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De: JoKeR-MaN (Mensaje original) |
Enviado: 08/10/2014 02:33 |
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**Dejando atrás los nevados senderos de Asgard uno de los 7 guardianes del océano y fiel sirviente del emperador Poseidón, Eo de Scylla, continúa su veloz y grácil andar entre los congelados paisajes del norte del Europa. Cada músculo se mueve con agilidad felina, dejando tras de sí ligeras huellas sobre la nieve de su paso por aquella tierra, mientras algunos copos se instalan entre las hebras rosáceas de su cabello. Pronto, el guerrero del mar divisa a lo lejos el sendero de un río que parece llevar milenios congelado. Quedándose un momento quieto, solo acariciando el helado paisaje con sus ojos avellana, el amo de las 7 bestias del mar toma un profundo respiro del aire frío de Asgard y dedica esos pocos segundos a la reflexión. °°El señor Poseidón reinará Asgard, como debió haber sido desde tiempos mitológicos. ¡La espada de Balmung será suya!°° y estos pensamientos dibujan en su rostro una confiada sonrisa. Eo reanuda su andar, ahora uno más calmado y sereno, en dirección de aquel rio congelado con la única intención de derrotar a los Dioses Guerreros de la leyenda y hacerse de la espada de Balmung como tributo a su Dios.**
Sukyura no Io » Kaitoshi Marīna
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*La bravura de la Naturaleza en los eones de su existencia se ha manejado en un delicado equilibrio, de la misma forma que los fluidos que en su andar arrastran aquello que les sea contrario, hasta que un cambio de balance haga triunfar una esencia sobre otra; tal efecto es el que sucede en un lugar en específico, donde la energía calorica ha tomado presa a la fuerza del agua y contrario a la gravedad, ha sido sostenida durante años en tal estado congelado, desarrollando un paisaje único en medio de toda esa Sagrada Tierra, hogar de los viejos Dioses del Norte del mundo, siendo su padre el poderoso Odín, cabeza de los Dioses Aesir. Y bajo la explanada superior llena de nieve, ondas de gélido y sibilante viento se desatan cual si tuviesen imbuidas en sí la furia misma de tales tierras agrestes, y con tal naturaleza el viento arremete cascada abajo y desde todos los ángulos, haciendo de esa localidad un lugar de altísimo riesgo para cualquiera que se aventurara, sin embargo un sonido delata la presencia de varios valientes, y bajo el frío cielo, el aullido de un sin número de cánidos se oye con claridad, cual si perforase la monotonía del viento, advirtiendo con su tono agudo, la muerte inminente de cualquier invasor, entre tanto las gargantas, pelajes y ojos se esconden entre la nieve, las rocas y la pared de agua.*
Fenrir de Alioth |
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*Los aullidos feroces y desvergonzados de las bestias de Asgard son captados por los oídos del guardián del Pacífico Sur, quién eleva su mirada al nublado cielo dejando que el soplido fresco acaricie sus rosadas mejillas. -Así que los lobos del norte han salido a cazar.- dice para sí, mientras en su galante rostro se dibuja una orgullosa sonrisa. -Poco saben que hoy ellos son las presas de las fieras bestias del mar.- Rompiendo su quietud, aquel hombre protegido por la nacarada escama de Scylla continua su veloz andar en dirección de la congelada cascada que ya cerca se encuentra. Sin embargo, sobre el sólido flujo del río la figura de un guerrero no es la que aparece, sino la de una bella dama que parece rezar sobre la cornisa de la congelada cascada. Sobre su cabeza, cubierta de violáceos cabellos azotados por el viento, un velo de encaje se mueve con gracia al compás de Eolo. Sus ojos son cubiertos por sus parpados y en su rostro puede dibujarse la angustia misma. Sin duda aquella frágil e indefensa mujer es presa fácil para los hambrientos lobos de Asgard; sin embargo, oculto entre la nieve y el hielo, una figura se impacienta por la llegada de las bestias nórdicas como una araña, esperando que su alimento caiga en su red.*
