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From: cubanolibre (Original message) |
Sent: 28/10/2018 18:57 |
MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY
ADVERTENCIA: Este artículo contiene lenguaje que puede resultarle ofensivo a algunos lectores
El estudiante de primer año de la Universidad de Wyoming era abiertamente gay. Acababa de reunirse con un grupo de amigos para planear la semana de conciencia sobre el colectivo de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales (LGTB) que se celebraría en el campus.
NUNCA TE OLVIDAREMOS
Matthew Shepard: el brutal asesinato que cambió Estados Unidos
El estudiante de ciencias políticas soñaba con convertirse en un diplomático
Hace dos décadas, la muerte de un estudiante gay que fue torturado y atado a un cerco en una pradera de Wyoming conmovió a Estados Unidos. Ahora que las cenizas de Matthew Sheparddescansan en la Catedral Nacional de Washington D.C., quienes lo conocieron reflexionan sobre su legado.
Judy y Dennis Shepard reconocieron a su hijo por los aparatos que llevaba en los dientes, estaba sobre la cama de un hospital, con "vendas y puntos de sutura por toda la cara", dice Judy, y vendas alrededor de su cabeza, donde el último golpe había aplastado su tallo cerebral. Los dedos de sus manos y de sus pies ya estaban contraídos en una posición comatosa y los tubos que tenía por todas partes le permitían a su cuerpo seguir con vida. Uno de sus ojos estaba parcialmente abierto de modo que podías ver sus ojos azules y podías ver sus aparatos, así que claro que era Matt. Su cara estaba hinchada, realmente era irreconocible hasta que te acercabas más.
Dos noches antes, el 6 de octubre de 1998, Matthew Shepard había entrado solo en un bar de la ciudad de Laramie. El estudiante de primer año de la Universidad de Wyoming era abiertamente gay, acababa de reunirse con un grupo de amigos para planear la semana de conciencia sobre el colectivo de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales (LGTB) que se celebraría en el campus, pero no los pudo convencer de acompañarlo a tomarse una cerveza después.
En el local Fireside Lounge, el joven de 21 años acabó conversando con dos obreros que instalaban techos, Russell Henderson y Aaron McKinney, de la misma edad que él, ambos vieron a Matthew, de 1,58 metros y complexión delgada, como una presa fácil.
El alguacil del condado de Albany, Dave O'Malley, quien lideró la investigación del caso, afirma: En su propia declaración, McKinney dijo que él y Russell fueron al baño del bar Fireside y planearon actuar como si fueran gays para ganarse la confianza de Matthew. Así que el tema de su orientación sexual estuvo ahí desde el comienzo del contacto.
Los asesinos le dirían luego a la policía que planearon atraer a Matthew hasta la camioneta de McKinney para poder robarle.
Una vez en el vehículo, McKinney sacó un arma, le pegó a Shepard y le quitó su billetera, en la que había US$20. Se alejaron en carro hasta un kilómetro del pueblo a través de un camino de tierra que terminaba en una rocosa pradera con maleza y pasto.
El estudiante fue golpeado en la cabeza y la cara entre 19 y 21 veces con la parte trasera de un revólver Smith and Wesson muy grande, la única vez que he visto esas lesiones tan dramáticas fue en accidentes de tráfico de alta velocidad, donde el cráneo tiene fracturas por una compresión extremadamente violenta.
McKinney y Henderson robaron los zapatos de charol de su víctima y lo dejaron agonizando. Permanecería 18 horas atado a esos troncos y expuesto al frío. La noche siguiente, un adolescente que se había caído de su bicicleta de montaña se fijó en lo que pensó era un espantapájaros caído o un disfraz de Halloween, hasta que se dio cuenta de que era una persona.
La policía Reggie Fluty acudió a la escena. De pie en el mismo lugar, la antigua agente recuerda ahora: Matt estaba con la espalda apoyada y sus brazos detrás de él, daba respiros largos y espaciados, pensé que era mucho más joven porque era muy bajito.
