Allí estaba, parado en la puerta, observándolo dormir en la mesa de su taller. Sus ojos fríos, sus labios cerrados y marcados, contrarrestándose con la imagen del joven cansado y con sus cabellos desparramados entre sus herramientas. Elevó ambas de sus cejas, torciendo un poco su cuello como si quisiera verlo mejor, incluso sus pupilas hicieron un juego lento de binocularidad, tal vez había observado de cerca detalles que solo pueden obtenerse arrimándose más. Caminó tranquilamente hasta él, procurando no despertarlo, sosteniéndolo con un brazo detrás del cuello ajeno y otro detrás de las rodillas. Observó su rostro dormido de cerca, sus rasgos delicados, su piel blanca, sus pestañas largas, su cabello liso e iluminado. Sus labios se mantenían semiabiertos al verlo de cerca, el muchacho resultaba tener todas las cualidades, pensó a la vez que comenzó a caminar hasta la habitación con tranquilidad y en silencio, además de ser buena persona, tener amabilidad, ser inteligente para lo que dedicaba su vida… sobre todas esas cosas también era muy hermoso. Lo recostó en la cama con cuidado de no despertarlo aún, le descalzó y le sacó la chaqueta blanca dejándola sobre las sábanas una vez que lo cubrió entero. No iba a desnudarlo, porque aún así sabía de respetos para con el otro. Sin pensarlo dos veces, abrió las sabanas metiéndose él también a la cama, observándolo una vez más antes de cerrar sus ojos con tranquilidad. Estando a su lado, mirando hacia Tateki que se encontraba acostado boca arriba, con la cabeza en el almohadón que compartían, el pelirrojo atento aún al estar dormido, se tranquilizó… dejándose llevar por Morfeo.

En la media luz de la habitación, solo podía doblar un poco su cabeza para verlo mejor. La luz de la luna ingresaba por la ventana justo a la cama e iluminaba los ojos blanquecinos del pelirrojo – …me siento mejor – imitó la forma en la que hablaba Tateki, con cuidado y en susurros. Tampoco quería interrumpir la paz en la habitación, aunque ninguno de los dos estuviera dormido - …pero no estoy listo para irme – murmuró dirigiendo quizás instintivamente los ojos a la boca del menor… observando sus labios sin disimularlo si quiera un poco, así como era su costumbre de dejarse llevar por las emociones. Estaban demasiado cerca, incluso podían sentir la respiración del otro con rigor. El perfume en el cabello del menor era realmente apacible y sus labios entornados parecían esperar que el mayor le rozara la boca, volvió a subir sus ojos a los pardos ajenos, entrecerrándolos un poco, como si se encontrara ensoñecido – quiero cuidarte a ti esta noche – agregó en murmullos.

Ensoñecido: en la penumbra de los sueños. Casi dormido… casi despierto.
:3 gracias por lo del viaje! 

Deslizó la mano que tenía sobre la cintura ajena hasta subir por su hombro y finalmente alcanzar su rostro, manteniéndolo, aunque sin obligarlo rotundamente, derecho para mirarlo frente a frente y directamente a los ojos – no hace falta que estés mal para que yo desee cuidarte, has hecho bastante por mi – murmuró, seguía murmurando a pesar de que Tateki-kun hablaba con absoluta normalidad. Se arrimó un poco más, lentamente, junto con el cuerpo, brindándole calor al otro y comodidad, sus largos dedos y sus uñas color negro comenzaron a deslizarse en su cabello suavemente, acariciándolo como si se tratara de un frágil gatito. Sus ojos le observaban, ahora más cerca, con decir que sus narices se rozaban – duerme… velaré tu sueño – murmuró arrimando sus labios al oído del menor, para que le escuchara concretamente. Cuidaría su sueño, no permitiría que las pesadillas entraran en su mente… y por supuesto que él también dormiría, pero manteniéndose tranquilo de que el peliblanco estaba a salvo hasta en las quimeras.  El contacto era bueno, era cálido y reconfortante, un sabio del Imperio alguna vez le dijo “Cuando dos corazones están cerca, qué sucede? No hablan, sólo susurran y se vuelven aun más cerca en el tacto. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo”. Aquello siempre había rondado por la mente del pelirrojo, pero nunca había encontrado un verdadero significado para lo mismo. Hasta verse a sí mismo, ahora mismo, observando los ojos de ese muchacho.. Tateki, que lentamente y quizás sin darse cuenta le estaba enseñando muchas cosas más. Alejó sus labios del oído ajeno, observando sus ojos uno vez más… esperando que el menor se duerma.

Se arrimó apenas a su boca, tan poco que el peliblanco no pudo notarlo y antes de que algo sucediera preguntó “Por qué haces todo esto…?”, el pelirrojo se quedó observando el sonrojo en la mejillas ajenas y la vista gacha del mismo, que evitaba mirarlo. Volvió a oír su tenue voz “No te entiendo…”. No esperaba que lo entendiera de todos modos, ni él mismo podía comprender que le ocurría con ese muchacho, Tateki-kun. ¿Y era de verdad tan necesario comprenderlo? ¿Realmente era tan importante?, si. Si para alguien que usa la lógica y que trabaja con el razonamiento en sus compromisos con las machinas o robots. Sus ojos casi blancos le observaron aún, le miraban asiduamente sin poder ocultar su ineludible interés y curiosidad que le daba lo que preguntaba. Su rostro se mantenía serio y su mano se había quedado suspendida en el aire, con solo alguno de sus mechones deslizándose y cayéndose de la misma. ¿Acaso no le gustaba? - …A que te refieres con “todo esto” – murmuró – que es lo que no entiendes.. – agregó frio, aunque por dentro preocupado por lo que le habían causado sus acciones.

Se sorprendió al verlo darse vuelta en la cama, aunque no cambió la expresión de su rostro. Le oyó decir aquello, sin darse cuenta a lo que se refería. Sin embargo, su mano volvió a bajar lentamente por su cabello, acariciando más allá de eso, sino más bien su cuero cabelludo, su cabeza. El peliblanco podía sentir las caricias en su nuca, detrás de su cuello… y pronto que unos finos labios se arrimaron a su oído para susurrar - …me gusta… cómo eres -.
Con eso ya le habría dicho lo que le pasaba y el porqué de sus acciones, le gustaba él, todo él  - …por eso – respondió a una pregunta que el menor había formulado anteriormente “Por qué haces todo esto...?”. Si bien eran solo palabras, el pelirrojo tomó las sabanas para cubrirlo más y volver a las caricias, dispuesto a dejarlo dormir. Ya mañana le aclararía más las cosas si es que no se encontraría enojado debido a su confesión. Por ahora la machina solo le observaba, callada.