Interpretacion esoterica del apocalipsis- "Y la voz que había oído del cielo me habló de nuevo y dijo: Ve, toma el pequeño libro abierto de la mano del ángel que está erguido sobre el mar y sobre la tierra. Y fui hacia el Ángel, diciéndole que me diera el pequeño libro. Y él me dijo: Tómalo y trágatelo; será amargo en tus entrañas, pero en tu boca será dulce como la miel. Tomé el pequeño libro de la mano del Ángel y lo tragué, y fue en mi boca dulce como la miel, pero cuando lo hube tragado, mis entrañas se llenaron de amargura. Entonces me dijeron: Es preciso que de nuevo profetices contra una multitud de pueblos, de naciones, de lenguas y de reyes. (Apocalipsis X, 8-11)... La voz del cielo es la de nuestro Ego; esa voz que no sabemos escuchar, pero que ha medida que avanzamos en nuestro proceso evolutivo, percibimos con mayor claridad y llega un momento en que nuestro yo profano se somete a los dictados de esa voz. Aquí vemos que el Ego de Juan, de ese Juan que todos llevamos dentro, lo envía al Ángel para que tome el pequeño libro. El Ángel que se apoya en el mar y en la tierra, también aparece en nuestra naturaleza interna, en nuestro mar y nuestra tierra humana, y ese pequeño libro contiene la Historia Humana que los de Binah han escrito desde el comienzo de su actuación hasta el final. Puesto que esa Alma Humana llamada Juan se interesa por conocer los detalles de la organización cósmica, le sucede lo que tantas veces ocurre con los curiosos, que son víctimas de su propia curiosidad y se convierten en protagonistas de aquello que sólo pretendían contemplar. Vemos pues en este punto de la Enseñanza, que Juan, habiéndose acercado al Misterio, habiéndose colocado en el escenario en que los Ángeles tocan sus trompetas, recibe de su Ego la invitación de que no se limite a contemplar, sino que debe participar en el juego, tomando el libro abierto de la mano del Ángel. Es algo sobre lo cual deben reflexionar todos los curiosos, los que se sienten impelidos a contemplar la Obra Divina, tan sólo para adquirir conocimientos y poder presumir de ellos ante su sociedad. Si se acercan demasiado a los Centros de Poder divinos, si permanecen allí escuchando tras las puertas, no tardarán en verse fichados por la Divinidad y con un carné de profesional encima para que nadie les pueda llamar intrusos. Juan nos refiere en este episodio la manera en que fue fichado y contratado, puesto que el Ángel le entrega el libro, le manda comérselo y después lo envía a profetizar. Ya en el capítulo 5º vimos que aparecía un libro sellado y un Ángel buscaba al hombre digno de abrirlo y quebrar sus sellos. Al referirnos a este episodio citamos al profeta Ezequiel, quien ya en su tiempo se tragó un rollo, que encontró dulce en su boca y después lo mandaron a profetizar. Aquí el Libro aparece abierto, lo cual significa que ya no contiene secretos que deban ser guardados. La civilización de Jehová-Binah ha sido por esencia la del secreto, del juramento y del misterio. Al aparecer Cristo, lo primero que enseñó fue a no jurar. En las colecciones de bibliófilos aún pueden verse ejemplares de libros en cuyas cubiertas figuraban unas barras de hierro taladradas para que en ellas pudiera introducirse un candado, de manera que el libro sólo pudiera ser abierto por el que estaba en posesión de la llave. En las escuelas Iniciáticas de Binah, que todavía hoy existen, sus adeptos, antes de cerrar sus Trabajos, juran guardarlos en secreto. Jehová necesita el secreto para operar, y ello por una razón principal: porque sus Enseñanzas, siendo fragmentarias, aparecen en la mente de los estudiantes como una verdad definitiva, cuando no es más que la verdad desde la altura en que el discípulo la contempla. Si esa verdad relativa es comunicada, si el discípulo la afirma públicamente, su orgullo le obligará a defenderla, a sangre y a fuego si es atacada, y entonces se atascará en ella y ya no podrá seguir la escalada de la Montaña de la Verdad, porque en cuanto se mueva aparecerá ante su espíritu una nueva realidad que lo situará en contradicción consigo mismo y provocará la burla y el descrédito de la sociedad. Por el contrario, si guarda su descubrimiento filosófico