El fiscal a cargo de la investigación de la causa AMIA, Alberto Nisman, reclamó que la presidenta Cristina Kirchner y su canciller, Héctor Timerman, sean indagados por la Justicia bajo la acusación de querer encubrir a Irán por el atentado a la AMIA y "fabricar la inocencia" de los ex funcionarios iraníes involucrados en el ataque.
El pedido de indagatoria, que incluye un pedido de embargo de 200 millones de pesos sobre los bienes de los imputados, se extendió al diputado y jefe de La Cámpora, Andrés Larroque; el líder piquetero Luis D'Elía; el jefe de la agrupación Quebracho, Fernando Esteche; a un ex juez de instrucción que trabajó para la ex SIDE Héctor Yrimia, y a un encumbrado agente de Inteligencia que trabaja con la jefa del Estado.
Cristina Kirchner es el segundo presidente que enfrenta una acusación por querer encubrir a Irán. Carlos Menem ya está procesado por eso y está a la espera de que el Tribunal Oral Federal N° 2 le ponga fecha al juicio en su contra.
Nisman presentó su denuncia ante el juez federal Ariel Lijo, el mismo que procesó al vicepresidente Amado Boudou, porque es el magistrado a cargo de las irregularidades en la investigación de la causa AMIA. La jueza Servini de Cubría es quien cubre a Lijo durante la feria judicial. La magistrada decidirá hoy si entiende que es competente, si es un tema de feria y si le manda la denuncia a un fiscal para que impulse el caso. Todo hace pensar que esperará a febrero.
La denuncia, de 300 páginas, es durísima. El fiscal difundió una síntesis para no revelar los nombres de los agentes acusados. Pero incluye escuchas telefónicas que revelan que la Presidenta hablaba con un agente de la ex SIDE de su confianza o con "el Cuervo" Larroque y que éstos ponían en conocimiento de D'Elía o Esteche esas órdenes. Y D'Elía las comunicaba al supuesto agente iraní Alejandro Yussuf Khalil, que llamaba por teléfono a Irán a Mohsen Rabbani, uno de los prófugos del ataque.
Nisman sostiene que Cristina Kirchner negoció levantar las acusaciones contra Teherán para poder comprarle petróleo barato a cambio de granos y para eso acordó montar una pista falsa en la que se acusara a grupos "fachos locales", de modo de fabricar la inocencia de Irán. Incluso se habló de que Irán comprara armas. En la denuncia, se señala que "la confabulación criminal fue decidida por Cristina Kirchner y puesta en funcionamiento por Timerman".
El fiscal sostuvo que se buscó un acuerdo comercial antes de la firma del memorándum con Irán, supeditado a que se levantaran los pedidos de captura internacional contra el ex ministro de Inteligencia Ali Fallahijan; el ex jefe de la Guardia Revolucionaria Mohsen Rezai; el ex jefe de la fuerza Al Quds y ex ministro de Defensa Ahmad Vahidi; el ex agregado cultural de la embajada iraní en la Argentina Mohsen Rabbani y el ex tercer secretario de la embajada Ahmad Reza Asghari. "El plan criminal se activó en enero de 2011, cuando Timerman viajó a la ciudad siria de Aleppo y secretamente se reunió con su par iraní, Ali Akbar Salehi, a quien le hizo saber que las autoridades argentinas estaban dispuestas a renunciar a la investigación del caso AMIA y a cualquier reclamo de cooperación y justicia, con tal de provocar un acercamiento y restablecer plenas relaciones comerciales entre ambos Estados."
El acuerdo se plasmó en el memorándum, pero se interrumpió ante la negativa de dar de baja las circulares rojas. Decayó entonces el interés de Irán en el pacto.
Nisman dijo que se estaban armando falsos culpables para endilgarles el atentado. Explicó que Esteche, de Quebracho, un grupo que siempre se sospechó ligado a la ex SIDE, le acercó al agente iraní Khlail al ex juez Yrimia, que había trabajado como fiscal en los albores del caso. Esteche dijo en una de las escuchas citadas: "Quieren construir un nuevo enemigo de la AMIA, el nuevo responsable de la AMIA, es una necesidad que tienen que construirla". La acusación relata reuniones del iraní con D'Elía y Esteche. Y le adjudica a Cristina Kirchner haber tomado las decisiones de poner en marcha el plan y seleccionar a quienes lo ejecutaran. "De la Sra. Presidente de la Nación Argentina, se probó haber emitido una expresa directiva para que se diseñara y ejecutara el plan de encubrimiento", dijo Nisman, y citó a los acusados que señalaron que todo está "cerrado muy arriba", todo había sido decidido "al más alto nivel" porque "lo pidió la jefa", y su canciller implementó el plan porque fue "orden, orden y orden".
Muchas de las acciones relacionadas con el plan, "por ser notoriamente delictivas", no podían ser ejecutadas por funcionarios y se recurrió a intermediarios. Para ello, dijo el fiscal, se valió de ciertos sectores de la ex SIDE, de D'Elía y, especialmente, de Larroque.
¿Cómo sigue la investigación judicial?
Denuncia. Nisman presentó su escrito en el juzgado de Ariel Lijo, donde tramita una causa por irregularidades en la investigación de la causa AMIA. En la feria judicial de enero lo reemplaza Servini de Cubría
Feria. La jueza decidirá hoy si el asunto es perentorio y resolverá si habilita la feria para tomar medidas urgentes, como allanamientos o pedir levantar el secreto sobre agentes de la ex SIDE, como lo solicitó Nisman
Competencia. También analizará si se queda con el caso o si lo manda a sorteo para designar un nuevo juez
Impulso fiscal. El primer paso será enviar la denuncia a un fiscal para que le dé impulso y formalice las imputaciones
"El anti-gusano es el Vargas Llosa argentino (un ex-marxista devenido en derechista y defensor del Poder Económico).
El juez Nisman es un agente que trabaja para EEUU.
Lijo es otro tránsfuga que estuvo celebrando el 4 de julio (Día de la Independencia) en la Embajada de USA, junto al CEO de Clarín y muchos otros mafiosos argentinos.
Y los responsables del atentado de la AMIA (para mí) no están en Irán.
Culpar a Irán fue una "buena excusa" para la invasión que pretendían hacer y quedó pendiente al negarse Siria a ayudar a los yanquis.
Por otro lado, es muy sospechoso que el Estado de Israel nunca haya presionado adecuadamente para que se ubicara y encarcelara a los criminales locales.
Porque no solo fue la voladura de la AMIA. También explotó la Embajada de Israel, con anterioridad.
Frente a estos dos atentados, se quedaron muy tranquilos los tipos.
En fin... saquen ustedes sus propias conclusiones.
Tal vez, alguno me tilde de "conspiranoico", pero para mí, la voladura de la AMIA fue orquestada por los mismos que derribaron las Torres Gemelas años más tarde y los que organizaron el asesinato de los periodistas en Francia muy recientemente.
Con solo recordar la voladura del Maine en Cuba en 1898 (para declararle la guerra a España), uno ya conoce los clásicos trucos de estos malandrines.
Leer Historia ayuda mucho para entender el presente.
Además, el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo.
Pero siempre hay una excepción a la regla :
Porque lo curioso del anti-gusano es que a pesar de haber leído mucho (lo conocí siendo estudiante y ahora ya ejerce como profesor) y de ir poniéndose viejo, a medida que pasan los años se inclina más y más hacia la Derecha.
Nisman irá mañana al Congreso. Deberá responder, por ejemplo, por qué el Gobierno pidió que sigan vigentes los alertas rojos si el objetivo del supuesto plan era levantarlos. O por qué no se vendieron granos a Irán ni nunca se presentó la supuesta pista falsa.
Por Raúl Kollmann
La sala II del Anexo del Congreso será un hervidero mañana cuando el fiscal Alberto Nisman concurra a la Comisión de Legislación Penal a informar sobre su denuncia contra la Presidenta y el canciller por el caso AMIA. El encuentro será a las 15. El fiscal sostiene que se pactó la impunidad de los sospechosos iraníes a través de la creación de una pista falsa en la que se le atribuiría el ataque a “fachos locales”; se pactó el levantamiento de las señales rojas y luego un acuerdo de intercambio económico de petróleo iraní por granos argentinos. El fiscal tendrá un problema grave para explicar mañana: ninguna de esas cosas ocurrió. Ni hubo pista de fachos locales ni se levantaron los alertas ni se compró una gota de petróleo a Teherán. Además, Nisman dice que gran parte de la maniobra, que comenzó hace cuatro años, recayó en un agente de la Secretaría de Inteligencia (SI). Es decir que el principal socio del fiscal, el poderoso jefe de Operaciones de la SI, Jaime Stiuso, quien manejaba la Secretaría a su placer, tuvo bajo su mando a un agente que supuestamente trabajó para Irán y que él nunca denunció ni relevó. Nisman presentó un pedido de que se levante el secreto y que ese agente declare. La voluntad del Gobierno, como lo hizo en el caso AMIA anteriormente, es levantar toda veda y que el agente señalado declare. El problema es que la denuncia de Nisman todavía no da las precisiones ni pruebas necesarias para que la Presidenta redacte el decreto (ver aparte).
A continuación se analizan los principales puntos oscuros de la denuncia, sobre los cuales tendrá que responder Nisman mañana.
1 El fiscal dice que se acordó levantar los alertas rojos de Interpol, rebajando las capturas de los sospechosos iraníes. ¿Cómo explica que el secretario general de Interpol lo desmiente en forma tajante?
La secuencia es muy categórica. En primer lugar, se exhibió la carta del canciller Timerman a Interpol dos semanas después de firmado el memorándum. En 20 renglones el ministro le dijo dos veces al secretario general de Interpol que la firma del acuerdo no cambiaba el status de las órdenes de captura y que cualquier cambio sólo podía provenir del juez de la causa, Rodolfo Canicoba Corral. Dos meses después, Interpol contestó aquella carta diciendo que efectivamente los alertas rojos no se tocaban. El viernes, Noble le envió un mail a Timerman respaldándolo en un ciento por ciento y diciendo que nunca la Argentina hizo una gestión para que se levanten los alertas. En la entrevista concedida a Página/12 (ver aparte), sostiene que lo afirmado por Nisman “es falso”. “Al contrario, señor Nisman –dice Noble–, el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Héctor Timerman, y cada uno de los funcionarios del gobierno argentino con los que me encontré y hablé de esta cuestión, tuvieron siempre la misma posición: los alertas rojos de Interpol contra los ciudadanos iraníes debían mantenerse sí o sí”.
Nisman sostiene en su denuncia, que, por ejemplo, “en septiembre de 2013, Timerman se reunió con Noble para convencerlo de que autorice el cese de las notificaciones rojas”. Noble dice exactamente lo contrario: “Timerman vino a Lyon a reafirmar que la firma del memorándum no significa ningún cambio en los alertas rojos. Recuerdo la pasión con la que habló”, recordó el secretario general de Interpol.
Estas respuestas de Noble dejan a Nisman girando en el vacío: el principal protagonista dice que lo afirmado por el fiscal es mentira.
2 ¿Dónde está la pista en la que se involucraría como autores del atentado a “fachos locales”? ¿Por qué no se la informó al juez?
En el resumen que distribuyó Nisman sobre su presentación judicial, se dice que en noviembre de 2012 el ex juez Héctor Yrimia se reunió con el dirigente de la comunidad argentino-iraní, Alejandro Yussuf Khalil, y combinaron armar una pista falsa destinada a echarles la culpa del atentado a “fachos locales” y sacarles la responsabilidad a los iraníes.