Fluty —de 57 años y ya fuera de servicio— intentó abrir la boca de Matthew para que pudiera respirar mejor, pero estaba firmemente cerrada. Recuerda que intentó revivirlo diciéndole: pequeño, aquí estoy, vas a estar bien, aguanta, no te rindas, vamos, tú puedes.
Sus padres viajaron a toda prisa hasta el hospital del estado de Colorado desde Arabia Saudita, donde Dennis Shepard trabajaba como inspector de plataformas petrolíferas, su hijo nunca recuperó la consciencia, murió cinco días después del ataque. La forma en la que fue asesinado, el diario estadounidense New York Times lo comparó con la costumbre occidental de clavar un coyote muerto a una cerca para advertir a los intrusos, indignó al país.
Dos días después del fallecimiento de Matthew, políticos y celebridades se reunieron en las escaleras del Capitolio de Estados Unidos para participar en una vigilia multitudinaria. El presidente, Bill Clinton, acusó a los atacantes de estar "llenos de odio o llenos de miedo, o ambos".
En todo el país, se encendieron velas en vigilias similares, Matthew Shepard murió a la vez que se cerraba una etapa cultural de inocencia —para algunos, de dichosa ignorancia— para los millennials de Estados Unidos.
En esa época, pocos podían imaginar —menos aún los padres de Matthew— que la gente todavía hablaría de él hoy en día. Una colección de sus pertenencias, donada por su familia, acaba de ponerse en exhibición en el Museo Nacional de Historia Estadounidense del Instituto Smithsonian, en Washington D.C. Sus trabajos escolares, guiones de teatro, fotos y sandalias se encuentran entre los objetos expuestos.
Sus restos fueron enterrados este viernes en la Catedral Nacional de Washington, el hogar espiritual del país. Shepard permanecerá en la cripta del edificio neogótico junto a los restos del expresidente Woodrow Wilson, la académica pionera ciega y sorda Helen Keller, y el oficial de la marina del siglo XIX George Dewey.
Se trata de un honor que no se ha concedido ni al mártir gay Harvey Milk, el político de San Francisco asesinado en 1977. En las oficinas de la fundación por los derechos del colectivo LGTB del centro de la ciudad de Denver, Judy Shepard, de 66 años, intenta contener las lágrimas. Ya había predicho que la ceremonia del viernes sería más emotiva para ella que el funeral porque después de la muerte de su hijo se sintió muy "insensible". Entonces, el funeral se celebró entre copos de nieve en el pueblo de la familia, en Casper, en Wyoming. Fue el 16 de octubre de 1998 y tuvieron que padecer una manifestación organizada por un predicador de Kansas contrario a los homosexuales.
El reverendo cabron Fred Phelps de la Iglesia Bautista de Westboro y sus fieles, entre ellos sus hijos, sostenían pancartas con insultos homofóbicos y le gritaban a los asistentes que el estudiante estaba ardiendo en el infierno. Dennis Shepard, de 69 años, recuerda que las autoridades le hicieron ponerse un chaleco antibalas antes de salir de la iglesia episcopal, que había sido rastreada por perros antiexplosivos. Equipos SWAT (siglas en inglés de armas y tácticas especiales) se ubicaron al frente y detrás del edificio y francotiradores subieron a los techos.
Hasta ahora, la pareja había conservado en casa la urna con las cenizas de su hijo, en parte, porque les preocupaba que su tumba fuera profanada. Judy dice: es un gran alivio para nosotros saber que estará a salvo y protegido por siempre. Recuerda que, de pequeño, Matt siempre le preguntó: ¿Crees que alguna vez seré famoso? "Supongo que sí llegó a serlo", añade.
