Como a esta hora llueve y brillan las hojas aplastadas en el suelo, recurro a Jorge Teillier.
CARTA DE LLUVIA
Jorge Teillier
Si atraviesas las estaciones conservando en tus manos hechas cántaro la lluvia de la infancia que debíamos compartir, nos reuniremos en el lugar en donde los sueños corren jubilosos como ovejas liberadas del corral y en donde brillará sobre nosotros la estrella que nos fuera prometida.
Pero ahora te envío esta carta de lluvia que te lleva un jinete de lluvia por caminos acostumbrados a la lluvia.
Ruega por mí, reloj, en estas horas monótonas como ronroneos de gato. He vuelto a la casa que conserva las cenizas que hacen renacer a los fantasmas que odio. Alguna vez salí al patio a decirles a los conejos que el amor había muerto. Aquí no debo recordar a nadie, aquí debo olvidar la colina de los aromos porque la mano que cortó aromos ahora cava una fosa.
El pasto ha crecido demasiado como para arrancarlo. En el techo de la casa vecina se pudre una pelota de trapo dejada allí por un niño muerto. Entre las tablas del cerco me miran rostros que creía olvidados, y mi amigo espera en vano que en el río centellee su buena estrella.
Tú, como en mis sueños, vienes atravesando las estaciones con la lluvia de la infancia en tus manos hechas cántaro En el invierno nos reunirá el fuego que encenderemos juntos. Nuestros cuerpos harán las noches tibias como el aliento de los bueyes, y al despertar veré que el pan sobre la mesa tiene un resplandor más grande que el de los planetas enemigos cuando lo partan tus manos de adolescente.
Pero ahora te envío una carta de lluvia que te lleva un jinete de lluvia por caminos acostumbrados a la lluvia.
Es una calle larga y silenciosa. Ando en tinieblas y tropiezo y caigo y me levanto y piso con pies ciegos las piedras mudas y las hojas secas y alguien detrás de mí también las pisa: si me detengo, se detiene; si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie. Todo está oscuro y sin salida, y doy vueltas en esquinas que dan siempre a la calle donde nadie me espera ni me sigue, donde yo sigo a un hombre que tropieza y se levanta y dice al verme: nadie.
Poema Para Que Yo No Te Conozca Tan Pronto - Rabindranath Tagore
Para que yo no te conozca tan pronto, juegas conmigo. Me ciegas con tus repentinas risas para que no te vea tus lágrimas… Conozco, conozco tu arte. ¡Nunca dices lo que quieres decir!
Por miedo a que yo no te tenga en lo que vales, me evitas de mil modos. Te apartas de la multitud para que yo no te confunda con ella… Conozco, conozco tu arte. ¡Nunca vas por donde quisieras ir!
Como puedes más que nadie sobre mí, te callas. Me dejas mis regalos con descuido juguetón… Conozco, conozco tu arte. ¡Nunca aceptas lo que quisieras aceptar!
Me acostumbro a envejecer, es el oficio más difícil del mundo
Me acostumbro a envejecer, es el oficio más difícil del mundo, llamar a las puertas por última vez, la separación para siempre. Horas que corréis, corréis, corréis... Trato de comprender a costa de dejar de creer. Te iba a decir una palabra pero no pude. En mi mundo el sabor de un pitillo por la mañana con el estómago vacío. La muerte antes de llegar me envió su soledad. Envidio a los que no se dan cuenta de que envejecen, tan ocupados están con sus cosas.
Espérame que volveré. Sólo que la espera será dura. Espera cuando te invada la pena, mientras ves la lluvia caer. Espera cuando los vientos barran la nieve. Espera en el calor sofocante, cuando los demás hayan dejado de esperar, olvidando su ayer. Espera incluso cuando no te lleguen cartas de lejos. Espera incluso cuando los demás se hayan cansado de esperar. Espera incluso cuando mi madre e hijo crean que ya no existo, y cuando los amigos se sienten junto al fuego para brindar por mi memoria. Espera. No te apresures a brindar por mi memoria tú también. Espera, porque volveré desafiando todas las muertes, y deja que los que no esperan digan que tuve suerte. Nunca entenderán que en medio de la muerte, tú, con tu espera, me salvaste. Sólo tú y yo sabemos cómo sobreviví. Es porque esperaste, y los otros no.
