Ocupando un 27% de la masa e islas continentales que integran el nuevo mundo que debió tal vez llamarse Colombia, pero que en honor a Américo Vespucio -propagador que fué de lo descubierto- se le bautizó como América, localizamos a Hispanoamérica: conjunto de 19 países en los que el idioma oficial es el español, cuestión de 300 millones de seres que nos comunicamos utilizando el maravilloso idioma de Cervantes. El español, lengua que es hablada por unos 370 millones en el orbe, ocupando así el tercer lugar en importancia, en un mundo donde existen 197 idiomas.
En Iberoamerica, constituimos un gran mosaico de naciones que conservando su identidad, su particular cultura e historia, tienen en gran aprecio los lazos que por ser comúnes unen, hermanan y permiten una ágil comunicación.
Cierto que el lenguaje de la cooperación, de la comprensión, del respeto mutuo, -de la paz- es el que confiamos que finalmente prevalecerá en el elenco de los 197 idiomas. Es verdad que la multiplicidad del habla no es barrera infranqueable. Pero también es una realidad que la unidad lingüistica es una buena base para hacer descansar la expectativa de un ambiente duradero de fraternidad, cuando se habla entre sí, se entiende sin necesidad de traducir o interpretar. Y he aquí que en este globo IberoAmerica es la mayor agrupación geográfica de países que tienen un idioma y costumbres parecidas, traido por la madre patria España y esparcido por todo nuestro continente a través de siglos, mezclandose con toda nuestra hermosa multiparidad de costumbres; Es tan hermoso hoy dia gracias a las nuevas tecnicas de comunicación conversar, discutir, hacer amistades, palpar que somos en el fondo un mismo pueblo; Solo el idioma Ingles y el Español puede en su propio lenguaje conversar con ciudadanos de 22 paises; es lo que hace grande en nuestro caso a IberoAmerica, que se nutre de sus hombres y mujeres ilustres en todo los ramos de la actividad humana( Poetas, Escritores,Creadores, Cientificos etc..). A continuacion una carta dedicada a los emigrantes de nuestros pueblos hacia EEUU, el tercer pais del mundo después de México y España en hablar el idioma de Cervantes ( gracias a todos los Emigrantes y descendencia).
Para ti: Acosta, Aguilar o Avila; Barrera, Benavides o Bernal; Calderón, Contreras o Cerda: Dávila, Díaz o Domínguez; Enriquez, Escobedo o Espinoza; Farías, Figueroa o Fuentes; García, González o Guzmán; Hernández, Herrera u Hoyos; Ibarra, Iglesias o Iturralde; Jiménez, Julián o Juárez; Landa, Lemus o López; Martínez, Medina o Molina; Navarro, Nieto o Núñez; Olivares, Ortega u Ortíz; Pérez, Pacheco o Prieto; Quezada, Quintana o Quiróz; Ramírez, Reyes o Rodriguez; Salazar, Sánchez o Soto; Torres, Treviño o Trejo; Uribe, Urbina o Ulloa; Vargas, Vázquez o Villareal; Ybarra, Yerbes o Yañez; Zapata, Zamora o Zúñiga.
La gente de orígen hispano que vive, nace, trabaja y muere en los Estados Unidos de América, pertenece a esta clase recia de hombre, como también pertenece a este tipo de temple y coraje humanos, la América alemana, irlandesa, británica, italiana y tantas otras comunidades que se han constituído en el gran crisol para formar la nueva nación, la nueva cultura. Forjadores que han sido todos de ella.
* Emigración.
Complejo fenómeno social que han protagonizado desde 1820 millones y millones de inmigrantes en lo que hoy es el rico país del norte y del que ellos, sus hijos, los hijos de sus hijos y la generación presente son su savia, su esencia, su vitalidad. "El pizcador de pelo negro que habla español, el granjero rubio cuyo abuelo vino de Noruega, el agricultor italiano, el hombre de color de Harlem y el mercader que toma parte en el año nuevo chino, todos ellos son americanos", reza un folleto del Servicio de Información de los Estados Unidos.
El inmigrante, sus hijos, los hijos de sus hijos, la generación presente de estirpe migratoria merecen un reconocimiento, un homenaje que nunca se les ha otorgado ni en donde son ni en donde eran. Y no por ser del ayer debe convertirse en olvido.
De manera que con esta carta, rindo homenaje modesto pero sincero para todos, muy especialmente, para los que tienen sus orígenes en Hispanoamérica.
