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General: ¿POR QUÉ NO CREO EN LA DIVINIDAD DE JESÚS? Pruebas directas, parte 2
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Padre mío  (Mensaje original) Enviado: 11/04/2012 17:30
7) Juan I, 1: “En el principio la Palabra existía y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.
 
X, 30: “El Padre y yo somos uno”.
 
    Juan VIII, 58. “Jesús les respondió: en verdad, en verdad os digo, antes que naciese Abraham, Yo Soy”.
 
Filipenses II, 4-11: “… Sentid entre vosotros lo mismo que Cristo, el cual, siendo de condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su parte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre... y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre”.
 
Romanos IX, 5. “y los patriarcas; de los cuales procede Cristo según la carne, el cual está encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos, Amén”.
 
Hechos XX, 28: “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con su propia sangre”.
 
Juan XX, 28: “Tomás le contestó: Señor mío y Dios mío”.
 
Estos siete pasajes son los únicos, o los más importantes, que exponen a Jesús como “Dios”; pero se encuentran con graves dificultades, a saber:
I.- Son tan solo siete pasajes contra toda la gama anterior que muestran lo contrario, que por si fuera poco, faltan mucho más.
II.- Conforme lo advertido en los Prolegómenos,  sólo Juan y Pablo  son los que aparentemente identifican explícitamente a Jesús con Dios, contando con dos cosas: II.1) Es evidente que san Pablo es el erudito por excelencia dentro del apostolado, el cual marcó gran influencia sobre los demás apóstoles, especialmente en el escritor del evangelio según Juan, y en la cartas y apocalipsis homónimas. II.2) La erudición paulina mostró no sólo confusión, sino hasta pugnas doctrinales, y se ve reflejado en la segunda carta de Pedro III, 15-16: “... Aunque hay en ellas (las cartas paulinas) cosas difíciles de entender, que los ignorantes y débiles interpretan torcidamente...”. Como se ve, es palpable como tajante que a san Pedro también le costó trabajo entender el pensamiento de Pablo en sus cartas; y eso que el buen Pedro anduvo con Jesús y fue instruido por él.
III.- Vaya, ha quedado patente el discernimiento apostólico entre el santo Jesús y el dios de Israel. Pues, hay al menos 20 pasajes que disciernen a Dios, el Padre, del piadoso Jesús; contra 7 que aparentemente mencionan lo contrario. Y que se dice “al menos”, para no abusar de la insensibilidad numérica; y “aparentemente” porque es una mera reconsideración lingüística.
Más aún, quedan cuatro aseveraciones concluyentes que terminan de sepultar esa falsa creencia jesuoteísta. A saber:
7.1) ¿En qué momento el apostolado se percató que Jesús era Yahveh Dios? ¿En qué momento se percataron que Jesús era el “primogénito de la creación”?... ¿Por qué o cómo el apostolado lo concluyó?... ¿Era unánime en el apostolado tal conclusión?... ¿En qué momento el apostolado se percató  que Jesús era una de tres personas de una Divinidad Trina o triforme?... … Gracias a la vergonzosa y constante terquedad, y bochornoso escepticismo del apostolado[4], es que se puede asegurar que ocurrió después de ese famoso día de Pentecostés. Por lo que los evangelios –como “historia” [de Jesús] anterior a ese día– pierden legitimidad como prueba a favor del jesuoteísmo.
Y si tal obstáculo parece una aseveración apelable e inconcluyente, deben ser notorias tres cosas: 3.1) Los apóstoles, como todo judío, esperaban al mesías, y al esperar al mesías esperaban a un siervo de Yahveh y NO a un ángel o al mismo Yahveh. Y lo que se ve en los evangelios, es precisamente  historia de la expectativa mesiánica, no solo el ministerio de Jesús, sino el surgimiento de la fe en la mesianidad de un hombre, Jesús de Nazaret, y no de que era un arcángel, Dios quizá. 3.2) Las profecías mesiánicas consideradas por los judíos, por la ortodoxia; por fariseos, esenios, zelotas… No se refieren a Yahveh Dios, o a un arcángel, sino a un “vástago de David” y/o a un “siervo”; y tales profecías no identifican al mesías con Yahveh Dios, no dicen que el mesías sería el dios de Israel[5]. 3.3) Los discursos posteriores de Pedro, según Lucas[6], certifican estas puntualizaciones. Pues se demuestra que su interpretación mesiánica de las profecías se refieren a un hombre y NO a un dios o al mismo Yahveh Dios. Y que después de ese día, quedaron, no solo convictos de la mesianidad de su piadoso maestro, sino del significado del ministerio mesiánico y de su empresa apostólica.