en secreto, la verdad interna irá evolucionando y no tendrá reparos en admitir que lo que antes contemplaba como una verdad absoluta se ha quedado pequeña y ello le induce a presumir que la nueva Verdad también un día se le quedará corta y que la Verdad no es algo que pueda definirse de una vez y para siempre, sino un valor en constante evolución. La comunicación de la Verdad es algo que la estabiliza, la petrifica. Representa la fase Vav del Pensamiento, cuya consecuencia es el fruto, que no tardará en aparecer en el Árbol y que a su vez dará la semilla que convertirá toda la tierra a su alrededor en su gestadora. Este es en realidad el proceso que siguen todas las cosas caminando hacia su cristalización, y así vemos que en el Zodíaco, que es nuestra matriz y nuestro modelo cósmico, en el proceso rotativo de los Elementos, después de Géminis, que es el signo a través del cual el Pensamiento se exterioriza, viene Capricornio, signo de Tierra, en el cual ese Pensamiento geminiano se petrifica. Este es el curso natural de la instauración de las energías creadoras, yendo de lo sagrado a lo profano. Pero Binah-Jehová les dice a los suyos, a los que oyen su voz: "Guardad el secreto; jurad no revelarlo", porque si lo hacen, lo natural detendrá su curso en el estadio He, el que corresponde a los trabajos de interiorización, y en lugar de dar fruto fuera y producirse la identificación con ese fruto, lo dará dentro y consistirá en la más asombrosa variedad de especies. En el periodo de aprendizaje, el secreto de nuestros Trabajos nos permite evolucionar más rápidamente, y está claro y visible que el principal obstáculo que encuentra la ciencia oficial para su progreso rápido, reside en el descubrimiento que los sabios han realizado con anterioridad, el cual se establece como una verdad definitivamente probada, que vuelca toda su fuerza académica contra la nueva ciencia que va naciendo. Por ello Jehová-Binah es el Dios de los libros sellados, el que induce a los hombres a jurar que no revelarán la Verdad más que entre los adeptos de una Escuela Iniciática, comprometidos en la misma búsqueda de lo trascendente. Pero cuando Jehová-Binah baja de su Trono; cuando ya ha comunicado a los hombres todo cuanto tenía que comunicarles, su libro se abre; los secretos dejan de serlo y uno de sus representantes lo ofrece a quien quiera tragárselo. Nadie mejor, para ese Trabajo, que el curioso Juan, esa Alma Humana ávida de misterios, empeñada en realizar tareas divinas en lugar de dedicarse a las humanas. Hemos dicho muchas veces que el Apocalipsis contiene el relato de nuestra propia historia humana, pero ya hemos visto que esa historia es muy distinta según seamos los marcados o los que vienen de la tribulación, o los que reciben la paletada de Fuego, etc. Aquellos que alcancen el estadio llamado Juan, tendrán que tragarse el Libro por encargo expreso de sus Egos, pero no los que se muevan a niveles inferiores a los Juanes. El Libro tiene un doble sabor: dulce como la miel en la boca y amargo las entrañas. La boca es el vestíbulo del corazón y ya hemos visto en otra parte de la Enseñanza que las enfermedades del corazón se reflejan en la boca, donde pueden ser detectadas y, por consiguiente, curadas. El corazón, regido por Leo y Beith, es el órgano de Hochmah, que representa el Nuevo Mundo. La entrega del Libro abierto, por parte de las huestes de Jehová, ha de ser grata a Hochmah, puesto que supone el comienzo de su reinado; o sea, ha de ser dulce para nuestro corazón-boca porque supone para nosotros el acceso a la libertad, el fin de una era de sometimiento a las leyes, a las reglas. El Libro es amargo en las entrañas. Si la boca-corazón representa para nosotros lo que viene, la entraña representa lo que se va. En efecto, Binah ha sido el constructor de nuestra organización material, de nuestro cuerpo, de nuestra entraña. Binah y sus criaturas, Gueburah y Hod, tanto en sus aspectos positivos como negativos, han sido los que han construido nuestro cerebro, nuestro esqueleto, el sistema nervioso, el medular, glandular, etc. Esa perfecta organización se retira, desaparece, incorporándose al nuevo orden que Hochmah va a implantar. Pero