Reciban pues el saludo fraterno de:
Las naciones bolivarianas, de las del gran colombianismo, de los países del Plata y del Pacífico, de las naciones sanmartinianas, de los países todos de Hispanoamérica.
Para cada uno de los millones de hispano hablantes que dan a los Estados Unidos el sabor hispano. Saludo a los de New Jersey, Pensilvania y Virginia; a los de Illinois, Colorado y Arizona; A los de Oklahoma, South Carolina y New México; a los de Connecticut, Florida y Nueva York; a los de Washington, Massachusets, Michigan y Ohio. Y, naturalmente, a los de California.
Que esta salutación llegue a la América del Norte hispana de New York, Los Angeles, Chicago, San Antonio, Houston, El Paso, Miami, San José, San Francisco, San Diego, Phoenix, Corpus Chisti, Santa Ana, Denver, Tucson y una lista larga de más poblaciones.
Fraternalmente a los hispanos de origen Mexicano (un 60% de toda la comunidad), a los de República Dominicana, Puerto Rico, Cuba, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Panamá, Perú, Paraguay, Uruguay, Argentina, Venezuela, Nicaragua. Y por supuesto, para aquéllos cuyos orígenes inmediatos están en nuestra España.
Honor a la América del Norte hispana de Maria Bueno, Roberto Clemente y Pancho González. La de Amos Alonzo, Beto Avila y Sid Monje. De Lee Treviño. Del Toro Valenzuela.
Salvas y fuegos de artificio a la América del Norte hispana de José Ferrer y Erick Estrada. De José Feliciano, Viki Carr y Gloria Estefan. De Desí Arnaz y Linda Christian. De Katty Jurado y Ricardo Montalbán. De Gilbert Roland, Ramón Novarro, Rodolfo Acosta. De Antony Quinn, de Lupe Velez. De Oscar de la Renta.
La América del Norte hispana del lechón, las tortas, los tacos, los burritos, los tamales, los panuchos y de la salsa, la picante y la musical.
La Américahispana de lideres prominentes: Cesar Chavez, Reyes López Tijerina, Rodolfo González y José Angel Gutierrez. La de docenas de funcionarios federales, estatales y representantes.
Una América del Norte hispana con 646 condados y poblaciones con nombres hispanos, por ejemplo: Moctezuma, Panamá, Salamanca, Perú, Toluca, Margarita, Dolores, López, Bogotá, Bolivar, Monterrey, Zapata, Cortéz, Manito, Zavala, Pampa, Sonora, Talco, Valparaíso, Chula, Toledo, Cuba, Guadalupe, Hidalgo, Casco, Madrid, México, La Plata, Colón, Granada, Saltillo, Lima, Cavez, Hidalgo, Cayucos, Española, Guadalupita, Manuelito y 608 más.
La América del Norte hispana de estados con nombres españoles: Arizona, California, Colorado, Florida, Montana, Nevada. Y, claro, New México, sin mencionar la cantidad de hermosas ciudades con nuestros nombres, pues son miles.
Todo eso hace hispano hoy dia a los Estados Unidos, confirmando su universalidad, signo característico de su gran personalidad. .
De la Hispanoamérica del Sol brillante y la selva lujuriosa. La de las lluvias torrenciales y la humedad. La del Paraná, del Orinoco, del nacimiento del Amazonas. Desde las tierras del tucán y el papagayo; de la llama y la vicuña; del faisán y del venado; del águila y el nopal; de la anaconda, cóndor, león marino, de la tortuga de las Galápagos. De las tierras de la flor de la ceiba, de la orquídea, la dalia y el azahar.
Desde el Aconcagua y Ojos del salado. Bonete y Chimborazo. Popocatépetl. De la catarata del Angel, de los lagos Maracaibo, Titicaca, Chapala y Nicaragua. Desde el desierto de Atacama, desde donde el continente está partido en dos, desde la latitud cero.
La Hispanoamérica del peso, bolivar y sucre, sol, nuevo peso y quetzal, colón, córdova y lempira, del balboa, el austral y el guaraní. De las regiones del petróleo, antimonio, plata, cobre, hierro, zinc. Del azúcar, té, mate, maíz, café. Algodón, plátano, frijol, del henequén, el camarón, la anchoveta. De las maderas.