Hermenéuticamente no es recomendable, es mas, es equivocado el que una verdad trascendental como la trinidad haya sido revelada al final de su ministerio mesiánico, bueno, por lo menos al final del evangelio mateano. Lo que refuerza la idea que ese famoso pasaje [XXVIII, 19] es por contexto UN ÚLTIMO RECORDATORIO TESTAMENTARIO DE SU EMPRESA TRICÉFALA[7] y NO una revelación de una Divinidad-Trinitaria o triforme.  
Y peor, bajo el supuesto de una asimilación por parte del apostolado [primitivo] de la divinidad de su maestro después de ese Pentecostés, Lucas, de forma inesperada y difícil de explicar, pero, sin querer queriendo escribió las cosas de tal forma, repito, sin querer queriendo, que favorecen esta línea de pensamiento. Lucas no solo sugiere que tal asimilación no fue sincrónica o unánime en el apostolado primitivo; además, nos muestra que antes de la conversión del buen Saulo, antes del capítulo IX, el apostolado primitivo a través de Pedro y Esteban, NO pregonaban a un “primogénito de toda la creación”, NO pregonaban a un dios, sino a un hombre de Dios[8]. Fue Pablo y solo Pablo el que comenzó a predicar a un Jesús de abolengo divino sin consultar al primitivo y genuino apostolado[9]. Como si Lucas hubiese querido que el lector se diese cuenta que Pablo fue el primero en reconocer que Jesús era “hijo de Dios” en contexto divino, ignorado por los otros apóstoles. 
7.2) Si retrocedemos en el tiempo siguiendo la historia de la “Trinidad” nos percatamos que entre más lejos estemos del presente más difusa se hace. Tan solo el Gran Cisma de Oriente en el 1054 entre las Iglesias de Oriente y Occidente por la “filioque”, que separaba ambas iglesias por un desacuerdo trinitario (al menos fue el pretexto). Si nos vamos hasta el siglo V nos percatamos que apenas estaba recién salido del horno tal dogma. Debido precisamente a herejías como la arriana que no son sino la evidencia de un concepto difuso y no consensuado. En la enseñanza Patrística de los siglos II, III y IV no hay evidencia de una trinidad explícita. De hecho si se aferra uno a encontrarla, la encontrará, pero muy aislada y poco conjeturable. Y es hilarante que en la misma Tradición se encuentren ideas subordinacionistas que no por nada causarían confusiones en la gente como en Arrio de Alejandría[10]. Y más atrás, en el kerygma, se pierde por completo.  No se infiere ni forzando las Escrituras, que los apóstoles en los Hechos, ni mucho menos Jesús, hayan enseñado un Dios plural, ni mucho menos que hayan usado alguna formulación trinitaria ritual (como en el bautismo). Pocos por no decir nadie, ofreciendo el beneficio de la duda, ha imaginado que Jesús “bautizaba” “en el nombre del Padre, y del hijo y espíritu santo”. Es complejo, pero de haber sido cierta la Trinidad como una pedagogía gradual en la historia de la Salvación, resulta lógico admitir-cuestionar que al momento de escribir sus relatos evangélicos, al menos Juan y sobre todo Mateo, hubieran hecho una glosa sobre alguna enseñanza de Jesús donde él enseñara la Trinidad o triformidad, aún oculta para los párvulos discípulos; algo como: “… y aquí Jesús trataba de mostrar su relación con su Padre y el Santo Espíritu, pero no entendíamos”[11].
La Trinidad y modalismo como jesuoteísmo, contrastan estruendosamente con el monoteísmo tradicional judío, y el hecho de que no hayan sido aclarados en los textos neotestamentarios y en sus tertulias como una verdad teosófica que traían consigo las Buenas Nuevas, es prueba evidente de su falacia. No simplemente se trata (ba) de mostrar alguna identidad de Jesús como “hijo unigénito de Dios” o peor como Dios, sino de patentar una nueva verdad teosófica como la naturaleza tri-una  o tri-forme de Dios hacia el presuntuoso monoteísmo tradicional judeo-hebreo, pero como no fue así, no fue así. 
7.3) La mera existencia del primer concilio de Nicea (en el 325), la mera necesidad de su realización, es prueba por sí misma de la inmadurez cristiana. 300 años de inmadurez, 3600 meses de inseguridad y división; en la Iglesia no hubo consenso por 3 siglos sobre la naturaleza de su santo maestro, si era tan solo un profeta, un dios, o el mismísimo Yahveh Dios. Desacuerdo  que desprende al legado cristiano de una confiable  teología consecuente. Y burlescamente demostrable por los cismas posteriores y la fragmentación centenar sectaria, que manifiesta un infundamentado cristianismo enfermo y sin solidez desde su origen. Por demás desconfiable de cualquier posición teologal.