¿Dónde se presentó esa pista en estos dos años y tres meses? Si no se presentó en ningún lugar, ni siquiera constituyó una tentativa de encubrimiento, de desviar la causa. Como sostiene el ex integrante de la Corte, Raúl Zaffaroni, aun en caso de probarse lo que dice el fiscal, es la preparación de un delito, no un delito. Y la preparación es impune porque no se ha llegado al principio de ejecución. Y de todas formas ¿cómo se llegaría de una conversación entre Yrimia y Khalil a la participación de la Presidenta y el canciller?
El juez Rodolfo Canicoba Corral, encargado de la causa AMIA, dice que es gravísimo que no se le haya informado que podía existir otra pista, aun si no fuese verdadera, en el caso AMIA. “El fiscal hizo una investigación paralela y clandestina sobre algo que tenía que ver con el atentado en sí mismo. Eso es muy serio y tengo que estudiar si no incurrió en una gravísima desviación de la causa”, razonó el magistrado.
Hay una pregunta retórica inevitable: ¿ante quién debía presentarse la nueva pista de los fachos locales? La respuesta es obvia: ante el propio Nisman y el juez. De manera que la supuesta intención de desviar la causa ni siquiera tenía posibilidades de prosperar sin el visto bueno del fiscal.
3 ¿El plan tenía el objetivo de cambiar petróleo por granos?
Ya se ha dicho que eso tampoco ocurrió. Argentina nunca le compró una gota de petróleo a Irán y tampoco hubo ningún convenio. Nunca hubo una misión comercial de Argentina a Irán o de Irán a la Argentina. El país sólo compró petróleo en 2013 y provino de Nigeria y otros combustibles se le compran a traders cuyo proveedor en ningún caso fue Irán.
Nisman sostiene que el canciller mintió cuando dijo que no se le vendía a Irán por los embargos internacionales. Pero no fue así. Aquella frase fue pronunciada por Timerman en una visita al Congreso cuando el diputado radical Ricardo Gil Lavedra le preguntó si era verdad que Argentina le vendió una central nuclear a Irán. Ahí Timerman contestó justamente que de ninguna manera, que no se le podía vender una central nuclear a Irán por los embargos internacionales de una instalación sensible como ésa.
Argentina le vende muy poco a Irán y las cosas no cambiaron para nada con la firma del memorándum. El 80 por ciento de los 1200 millones de dólares que Argentina le vende a Irán es soja que no provee el Estado, sino que buena parte sale del grupo Grobocopatel, que nada tiene que ver con el Gobierno.
4 Nisman sostiene que en la ciudad siria de Alepo, Timerman pactó la impunidad con el canciller iraní. ¿Cuál es la prueba?
En su escrito, el fiscal asegura que el canciller iraní Alí Salehi y Timerman se reunieron en esa ciudad siria en 2011. Fue público que el canciller argentino se encontró con el presidente de Siria, pero en todo caso no constituía ningún delito que Timerman se reuniera con Salehi: la Argentina desde hacía rato trataba de lograr un acuerdo con Irán para encontrar un tercer país donde hacer el juicio AMIA o buscar una forma de que los sospechosos se presentaran a la Justicia. Nisman dice que su prueba es que el periodista José “Pepe” Eliaschev afirma que vio un documento supuestamente de Salehi al presidente de Irán donde le contaba que había pactado con Timerman. ¿El texto? No, el documento de Salehi no está. Ni existe la más mínima posibilidad de que se pueda probar que era auténtico. La pregunta que seguramente tendrá que responder Nisman es ¿le parece que eso es una prueba?
5 ¿Quién apañó al supuesto agente pro iraní de la ex SIDE? ¿De quién dependía?
Es público y notorio que el sostén de Nisman ha sido el poderoso ex jefe de Operaciones de la SI, Jaime Stiuso. En la página 16 de su denuncia, Nisman transcribe una escucha de un agente de la SI que habla con el dirigente supuestamente pro-iraní, Khalil. “Tengo un chisme... Me dijeron ahí en la casa (la ex SIDE) que Interpol va a levantar los alertas rojos.” No parece una prueba de envergadura y todo indica que es de hace, cómo mínimo, un año y medio. Pero, además, a ese agente o a otro –no está claro en el texto del fiscal– también lo involucran en el armado de la pista de los fachos locales.
Es decir que dentro de la Secretaría que manejaba Stiuso a su antojo, permitió –supuestamente– que operaran durante un año y medio agentes proiraníes que, hasta el momento, no se sabe quiénes son.
Aún así, Nisman dice que respondían a la Presidenta, pese a que no tiene ni una escucha de la mandataria, ni siquiera del diputado Andrés Larroque y apenas frases del dirigente argentino pro-iraní, de Luis D’Elía y Fernando Esteche. Ninguno de estos tres es funcionario ni allegado a la Presidenta. Como señaló el juez Canicoba Corral, ni siquiera las escuchas son pruebas en sí mismas: es la SI la que dice que Fulano afirma tal cosa. Hay que ver si es verdad, hay que ver en qué situación se produjeron esas conversaciones y se necesita determinar si en tal conversación el protagonista quiere agrandarse para hacer negocios políticos o económicos.
6 El fiscal insiste en que el memorándum es la pieza clave del plan criminal de encubrimiento. ¿Un documento votado por el Congreso constituye un delito?
El ex secretario de Interpol Ronald Noble dice que el memorándum fue un paso adelante porque se buscó una forma de llevar a los sospechosos a un juicio. Amnesty International afirmó: “El Memorándum de Entendimiento, una oportunidad para alcanzar justicia y reparación para las víctimas”. Se podía estar políticamente a favor o en contra, pero lo cierto es que lo votó el Congreso y buena parte de los familiares dijeron que había que hacer el intento. Cuando se acordó el juicio por el atentado en Lockerbie, en que Estados Unidos y el Reino Unido acusaban a dos libios, el principal negociador –en silencio– fue Nelson Mandela.
En su escrito, Nisman considera como prueba que “tiene un enmarañado proceso de aplicación”, lo que es evaluar judicialmente una decisión política tomada por diputados y senadores. En todo caso, como siempre sostuvo el Ejecutivo, la Justicia intervendría en su momento resolviendo si lo firmado era compatible con el sistema judicial argentino. Sin dudas la pregunta que tendrá que responder mañana Nisman es: una ley puede ser inconstitucional, pero ¿puede ser delito?
EL PAIS › DEL ACUERDO MENEM-RABIN A LA DENUNCIA CONTRA CRISTINA
¿Hasta dónde Irán Nisman y Cía.?
Cuestionado por los jueces Canicoba y Servini y por Interpol, el fiscal Nisman llevará mañana al Congreso su gravísima denuncia contra CFK. Si un poder contramayoritario que intenta confinar la política a un expediente judicial intentara castigar a la presidente por la búsqueda de la verdad, la movilización popular podría marcarle sus límites. No basta con la purga en la SI mientras sean deudas pendientes las leyes de Inteligencia, de prevención de emergencias y de Acceso a la Información.
Por Horacio Verbitsky
La gravísima denuncia del fiscal Alberto Nisman contra la presidente CFK intenta apuntalar la versión sobre el atentado a la sede de la DAIA que acordaron hace más de veinte años los gobiernos de Israel y la Argentina, con el respaldo de Estados Unidos, cuando aún no había terminado la remoción de los escombros: acusar a Irán y no investigar la participación de Siria, pese a que las condiciones internacionales han cambiado. El problema es que en la causa no abundan elementos que lo sostengan, por lo cual ese relato descansa en recursos políticos y publicitarios. Mientras, nada se ha avanzado en el caudaloso expediente judicial, que se derrama al azar en episodios laterales, como la falsa conexión local y el desvío de la investigación por parte del ex presidente Carlos Menem y su ex juez Juan José Galeano. La estridente acusación de Nisman, descalificada por el juez de la causa y por Interpol, es otro capítulo de la misma estéril saga. Luego de recibir a Nisman, la complaciente dirigencia comunitaria de la DAIA y la AMIA convocó a todos los organismos y delegaciones que las integran pero la mayoría negó el apoyo que había solicitado el fiscal.
Un preciso ejercicio de desinformación intenta hacerle pagar al gobierno nacional la osadía de haberse apartado del libreto buscando que la justicia argentina pudiera indagar a los acusados por Nisman, en un tercer país o incluso en Irán, con el riesgo de que la presunta solidez del expediente se disipara en el aire, como ya ocurrió con el ex embajador persa en Buenos Aires, Hadi Soleimanpour: detenido en Londres a pedido de la justicia argentina, fue absuelto por falta de pruebas, puesto en libertad e incluso indemnizado. Que algún dirigente político o un falso influyente haya querido aprovechar para fines particulares el giro dado por el Poder Ejecutivo es una alternativa posible y recién se sabrá si algo hay de ello cuando se revelen las pruebas que dice tener el fiscal, quien mañana enfrentará en el Congreso al FpV. El oficialismo decidió no permitir que la oposición monte allí un nuevo escándalo. De progresar la agresión contra la presidente en la ciénaga judicial, no puede descartarse una convocatoria a la movilización en las calles. Esto pondría en evidencia los desbarres de un poder contramayoritario que intenta confinar la política dentro de los límites de un expediente tribunalicio, alimentado como en un chiquero judicial con basura de los servicios de informaciones.
Alerta roja
En la conferencia de prensa del jueves, el canciller Héctor Timerman mostró la nota que envió el 15 de febrero de 2013 a Interpol: le informaba a su secretario general (el abogado, economista y ex jefe del Servicio Secreto de Estados Unidos, Ronald Kenneth Noble), que los pedidos de captura internacional sólo podrían ser modificados a solicitud del juez Rodolfo Canicoba Corral. Esta semana Canicoba dijo que al firmar las órdenes de captura contra los iraníes que le solicitó Nisman, ordenó al fiscal que profundizara esa investigación y no se basara apenas en informes de inteligencia, y que también siguiera la pista siria y la conexión local. “Nada de eso hizo”, sentenció. Tampoco su colega María Servini encontró en la presentación de Nisman “las pruebas que le otorgan sustento a sus solicitudes”, por lo que se negó a habilitar la feria juicial. En el Forum Shopping de Nisman, la denuncia será considerada por el juez federal Ariel Lijo. Cuando la camarista Luisa Riva Aramayo comenzó la negociación con Carlos Alberto Telleldín para pagarle un falso testimonio, Lijo era uno de sus más próximos colaboradores. Su hermano, Alfredo Lijo, trabajó con el auditor Javier Fernández, a pedido de Riva Aramayo, según el propio Fernández en un reportaje de Hugo Aleonada Mon. Riva Aramayo no fue procesada junto con el juez Galeano porque murió en 2002.