Desde la Hispanoamérica del tequila, mezcal y pulque. Del ron de caña y del pisco, de la guarapita, el cocuí y la caña quemada, de los vinos. Desde las tierras del son jarocho, la jarana y el jarabe tapatio, del vals sureño, malambo, tango. Maracas y huiro. Guitarra. Arpa. Marimba.
Te saludamos desde la Hispanoamérica de las grandes ciudades: Buenos Aires, Santiago, México, Caracas, San Juan, La Habana, Asunción, Lima, San José, La Paz, Bogotá, Quito, San Salvador, Guatemala, Tegucijalpa, Managua, Panamá, Montevideo, Santo Domingo.
Te saludamos desde las provincias incas, mayas y aztecas. Desde la Gran Tenochtitlán. Del Machu Pichu, de Chichén Itzá y Tikal. De la raza de bronce. De la prole mestiza. De la suave patria.
La Hispanoamérica de Simón Bolivar. De Benito Juárez. De José Martí, Francisco Miranda y Antonio José de Sucre. De José de San Martín, Francisco Morazán y Juan Pablo Duarte. De Rafael Nuñez, Eugenio de Santa Cruz y Espejo. De Bernardo O'higgins, Manuel Belgrano, Domingo Faustino Sarmiento. De José Gervacio Artigas.
Debemos recordarte, paisano, aquí, en la cuna de Miguel Angel Asturias, Pablo Neruda, Amado Nervo, Manuel Acuña. De Alicia Alonso y Sonia Amelio, Claudio Arrau, Astor Piazzola, Gabriela Mistral y Sor Juana Inés de la Cruz. De Rosario Castellanos, de Mario Benedetti, de Alejo Carpentier. De Octavio Páz, Rómulo Gallegos, Gabriel García Márquez. De José Luis Borges, Carlos Pellicer, Julio Cortázar. De Carlos Fuentes, Mario Vargas LLosa, Andres Bello y Germán Arciniegas. Desde el hogar de Mérida y Botero. De Orozco, Caballero, Rivera, Siqueiros, Tamayo. De Cuevas.
No está nunca lejos de ti, emigrante amigo, el canto de Gardel, de Pedro Vargas, de Lara, Del Jibarito, de Atahualpa, de Chabuca. De Manzanero. Y siempre entonas a Olga Guillot, a Alberto Cortéz, a Marco Antonio Muñíz. Cómo olvidar a los Rufino, a los Silva, y por un tiempo, a los Churumbeles de España. Tu corazón siempre vibra con Pedro Infante, con Lola Beltrán.
Te debemos recordar siempre a ti, amigo emigrante, desde las tierras de la Cumparcita, Uno, Adios Pampa Mía, Mujer, Veracrúz, Farolito, Solamente una Vez, Preciosa, En mi Bello San Juán, Cuando Salí de Cuba, Los Ejes de Mi carreta, Somos Novios, Adoro, Esta tarde ví Llover, Alma LLanera, Besame Mucho, La Flor de la Canela y Hay Jalisco no te Rajes.
Acepta el saludo que va hacia ustedes desde las tierras de: Cantinflas, Tin Tán, Resortes y Clavillazo, desde los escenarios de Verdaguer, Paco Miller, Lucho Navarro, de Luis Sandrini, de Hugo del Carril, la belleza de Maritza Zalayero, Pilín León, Irene Saez, los micrófonos de Gilberto Correa y Salvador Bendayán. De Jacobo Zabludovsky, de Raúl Velazco. La Hispanoamérica de Libertad Lamarque, de Daniel Riolobos, de Tania Libertad, Manoella Torres, Celia Cruz.
Te abrazamos desde estos lares, los de Juantorena, Zavala, Cabrera, Bautista, Colón, Zorrilla, Muñóz, Capilla. Las arenas de Calesero, del Faraón de Texcoco, del Ciclón Arruza. Los cuadrilateros del Ratón Macias, de Kid Azteca, del Puas Olivares, y del Santo, y de Blue Demon y el Cavernario Galindo. De los rumbos de Mafalda y de Pancho Pistolas.
Para ti compadre, con afecto desde donde son el charro, el gaucho, el charrúa, el huaso y el llanero. Las tierras del bracero de bronce. Montura, boleadoras, sombrero, sarape, poncho, jorongo. Cadena y cruz en el cuello. Espuelas, carreta y calandria. Chasquido de cascos sobre el empedrado.
Para ti hermano desde donde las brisas y los suestes. De las noches tibias, del petate y el quinqué. De hamaca y pabellón. Los grillos, la cigarra, los mosquitos. El tímido cucú del tecolote.
