Ahorcado en un almacén de un callejón sin salida del este de Londres. Justin Fashanu (Londres, 1961), negro, gay y futbolista, se quitó la vida a los 37 años. Fue el primer jugador de fútbol profesional en admitir públicamente que era homosexual. Un mes antes de suicidarse, había sido acusado de abusar sexualmente de un joven de 17 años en Maryland (EE. UU.), donde se había trasladado para ser entrenador. Temeroso de no recibir un juicio justo en Estados Unidos por su condición sexual, tomó un avión a Londres. "Justin fue chantajeado por este chico, le pidió dinero. Tenía pensada su marcha, no huyó de la justicia", cuenta Marisol Acuña, cuñada de Fashanu –estuvo casada con su hermano John durante nueve años–. El 3 de mayo de 1998 aparecía muerto.
Las últimas horas se le vio de fiesta en una sauna gay en Shoreditch (Londres) a 20 metros de donde pondría fin a su agitada vida. En su nota de despedida se leía: “No agredí sexualmente a ese chico. El sexo fue consentido. Por fin encontraré la paz”.
Se acaba de estrenar en el Reino Unido el documental Forbidden Games: The Justin Fashanu storysobre la vida de este esbelto y talentoso delantero que despuntó en el Norwich City a finales de los setenta. Eso le valió para que el aguerrido Brian Clough, entrenador del Nottingham Forest, ganador de dos Copas de Europa y uno de los mejores equipos de la época, se lo llevara a su equipo. Fashanu se convirtió en el primer futbolista negro por el que se pagó un millón de libras (1,1 millones de euros). No cumplió con las expectativas. A partir de ahí comenzó a dar tumbos fuera y dentro del campo.
En 1990, el tabloide británico The Sun publicó en portada "la confesión” de Justin Fashanu. “I am gay (Soy gay)". “Fashanu fue chantajeado. Le dijeron: ‘Sabemos que eres gay, o lo cuentas y te pagamos por ello o igualmente lo sacamos y no recibirás nada de dinero”, cuenta a ICON Nick Baker, autor del libro biográfico Forbidden Forward (El delantero prohibido). 20.000 libras (22.800 euros) recibió por la entrevista. Pero Fashanu no terminó su relación con los tabloides ahí. Sabedor de que esto le podía granjear ingresos fáciles, en 1994 intentó vender por 300.000 libras (342.000 euros) una historia de encuentros sexuales con dos parlamentarios conservadores. Años más tarde admitió que se lo había inventado todo. “Al final no le quedó más remedio que enfrentarse a la realidad y esto le hizo aún más infeliz”, dice Baker.
Justin era ocurrente y carismático. Un tipo interesado por la moda y en ocasiones caprichoso con sus gustos y con gran predilección por el dinero. Cuando llegó cedido al Southampton tras su desastrosa temporada en el Forest pidió un aumento de sueldo que no se concretó. Como una manera de imponerse acudió a la sastrería más cara de la ciudad, se hizo varios trajes y pidió al tendero que le enviara la cuantiosa factura al club.
El exfutbolista y comentarista de la Cadena SER y de Movistar+ Michael Robinson jugó en la misma época que Fashanu y coincidió con él en el tercer tiempo –cuando en años anteriores los futbolistas compartían pintas de cerveza al término del partido–. “Justin era un tipo sonriente, tremendamente amable; distaba mucho de su manera de desenvolverse en el campo. Como jugador era aguerrido, no rehuía el choque. Era combativo”. Su manera de jugar era bastante británica. “Un delantero con potencia y un físico privilegiado”, cuenta Rodrigo Marciel, experto en fútbol internacional de Movistar+. “Hoy sería como un Fernando Llorente. Tenía un buen disparo, un gran salto y buen remate de cabeza”, apunta Robinson.
Antes de dedicarse al fútbol, Fashanu fue una joven promesa del boxeo. Llegó a ser dos veces finalista júnior de los pesos pesados a nivel nacional con 14 y 15 años. De regreso de jugar un partido de fútbol con sus amigos, se apuntó al club de boxeo de Watton, un pueblo del condado de Norfolk, donde se crio después de haber sido acogido por una familia inglesa blanca de clase media. Sus padres biológicos, un estudiante de derecho de Nigeria y una enfermera de Guayana, tras su separación y debido a fuertes dificultades económicas, habían llevado a él y a su hermano John (un año menor) a un orfanato.
Justin y John, también futbolista, eran inseparables de niños, como dos hermanos que se llevan apenas un año de diferencia, aunque completamente diferentes. Tan diferentes que cuando alcanzaron la madurez la relación se torció. John no soportó que su hermano fuera homosexual y le reprobó su comportamiento fuera del campo. Consideraba que su actitud dañaba la imagen de la familia. En una entrevista en 2015, John aseguró haberle ofrecido a su hermano 75.000 libras (85.700 euros) si se mantenía en silencio. John fue delantero del Wimbledon –compartió vestuario con el duro Vinnie Jones– e internacional con la selección inglesa en dos partidos.
Después de que Justin anunciara que era gay, Thomas Hitzlsperger, jugador alemán –aunque desarrolló la mayor parte de su carrera en Inglaterra (Aston Villa, West Ham, Everton)–, ha sido el único futbolista de primer nivel que ha seguido sus pasos. Lo hizo en 2014, un año después de retirarse. “Algunos futbolistas temen perder contratos y otros temen las burlas de sus compañeros y los aficionados”, dice Baker.