El Memorando de Entendimiento con Irán fue firmado el 27 de enero de 2013, en Etiopía, cuando Estados Unidos y sus principales aliados comenzaban una negociación de desarme con el gobierno de Teherán y las aperturas hacia Siria ya habían fracasado. En una entrevista para esta nota, Timerman explicó que de regreso a Buenos Aires se reunió con las distintas asociaciones de familiares de las víctimas, con el presidente de la DAIA Julio Schlosser y con el de la AMIA, Guillermo Borger. En la única conferencia de prensa conjunta, todos declararon su apoyo al memorando. Pero sin explicación por el cambio, la DAIA y la AMIA pidieron al Congreso que no lo ratificara y reclamaron su inconstitucionalidad a la Justicia, concedida el año pasado por la sala I de la Cámara Federal porteña. Al mismo tiempo, dijo Timerman, el canciller iraní Ali Akbar Salehi le propuso enviar una nota conjunta a Interpol informando que con la firma del memorando debían cesar las alertas rojas. Esto no formaba parte de las instrucciones que había recibido de la presidente, dijo el canciller. Timerman llamó a Interpol para explicarle a Noble lo que estaba sucediendo. Noble le respondió en inglés que se quedara tranquilo, que las alertas rojas no se modificarían. Timerman le expuso su situación personal, como firmante del memorando, ministro del gobierno argentino y judío. Noble le dijo entonces, ahora en francés, que entendía la situación y que no tenía motivo para preocuparse. Timerman le contó de los insultos, las graves acusaciones y las amenazas que estaba recibiendo. Noble cambió del francés al castellano. “Se lo dije en inglés, en francés y ahora en su idioma: el memorando es muy conveniente y no hay riesgo de que sobre esa base se modifiquen las alertas rojas.” Timerman le pidió que Interpol lo dijera en una nota formal. Ese mismo día la firmó el Consejero Jurídico de Interpol, Joel Sellier, y el entonces subsecretario de Justicia y actual subsecretario de Inteligencia, Juan Martín Mena, trajo el original desde Lyon a Buenos Aires. Decía que el acuerdo era positivo para esclarecer la causa y que “no implica ningún tipo de cambio en el estatus de las notificaciones rojas”. Este jueves, Nisman respondió en tiempo real a la conferencia de prensa: dijo que Timerman había pedido levantar las alertas rojas y que Interpol se lo negó. A raíz de ello, Timerman se comunicó el viernes con Noble, quien sepultó cualquier polémica, con el mail que el canciller difundió esa misma tarde: “Usted dijo en forma explícita que la presidente Cristina Fernández de Kirchner, usted como ministro de Relaciones Exteriores y todo el gobierno argentino estaba cien por ciento comprometido con el mantenimiento de las alertas rojas de Interpol”. Agrega que durante la asamblea general de Interpol, hace apenas dos meses, “usted reafirmó su compromiso personal y el del gobierno argentino con el mantenimiento de las alertas rojas, al mismo tiempo que trataba de hacer todo lo que estaba a su alcance para que hubiera verdaderos progresos en la investigación. Recuerdo la forma apasionada en que habló de las víctimas y de sus seres queridos, que tanto sufrieron y que merecen ver el avance de la investigación y la presentación a la Justicia de los responsables por este mortífero ataque”. Se entiende mejor así por qué en las grabaciones de Nisman el presunto agente iraní Jorge Alejandro Khalil dice que “por las cagadas que se mandó este ruso de mierda las circulares no se bajaron”. Si algún vendedor de humo había prometido lo contrario, es problema suyo. Hasta ahora nadie ha incurrido en el ridículo de sugerir que las comunicaciones con Interpol fueron personales del ciudadano Timerman, sin conocimiento de la presidente. La propia exégesis de Nisman ante la prensa refuta sus conclusiones. Goza de todos modos de una apreciable protección, que le permite hablar horas en las pantallas de televisión sin que ningún juez o fiscal lo acuse de violar secretos, como le ocurrió a su colega Carlos Gonella por retwitear una página oficial del Ministerio Público en la que se informaba sobre un pedido de procesamiento contra varias personas por lavado de dinero obtenido con la venta de cocaína.
La InfAMIA
Parte de esta historia ya fue narrada aquí el 18 de julio de 2004, en una nota que se tituló “La InfAMIA. El acuerdo Menem-Rabin para no investigar”. A pocas horas de producido el atentado, a las 9.53 del 18 de julio de 1994, el gobierno israelí del general Yitzhak Rabin propuso al argentino de Carlos Menem coordinar una interpretación unificada, que conviniera a los intereses políticos de ambas administraciones. Así lo informó el embajador argentino en Israel José María Valentín Otegui, en un cable emitido a las 2.50 horas del 19 de julio de 1994, apenas 17 horas después del estallido que costó la vida a 85 personas y heridas a 300. De este modo, ambos gobiernos condicionaron la investigación a las respectivas ventajas que cada uno pudiera obtener y sin mayor interés por el descubrimiento de la verdad y el castigo de los responsables. Lo mismo ocurrió con los dirigentes de la DAIA y la AMIA. Timerman recuerda que durante una de las reuniones en las que se discutió el memorando, Schlosser le preguntó por qué insistía tanto en la investigación. “Por respeto a los muertos en el atentado”, le respondió. “Olvidate de los muertos. Hay que pensar en los vivos”, dijo Schlosser. Algo similar le transmitió a Timerman su colega israelí, Avigdor Lieberman, durante un encuentro en las Naciones Unidas. “¿Para qué quieren un juicio, si los diarios de todo el mundo ya publicaron que fue Irán?”, le dijo con sorna. El año pasado, para desacreditar el Memorando de Entendimiento, el ex embajador de Israel en Buenos Aires, Itzhak Aviran, declaró que “la gran mayoría de los culpables ya está en el otro mundo, y eso lo hicimos nosotros”.
El cable sobre el acuerdo Menem-Rabin fue hallado entre las informaciones secretas que el gobierno de Néstor Kirchner resolvió liberar al conocimiento de los familiares de las víctimas y de la Justicia. En 2004 el entonces encargado de la Unidad Especial de Investigación del atentado, Alejandro Rúa, puso en conocimiento de Canicoba Corral el cable EISRA 010365/1994. Allí Otegui informa que Rabin enviaba a Buenos Aires en un avión de la Fuerza Aérea israelí a un diplomático de su relación personal y directa, el subsecretario de Asuntos Latinoamericanos de la Cancillería de Israel, Dov Schmorak, quien había sido embajador en la Argentina entre 1980 y 1985.
Antes de embarcarse hacia Buenos Aires, Schmorak se comunicó en medio de la noche con el embajador Otegui y le pidió que lo ayudara a entrevistarse con el presidente Menem y con el canciller Di Tella en cuanto llegara a Buenos Aires. Para el gobierno israelí “es importante coordinar con el nuestro una versión coincidente del atentado”, en especial por el impacto que la manera de presentar lo sucedido tendrá ante la opinión pública israelí, “dado que partidos de oposición y algunos medios de prensa están utilizando el hecho para atacar duramente política de paz gobierno Rabin”. En ese momento, estaba muy avanzada una negociación de paz en Oslo que incluía a la OLP conducida por Yasser Arafat y por primera vez comprometía al gobierno sirio del presidente Hafez Al Assad. Contaba para esas tratativas con el apoyo del gobierno estadounidense de Bill Clinton, en cuya presencia se firmaron los acuerdos en la Casa Blanca, en septiembre de 1993. En enero de 1994 el presidente sirio anunció que la negociación con Rabin incluiría “una paz real y relaciones normales” a cambio de la devolución de las alturas del Golan, ocupadas por Israel en la guerra de 1967. Hasta entonces El
Assad había sido el más duro opositor a la mera existencia de Israel en el mapa del Medio Oriente. Pero a partir de allí, tanto Washington como Jerusalén se enfocaron en Irán y llegaron a contemplar un nuevo bombardeo a sus instalaciones nucleares como el que Israel realizó en 1981 en Osirak. Tres meses después del atentado contra la DAIA Rabin recibió el Premio Nobel de la Paz y al año siguiente fue asesinado por un estudiante derechista que se oponía a la devolución de territorios ocupados a cambio del cese de hostilidades. Desde entonces sólo hubo retrocesos en el intento de paz.
El cable del embajador Otegui agrega que “objetivo de entrevista de alto nivel solicitada es coordinar interpretación del atentado” con el propósito de “presentar a la prensa –inmediatamente después del encuentro– una versión unificada de lo ocurrido”. Schmorak llegó por la noche del martes 19. Tal como se había solicitado fue recibido por Menem y en un reportaje concedido al diario Clarín al salir, dijo que “el número uno en la lista de sospechados es Irán. Hay organizaciones fundamentalistas islámicas inspiradas por Irán, financiadas por Irán, entrenadas por Irán, pero que no son iraníes, como Hezbollah, en el Líbano”. También dijo que Menem aceptaba la hipótesis de la participación de algunos elementos locales. La ausencia más notoria en todas las declaraciones, del enviado israelí y de las autoridades argentinas, fue la pista siria, pese a las evidencias que saltaban a la vista. En la misma semana un vocero del ministerio de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos afirmó que Siria no tenía nada que ver con el atentado. Esa línea se siguió en forma minuciosa en todas las investigaciones posteriores. Luego de revelar la existencia y el contenido de este cable, el ex presidente de la DAIA Rubén Beraja, uno de los acusados por desviar la investigación me preguntó si había más información, para conocer si “fuimos títeres de un juego macabro por parte de ambos gobiernos”. También me contó que el 22 de julio de 1994, durante una reunión en la quinta de Olivos, “Menem insistía que de confirmarse las presunciones debían cortarse las relaciones con Irán en forma inmediata”. Es decir tres días después de la reunión con el enviado de Rabin.
Si las motivaciones de Rabin y Clinton se explicaban por razones políticas de sus respectivos gobiernos, el interés del gobierno argentino de entonces por desviar la atención lejos de Siria es comprensible, por los lazos familiares de Menem, el financiamiento que El Assad le suministró para su campaña presidencial en 1989 y la denuncia de traición en 1990, cuando Menem se sumó a la primera expedición estadounidense contra Irak (gobernado por el mismo partido Baas que Siria), incumplió los acuerdos de cooperación espacial con países árabes y entregó a Estados Unidos todos los de-sarrollos del misil Cóndor. Jacobo Timerman, padre del actual canciller, recordó en una entrevista que publiqué en esta página el 31 de mayo de 1992, dos meses después del atentado a la embajada de Israel, que Menem viajó a Siria en cuanto ganó la candidatura presidencial peronista. “Dijo que iba a saludar a una tía, cosa que se me hizo totalmente no creíble, y en realidad tuvo una reunión con el Presidente Hafez El assad, que es el más grande narcotraficante del mundo.” Entre las líneas que la investigación judicial no profundizó hay una que concierne en forma cercana a los ex presidentes de Siria y de la Argentina. Un primo de El Assad y otras dos personas fueron detenidas después del atentado en el mismo edificio de la calle Cochabamba en el que Menem tenía el departamento que utilizaba en sus frecuentes visitas a Buenos Aires cuando era gobernador de La Rioja. El primo de El Assad y sus acompañantes fueron liberados luego de una reunión de Menem con el juez Galeano. Sucesivas notas de Raúl Kollmann y de Juan José Salinas han abundado sobre la seriedad de la pista siria y la inconsistencia de la investigación de Nisman, cuya subordinación explícita a las líneas de acción que le comunicaban en la embajada de Estados Unidos consta en abundantes cables dirigidos por esa sede a su gobierno. El viernes asumió sus funciones el nuevo embajador Noah Mamet. Habrá que aguardar una futura tanda de Wikileaks para saber si es real la información que circula entre funcionarios judiciales que conocen a Nisman, sobre un encuentro con el consejero político Ken Roy antes de presentar su incandescente dictamen. Roy es el enlace de la embajada con la Asociación de Magistrados, que conduce la resistencia judicial al gobierno. Esta relación promiscua con una potencia extranjera no ha producido el menor escándalo en quienes, de derecha a izquierda, sólo lo ven como un proyectil capaz de hacer daño al gobierno nacional. Cualesquiera sean los respaldos de Nisman, no se entiende cómo podría el gobierno “fabricar la inocencia de Irán”. Como el fiscal es quien debe probar la culpabilidad, esta es una inversión de la carga de la prueba o una implícita admisión de que al cabo de diez años carece de elementos probatorios.