Para ti comadre, desde donde veneramos a San Toribio de Mogrovejo y a Santa Rosa de Lima, al Cristo Negro de Esquipulas, a la Inmaculada Concepción, a nuestras señoras: de la Caridad del Cobre, de Altagracia, de Chiquinquirá, de Copacabana, de Coromoto, de la Antigua, de la Divina Providencia, de la Merced, de la Paz, de Guadalupe, de Luján, de Suyapa, del Carmen, del Rosario. Y la Virgen de los Treinta y Seis.
Para ti madre, nunca olvidada en ranchos, fincas, quintas, haciendas y casa grandes. La ciudad y el pueblo. Mi ciudad, mi pueblo. Tu ciudad, tu pueblo. Cura, altar, misa. Atrio, campanario, palomas. Cirios, mantilla, miercoles de ceniza. Domingo, gastada y feria, plaza, quiosco, banda, novia,
Para ti amor, desde aquel balcón, desde aquella reja, aquella serenata. Callejuela, faról y sereno. Portales, arcos y columnas. Arboledas y trinos.
Para ti hermana, hermano, desde las comarcas del tisú, del tafetán y del encaje. Olán, arandela, listón. Trenza y flor. Chongo y peineta. Enagua y rebozo. Huipil, tacón, salomónica. Escote, abanico, ojos negros.
Para ti che, de donde está el chocolate batido, la nata, el pan. Para ti vos, desde donde se hace el pan de nata, el sorbete y el merengue. Chía, pozole, aguas frescas. Mango, sandía, ciruela, guayaba, tamarindo. Zapote, mamey, guanábana.
Desde Hispanoamérica, la tierra de papá y de mamá. De los abuelos. La costura de mamá, las chancletas de papá, la mecedora del táta. Los vecinos, el viento de la lluvia. Los niños de la cuadra, el pregonero. Las canicas, sirenita de la mar, doña blanca. El olor a eso. El sabor a eso. A todo eso. El aroma del recuerdo.
Este homenaje es para ti mi cuate, manito, pochito, caballero, paisa, mi hermano, raza, mi sangre, desde Hispanoamérica, parte prominente de nuestra américa nuestra suave, dulce américa. De la patria grande que es el contienente americano.
Valioso que Marino Rajoy, presidente del Gobierno español, haya declarado sentirse un hispano en Europa. La hispanidad es un concepto que va más allá de España y se entrelaza con las manifestaciones emanadas de la fusión cultural con otros pueblos, más allá del Viejo Continente.
La hispanidad la encontramos mayoritariamente en América, pero también la vemos en suelos africanos, asiáticos y oceánicos, hasta donde llegó la influencia ibérica. A los latinoamericanos suele llamársenos hispanos en los países anglosajones, y así somos comúnmente identificados en Estados Unidos.
La presencia española en nuestro continente por más de tres siglos determinó nuestras sociedades actuales; sin embargo, todavía quedan prejuiciosos y acomplejados que mantienen el discurso siempre errado y obsoleto de achacar a España el tamaño de nuestro lento desarrollo histórico y eso no solo es un tremendo despropósito sino, además, una completa ignorancia.
Acabo de venir de México y mirándolo junto al Perú, confirmo la notable influencia en los dos países que fueron los centros gravitacionales de la presencia española en América. Sin España no seríamos lo que somos en historia, religión, lengua, arte, culinaria, etc. El encuentro de dos mundos, que ayer recordamos, que fue forjado en un devenir histórico no agendado, produjo con el tiempo la hispanidad ensanchada que hoy comentamos.
No hay ninguna manifestación religiosa peruana que esté exenta de la dualidad mágico-precolombina y de las manifestaciones confesionales peninsulares, donde hasta la muy peruana procesión de fe del Señor de los Milagros acusa el legado de ese histórico sincretismo producido.