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*De acuerdo a los recodos y recovecos de las rocas, paredes, nieve y árboles, el viento sigue fluyendo, adaptándose al relieve magnífico del Norte del mundo, en tanto deja a su paso el helar propio de la Tierra designada a los Dioses Nórdicos. El sol apenas filtra sus pálidos rayos entre las nubes, que bajan y se estrellan en todos lugares, dejando que al chocar con la cascada, su propio brillo se difumine en los colores del arco iris, recordando el paso bravío que dejan las hijas de Odín en su marcha. Ajeno a toda esa belleza, un hocico se abre y exhala imponente su aullido que va a chocar en la misma cascada congelada, resonando entre la nieve. Con aspecto fiero y ágiles movimientos, un lobo de pelaje pardo se cruza en el camino de la dama intrusa. El aullido cambio, y ahora resuena el poderoso rugido del Lobo del Norte, cuyos ojos ahora toman por objeto a la figura femenina. Rodeando el cuello, un denso pelaje simula una melena especial, que no sólo es adaptación al frío, sino que además remarca la diferencia de cualquier otra especie lobuna respecto de aquella que se ha formado en la defensa de Asgard. Las cuatros patas se acercan al suelo, casi acariciando la nieve con su vientre, aumentando la fuerza y el vibratto de su rugido, erizando muchos de sus marrones pelos, demostrando sus fauces, y preparado para lanzarse, en tanto que a su rugido se aúnan otros aullidos, demostrando que en todo aquel paraje, una jauría es la habitante y guardiana de la cascada.*
Fenrir de Alioth |
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*La solitaria y arrodillada figura sobre el borde de la congelada cascada voltea su rostro bello rostro en dirección de la bestia que la amenaza una expresión de horror se dibuja por un segundo en su faz, como si temiera ante las fauces de la bestia del norte. Sin embargo, de un segundo a otro, el antes hermoso rostro de la dama se transforma en la cara de una bruja del mar, con piel mutilada por el fuego y unos redondos ojos abiertos y llenos de odio. Por si esto fuera poco, un extraño movimiento se nota bajo las blancas faldas de la mujer comienza, desprendiendo una agresiva energía de la cual seguramente el lobo se percataría y una corriente de aire violenta proveniente de sus interiores. La estatura de la mujer crece, clavando sus malignos ojos amarillos sobre la bestia y mostrando sus podridos dientes en señal de amenaza. La manada será necesaria para derribar tan hórrida criatura y, con suerte, su líder aparecerá. La oculta figura permanece inmóvil y atenta a los movimientos del lobo, con una orgullosa sonrisa en el rostro.*
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Aizakku Kuraaken
**Sin aparentar mucha importancia por lo que pueda ocurrit con él o con su compañero, el insensible personaje de cabellera verde continúa surcando Asgard a paso firme y presuroso, pasando a un costado del campo de batalla donde se desarrollan los hechos entre Phenrill y Eo para así seguir hacia la siguiente parada en su camino**
(Solo de paso) |
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*Mas fauces abiertas, más ojos vigilantes y más pelajes erizados reaccionan ante el cambio dado por la dama. Siendo el norte tan agreste, hasta las mismas plantas tienen que ser fuertes y tener sólidas sus raíces, de igual forma todas las bestias dueñas de esos recodos han afianzado durante lustros, su propia identidad y combatividad, y prueba de ello es la compostura demostrada por tan invicto lobo. La manada observa, vigila y olfatea, como lo han hecho siempre, pero ni un sólo músculo se agita en ellos, sólo se oye más fuerte, más grave, el rugido del lobo a la vanguardia. Un silbido se oye, proveniente de cualquier parte, más afín al lenguaje lobuno que al lenguaje humano, y en perfecta sincronía una ráfaga marrón pisotea la nieve, dejando sus huellas hundidas en ella. El lobo se abalanza en ataque, fiel a su naturaleza, se impulsa sobre uno y otro montículo, escogiendo una roca en particular, desde la cual los dientes reflejan la pálida luz, con un aliento potente, el lobo cruza el aire como una saeta, respetando el origen mítico de los lobos del país nórdico. La mandíbula se entre abre, y su objetivo es el cuello de aquel ser horrendo, pero nada hay tan poderoso como la convicción de los lazos entre las especies de la naturaleza. Fauces, ojos y pelajes permanecen atentos, unos desde cuevas, otros entre la nieve y todos firmes ante la unión de su manada.