Acciones y omisiones
Lo burdo del intento por incriminar a la presidente, que tanto Canicoba Corral como el gobierno atribuyeron al removido jefe de la Secretaría de Inteligencia Antonio Horacio Stiuso, no implica que todos los pasos oficiales hayan sido apropiados. Tanto Nisman como Stiuso contaron con el respaldo de Kirchner, quien en 2005 llevó a las Naciones Unidas la denuncia contra Teherán, cuando George W. Bush buscaba un pretexto para repetir sobre Irán la devastación de Bagdad, tal como se señaló entonces aquí. Cristina siguió ese esquema durante su primer mandato. Sus frecuentes encuentros dentro y fuera del país con la DAIA y la AMIA no impidieron que esas organizaciones se alinearan con la oposición en el cuestionamiento a sus tentativas de esclarecimiento. En cambio nunca recibió a la organización de familiares de las víctimas Memoria Activa, que apoyó en el Congreso el Memorando de Entendimiento y que denunció ahora una operación contra la presidente. También llevó el caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y aceptó un proceso de negociación amistosa con el patrocinio del CELS y CEJIL. El 4 de marzo de 2005, el Estado reconoció ante la CIDH su responsabilidad internacional por la violación de los derechos humanos al no haber cumplido la función de prevención, por la denegatoria de justicia debido al encubrimiento de los hechos y al grave y deliberado incumplimiento de la función de investigarlos. Como reparación integral se comprometió a una agenda de trabajo tendiente a informar a la población, investigar los hechos, prevenir su repetición futura, compensar los daños y reformar algunas leyes, entre ellas la de Inteligencia. Además de informar sobre el acuerdo, debía fortalecer los organismos investigativos tanto del Ministerio Público como del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, garantizar la investigación del atentado y de su encubrimiento, profundizar el relevamiento de archivos en poder de la Secretaría de Inteligencia, extenderlo a la Dirección de Migraciones e informatizar sus registros. También se comprometió a crear una unidad especializada en catástrofes, tanto para la atención de las emergencias médicas como para la recolección y protección de pruebas en casos criminales, incluyendo un plan de contingencia para casos de atentados. Además debía impulsar una ley de reparación para todas las víctimas del atentado, transparentar el sistema de utilización de fondos reservados de la Secretaría de Inteligencia y facilitar el acceso a la información de inteligencia por parte de los jueces involucrados en investigaciones vinculadas con hechos de terrorismo. A veinte años del atentado y diez del reconocimiento de responsabilidad, los compromisos no se han cumplido. En este tema, como en tantos otros, Cristina ha mostrado capacidad de rectificación. Pero no basta con la remoción de los agentes de la Secretaría de Inteligencia que resolvieron su conflicto de obediencias en contra de sus deberes funcionales y de su lealtad nacional. Quienes los impugnaron cuando estaban en la cumbre de su poder no necesitan sobreactuar ahora sus críticas. Basta con señalar que este es un momento oportuno para cumplir con la reforma de la ley de Inteligencia comprometida ante la CIDH y con la complementaria y también adeudada ley de acceso a la información pública. Tal vez así, además de las apasionantes anécdotas del día, se avance en reformas estructurales que ayuden a impedir la repetición de tanto bochorno.
La acusación por “encubrimiento” a la Presidenta fue pronunciada por el fiscal Nisman veinte años después de abierta la causa AMIA. El hecho objetivo invocado como argumento para la denuncia –el memorándum de acuerdo entre Argentina e Irán para facilitar la investigación sobre los imputados de esa nacionalidad en la causa del atentado– sucedió hace poco menos de un año, es decir diecinueve años después del acto terrorista. Diecinueve años después. El memorándum fue impulsado, además, después de varios años de una parálisis casi total de la causa, cuyo fiscal era desde 2005 el mismo que hoy denuncia a la Presidenta por “encubrimiento”.
El operativo Nisman tiene la forma de algo muy poderoso urdido en oscuras agencias conspirativas trasnacionales. Sin embargo, no es descartable que sea nada más que un “vuelto” de algún funcionario recientemente relevado de la cúpula de la SI. Así parece insinuarlo el carácter descabellado que tiene el hilo conductor de la presentación del fiscal. “Con la finalidad de mejorar la relación comercial con Irán se intercambió este objetivo con el encubrimiento de los culpables de la masacre de la AMIA”: a ese simple enunciado puede reducirse todo el escándalo abierto por el fiscal y revestido en estos días de dramatismo institucional por la maquinaria mediático-política enfrentada al Gobierno. Claro que esta eficacia políticamente estremecedora de un simple golpe de efecto servicial merece ser puesta bajo la lupa.
El antecedente más importante que tiene la denuncia de Nisman es lo sucedido durante la discusión parlamentaria sobre la aprobación de la firma del memorándum. Los argumentos de la oposición giraron entonces alrededor de dos centros argumentativos muy claros y definidos. Uno era la interpretación del documento como una concesión a Irán a cambio de ventajas comerciales, el otro era la denuncia de un giro de la política internacional argentina en la dirección a alejarse del “mundo libre” y acercarse al “eje del mal”: si se mira con atención, cualquiera de las dos interpretaciones da por sentado el hecho de que el Gobierno apunta a la impunidad de los iraníes acusados; es decir, se trata de un adelanto de la denuncia por “encubrimiento”, el fiscal se ha limitado a traer uno de esos argumentos en auxilio de su operación política. Para “encubrir” primero hay que “descubrir”. Y la Justicia no descubrió nada en el caso AMIA y en cambio encubrió mucho, casi todo. La centralidad misma de la pista iraní, por ejemplo, tiene poco que ver con prueba judicial alguna que la sustente; es el resultado de la presión de Estados Unidos en esa dirección, cuando el régimen iraní constituía uno de los blancos centrales de la diplomacia y de las hipótesis bélicas de ese país. Los documentos recientemente revelados por Wikileaks son suficientemente probatorios de las presiones del Departamento de Estado de Estados Unidos para descartar de modo terminante la pista siria y las conexiones locales. Si uno sigue las huellas políticas de la causa AMIA, fácilmente descubre quiénes fueron realmente los encubridores y qué objetivos defendían. Pero aún dando por ciertas las denuncias dirigidas a personalidades del régimen iraní, hay que decir que nunca tuvieron sustentos probatorios medianamente serios, como lo demuestra el rechazo de la Justicia británica al pedido argentino de extradición de uno de los acusados por falta de pruebas. Casi dos décadas después del crimen puede decirse que la alternativa a la firma del memorándum no es el esclarecimiento en la Justicia argentina sino el ocaso irreversible de la causa por falta de avances sustantivos.
Entre los motivos supuestos antes por la oposición y ahora por Nisman para proceder al “encubrimiento” de personas sobre cuya responsabilidad criminal nadie había probado absolutamente nada, hay uno que constituye un problema muy profundo relacionado con la inserción argentina en el mundo. Se trata de las relaciones con Irán, pero sobre todo se trata de las relaciones con Estados Unidos. Porque el problema era y es que el documento se firma en común con Irán. Es decir, se firma con un Estado que representa el mal absoluto, el autoritarismo, la negación del Holocausto. Un Estado, además, cuya responsabilidad en el ataque a la AMIA no necesita ser probada; la acredita la intuición, el sentido común occidental. Claro que las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos e Irán evolucionaron positivamente en los últimos meses, pero bien se sabe de las enormes presiones que se ejercen sobre el gobierno de Obama para terminar con el viraje negociador y retomar francamente la orientación militarista y agresiva hacia Irán. Y, en todo caso, el giro de la causa fue ejecutado en plena connivencia con los servicios secretos de Estados Unidos y de Israel. Por lo tanto, el momento elegido para la presentación de la denuncia es muy significativo: hace pocos días el asesinato de un grupo de periodistas en París volvió a poner en acción todo el repertorio discursivo de la derecha mundial dirigido a cerrar filas en la “guerra contra el terrorismo”, entendida la expresión como el combate contra los terroristas enemigos. En estos días se ha desatado una insólita campaña de extorsión ideológica contra quienes intentan poner en discusión el contexto del crimen de París. A quienes no comparten el diagnóstico de la situación mundial que sostienen la OTAN y Estados Unidos se les pregunta por sus credenciales democráticas y favorables a los derechos humanos. Y entonces reaparece el ataque a la política internacional argentina en términos de alejamiento del “mundo libre” y acercamiento al mal absoluto. Es ese reservorio de prejuicios ideológicos travestidos como certezas políticas lo que conforma la condición de posibilidad para que un pobre carpetazo servicial se coloque en el centro de la agenda política del país.
Para que la inverosímil denuncia se convierta en un acontecimiento político es necesario que existan fuerzas muy poderosas en el país interesadas en agudizar al extremo las tensiones políticas que han atravesado nuestra realidad en la última década. En principio resulta curioso este interés por tensar la cuerda de las pasiones políticas, cuando según el establishment mediático faltan pocos meses para el fin del ciclo kirchnerista. Muy poco es lo que ha avanzado la oposición en instalar sus consignas, sus propuestas y sus candidatos hacia la elección del próximo octubre; por ahora todo se resume en una disputa entre dos de los candidatos sobre la cantidad y calidad de fotos que se sacan al lado de dirigentes provinciales del radicalismo y una abierta disputa dentro del propio radicalismo y proyectada a sus aliados sobre si hay que hacer o no una alianza con Macri. Como diseño de la apertura de un “nuevo ciclo” parece bastante poco. El centro de gravedad de la lucha por el poder en la Argentina de hoy no se deja resumir en querellas por candidaturas, alianzas o plataformas electorales. Ese centro de gravedad es una intensa batalla entre las grandes corporaciones económicas y el Gobierno por el timón político del país. Los sucesos que recorren el Poder Judicial y la virtual guerra entre algunos de sus segmentos y el Gobierno no son solamente una estrategia de autodefensa corporativa: son también un núcleo de la resistencia de un sector muy poderoso de la sociedad contra el sentido de las políticas públicas de estos años y contra el peligro de su continuidad y profundización. Valga nada más que como un ejemplo de esta cuestión la apertura de lo que podría llamarse el capítulo civil del enjuiciamiento y castigo al terrorismo de Estado.
Este núcleo poderoso de la sociedad argentina había imaginado un diciembre de paros, saqueos, conflictos policiales, corridas bancarias y denuncias espectaculares para el último mes del año pasado. De todo eso quedaron algunas tapas de diarios y algunas operaciones judiciales contra la Presidenta. El país sigue viviendo en paz, ahora se toma masivamente vacaciones y se prepara para seguir viviendo normalmente. En este clima empieza a definirse el panorama electoral para octubre. Es un clima peligroso para el revanchismo monopólico. Porque el poder político de la Presidenta sigue intacto y su imagen crece. En consecuencia, la posición que adopte ante las internas del FpV tiende a adquirir una fuerza política considerable. Si se mantuviera esta tendencia, la profecía –sistemáticamente cultivada con operaciones– de que la presidencia de Cristina desembocaría en el caos y la ingobernabilidad empezaría a fracasar. Y lo que la coalición de los poderosos persigue no es un cambio pacífico y normal de autoridades en el país. Lo que quieren es el cierre drástico y duradero de lo que consideran una aventura política imprudente. Un cierre tal que desaconseje cualquier intento, por moderado que fuera, de reabrir la agenda política de estos años. Es decir, de reabrir la cuestión de la distribución del ingreso, de la reindustrialización, de la democratización de la Justicia, de la política exterior soberana genuinamente, enemiga del terrorismo, amante de la paz e integrada regionalmente.
