Pero recién una hora y diez minutos después de lo establecido se escuchó un "ahí están". Y en fila fueron pasando, esposados de a dos, los represores de la Armada, Jorge Acosta, Adolfo Donda Tigel, Carlos Capdevilla, Alfredo Astiz, Manuel García Tallada, Raúl Scheller, Antonio Pernías, Jorge Rádice, Juan Carlos Rolón, Pablo García Velasco y Ricardo Miguel Cavallo, de la Prefectura Juan Antonio Azic, de la Policía Federal, Juan Carlos Fotea y Ernesto Weber y del Ejército, Julio Coronel. Faltaron tres represores al inicio del juicio por cuestiones de salud: los marinos Alberto González, y Néstor Savio y el penitenciario Carlos Generoso,

El único de los imputados que no llevaba traje era Astiz. De jeans, camisa blanca y un sweater azul marino, ingresó a la Sala, sonrió hacia el piso superior donde estaba su hermana Lucrecia. Astiz llevaba en sus manos un libro cuyo título, seguramente, no eligió al azar: "Volver a matar", de Juan Bautista "Tata" Yofre.

Los jueces Daniel Obligado, Ricardo Farías y Oscar Hergott, ordenaron el ingreso de varios grupos de fotógrafos y camarógrafos. Las caras de los imputados se petrificaron cuando los flashes los iluminaban. Media hora después comenzaba formalmente el juicio. El secretario Mariano Carcione comenzó a leer la elevación a juicio firmada por el fiscal federal Eduardo Taiano, quien, junto al juez federal Sergio Torres investigó el caso. Taiano escribió palabras como "lesa humanidad, clandestinidad, torturas, sadismo, niños, ancianos". Y leídas resonaron muy fuerte con los autores de las violaciones a los derechos humanos, allí, en el banquillo de los acusados.

Cuando terminó la audiencia, ya entrada la tarde, Astiz mostró el libro que había llevado. Y el título "Volver a matar" se convirtió en una provocación que fue contestada con el grito de "30 mil desaparecidos, presentes. Ahora y siempre!".

SALUDOS REVOLUCIONARIOS

(Gran Papiyo)

 

Estos actos vandàlicos representan los ùltimos estertores de la raza de malditos.

 

 

Viernes, 1 de enero de 2010

"actitud mafiosa"

Robaron los legajos de represores de la secretaría de Derechos Humanos

Los delincuentes ingresaron a la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense, maniataron a su titular, Sara Derotier de Cobacho, y le exigieron que entregara los legajos de dos represores que pronto serían juzgados por delitos de lesa humanidad. El gobernador Daniel Scioli lo consideró un hecho "mafioso e intimidatorio".

 

 

	Efemérides	19 de Abril
	Adolfo Scilingo es condenado a 640 años de prisión
	Un día como el de hoy, pero del año 2005, en la atestada sala de la Audiencia Nacional, máxima instancia penal española, el ex Capitán de Corbeta argentino Adolfo Scilingo fue condenado a 640 años de prisión por delitos de lesa humanidad, secuestro y torturas. La convicción judicial sobre la culpabilidad del represor se sustentó fundamentalmente en sus propias declaraciones prestadas, de manera voluntaria,  ante el Juez de instrucción a su llegada al país europeo. Sin embargo, Scilingo, durante el juicio, se negó a declarar, simuló mareos, problemas de salud e incluso trastornos mentales. El Tribunal consideró en su resolución que el ex marino participó en la denominada lucha contra la insurgencia, organizada por la dictadura argentina, y que en concreto, durante su estancia en la ESMA, entre 1976 y 1977, intervino en dos “vuelos de la muerte” en los que lanzó vivas al mar a 30 personas a las que previamente se sedaba, conoció las torturas que sufrían los detenidos, fue testigo de, al menos, un “interrogatorio” donde se aplicó descarga eléctrica a una joven, participó en un secuestro y facilitó el material necesario para calcinar los cuerpos de aquellos que morían durante el cautiverio. La condena, basada en el principio de jurisdicción universal significó un paso adelante contra la impunidad de la que se beneficiaban, hasta entonces, muchos criminales. El hecho de que Scilingo, atormentado por los recuerdos, rompiera el pacto de silencio impuesto por los genocidas y se decidiera a confesar las atrocidades cometidas durante la sangrienta represión, facilitaría la lucha por la verdad y la justicia.

SALUDOS REVOLUCIONARIOS (Gran Papiyo)