Fenrir de Alioth |
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*Justo cuando parece que los blancos y afilados colmillos del lobo del norte perforarán el estirado cuello del monstruo extranjero; la hórrida figura, de un segundo a otro, desaparece sin dejar rastro como si jamás hubiera estado ahí. Seguramente la mordida del lobo pasará de largo, dejando que la bestia caiga por el borde la cascada en lo que parece una muerte inminente. -Los lobos de Asgard no son tan listos y feroces como se dice.- comenta con una sonrisa en los labios la solitaria figura escondida, sin en realidad saber si la bestia que lo amenazaba cayó por el borde, mientras camina con paso marcial paso sobre el hielo de la cascada, dejando ver su brillante armadura queen cada una de sus piezas parece emular la forma de una bestia distinta tan feroz como cualquier lobo de Asgard. En su galante rostro se refleja la absoluta confianza que se tiene, así como el orgullo que inunda su ardiente corazón, y su adónico cuerpo se ve iluminado por una azulada luz que delata su presencia en aquel lugar y, además, hace sentir su fuerza. Eo de Scylla ha hecho su triunfante entrada, sin embargo, su objetivo no es matar a aquellos lobos sino conseguir los zafiros Odín en nombre de su amo y señor: Poseidón.*
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*El viento se convierte en la urna del horroroso aullido del lobo en su caída, dejando en el aire la frustración y el orgullo herido en una mordida que por vieja tradición no falla al cerrarse. La nieve deja ver las marcas de las garras y el hielo haciendo lo mismo dejan en el ambiente una ligera sensación de esperanza. Siguiendo a las marcas de garras, varios rugidos se toman la escena, desde varios puntos, dirigiéndose hacia la figura atrevida que interrumpe la cascada. Nuevos movimientos y otras fauces se presentan en la explanada cubierta de nieve, fauces que apuntan al invasor, más ésta vez el pelaje es gris, al igual que los ojos y sobre ellos una forma, una cicatriz, una marca, una media luna invertida. Otro aullido y éste es el mismo que sonara anteriormente, con una mezcla entre humano y animal, mientras que una estela azulada recorre con gran agilidad varias piedras, hasta pararse a varios metros, sobre un delicado montículo de nieve. - Matenlo! - El cánido de media luna recoge sus patas, y sobre éste un sin número de manchas marrones cruzan el lugar, saliendo de todas partes, devorando el espacio, atacando a su vez desde cada punto, cada lugar de la figura del invasor, atacando unos a las piernas, otros a las manos, otros a los hombros, otros al cuello, otros a la espalda. La manada ha actuado, y se lanza en embestida para defender su hogar. Decenas de colmillos, garras y patas cruzan el aire y fieros azotan el aire con su fuerza, cayendo en simultáneo sobre el que porta la Escama de Poseidón. Parece que el mismo viento se estremece, los árboles se sacuden, las ramas crujen, la nieve cae, y la manada ataca.*
Fenrir de Alioth |
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*La elegante figura proveniente del océano no se inmuta ni por un segundo al ver a la feroz jauría lanzarse en su contra. -Me insultas.- comenta con seguridad en su voz. De un momento a otro, la luz azulada que emana su cuerpo pasa de ser tan tranquila y apacible como una laguna a violenta como el mar durante una tormenta, y justo cuando las garras y los colmillos se acercan peligrosamente, la entera humanidad de Eo desprende en todas direcciones una fuerte onda cósmica que busca repeler y golpear a los lobos a distancia, además de herirlos e inhabilitarlos para un combate pero sin el suficiente poder para arrancarles la vida. Con los ojos color avellana ardiendo con determinación, y su cosmos azul creciendo segundo a segundo, el fiero General de Scylla exclama con autoridad al dueño de la voz que lo designo como blanco. -¿Es que acaso crees que unos simples animales podrán acabar con uno de los 7 Generales Marinos de Poseidón?- cuestiona, como si el ataque de las bestias fuese más un insulto que una ofensiva en su contra. -Si no quieres que tus mascotas acaben muertas, ordénales que se retiren. Por más salvajes que sean, sus colmillos no son rivales para mi armadura y mi poder.- exclama, advirtiendo a su enemigo. En su rostro galante puede apreciarse una expresión de seriedad. -Enfréntame tu mismo y muere con honor.- concluye sin dejar de hacer arder su cosmos como una advertencia, pues no existe gloria en asesinar a la fauna local. El silencio dejado tras su primera y única advertencia es solo roto por el crujir del viento entre los escarpados flancos de las heladas montañas del norte. Eo, guardián del Pacífico Sur, sólo busca el zafiro Odín.*