Esa necesidad de un sector de la Argentina de patear el tablero para llegar a situaciones de incertidumbre y conmoción colectiva antes de las elecciones es lo que ha convertido un vulgar pasaje de facturas de funcionarios desplazados o acotados en sus recursos en una cuestión de relevancia institucional. Esto es lo que hace completamente necesario que el tratamiento de esta patraña sea completamente público y transparente. Para que, entre otras cosas, sepamos mejor quién es Alberto Nisman y quiénes son los que están dispuestos a acompañarlo hasta el final en esta movida. También para que pongamos en el centro la necesidad de hacer justicia con las víctimas y sus familiares.
Estoy conmovido, mejor dicho, conmocionado, perturbado por la noticia acerca de la denuncia del fiscal Nisman. No conozco con detalles el proceso judicial acerca del ataque a la mutual de las personas de religión judía llamado AMIA. Tampoco conozco bien la organización de esas personas denominada DAIA, aunque debo reconocer que varios de sus presidentes no me fueron –por así decirlo sin imputar– simpáticos y, con muy escaso conocimiento del funcionamiento de la institución, siempre fueron para mí representantes más bien de las personas con esa ascendencia de cierto nivel económico superior, por tanto muy conservadores, para expresar la misma idea, políticamente, entre nosotros. Menos conozco aún al Sr. Nisman ni a su fiscalía, pese a que el fuero Penal de la Justicia nacional o federal, por oficio, nunca me ha sido desconocido, sobre cuya actuación sólo puedo predicar en virtud de las noticias hasta hoy recibidas por la prensa. Pero, a pesar de todo ello, no quiero dejar de unirme a la opinión expuesta el jueves 15 de enero de 2015 por el periodista Mario Wainfeld.
Sigo como espectador, desde afuera –pues estoy jubilado–, el llamado cisma judicial, comprensivo ahora de una especie de pleito entre el Poder Ejecutivo y Legislativo nacional y al menos parte del Poder Judicial de la Nación, en el que este último viene mostrando sus armas y los otros dos, si la razón no se impone, mostrarán, días más, días menos, las suyas. Por otra parte, creo que, para seguir llamándome abogado y doctor en Derecho, deberían obligarme a volver a la facultad –de la que fui profesor de Derecho Procesal– al menos para aprender qué significan las “medidas precautelares” e, incluso, las “cautelares” –en mi época reducidas y contenidas en un capítulo relativamente pequeño en esta rama del Derecho–, medidas con las cuales trabajan hoy los jueces y tribunales a destajo, y que, a mi juicio, han desplazado el, para mí, sano criterio del ejercicio práctico del Derecho, que consistía en dictar sentencia. Más todavía: una vieja conversación y entrevista mía con alumnos secundarios y luego con estudiantes de Derecho, que versó acerca de la pregunta “¿Para qué sirve el Derecho?”, con el tiempo publicada en varios países americanos, con versión en alemán y no hace demasiado tiempo expuesta y criticada en un seminario de la UBA, debería ser repensada ya no por mí, sino por profesores y estudiantes actuales, pues no creo que ella sirva de explicación acerca de lo que hoy es el Derecho y su labor práctica o judicial, aun cuando yo siga creyendo en el concepto allí expuesto.
Desde mi punto de vista la denuncia del Sr. Nisman es un acto grave –me animaría a decir, gravísimo– que amerita su juzgamiento como funcionario judicial. Para mí, si el Consejo de la Magistratura cumple una de sus funciones establecidas por ley, debería iniciar el estudio de esa conducta, para cuya investigación sólo se requiere, sin más, la copia de la denuncia. Y debe evitar, para cumplir su función en estos casos extremos, politizar la decisión, esto es, juzgar cada uno de sus miembros sin representar a un partido político. Sobrepasar la competencia del Poder Judicial de modo tan burdo, ya que las relaciones exteriores están confiadas por la Constitución nacional al Ejecutivo, en ocasiones en conjunto con el Legislativo (la ratificación de los tratados), cualquiera que sea en esta materia la crítica sobre “buena” o “mala” decisión, según parámetros políticos, no es tarea que incumba al Poder Judicial de modo alguno. Pensar que una relación con otro país soberano, ratificada por ley, guste o disguste según cierta idea política, tenga una u otra explicación o motivo, incluso según cierto aspecto económico, es un acto criminal, me conduce al asombro perturbador del que hablaba en un comienzo.
El Poder Judicial fue siempre conservador y hasta “golpista”, según yo recuerdo. Una buena anécdota que viví en mis comienzos fue el derrocamiento de Illia por los militares (Onganía, en definitiva): al otro día de la noche en la cual cayó el presidente constitucional concurrí a los tribunales –era secretario judicial– y me asombré cuando observé que la gran mayoría de sus funcionarios –por no decir todos– apoyaba el golpe militar. También el sentido corporativo es muy fuerte: lo viví, esta vez positivamente, cuando me pusieron una bomba que destruyó gran parte de mi casa, para cuya reconstrucción fui ayudado por la hoy Asociación de funcionarios judiciales, que entonces no se fijó en mis ideas políticas o acerca del Derecho y de la función judicial. Debo, por último, decir la verdad. Lo que ha hecho el fiscal Nisman, según los medios de información, y su pertenencia al Poder Judicial de la Nación me ofende, como ex funcionario judicial, sin reparar en mi posición sobre aquello que debe ser ese poder del Estado. No recurriré al remedio actual, la denuncia ante tribunales penales buscando el nombre de algún crimen para aplicárselo, porque no es mi forma de concebir el Derecho Penal y no deseo imponer mi punto de vista, sino sólo como opinión con ciertos desconocimientos que la tornan criticable, pero espero que los órganos institucionales se comporten como corresponde.
Reseña de la trama política, judicial y policial desde el atentado a la AMIA. Protagonistas que fueron cruciales y que se olvidan en pos de una movida opositora. Menem, Anzorreguy, Corach, Galeano, Beraja. Encubrimientos, complicidades políticas. La dirigencia comunitaria y las organizaciones militantes, dos trayectorias diferentes. Por qué ahora: un atisbo de respuesta.
Por Mario Wainfeld
El atentado contra la Embajada de Israel permanece impune. Es sugestivo, pero no extraño, que no se lo haya evocado en estos días porque tiene algunos puntos en común con el atentado contra la AMIA.
Recién en diciembre de 2014 se dictó una sentencia contra algunos responsables directos de la voladura de Río Tercero. La sanción no alcanzó a supuestos mentores políticos o instigadores (“autores intelectuales” en jerga periodística).
Las matanzas de fin de diciembre de 2001 en las inmediaciones de la Casa de Gobierno se siguen sustanciando en Tribunales. Ahorremos pronósticos o pálpitos: no hay hasta ahora condenados siquiera con sentencias recurridas.
Cuando estalló el llamado escándalo IBM-Banco Nación, uno de los potenciales implicados, Marcelo Cattáneo, apareció ahorcado, con un recorte de diario alusivo al affaire en la boca. Parecía un mensaje mafioso, jamás se develó nada y se concluyó que fue suicidio.
Comparar hechos de sangre con corrupción puede ser desproporcionado, pero recordemos que hubo puras absoluciones en el expediente que investigaba las “coimas en el Senado”.
El largo fracaso de la causa AMIA dista, sugerimos, de ser una excepción. El sistema judicial argentino, sus fuerzas de seguridad y, eventualmente, los Servicios de Inteligencia acumulan muchos casos tremendos no resueltos.
Atribuir al kirchnerismo esa tendencia es una osadía a la que, de momento, no se atrevieron los medios dominantes y su claque judicial o política.
Con referencia a la AMIA vale la pena recordar que el crimen se produjo hace más de veinte años. Y que la acumulación de pruebas o certezas siempre fue patética, desde mucho antes que amaneciera el kirchnerismo.
También subrayar lo que es el abecé de cualquier pesquisa; los momentos esenciales son los primeros. Develar una masacre veinte años después, cuando media además intervención de poderes internacionales y autores avispados, es casi una quimera. En 2003, cuando asumió el presidente Néstor Kirchner, el expediente estaba anclado, se habían anulado pruebas contaminadas. Y la única sentencia dictada fulminaba nulidades y promovía otra causa por encubrimiento. Ya habían pasado casi nueve años de ocultamiento, torpeza de los investigadores y complicidades.
El cronista ha escrito sobre esos aspectos muchas veces, por lo menos desde 1997. Dista de ser un especialista en el expediente mismo, pero sí ha seguido de cerca todas las peripecias políticas que lo entornaron. Por un lado, le provoca cierta fatiga reiterarse. Por otro, cree que es pertinente hacer una reseña que (contra lo que es moda) empiece por el principio porque, como ocurre con este diario, su prosa “resiste un archivo”. Y, por ahí, vale la pena recorrerlo. Sólo se hablará del fiscal Alberto Nisman y del actual gobierno varios párrafos más adelante. Es que la historia no empezó ayer y es elocuente.
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Galeano y la historia oficial: Un ministro menemista explicaba por entonces, en riguroso off the record, cuál era el protocolo pragmático en Estados Unidos para tramitar investigaciones sobre crímenes horrorosos que conmovían a la opinión pública. El proceder tenía dos pasos. El primero es arrestar a algún sospechoso con antecedentes (creíble, pongamos) para endilgarle el crimen de modo de tranquilizar a los medios y a “la gente”. El segundo, bajo ese camuflaje que atenúa la presión, investigar bien. El menemismo cumplió la primera premisa a fondo y se salteó la segunda, con todo.
La causa recayó en el juzgado de Juan José Galeano, un magistrado de baja competencia e inexperto. Había sido designado recientemente juez federal, propuesto por el jefe de la SIDE Hugo Anzorreguy, quien lo había registrado siendo un oscuro secretario en un juzgado donde el estudio del jefe de los espías tramitaba un juicio importante. Formó parte de un elenco elegido de arrebato por Anzorreguy y por el ministro Carlos Corach. Magistrados sin raigambre aunque confiables políticamente. Mediocres ascendidos meteóricamente: se presuponía que eso los haría deudores de sus jefes. Su cometido esencial era cuidarle las espaldas al gobierno en Comodoro Py. En un arranque de sinceridad que se hizo famoso, Corach le reseñó a su compañero de gabinete, Domingo Cavallo, quiénes eran y para qué estaban. Cavallo deschavó la charla, durante una interna posterior, desde entonces se los conoce como “los jueces de la servilleta” en la que Corach habría garabateado sus apellidos.
Galeano no daba la talla para tamaño asunto ni tampoco quiso esforzarse para darla. Era un inútil desde el vamos y obró de mala fe. Fue el juez ideal para acompañar una “historia oficial” que sembró el menemismo, plagada de datos y testigos falsos. Los grandes mentirosos no son los que macanean todo el tiempo, sino aquellos que combinan datos veraces con falacias, de modo de confundir más.