Sobre el autor: Konstantín Símonov (Konstantín (Kirill) Mijaílovich Símonov – en ruso: Константи́н (Кири́лл) Миха́йлович Си́монов: (Petrogrado, 28 de noviembre de 1915- Moscú, 28 de agosto de 1979) fue un escritor ruso.
Fue un reconocido poeta dedicado al género bélico. Su poema más popular se titula Espérame (Жди меня), y trata de un soldado que durante la guerra le pide a sus seres queridos que aguarden su regreso. El poema fue dedicado a su futura esposa, la actriz Valentina Serova.
No era bueno quererla; por los ojos
le pasaban a veces como nieblas
de otros paisajes: No tenían
color sus ojos; eran
fríos y turbios como ventisqueros...
No era bueno quererla...
Adormecía con su voz lejana,
con sus palabras quietas
que caían sin ruido, semejantes
a escarcha ligera
de marzo en las primeras
rosas, sin deshojar
los pétalos...
Alguien por retenerla
quiso hacer de toda su vida
un lazo...Un solo lazo fuerte y duro...
Ella
con sus frágiles manos rompió el lazo
que era lazo de vida...
(A veces, nieblas
de otro país pasaban por sus ojos...)
No era bueno quererla.
Un cuerpo, un cuerpo solo, un sólo cuerpo un cuerpo como día derramado y noche devorada; la luz de unos cabellos que no apaciguan nunca la sombra de mi tacto; una garganta, un vientre que amanece como el mar que se enciende cuando toca la frente de la aurora; unos tobillos, puentes del verano; unos muslos nocturnos que se hunden en la música verde de la tarde; un pecho que se alza y arrasa las espumas; un cuello, sólo un cuello, unas manos tan sólo, unas palabras lentas que descienden como arena caída en otra arena….
Esto que se me escapa, agua y delicia obscura, mar naciendo o muriendo; estos labios y dientes, estos ojos hambrientos, me desnudan de mí y su furiosa gracia me levanta hasta los quietos cielos donde vibra el instante; la cima de los besos, la plenitud del mundo y de sus formas.
A propòsito del poema de Simonov, copia una pequeña parte de mis memorias:
La única vez que pude volver al instituto fue durante la visita de Evgueni Evtuschenko, a la sede de calle Ejército, donde recitó algunos de sus poemas, más otros de otros autores conocidos. Hasta allí llegó el inefable doctor Alexander Lipzchütz cuando el local estaba absolutamente repleto. Al reconocerlo, le abrieron paso con grandes esfuerzos, casi levantándolo para que pudiera pasar, mientras él pedía disculpas por las molestias que causaba .El joven poeta comenzó a recitar sus obras y siguió con otras de distintos autores. Al hacer una pausa, la gente comenzó a pedirle con insistencia un poema de K. Simonov: “Lldi meniá” (Espérame). Fue escrito en el año 1941, durante la Segunda Guerra y se convirtió en la más popular en su tiempo. Ese pedido del soldado que insta a la amada a esperarlo, cuando ya todos lo hayan olvidado me había impresionado en esa época y me llamó mucho la atención que tanta gente lo conociera. A la vez, en el tuétano del sentimiento (o la pepa del alma, si se prefiere) se alzó una débil vocecilla de protesta. Pues bien, mi ego creía que yo, solo yo, había descubierto ese poema tan especial y lo recordaba con emoción. Pero no, ciertamente. Había mucha mas gente de la que pensaba, que hablaba el ruso y había escuchado o leído alguna vez el mentado poema, que tenía el aire sentimental adecuado para llegar a las masas.