Amigo Franciso , Puerto Rico es una hermosa isla caribeña que recuerdo con mucho cariño cuando la visitè por una semana ; tiene una condiciòn muy especial ; si son ciudadanos de la Unión americana , pero al mismo tiempo no forma parte de los estados americanos , es un estado libre asociado . En noviembre del 2012 la población fue a las urnas para votar si querían ser el Estado numero 51 de la Unión Americana . El 61 % votò para formar parte completa de la Unión Americana pero el congreso de USA todavía no lo aprueba ; en lo personal sospecho que Washington todavía no lo aprueba porque cada vez mas es mayor la influencia hispana en la unión americana ( por todos lados) y parece que le dan "cosquillitas" al gobierno de USA tener en Washington mas senadores y diputados hispanos de los que ya tienen. (van en aumento cada vez mas) El idioma oficial de Puerto rico es el español como primer idioma (80% de la población) y el ingles como segundo idioma (lo habla aprox el 20% de la población) ; no hay que preocuparse por nuestro idioma que sigue en aumento, mas bien la preocupación de algunos angloparlantes es notoria por la influencia del español no solo en Puerto Rico sino en todas las ciudades de la Unión americana; sino , que le pregunten a Trump porque quiere hacer un muro mas alto en toda la frontera Sur Saludos ..JJ
A la derecha, Hispanoamérica en el año 1800, poco antes de su independencia, cuando aún estaba unida bajo la lengua española y la Corona de España. A la izquierda, el mapa político actual, que muestra la fragmentación de Hispanoamérica en 18 repúblicas con fronteras internacionales entre sí. La América hispana pudo llegar a alcanzar los 20 millones de km2 de extensión, pero la invasión estadounidense de México en 1847, que arrebató a este más de la mitad de su territorio, así como la colonización portuguesa (violando el Tratado de Tordesillas) ocupando la mayor parte de la Amazonia, que por ley le pertenecía a España, redujeron considerablemente la extensión de este inmenso territorio. A pesar de ello, la reunificación solo de Hispanoamérica daría hoy lugar a un país de más de 11 millones de Km2, el segundo más extenso del mundo, sólo por detrás de Rusia, y el tercero más poblado, después de China y la India, y por delante de Estados Unidos.
(Los Hispanoamericanos hemos sido muy peleones entre nosotros mismo ; por eso , a estas alturas no nos ponemos de acuerdo todavía en casi nada)
La invasión estadounidense a México de 1846 infligió a los mexicanos una herida dolorosa que cicatrizó poco a poco, a lo largo de 170 años. Donald Trump ha vuelto a abrirla.
Entre las muchas mentiras que ha urdido, ninguna más ridícula que su intento de contradecir a la historia, presentando a Estados Unidos como una víctima de México, país que supuestamente le roba empleos, le impone tratados onerosos y le manda a sus “bad hombres” a través de la frontera.
Frente a esta fake history(falsa historia), algunos mexicanos se han propuesto recordar a Trump cuál fue, exactamente, la primera nación en ser víctima del imperialismo americano. Su proyecto es promover una demanda que anule totalmente el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado el 2 de febrero de 1848 y por medio del cual México –invadido por el ejército estadounidense, ocupada su capital y tomados sus puertos y aduanas– se vio obligado a admitir la anexión de Texas y conceder a Estados Unidos más de la mitad de su territorio, que corresponde principalmente a los actuales estados de Arizona, Nuevo México y California.
Encabeza el esfuerzo Cuauhtémoc Cárdenas, el mayor estadista de la izquierda mexicana. Cárdenas está convencido de que el gobierno mexicano –sobre todo ante la agresión de Trump– tiene en sus manos un caso sólido. Según su tesis, aquel tratado es violatorio de imprescriptibles normas internacionales del derecho y por ello susceptible de ser denunciado (con propósitos de reparación o indemnización) ante instancias como la Corte Internacional de Justicia y la ONU. Y aun admitiendo –sin conceder– la validez del tratado, varios artículos cruciales, como el respeto a la ciudadanía, la propiedad y la seguridad de los 100.000 mexicanos que quedaron en territorio estadounidense, se incumplieron desde un principio.
La iniciativa, sin embargo, enfrenta enormes obstáculos. Bernardo Sepúlveda, ex Secretario de Relaciones Exteriores y el mayor experto mexicano en derecho internacional, considera que “muy a su pesar” la demanda no prosperaría. “En tiempos anteriores las guerras de conquista no se topaban con la misma condena moral y legal que ahora forma parte de nuestro sistema legal”, me dijo. La demanda tendría que presentarse conforme a la Convención de Viena “y mostrar que el Estado mexicano no aceptó expresamente la validez del tratado o que, en razón de su conducta, el mismo Estado mostró su rechazo a esa validez”.
Pero ese no fue el caso del Tratado de Guadalupe Hidalgo, que fue firmado con el consentimiento de ambos gobiernos y sus respectivos congresos. “Adicionalmente”, agrega Sepúlveda, “para obtener un dictamen, la demanda de anulación del Tratado de 1848 tendría que someterse a la Corte Internacional de Justicia, cuya jurisdicción obligatoria en casos contenciosos no está reconocida por Estados Unidos”.