Esa versión se quiso imponer como historia oficial. Contó, desde ya, con la anuencia de la Casa Rosada. El embajador de Israel, Yitzhak Avirán, se plegó a la historia. “La Embajada” de Estados Unidos también fue solícita. Da bronca, pero no corresponde indignarse especialmente; hablamos de dos países que tienen a Medio Oriente como prioridad absoluta, con criterios nacionales propios. Un crimen en la Argentina no estaba en la lista de sus prioridades, por razones que ellos sabrían. Tal política exterior es cuestionable, pero mucho peor es que un gobierno argentino se plegara a ella o usara su coincidencia como coartada para defeccionar. Era la época de las “relaciones carnales”.
Los familiares de las víctimas, un puñado minoritario de periodistas y abogados fueron denunciando cómo se envenenaba la causa. En el acto que conmemoraba el tercer aniversario, la mayoría de los asistentes se indignó por la presencia de Corach y otros funcionarios. La rabia se hizo sentir y ver cuando habló Rubén Beraja, presidente de la DAIA. Beraja es un hombre culto, muy religioso, sumamente agradable en el trato. Titular de un banco en apuros, tal vez ese factor personal influyó en su postura.
Beraja comenzó su discurso, nombró al gobierno, lo chiflaron e insultaron. Muchos asistentes le dieron la espalda, un gesto que uno considera muy ligado a la cultura judía. Beraja porfió, la muchedumbre también. Fue una escena inolvidable, un dictamen de la concurrencia sobre el pacto entre DAIA-AMIA y el gobierno.
Esa tarde, cerrando un infausto círculo, la plana mayor de la DAIA con Beraja a la cabeza fue a la Rosada para pedirles perdón a Menem y sus acólitos. Un gesto de sumisión y complicidad imborrable. Desde ese momento la DAIA ha cambiado muchas veces de autoridades, las hubo más cercanas a Beraja, otras más distantes. Ninguna formuló una autocrítica pública. Ni enderezó el rumbo.
Como marca una formidable y dolorosa tradición, fueron los familiares y allegados a las víctimas los que sostuvieron la lucha (ver recuadro aparte).
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Nulidad y derivaciones: Pruebas plantadas, sobornos a testigos, evidencia desaparecida, acusados útiles para la interna del peronismo... la causa condensaba irregularidades y falacias. Galeano conducía el proceso. El gobierno avalaba y se escudaba en la prédica de Estados Unidos e Israel. En el Congreso se designó una Comisión Bicameral de seguimiento del trámite. Transcurría la era del bipartidismo simulado que hoy tantos añoran. Una sola legisladora se opuso a los plácemes de diputados y senadores con el afrentoso manejo de Galeano. Era Cristina Fernández de Kirchner quien votó en disidencia minoritaria, enfrentando a su bloque. Buena parte de sus argumentos surgieron de su trato cotidiano con las organizaciones de familiares. Tuvo con ellos un constante ida y vuelta, los conoce desde entonces.
En 2004, a diez años de la tragedia, el Tribunal Federal Oral Número Tres pensó distinto al Departamento de Estado. Consideró nulas todas las actuaciones por haberse sustentado en pruebas contaminadas. Liberó a todos los acusados que estaban presos. Se abrió, ya se comentó, una por encubrimiento que concierne a autoridades políticas, policiales y judiciales. El juez Ariel Lijo (un federal de una camada nueva) quiso sobreseer recientemente a Corach. La Cámara frenó la intentona, aunque Corach no está procesado aún, a diferencia de Anzorreguy, Galeano y el comisario retirado Jorge “Fino” Palacios.
Ya había un expediente en el que se debía pesquisar la conducta del federal Galeano. Estaba a cargo de su compadre de servilleta, Claudio Bonadio. Adivinen qué tal anduvo.
La Corte Suprema ordenó reabrir la causa por el atentado, morigerando la nulidad. Esa causa es la que motiva los debates de hoy.
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Historia más cercana: Cuando Néstor Kirchner llegó a la presidencia, la causa principal estaba en pañales, arrumbada. Si la intención del actual oficialismo era garantizar impunidad le bastaba con dejarla seguir así: la nómina incompleta vertida al principio de esta columna lo ilustra bien. No hacer nada, como los gobiernos previos, era la clave de ese “éxito”. O asumir un fracaso colectivo que en sustancia ya se había consumado. Como escribió el Tribunal Oral 3 con la complicidad de los tres poderes del Estado.
Llegamos, ahora sí, al tema de esta semana. Lo abreviaremos porque mucho se ha hablado y escrito. Fue Kirchner quien propuso crear una fiscalía especial a cargo de Nisman. Fueron él y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner quienes pusieron AMIA como ítem central de la agenda pública. Los que tramitaron y sostuvieron ante Interpol las “alarmas rojas”. Los que reclamaron en la ONU cooperación del Estado iraní. Fue Kirchner quien reconoció ante un tribunal internacional la responsabilidad del Estado argentino (ver asimismo recuadro aparte).
Nisman divide el accionar oficial en el tiempo: un comienzo de apoyo y compromiso. Luego llegarían el encubrimiento y la confabulación, No hay tal. Hubo un afán de ahondar la pesquisa, que llevó al voluntarismo extremo de nombrar a un inútil como él, dotarlo de recursos y herramientas. Y que culminó en el Memorándum de Entendimiento, un tratado aprobado en regla por el Congreso. Era muy peliagudo que Irán le diera cumplimiento, era la única posibilidad, infinitesimal, de avanzar en el trámite respecto de los sospechosos iraníes. Es exótico que cualquier país del mundo permita extraditar a sus nacionales para ser juzgados fuera de sus fronteras. A título de excepción, puede hacerse con marginales o con perseguidos políticos. El gobierno democrático de Chile peleó a brazo partido para que Pinochet fuera liberado por Gran Bretaña, donde estaba detenido a pedido del juez Baltasar Garzón. Y aunque esté en el desván de los olvidos, los gobiernos de Menem y De la Rúa se negaron a extraditar represores genocidas a países europeos en los que se los juzgaba. Y a juzgarlos acá, claro. Los menemistas, con desparpajo proverbial, casi no argüían. Más hipócritas, los aliancistas prodigaban argumentos huecos (su especialidad) o proclamas nacionalistas y soberanas (un tópico ajeno a su repertorio predilecto). La dificultad de conseguir que los sospechosos iraníes se sometan a indagatoria con “todas las de la ley argentina” suscita un parate de difícil o imposible solución. Ahí se atasca la causa. Hay otras vertientes para pesquisar, el juez Rodolfo Canicoba Corral se las puntualizó a Nisman: la pista siria, la conexión local.
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Nisman no lo hizo: En el larguísimo lapso en que se movió sin “estorbos” Nisman no supo o no pudo avanzar. Nada hizo respecto de la llamada “conexión local” que no roza el área de influencia de potencias extranjeras.
La pista iraní es una de las que fueron develando militantes, letrados y periodistas. Otros colegas se inclinan por la llamada “pista siria”. Hay frondoso material escrito en pro de una u otra hipótesis, ninguna está probada cabalmente. Las dos hipótesis fueron articuladas por intérpretes interesados, a menudo de buena fe. El deber de jueces y fiscales no es volcarse a priori por una y sacralizarla sino investigar a todas.
La política exterior de Estados Unidos e Israel de los años recientes sindicó a Irán como eje del mal, tras otros devaneos previos. Es clásico: los aliados de hoy se transforman en el demonio de mañana o viceversa. Todo su interés se volcó en culpar a iraníes del atentado, como parte de una estrategia internacional vasta, en la cual Argentina es un detalle, como mucho.
Por si hace falta, se aclara que el autor de estas líneas no predica la inocencia de los iraníes sospechados. Ni es tan conspirativo para pensar que son inocentes porque países extranjeros proclaman su culpabilidad. Ni tiene ninguna afinidad o simpatía con integristas de cualquier nacionalidad o religión. Sólo se señala el alineamiento político de Nisman, que lo indujo a sesgar su labor y dejar de lado tareas importantes.
Hace relativamente poco el ex embajador Avirán anunció en declaraciones periodísticas que los autores del atentado habían sido ejecutados por Israel. Era vano y superfluo buscarlos. Las autoridades israelíes lo desmintieron enfáticamente. Avirán mentía, ya no pertenecía al servicio exterior. Dejaron filtrar que la salida había sido deshonrosa y que el embajador (traducción libre del hebreo al castellano) era un trucho o por ahí un poquitín corrupto. Las especificaciones resultan verosímiles, lástima que tardías. Ni por asomo hubo autocrítica sobre las acciones de Avirán mientras estaba en funciones en estas pampas.
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Aquí y ahora: Llueven elogios de la “Corpo” y de la “opo” sobre la denuncia de Nisman. Las adjetivaciones hiperbólicas están en el orden del día. Como en cualquier caza de brujas se concede más atención a la desmesura de los cargos que a su pretensa prueba. Se ignora el texto completo del dictamen, sólo se dispone una sinopsis del propio fiscal. Aun sobre esa menuda base, la “confabulación” es un disparate. Lo es desde el ángulo jurídico porque pretende que una ley aprobada por un Congreso democrático pueda ser parte imprescindible de un delito. El tratado sería parte del delito, porque sin él no se consumaría la impunidad.
Los asuntos jurídicos son espinosos y técnicos. El cronista afirma que eso es atrabiliario, antijurídico y que no tiene precedente alguno en la Argentina. Desde luego, abre su oído y su casilla de mail para quienes le puedan dar ejemplos en contrario.
El hipotético móvil es insensato. Propiciar la compraventa de cereales contra petróleo no requiere una implementación tan perversa. Las commodities son mercaderías sin especificidad, accesibles en cualquier mercado. El petróleo iraní es igual al de cualquier otra procedencia: no es un producto sofisticado, una alfombra persa, un vino fino. Sobran vendedores potenciales de petróleo o compradores posibles de trigo en el planeta. Por añadidura, no se compró ni mucho ni poco petróleo a Irán.
En cuanto a las supuestas pruebas difundidas, serían escuchas de origen dudoso. Ya hubo pruebas contaminadas en esta triste saga, todo indica que la historia se repetirá. Las que se cuentan no prueban nada, no emanan de la Presidenta o del canciller y salvo una posible mención despectiva de Luis D’Elía ni siquiera los aluden.
En cuanto al afán oficial de tender un manto de impunidad no ha sido ésa su trayectoria en casi doce años. Ni antes.
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Concatenaciones: El escándalo se provoca en medio de cimbronazos en la Secretaría de Inteligencia y el Poder Judicial. Los movimientos de Nisman derivan de internas entre “servicios” y una embestida de parte de la corporación judicial contra el Gobierno. Tapar su patético desempeño ha de ser parte de su objetivo. Hasta ahí, la ecuación subjetiva del fiscal.
El contexto político es otra variable fundamental. El establishment y la oposición dieron por derrotado al oficialismo entre 2008 y 2011. Cuando terminaba 2013 pronosticaron que el fin de ciclo se caía de maduro. La derecha real, los poderes fácticos, intentaron suplir al veredicto popular y garantizar el desenlace deseado ante tempus hace casi seis años en las rutas y en numerosos embates destituyentes en la city. El año pasado se produjo uno de los más despiadados, y ya es decir.
Sin embargo, el kirchnerismo es duro de vencer. Conserva chances en las urnas. Dista de ser el seguro ganador pero su derrota está lejos de estar sellada.