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*Sorprendida la figura sobre el montículo sigue el suceso abajo entre el invasor y sus amigos. La sangre corre con más fuerza al interior de las venas y arterias de aquél Guardián. Producto de la ira la dilatación de las pupilas cobra mayor protagonismo en la expresión salvaje y cruel. El viento pasa entre los cabellos azulados, apenas turbando la mirada fija, cual si fuese la luna misma dirigiendo la marcha de los lobos. Apenas cae algo de nieve, al punto que los pies de aquél se elevan y caen frente al invasor. Recubriendo el cuerpo atlético una Túnica Sagrada de color azul hace las veces de protección y poder en la figura de quien por su aspecto, es un Guardián nativo de esas heladas tierras. Un ligero chasqueo en su boca, similar a un gruñido, parece ser la orden para la retirada de los lobos, algunos heridos, que dejan su vaho, cargando de orgullo todo el lugar. - Así que Ustedes son los enviados por Poseidón para destruir nuestra tierra y darle más orgullo a un humano... Humanos... Y aún así me hablas de honor... Tsk - El cuerpo nervudo de aquél nórdico se tensa, mientras que unas delicadísimas bolutas de energía fluyen hacia todas partes, rodeando su cuerpo y aligerando la presión en su contorno. "Orgulloso y prepotente como todos los demás... Pero tu carne será comida de mis hermanos." El aspecto cruel de su mirada se resalta un tanto más, mientras que de forma muy delicada las plantas de los pies se mueven cobrando una posición diferente,recordando la postura agazapada, de asecho de un cánido.*
Fenrir de Alioth |
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*Teniendo finalmente frente al Dios Guerrero, una sonrisa se dibuja en los labios del Marino pues confía en que la gema que el hombre-lobo porta en su cinto pronto será suyo. -Mi nombre es Eo de Scylla, y mi único objetivo en tus tierras congeladas es conseguir los zafiros Odín que tú y los otros Dioses Guerreros portan. Si me lo entregas en este momento, podrás vivir un poco más con tus… mascotas.- comenta el General, haciendo hincapié en la última palabra de sus oraciones. Su cosmos aún arde, brillando como una estrella azul en tan olvidado paraje, ganando fulgor y fuerza en cada segund y haciendo sentir su poder como advertencia -No lo diré otra vez.- finaliza, sin perder detalle de su rival, y tensando los músculos de sus piernas y brazos por cualquier eventualidad. El viento aúlla entre las montañas de Asgard, y la nieve continua su eterno caer. Las bestias del mar no se irán sin cumplir su objetivo.*
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*Con mirada altiva, que se combina con dejos de cierto salvajismo, como si se reflejara desde su rostro ese espíritu lobuno, tal como aquellos que se relamen, otros aún se quejan y uno se escucha aullar desde la parte baja, que no ha muerto pues la caída fue manejada al resbalarse entre la nieve. - Mascotas... Eres un humano idiota como todos, además de traidores! Y ahora vienes tu a intentar hacerte dueño de mi zafiro. Pues has de saber que sólo podrás tomar cualquier zafiro al asesinar a su portador y nunca un Dios Guerrero se dejará asesinar! Es tiempo de que seas comida de mis hermanos! - Con furia controlada, un carácter mas de ese comportamiento agreste. La nieve pasa rápidamente al lanzarse en ataque el Dios representante de la estrella Alioth. Sus pasos son sorprendentemente rápidos, alcanzando un ritmo muy veloz en muy poco tiempo, al momento que se lanza de lado a lado, en perfecto aprendizaje de la estrategia de caza del lobo, agazapado e impulsándose en diferentes direcciones acercándose inexorable a su presa. "Yo los vengaré!" Ojos, nariz y boca que demuestran su animosidad ante la caza, dilatando las pupilas, expandiendo las fosas nasales y saboreando el aire, capturando cada indicio del olor de su oponente. La fuerza sólo se supera por la velocidad cuando apenas se posa sobre el suelo cuando sus plantas lo han impulsado en otra dirección. Manos duras que se cierran dejando que dos garras metálicas de su túnica de color dorado, tomen protagonismo mientras cortan el aire, sin tan siquiera generar sonido, sólo un ligerísimo silbido al paso de tales armas. Sobre el rostro una máscara protege su rostro y completa toda su apariencia lobuna. Las garras pasan con velocidad, cual zarpazos con una fiereza sólo vista en los carnívoros. El aire se corta, mientras que de un lado y otro las garras avanzan hacia el rostro de su oponente, buscando afecta desde el cuello hasta cruzar el rostro con tal ataque. Sobre el silbido producido por las garras en tal ataque, un sonido particular también se hace escuchar, un sonido cual vibratto que proviene de la garganta del Dios Guerrero.*
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