No obstante, una es la lógica jurídica y otra la lógica política. Si el gobierno de Peña Nieto no hace suyo el proyecto de Cárdenas, un candidato de oposición (sea de izquierda populista o de derecha nacionalista) podría adoptarlo como bandera hacia las elecciones de julio de 2018. Y si alguno de ellos gana, el nuevo presidente podría convertir la demanda en realidad.
Más allá de la viabilidad, lo que está en juego es algo aún más vasto: necesitamos alentar el debate sobre la verdadera historia de aquella guerra que Estados Unidos, convenientemente, ha olvidado o maquillado, pero que ahora más que nunca importa recordar honestamente como lo que fue. Se trata de una enormidad que cabe en una pregunta: ¿qué parte de la prosperidad histórica de Estados Unidos se ha afincado en el desarrollo de los territorios habitados originalmente por mexicanos y arrebatados a México en una guerra de conquista?
Porque no hay duda de que fue una guerra de conquista. Así la vivieron muchos soldados, que leían la Historia de la conquista de México de William H. Prescott –el recuento de la expedición de Hernán Cortés para conquistar el imperio azteca– mientras avanzaban sobre territorio mexicano. Así la consideraron, con vergüenza y pesar, grandes personajes de la época. Esa “guerra en extremo indignante” (dijo John Quincy Adams) había sido “accionada por un espíritu de rapacidad y un desmesurado deseo de engrandecimiento territorial” (escribió Henry Clay), a partir de un ataque premeditado por el presidente James Polk gracias al cual “una banda de asesinos y demonios del infierno se permitieron dar muerte a hombres, mujeres y niños” (Abraham Lincoln).
Tras el bombardeo a la población civil de Veracruz, el general Robert E. Lee escribió a su esposa: “mi corazón sangra por los habitantes”. En sus memorias, Ulysses S. Grant lamentaba no haber tenido el “coraje moral para renunciar” a la que, desde joven, había calificado como “la guerra más perversa”. Para varios otros políticos y pensadores (incluido Henry David Thoreau) la guerra contradecía los valores democráticos y republicanos fundacionales de Estados Unidos y era contraria a la elemental ética cristiana.
La iniciativa de Cárdenas podrá tener pocas probabilidades de éxito legal, pero en estos tiempos en que México ha sufrido los injustos ataques del presidente Trump, su impacto público puede ser considerable.
Estados Unidos debe a México y se debe a sí mismo una revisión franca de su primera guerra imperial no sólo en los currículos de sus escuelas y universidades sino en sus museos y libros. Hollywood y Broadway, que desde su origen han jugado un papel importante en definir la conciencia histórica estadounidense, deberían abordar el tema. Películas, documentales y series de televisión notables han contribuido a modificar la memoria de dos pecados de origen: la esclavitud y el racismo contra los afroamericanos y, en menor medida, el exterminio y la represión racista de los indios americanos. Falta el tercer pecado: la agresión contra México y el despojo de su territorio.
Tres siglos antes de que los ancestros de Trump pisaran Estados Unidos, había mexicanos en aquella zona septentrional de Nueva España y México. Pero ni ellos ni sus descendientes actuales son parte siquiera simbólica del orgullo nacional estadounidense, sino objetos de una imagen estereotipada o emblemas de un pasado vergonzoso que se ha mantenido en la oscuridad. Es hora de que ese pasado salga a la luz, sea reconocido y reivindicado.
Para nosotros los mexicanos, esta es la oportunidad de una forma de reconquista. Seguramente no una reconquista física de los territorios que fueron nuestros. Tampoco una indemnización que debió ser mucho mayor a la magra cantidad de 15 millones de dólares que pagó el gobierno estadounidense (a plazos) por el despojo. Necesitamos reconquistar la memoria de esa guerra pródiga en atrocidades inspiradas por prejuicios raciales y ansias de expansión territorial.
Pero seguramente la mejor y más justa indemnización sería una reforma migratoria en Estados Unidos que abriera el camino de la ciudadanía a los descendientes de aquellos mexicanos que padecieron la injusta pérdida de la mitad de su territorio.
Enrique Krauze es un historiador mexicano, editora de la revista Letras Libres y autor de, entre otros libros, "Los Redentores: Ideas y Poder en América Latina".