La estrategia de campaña de los medios hegemónicos es la acumulación cotidiana de escándalos y denuncias. Habrá alguno con asidero, pero el mayor aporte consiste en la repetición. La idea fuerza es descalificar al Gobierno, a la Presidenta especialmente. Sacar el debate del terreno político y llevarlo al plano de la pura indignación. La perspectiva de una controversia centrada en las políticas públicas democráticas los escuece.
La presidenta Cristina tiene toda la pinta de conseguir lo que no lograron sus antecesores Raúl Alfonsín y Carlos Menem (ni hablemos de Fernando de la Rúa o Eduardo Duhalde...). Puede conservar primera minoría fiel en el Senado (casi seguro) y en Diputados. Y ser una referente política para una fuerza poderosa capaz de interpelar a una envidiable fracción de la ciudadanía. Obviemos cifras, que son mutables y un poco antojadizas. Más que sus adversarios, casi seguro.
Para impedir la continuidad de un proyecto político y de un liderazgo, parecen imaginar los dueños del poder, ni siquiera alcanzaría con que la “opo” llegara a la Casa Rosada. De ahí la furia que no conserva estilo ni coherencia discursiva. Y que en el borde coquetea con variantes del golpe de Estado.
Los dirigentes opositores, en particular los que son altamente competitivos, prefieren plegarse como retaguardia a la ofensiva en vez de jugar en su cancha. Ese es el cuadro de situación cuando amanece el año. Ojalá “la política” (de cualquier sector o facción) ocupe un lugar preponderante, Sucederá, de cajón, cuando el pueblo vote, sería estimable que se fuera apuntalando antes.
A horas de asistir al Congreso para informar sobre la escandalosa denuncia, surgen cada vez más elementos que contradicen al funcionario. Ni compra de petróleo ni venta de cereales, ni protección a imputados. La elección de Lijo.
Interpelado - El lunes, Nisman deberá responder todas las preguntas en el Congreso. Será una jornada intensa - Foto: mariano espinosa
Mañana a las 15, en pleno receso del Congreso, el fiscal Alberto Nisman entrará al Congreso con todas las cámaras aguardándolo en la puerta y un gran desafío –que amenaza con manchar para siempre su desempeño en el Ministerio Público– por delante: probar las acusaciones contra la presidenta, el canciller Héctor Timerman y otras personas, a los que considera partícipes de un inédito "plan criminal" para desvincular a Irán del atentado a la AMIA. Nisman llegará a la Comisión de Legislación Penal de Diputados con el auspicio de los medios más lanzados en su antikirchnerismo, porque otros empiezan a poner distancia y se previenen ante el riesgo que podría significar la revelación de las presuntas pruebas –hasta ahora reservadas, al tratarse de desgrabaciones de escuchas telefónicas– que pueden no ser sólidas, no constituir delito, e incluso haber sido obtenidas sin autorización judicial. La presentación de Nisman ante la comisión encabezada por Patricia Bullrich (Unión-PRO), y cuya vicepresidencia 1ª está en manos de Diana Conti (FPV), tendrá que sortear muchas preguntas y pedidos de que amplíe la información ante las inconsistencias que se van comprobando en su dictamen a medida que pasan los días. Eso sin contar las desmentidas que se realizaron casi de inmediato. EL NEGOCIO DEL PETRÓLEO. Nisman basó su hipótesis en la idea de un acuerdo con Irán a cambio de la provisión de petróleo y la venta de cereales pero, como se sabe, el comercio exterior entre la Argentina e Irán no reflejó en los últimos años, una vez aprobado el Memorándum de Entendimiento, ninguna operación en materia petrolera. Tampoco en exportación de granos. INTERPOL. La idea de un pacto de impunidad para los iraníes imputados en la causa se contradice con la conducta del gobierno frente a los pedidos de captura a través de Interpol. Nunca hubo un pedido de la Argentina para que esa agencia levantara las circulares rojas –requerimientos de captura internacional– que pesaban sobre cinco ciudadanos iraníes y un libanés, como lo probó el canciller Héctor Timerman al exhibir un elemento muy contundente: el correo electrónico enviado por el ex titular de Interpol, el estadounidense Ronald Noble. "Mientras era secretario general de Interpol, en cada ocasión que hablamos y nos vimos por las notificaciones rojas, usted (por Timerman) indicó que Interpol debía mantener en vigor las notificaciones; su posición y la del gobierno argentino fueron consistentes y firmes", escribió Noble en el mail que el canciller leyó ayer ante la prensa. HIPÓTESIS FALSA. Otro antecedente que desacredita las acusaciones de Nisman es su condición de único fiscal a cargo de la investigación del atentado. En septiembre de 2004, luego de que el entonces procurador Esteban Righi lo designara al frente de la Unidad AMIA, Nisman se convirtió en el principal responsable del avance de la pesquisa desde un rol ineludible, al que nadie podría pasar por alto: encabezaba una fiscalía ad-hoc, específica, con apoyo oficial y relación fluida con los organismos de inteligencia. Esa condición desacredita la idea –planteada por Nisman– de que la presidenta y el canciller intentaron promover una hipótesis falsa sobre el atentado, la pista de los 'fachos locales'. "¿Cómo íbamos a girar de la acusación de la participación iraní a la acusación de 'unos fachos locales' sin su propia participación, siendo el fiscal Nisman el único responsable de la investigación de la causa AMIA desde el año 2005?", se preguntó en voz alta Timerman el jueves, en su primera respuesta pública. En este punto, la continuidad de Nisman –al menos en el corto plazo– no está en riesgo: según pudo saber Tiempo, la estrategia del oficialismo será no pedir su remoción del cargo. Se proponen poner en evidencia sus resultados, o la falta de estos. EL "DELITO" QUE NO SE CONCRETÓ El dictamen de Nisman también puede ser objetado desde un simple principio del Derecho, que es que –en el supuesto caso de que sus imputaciones fueran ciertas, una hipótesis que experimentados juristas como Raúl Zaffaroni y León Arslanian consideran improbable por lo endeble y forzado de los elementos probatorios– nada de lo que plantea Nisman se concretó: el Memorándum no entró en funcionamiento, las circulares rojas nunca se levantaron, el comercio bilateral no registró ningún alza significativa en los últimos años. "Nada de lo que pretende dar por probado entra en el campo de la tentativa, sino que queda en el de los puros actos preparatorios, que, como todo abogado debe saber, son impunes", recordó Zaffaroni. BLOQUEO AL MEMORÁNDUM. Entre los diputados del FPV que se encontrarán cara a cara con Nisman también despierta curiosidad que el representante del Ministerio Público haya delineado su teoría sobre el supuesto 'plan criminal' para desligar a la República Islámica cuando el propio fiscal bloqueó uno de los acuerdos del Memorándum: Nisman se negó a viajar a Teherán para poder interrogar a los acusados. La legislación de Irán, se sabe, prohíbe las extradiciones de ciudadanos de ese origen que sean imputados de algún delito por la justicia de otro país. La misma restricción existe en Brasil, socio mayor del Mercosur. ACCESO A LAS ESCUCHAS. Otra de las cuestiones que aparecerá en la Comisión de Legislación Penal será la discusión en torno a la forma en que Nisman accedió a las escuchas telefónicas en las que basa su denuncia. Una de las sospechas es que haya utilizado escuchas ilegales, realizadas sin autorización judicial, para realizar su dictamen. En el ambiente de Comodoro Py, a pesar del receso de la feria, aseguran que el fiscal sólo utilizó desgrabaciones de escuchas realizadas a los teléfonos del comerciante argentino de origen libanés Jorge Khalil. La información que circula sobre el contenido de esas escuchas, sin embargo, difiere mucho del tono casi amenazante que utilizó Nisman para generar suspenso en torno a las pruebas que guarda bajo reserva. El juez Rodolfo Canicoba Corral cuestionó que el fiscal no le haya informado que estaba utilizando escuchas ordenadas por él –en el caso de Khalil– con un fin distinto del de esclarecer el atentado. ¿POR QUÉ EL JUEZ LIJO? "Queremos que nos explique a qué juez le rindió cuentas, por qué la causa no fue a Rodolfo Canicoba Corral, o a sorteo, y fue a (Ariel) Lijo", advirtió ayer el diputado Héctor Recalde (FPV) en diálogo con Radio América. Lijo investiga el presunto "encubrimiento" pero de la pista Siria, cuando en este caso su sospecha recae en el presunto encubrimiento de la "pista iraní". «
O'Donnell - Accedió a los cables revelados por Assange.
La semana que pasó, mientras el fiscal Alberto Nisman se convertía en uno de los personajes con más espacio en diarios, radios y TV, lectores usualmente informados –editores y periodistas, conductores de radio, dirigentes políticos, abogados y hasta jueces– redescubrieron el contenido de los cables secretos de la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires. Sucede que los dos libros publicados en la Argentina que cuentan la filtración masiva realizada por WikiLeaks, organización que encabeza el australiano Julian Assange, reflejan una relación poco habitual –al menos controvertida– entre un funcionario público de un país soberano, el fiscal especial del caso AMIA, Alberto Nisman, y un Estado extranjero: EE UU. El autor de ambos libros es el periodista Santiago O'Donnell, jefe de la sección El Mundo del diario Página/12 y director de la maestría de Periodismo en la UBA. Los dos libros en cuestión son ArgenLeaks y PolitiLeaks. En ambos, el autor reserva un espacio importante para mostrar el tipo de relación que mantenía el responsable de la investigación del atentado a la AMIA desde 2004 –Nisman– con los especialistas jurídicos de la embajada, oficiales provenientes del FBI, con otros delegados de la sede y hasta con diplomáticos de jerarquía, como el ex encargado de negocios Lino Gutiérrez o el ex embajador Earl Anthony Wayne. Entre 2004 y 2010, los cables que incluyen la palabra AMIA enviados a Washington desde la delegación estadounidense de la avenida Colombia, en Buenos Aires, fueron 196. Entre ellos hay 75 caratulados como "confidential" y 16 como "secret", clasificaciones que revelan su importancia. Los documentos más sensibles suelen ser encuadrados como "top secret": WikiLeaks no filtró ninguna comunicación de este tipo. "Eso se debe, probablemente, a que la persona que filtró los cables, aunque a mí no me consta que haya sido él, el soldado Bradley Manning, no tenía el nivel de acceso como para llegar a los cables más sensibles. Si el filtrador hubiese sido un general o el secretario de Estado, sería distinto", comenta el autor de ArgenLeaks y PolitiLeaks. O'Donnell recuerda bastante bien el contenido de los cables, aunque terminó de escribir los libros hace unos años. En los últimos días, la imputación de Nisman lo llevó a repasar sus textos, a volver a leerlos con atención. "Que un funcionario judicial tenga el nivel de obsecuencia, obediencia, cercanía y falta de independencia que reflejan los cables, en la causa más importante por terrorismo de la Argentina, no me parece correcto. Una cosa es consultar, pero otra muy distinta es pedir permiso o adelantar decisiones de la justicia. Porque los cables muestran que era Nisman el que llamaba (a la embajada) y adelantaba decisiones", dice O'Donnell en diálogo con Tiempo. La frase del periodista que residía en Estados Unidos cuando se produjo el atentado a la mutual judía refiere a un cable de noviembre de 2006, en el que la embajada comunica al Departamento de Estado que Nisman les había adelantado –con tres semanas de anticipación– que el juez Rodolfo Canicoba Corral iba a procesar a los sospechosos iraníes. La subordinación de Nisman, que el fiscal justifica con el argumento de que no se puede investigar un atentado como el de AMIA sin información de servicios de inteligencia extranjeros, como la CIA, no se limita a un episodio puntual. Se mantuvo en el tiempo, en una constante. Lo reflejan cables posteriores, de diciembre de 2007 y mayo de 2008, en los que se cuenta que Nisman había escrito el pedido de captura de los iraníes en tándem con los asesores jurídicos de la Embajada y, luego, que había pedido perdón por no avisar que pediría la detención por encubrimiento de Carlos Menem, Hugo Anzorreguy y el ex juez federal Juan Galeano. "Los cables prueban que Nisman tomaba órdenes, recibía instrucciones", afirma O'Donnell. Consultado por este diario, el periodista cuenta un episodio que no forma parte de ninguno de los dos libros. Tras la publicación de ArgenLeaks, Nisman lo invitó a la fiscalía para tener una reunión. O'Donnell asistió. Allí conoció de boca del propio fiscal quién era su proveedor de información. "Me contó que la información que él usaba se la aportaba Stiuso (por Antonio Stiles, alias Jaime, el ex director de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia). Que era información muy buena, porque Stiuso era el contacto en la Argentina de la CIA y el Mossad, aunque se la traía en bruto y él debía chequear", explica. «
La responsabilidad del fiscal Nisman en este caso es incuestionable, se ha montado una acusación de alto riesgo para la nación argentina, nada mas y nada menos que la responsabilidad de la Señora Presidenta de la Nación, del Canciller, y de diputados en lo que digamos, en una maniobra delictiva , de la que depende la institucionalidad esto de por si es gravísimo, de ser cierta esta denuncia, pero mas grave aun es si es una denuncia falsa, pues lleva implícito que no es una cuestin personal del fiscal sino una maniobra detistuyente armada para derrocar a un presidente constitucional, por ello esto debe ser el punto de partida para encontrar al al ,o los autores intelectuales de esto, de esto se trata nada mas y nada menos, esta es la forma mas alta de terrorismo Economico Politico
Si es que concurre el fiscal Nisman a la comision de legislacion penal de la camara de diputados, no va a poder dar respuesta a ninguno de los interrogantes que desde el punto de vista del procedimiento penal le estan siendo objetados, como por ejemplo, quien le dio la orden de obtener escuchas telefonicas y que no haya sido el juez de la causa, o por que presenta la denuncia al juez de feria, y no al juez natural de la causa. Sera tal vez, porque este juez fue el que procesó a Boudou, y luego fue recibido como heroe en la embajada de EEUU, y casualmente Nisman recibia ordenes de la embajada de EEUU, para no investigar la pista siria y si la iraní. Simples casualidades.