7.4) El concilio llegó a un acuerdo (por cierto no fue unánime) después de una consensuada interpretación, ¡¿interpretación?!  El hecho de que haya ocurrido un concilio, y el que se haya interpretado, sugiere dos cosas: 4.1) Que el apostolado NO transmitió fielmente el testamento de su santo maestro, y 4.2) Que el inmediato legado apostólico NO supo transmitir la convicción apostólica… … nadie supo hacer las cosas,  nadie hizo bien su trabajo. Tal fabilidad desvirtúa la confianza en el magisterio y deroga la confiabilidad del NT, dejándolo susceptible al imperfecto y nada recomendable subjetivismo.
En conclusión, el jesuoteísmo es lapidado por la penosa interpretación, pues ni el apostolado supo transmitir de forma correcta su fe, ni su legado tampoco, que la Iglesia posterior se ha visto en la penosa necesidad deinterpretar las palabras apostólicas y hasta patrísticas. Que no se sabe cuándo, cómo, por qué, y si fue unánime la deificación de Jesús Mesías.
Quién iba pensar que el cristianismo sería tan complicado que se han escrito un millar de libros para poder explicarlo… algo que demuestra su escaza solidez y su confusa naturaleza, y que la hierática ciencia cristiana no es por revelación, sino por interpretación, pues de otra forma no se explica tanta jurisprudencia patente en millares de libros explicando el significado de los pasajes neotestamentarios. Si no creen, vayan a una librería católica o pídanle a un testigo de Jehová que les enumere sus publicaciones[12].
IV.- Ge I, 26-28: “Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según  nuestra  semejanza, y domine en los peces del mar, en las aves del cielo, en los ganados y en todas las alimañas, y en toda sierpe que serpea sobre la tierra...”.
Ge III, 22: “Y dijo Yahveh Dios: ¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal...”.
Salmo LXXXII, 6: “Había dicho yo: ¡Vosotros dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!”.
Salmo VIII, 5-9 (de David) (también Eclesiástico XVII, 1-8):“¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Hombre (Adán) para que de él cuides? Apenas inferior a un dios (otra traducción: “a los ángeles”) le hiciste, coronándole de gloria y esplendor; le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies: Ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias salvajes, y las aves del cielo y los peces del mar, que surcan las sendas de las aguas”.
A pesar de que la intención de Pablo fue buena, fue paralogista, pues despojó al hombre, hijo de Adán, de todo privilegio divino otorgado desde la creación. Todo hombre es semejante al Creador, dios como Dios, dominante y señor de las obras del Creador. Y el colocar la herencia de la que tiene por derecho el hombre, en posesión de Jesús, Pablo cayó en interpretaciones, no sólo subjetivas, sino sugestivas, que lo acarrearon a una profecía Jesuscéntrica grosera, p. Ej.: En Gálatas III, 15… Respecto a Ge XII, 7, que por cierto lo contradice Ge XV, 5+. Jesús es imagen de Dios (Col I, 15), por supuesto que lo es, porque es un hombre descendiente de Adán. Cristo Jesús es dueño y señor  de todo lo creado, y lo tiene todo bajo sus pies; por supuesto,  como todo hombre hijo de Hombre, de Adán. Pero por supuesto también es innegable que Jesús es por derecho propio la efigie de la virtud; algo de lo que abusó san Pablo y repercutió sin duda en san Juan.
             Juan X, 30: “El Padre y yo somos uno”. Típico de los bisoños. El que sean uno no significa que sean co-iguales, sí, son uno, pero no son co-iguales. Compárese con Jn XVII, 20-23, 1 Cor III, 6-8, Jn XIV, 28; XX, 17 y Mc XIII, 32; X, 18… como si Apolo y Pablo fueran un solo ser humano en dos personas distintas.
            ¿Cuál era la duda de Tomás, si su maestro había resucitado, o que si era Yahveh Dios? Si Tomás Dídimo (el Mellizo) hubiese creído que Jesús era el Dios Todopoderoso encarnado, no hubiera hecho tan patética petición para creer.
 1Re VIII, 27: “Pero, ¿en verdad Dios habitará sobre la tierra? He aquí que los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerlo. ¡Cuánto menos este templo que he edificado![13].