la amargura que Juan experimenta no es la que suele experimentarse en las despedidas, sino algo mucho más doliente y dramático. En efecto, al ponerle el Ángel el libro abierto en la mano, después de haber pronunciado un último juramento, el de que el Tiempo había terminado, lo que estaba haciendo era traspasarle sus papeles, obligando lo a que terminara una tarea que él, el Ángel, no podía prolongar por más tiempo. Como decíamos más arriba, el que busca el contacto con lo divino, acaba encontrándose con el libro angélico en las manos y con el encargo de interiorizárselo y ponerse a profetizar. Resulta siempre amargo ser el anunciador de las malas noticias, y bien claramente le dice el Ángel a Juan que son precisamente esas malas noticias las que ha de anunciar. Aunque en algunas traducciones del Apocalipsis el texto diga "profetiza a los pueblos", los traductores que se han ceñido al escrito original, escriben: "profetiza contra los pueblos, naciones, lenguas y reyes". Vemos así que en la fase terminal, el Dios en funciones se retira y confía la finalización de sus tareas al Hombre. Ya Moisés consignó en el Génesis que en el 7º Día Dios descansó. Todavía no hemos llegado a ese 7º Día, pero como la dinámica de la Creación se repite en cada una de sus fases, resulta que en cada estadio final, la jerarquía creadora en funciones se retira dejando sus responsabilidades en manos de sus criaturas. Jehová se retira del Trabajo en la 4ª Ronda del 4º Día, se entiende; su retirada de la Creación no es definitiva, puesto que en la 5ª Ronda lo encontraremos de nuevo trabajando en otro terreno. Ya tenemos pues a nuestro Juan interno convertido de nuevo en Profeta. Bien claro lo dice el Ángel: "Es preciso que de nuevo profetices", lo cual implica que ya anteriormente lo hizo. Para llegar al estadio llamado Juan, hemos tenido que pasar por estadios intermedios, en los que la divinidad se ha expresado a través de nosotros. Todos somos profetas de mayor o menor alcance, porque todos llevamos encima el signo de Sagitario, que es la puerta a través de la cual la divinidad se exterioriza en nosotros, sin pedir la venia de nuestra personalidad material. Algunos intuyen que aquello que están haciendo, bajo el impulso de Sagitario, sobrepasa sus intenciones; que sirven de mensajeros de alguien que no dominan, que no es suyo. Pero la mayoría es utilizada por la divinidad a sus expensas. Para llegar a ser Juan, decíamos, hemos tenido que concienciarnos antes de la organización cósmica y hemos tenido que servir voluntariamente a la divinidad interna, pensando, hablando, escribiendo sobre las eternas reglas para ayudar a los pueblos, las naciones, las lenguas, los reyes, tanto los internos como los externos, a encontrar el Camino. Nuestras profecías inspiradas, nuestra revelación recibida de las reglas y del arte real, tiene que servirnos en primer lugar a nosotros mismos, predicando en dirección a nuestros pueblos internos, ya que si no conseguimos ser obedecidos por ellos, difícilmente obedecerán los pueblos, naciones y reyes que se mueven en el exterior. Juan ha de vivir la amargura de tener que anunciar la catástrofe final a todos los que no consiguen invertir los mandos. Pero también experimentará la dulzura de poder ser el que mitigue los rigores de ese tránsito y el que los evite, si sus clientes tienen oídos para escuchar. No todos seremos Juan, pero nuestra ambición ha de consistir en querer serlo. En mayor o menor medida, debemos ser los profetas en esos tiempos apocalípticos que ya vivimos. Debemos anunciar a las gentes que se aproximan a nosotros los rigores de esta hora final y también y sobre todo la manera de evitarlos. Por radio, periódico, televisión, de boca a oído, debemos revelar a las gentes el contenido de ese Libro Abierto antes de que aparezca en cada uno de ellos el Ángel anunciador de que se ha terminado el Tiempo. Con las reglas de Binah interiorizadas estaremos en condiciones de decirles a nuestros semejantes, en cada momento, por donde deben tirar, induciéndolos a que se aprendan esas leyes y estén en condiciones de dirigir su propia vida. - https://groups.google.com/forum/#!topic/secreto-masonico/Rz00n6TGIwk |