Revela una infancia alegre -"son los mejores recuerdos que tengo allá en la isla"-, con cariño, comodidades y buenos momentos con sus hermanos. Sin embargo, la llegada de Fidel a la universidad, los primeros contactos de éste con la política y el golpe de Estado de Batista rompieron la idílica familia Castro.
"Mi hermano no trabajó nunca. Incluso casado con Mirta Diaz-Balart era mi padre el que pagaba todo a él, a su esposa y a sus hijos. Nosotros le intentamos convencer de que la política no era su camino", cuenta Juanita.
Pese a todo Juanita aun muestra cierto orgullo por su hermano y por lo que hizo. "A Fidel le ofrecieron formar parte del Gobierno de Batista y lo rechazó. De hecho, se sintió tan ofendido que reventó contra el suelo dos lámparas que el propio Batista le regaló por su boda. Para él fue una ofensa que le ofrecieran participar en un Gobierno fruto de un Golpe de Estado".
Y llegó el triunfo de la Revolución. "Fue una alegría inmensa tener al libertador de Cuba", afirma la hermana de Castro. Juanita al igual que muchos cubanos se creyeron cada promesa de Fidel, cada palabra, cada discurso... "Era el hombre más grande que podría haber en el universo".
Juanita se convierte en Dona
Pero el Fidel libertador, el Fidel de la Revolución desapareció. Y es entonces cuando Juanita se convierte en Dona y empieza a colaborar con la CIA, el mayor enemigo del régimen castrista. Una Castro en la guarida del lobo.
"Fue la mujer del embajador de Brasil en la isla quien me propuso trabajar con los servicios de inteligencia de EEUU. Lo hice porque quería ser útil para mi país", cuenta. Juanita, o Dona, comienza entonces una nueva vida de espionaje, escuchas, contactos, secretos. "Mi trabajo era facilitar lugares donde se pudieran esconder espías de la CIA en Cuba. Nunca me comprometí a ningún acto de violencia en contra de mi hermano".
Latas de conservas con mensajes encriptados, equipos de transmisión, contactos con Toni Sforza. Juanita se había transformado de la hermana revolucionaria a la hermana traidora y Fidel no tardaría mucho en darse cuenta. De hecho, es la muerte de su madre, "mi ángel protector", la que marca el principio del fin de la historia de Juanita en Cuba.
"Raúl vino a visitarme unas semanas después de la muerte de mi madre con mi expediente bajo el brazo y me dijo que lo mejor era irme de Cuba. Me abrazó y me dijo que hablaría con Fidel, y esta fue la última vez en 45 años que nos vimos".
Así dejó atrás su otra Juanita. La Juanita cubana, la hermana de los Castro, la niña de infancia alegre que se exilió, primero a México y después a EEUU. Aún así, ella no cree que traicionara a nadie ni cree que estuvo a sueldo de la CIA. "Yo no estaba en nómina de la CIA, sólo tenía un programa de radio donde me pagaban por mis colaboraciones. Yo no gané dinero con la CIA".
Ahora 45 años después de aquella triste despedida en el aeropuerto de La Habana, Juanita Castro mira hacia atrás. No se arrepiente de nada de lo que hizo y sigue sintiéndose orgullosa: "Actué con honestidad todo aquel tiempo que me llamaba Dona".
A sus 76 años y cuando no tiene casi ninguna esperanza de algún día poder pisar de nuevo la isla que la vio nacer, Juanita Castro mira fijamente a la cámara y como si fuera su propio hermano el que estuviera delante le hace un último ruego: "Es suficiente lo que ha sufrido el pueblo cubano y es hora del cambio. Está bueno ya..."