Justin jugó dos temporadas en Brighton & Hove Albion, equipo de la capital gay de Inglaterra, Brighton. La afición rival a menudo profiere cánticos homófobos contra los jugadores y los seguidores de este equipo: “Vemos que vais agarrados de la mano”, “poneos de pie si no podéis sentaros” o “¿sabe tu novio que estás aquí?”. La afición del Brighton les contesta con humor: “Sois demasiado feos para ser gais”. Ed Malyon, redactor del periódico británico The Independent lo ve de otra manera: “Un jugador gay cobraría mucho más porque las marcas de moda y deporte querrían estar asociadas a una personalidad relevante. El proceso de salir del armario lo convertiría además en uno de los jugadores más famosos del mundo”.
Cuando Hitzlsperger dijo “al final me he dado cuenta de que prefiero vivir con un hombre”, el Aston Villa –donde había jugado entre 2000 y 2005– emitió un comunicado donde transmitía que el centrocampista internacional con Alemania en 51 ocasiones tenía el respaldo de todo el club, no solo como futbolista, sino como persona. “Está bien que publicaran esta nota, pero subyace una necesidad de recalcarlo, como si ser homosexual continuara siendo un estigma en el fútbol”, cuenta Juan Luis Cudeiro, periodista de EL PAÍS. “Los hinchas de estos equipos lamentaron que no hubiera salido del armario cuando aún jugaba para ellos”, cuenta Malyon. “Que siga siendo noticia que un futbolista salga del armario es un drama. La sociedad avanza en gran parte de sus sectores, pero el deporte sigue estancado”, dice Marciel.
El presidente de la FA (Federación inglesa de fútbol), Greg Clarke, hace unos meses ofreció a los futbolistas salir del armario en grupo. “No es muy factible. Esto es algo más personal, no grupal. Cada uno tiene que decirlo cuando esté preparado”, dice Baker.
Gareth Thomas, 100 veces internacional con la selección de rugby y el deportista gay con mayor visibilidad, anunció que era homosexual en 2009. A los pocos meses se retiró. “La respuesta de sus compañeros fue magnífica. El rugby tiene un componente de piña, de equipo, del que carece el fútbol, que es menos amateur y más proclive a señalar al individuo antes que al colectivo”, advierte Cudeiro. Aunque Thomas tampoco lo tuvo fácil: llegó a reconocer que barajó la idea de quitarse la vida.
En un documental de la BBC sobre la homosexualidad en el mundo del fútbol inglés, Amal Fashanu, hija de John y sobrina de Justin, se desplaza a los campos de entrenamiento del Millwall (equipo del sureste de Londres que juega en Segunda División, famoso por tener una afición muy beligerante) para preguntar a los jugadores cuál sería su reacción. Los más jóvenes del equipo no se pronuncian, incluso se sonrojan cuando Amal les aborda. “El fútbol tiene un componente retrógrado y una gran masa detrás que no siempre obedece a motivaciones racionales”, dice Cudeiro. Al final, fueron los futbolistas más experimentados los que en cámara dijeron que no tendrían ningún problema si algún compañero lo anunciara.
Aunque Justin Fashanu confesara que era homosexual en 1990, los rumores sobre su condición sexual existían desde su etapa en el Forest, cuando estaba a las órdenes de Clough. El venerado entrenador inglés le reprendió en varias ocasiones ir a bares de gais y se refirió a él como "una nenaza". Esto minó la moral de Justin. Contó tres goles en 32 partidos en su primer año en el Forest, tras haber descollado en el Norwich City. Abandonó el club y fichó por el otro equipo de la ciudad, el Notts County, de inferior nivel. Relanzó su carrera y consiguió firmar por el Brighton, donde una lesión de rodilla le mantuvo fuera de los campos por varios meses. “Esto es lo que más afectó a su carrera. Ya nunca más alcanzaría la forma física anterior a la lesión”, dice Baker. Acabó jugando en casi 20 equipos a lo largo de su carrera.
Si la convalecencia lo tuvo recluido y aislado en su casa de Brighton durante varios meses, su fe cristiana –abrazó el evangelismo, un movimiento dentro del protestantismo– es lo que más le afectó a su salud mental. “En el mal sentido”, cuenta Baker. “Él estaba atormentado por una fe que le decía que ser gay era pecado. Él mismo fue su peor enemigo. No siempre trató a la gente con el respeto que merecía", añade su biógrafo.
Si tomamos la primera y la segunda división de las cinco grandes ligas (España, Inglaterra, Italia, Alemania y Francia), suman 5.000 futbolistas de primer nivel. Ninguno ha dicho que sea gay. “La triste historia de Fashanu seguro que contribuyó durante años a que muchos compañeros que en algún momento valoraran dar el paso se lo pensaran mejor”, dice Cudeiro. “La historia nos sirve para aprender de las cosas. Tenemos que darnos cuenta de la crueldad de aquellos tiempos”, cuenta Robinson. Y Malyon apunta: “Sé que una televisión de EE. UU. quiere hacer un documental con un jugador gay para ayudarle a salir del armario. Pero siguen buscando al jugador”.
Para algunos, Fashanu es una muestra de por qué no se trata de manera abierta la homosexualidad en el deporte. Para otros, es un icono, un símbolo que aportó esperanza para que un día la homosexualidad sea un aspecto natural del deporte.