[1] Guerra de los Judíos II, 7; Antigüedades Judías XVIII, 1; 3, 4, 5. Aboth Pirkei I, 12; Shab. XXXI.
[2] En el NT Jesús no se autonombra “salvador”, es el apostolado el que lo llama de esa manera.
[3] Si el ofendido defiende al ofensor ¿contra quién acusa y defiende? ¿Para qué tanto teatro soteriológico pues si al cabo terminaría perdonando? Definitivamente Dios no juega a los dados…
[4]     Evidencia “D”.
[5] Mal III, 22-24; Mt XVII, 9-13. ¿Reencarnación o Metáfora?
[6]     Hechos II, 22-24+; 32-36; III, 13-26; IV, 8-12; 24-31; V. 29-32; VII, 35+.
[7]     Pues los discípulos como albaceas (apóstoles) le responden a tres patronos: a Dios, el Padre, por ser el dueño de la empresa. Al Mesías, el hijo, como su jefe inmediato; con quien es la empresa (Jn XVII, 18-19). Y finalmente, al Espíritu Santo, “los amigos o hermanos”, para quien es la empresa (Jn XV, 12-16; XVII, 6-8; 18-21). Ese “Espíritu Santo”, no es el Paráclito, sino todo aquello que representa “espíritu santo”, y por sustracción se refiere especialmente a la comunidad de fe, a la Iglesia… a la comunidad del espíritu santo. En contraste a la del espíritu maligno, del espíritu del mundo.
[8]     Hechos II, 22-24+; 32-36; III, 13-26; IV, 8-12; 24-31; V. 29-32; VII, 35+.
[9]     Hechos IX, 20 y Gal I, 16-17 respectivamente.
[10]    Apéndice B
[11] Como ejemplo considere y bástese el pasaje de Jn VI, 70-71, donde se muestra el uso de una glosa.
[12] Mt VII, 12; XI, 30; XXVIII, 19; V, VI, VII; Mc XII, 28-31…La enseñanza de Jesucristo es tan clara y tan simple, que quien no lo vea de esa forma, le gusta complicarse la vida. Le importan otras cosas: el culteranismo, el debate intelectual o quizá el fanatismo. Pero definitivamente no le interesa seguir la enseñanza y ejemplo de Jesús. Las más ejemplares comunidades cristianas, son las primitivas, y en ellas no se encontrarán complicados textos de Teología, catequesis, historiografía… ni siquiera Nuevo Testamento. Esto debería ejemplificar la simplicidad del cristianismo, y que pretender otra cosa es: 1) o por una obsesión intelectual sin salida con los textos paulinos, elaborada filosofía o teología.  o 2) por mero gusto intelectual, a sabiendas que la doctrina cristiana no exige tanta palabrería. Su servidor esta consciente de ello, y este ensayo es mero placer intelectual, porque al actuar, no hay mejor consejo que “el útil servicio es sinónimo de Dios”.    
[13] Apéndice C (pruebas definitivas de la falacia divina de Jesús).
 


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De: el señor pastor Enviado: 05/05/2013 21:12

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De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 07/05/2013 19:16
 


 
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