Un periodista del Buenos Aires Herald fue el primero en dar la primicia. Cómo se montó el operativo en el complejo Le Parc.
El rumor comenzó a ganar las redes sociales poco antes de la medianoche del domingo. El primer periodista que lanzó la piedra fue Damián Pachter, del Buenos Aires Herald, quien a través de su Twitter sostenía: "Me acaban de informar sobre un incidente en la casa del Fiscal Alberto Nisman." No era la 1 de la madrugada cuando en las puertas de Torres Le Parc, en Azucena Villafor 450, en el corazón de Puerto Madero, empezó a verse movimiento de las fuerzas de seguridad, principalmente de Prefectura, que tiene jurisdicción en la zona. Desde su cuenta @damianpachter, el periodista especializado en temas vinculados con la comunidad judía, confirmaba a través de fuentes propias: "Encontraron al fiscal Alberto Nisman en el baño de su casa de Puerto Madero sobre un charco de sangre. No respiraba. Los médicos están allí." Luego, aclaró que se trataría de "un supuesto suicidio". A esa hora, algunos curiosos y los pocos periodistas que habían llegado al lugar debieron alejarse del frente del complejo de edificios porque Prefectura extendió el perímetro para que una decena de vehículos de la Policía Federal, del SAME y Bomberos, pudieran ingresar con comodidad. El principal foco de atención estaba puesto en el edificio Torre del Río (uno de los tres que integra el complejo) que da a la esquina de Azucena Villaflor y Aimé Paine. Luego, se supo que Nisman vivía en el piso trece. El secretario de Seguridad, Sergio Berni, fue uno de los primeros en llegar, casi al mismo tiempo que el jefe de la Policía Federal, Román Di Santo, el titular del SAME Alberto Crescenti y la fiscal Viviana Fein, entre otros funcionarios judiciales. Berni se movía de un lado a otro. Salía y entraba del palier con su celular en la mano. Sus colaboradores también estaban allí. Luego, sin dar declaraciones, se alejó por uno de los accesos secundarios del complejo. Cuando el rumor ya era un hecho, el juez de instrucción en turno, Manuel de Campos, confirmó, aunque sin dar mayores detalles, el fallecimiento de Nisman. Recién ahí, los pocos movileros que había dejaron de usar el condicional. Con el dato preciso, el paso siguiente era conocer la mecánica de esa muerte. En concreto, si se trataba de un homicidio o un suicidio. Cerca de las 3, llegaron algunos operadores políticos de la diputada nacional Patricia Bullrich y una media hora más tarde hacía su desembarco la legisladora. Los periodistas apenas la dejaron bajar del auto y la abordaron con preguntas. Al mismo tiempo que ella se iba, llegaba el diputado Adrián Pérez, quien con un perfil mucho más bajo, atrajo menos la atención. Poco antes de que el cuerpo de Nisman fuera trasladado por la morguera, la fiscal ofreció una improvisada conferencia de prensa, reja de por medio, con los periodistas. Aclaró que la puerta no estaba forzada y que en la escena había una pistola calibre 22. A las 5:10, el cuerpo del fiscal partió rumbo a la morgue judicial, escoltado por dos móviles de Prefectura.
Desde que el fiscal Alberto Nisman presentó la semana pasada su dislocada denuncia por encubrimiento del atentado terrorista de la AMIA contra la presidenta de la Nación y un ramillete de dirigentes entre los que incluía al líder de Quebracho –por dar una idea de los alfileres que sostenían semejante acusación en un mes de feria y en un año electoral–, dio algunas entrevistas a periodistas de medios opositores en las que enfatizó un núcleo de esa denuncia: el Memorándum de Entendimiento con Irán había sido impulsado para vender granos y comprar petróleo. A cambio, se iban a bajar los alertas rojas de Interpol sobre los imputados iraníes. “Lo sostengo y no tengo ninguna duda”, declaró en TN. En la vida real no sucedió ni una cosa, ni la otra, ni la otra. Pero se sabe que en TN quieren preguntar pero no repreguntar. Interpol aportó el sábado la prueba irrefutable de que no fue ésa la intención del gobierno argentino, y sigue sonando más verosímil para muchos –incluidos algunos familiares de las 85 víctimas del atentado– que de lo que se trataba era de mover de algún modo una causa que en nueve años Nisman no había podido hacer progresar. La admisión de esto presupone, de paso, que el trabajo de Nisman no prosperó nunca. La causa original estaba completamente detenida, mientras la causa por encubrimiento, en la que no hace falta extraditar a nadie ni firmar ningún acuerdo con otro país, duerme su largo e inexplicable sueño de los injustos: el Poder Judicial no logra constituir un tribunal que se haga cargo de ella.
El gobierno argentino le pidió a Interpol todo lo contrario de lo que aseguraba Nisman e hizo explícito que cualquier decisión al respecto iba a corresponderle, llegado el caso, al juez de la causa, Canicoba Corral. En un país “serio”, esa información confirmada oficialmente por Interpol y al mismo tiempo ese dato duro –no hubo ni granos ni petróleo a cambio, porque no fue una transacción– le hubiera planteado al fiscal al menos algunas sólidas repreguntas, ya que la denuncia formulada era decididamente grave y visiblemente aventurera.
No es momento para especular si se mató y por qué se mató Nisman, e incluso por recato y por respeto a sus familiares, tampoco es momento para adjetivar su trabajo de nueve años al frente de una unidad especial que no produjo avances, aunque sí resulta inevitable una ligera revulsión cuando ayer se escuchaba al rabino Bergman hablar de Nisman como de “un referente de la Justicia independiente” que requiere el país, cuando es público que su trabajo era conocido primero por Servicios de Inteligencia extranjeros que por el juez de la causa. Eso no suena ni refleja ningún tipo de independencia.
Lo que sí se observa cada vez más seguido tanto en los medios lanzados a la batalla electoral como en muchos dirigentes opositores (dio vergüenza escucharlo ayer a Macri, procesado por escuchas ilegales, querer sacar ventaja política de la situación y autoerigirse en modelo del manejo de esa área) es que la verdad importa poco. En la tertulia del sábado por la noche comandada por Mirtha Legrand, Alfredo Leuco hablaba de lo vergonzoso de “haber negociado a las víctimas del atentado por granos y petróleo”, y la conductora asentía muy segura de lo que se decía. Es decir, ya opinaban dando por cierto lo que no era cierto. Pero qué va, qué importa la verdad en los grandes medios, si hace rato han perdido el interés en la verdad y solamente apuestan a la ganancia del clima general a través de la confusión.
Más allá de esta causa y este caso, espectaculares y dramáticos por donde se los mire, ésa es claramente la apuesta opositora, mediática y política: la confusión de los ciudadanos a través de un relato que tejen ellos mismos con sus propias denuncias, con o sin elementos, con o sin algún tipo de prurito por la verdad. Así se vienen desarrollando todos los golpes o los intentos de golpes blandos en la región. Manuel Zelaya nunca llamó a una reforma constitucional en Honduras, pero la Corte Suprema de ese país dijo que sí, la prensa se hizo eco de la confusión y lo voltearon. A Rafael Correa, en Ecuador, quisieron derrocarlo los policías que habían sido en su momento mal informados –esto es, confundidos– sobre una ley del Ejecutivo que los involucraba. A Fernando Lugo, en Paraguay, le armaron una masacre que nunca fue aclarada, el Congreso le hizo un juicio sumario trucho sin esperar ni conocer la verdad de los hechos, y lo echaron de la presidencia. En todos los casos de golpe blando hay confusión, y en todos los casos después de esos golpes, los respectivos países cambian su alineamiento y se integran a la Alianza del Pacífico. Hay una bola que se echa a rodar, hechos presuntos que se dan por ciertos, canallas que editorializan sobre sucesos que nunca ocurrieron, en fin, pura impotencia electoral y mala entraña humana.
Lo que se sabe hasta ahora es que Nisman apareció muerto justo el día en el que tenía que ampliar y explicar su gravísima denuncia ante legisladores opositores y oficialistas. Era un momento de máxima tensión, porque el tenor de la denuncia reclamaba pruebas fehacientes que estuvieran incorporadas al expediente. Y de eso, según el propio juez, no había. En el relato de los operadores integristas de la oposición, Nisman ya es un mártir, un ejemplo al que le rinden homenaje, un “referente”, al decir de Bergman. Quisieron usar a Nisman vivo y ahora lo usarán muerto. A él, a otro, a cualquiera, a cualquier cosa. Desbordan desquicio y sudan irresponsabilidad. La apuesta en este año que viviremos en peligro no es al debate profundo de ideas ni a la discusión política sobre el destino de este país. Esa gente no tiene nada que discutir porque no tiene nada para ofrecer, políticamente hablando, salvo rociadores de mugre, aerosoles de infamia, casetes con escuchas ilegales y nada que perder. Al menos, ése no fue el caso de Nisman, que perdió la vida. No se sabe, por ahora, antes de eso, qué más perdió.