La pareja recuerda cómo no le dieron importancia cuando, de adolescente, Matthew les confesó que era gay, ya que ellos lo habían adivinado por su cuenta. En el momento de su muerte, afirma Judy, el joven estaba intentando salir adelante después de haber sido agredido sexualmente durante un viaje de estudios a Marruecos. Allí, fue violado por un grupo de gente de la zona.
Su madre dice: Nosotros sentíamos que él por fin estaba volviendo a ser él mismo y luego pasó esto. Shepard estaba estudiando ciencias políticas y soñaba con trabajar como diplomático para el Departamento de Estado. Su familia tiene sentimientos encontrados respecto a que sea venerado, ya que creen que él estaría incómodo con ser considerado una especie de "ícono perfecto". Judy señala que su hijo no fue encontrado en la cerca en una pose de crucifixión, como se publicó erróneamente en su momento.
El asesinato de Shepard avivó la percepción de que los estados "vaqueros" y del centro del país eran una zona peligrosa para los gays. Pero en su oficina de la ciudad de Cheyenne, el abogado de McKinney, Dion Custis asegura de que se trató de un robo que salió mal, aunque reconoce que la orientación sexual fue un factor.
"Ellos [McKinney y Henderson] básicamente eran una especie de par de niños perdidos", afirma, que consumían metanfetamina a diario, al menos semanalmente durante un largo periodo de tiempo. La gente que usa metanfetamina, los consumidores crónicos, pierden la habilidad de racionalizar y [tienen] todo tipo de problemas mentales"
Sin embargo, la propia retórica antigay de McKinney lo condena ante la opinión de otros. En una confesión ante la policía, dijo que empezó a atacar a Shepard porque el estudiante había puesto su mano sobre su pierna durante el trayecto en el carro. McKinney afirmó que le respondió: ¿Adivina qué? No somos gays y te vamos a joder. Aunque en otra declaración a la policía, dijo que Shepard simplemente se veía como si fuera a meterle mano a McKinney.
Ya en la cárcel después de ser arrestado, McKinney supuestamente escribió a la esposa de otro preso: Siendo un homofóbico muy borracho, me puse como loco y empecé a darle con la culata al maricón con mi arma lista en mano. En la corte, los abogados de McKinney arguyeron que Matthew había desatado la furia de su cliente al tocarle la pierna, pero el juez desechó este argumento de "pánico a los gays". Tal estrategia legal -en la que los defensores de criminales en casos de agresión violenta alegan que fueron provocados por avances no bienvenidos de personas de su mismo sexo- todavía es admisible en todos los Estados del país a excepción de tres, según el Instituto Williams de la Escuela de Derecho de la Universidad de California en Los Ángeles.
O'Malley rechaza cualquier intento de restarle importancia al elemento antigay en el asesinato. "Nunca descartamos que la motivación inicial fuera el robo", pero esa dejó de ser la causa muy al comienzo del contacto, en mi opinión, fue un crimen de odio. Ambos asesinos están cumpliendo cadena perpetua por secuestro y asesinato. Ninguno accedió a dar una entrevista, según el Departamento Correccional de Wyoming.
El proceso judicial también es recordado por una contraprotesta. Cuando la Iglesia Bautista de Westboro regresó para la declaración de culpabilidad de Henderson, en abril de 1999, los amigos de Shepard estaban preparados para evitar que se robaran el foco una vez más.
"Tuvimos esta idea de poner unas alas gigantes que bloquearan los letreros", afirma Jim Osborn, quien presidía la asociación LGBT de la Universidad de Wyoming al momento de la muerte de Matthew. Con atuendos hechos con sábanas blancas, cinta adhesiva y tubos de PVC, se pararon delante de Phelps y sus fieles, poniendo la otra mejilla a su intolerancia.
Osborn recuerda al religioso y a sus seguidores diciendo: Son una desgracia, podemos percibir el olor a azufre en ustedes. Otro participante de la contraprotesta, Nichol Bondurant, dice que literalmente podía sentir el aliento de Phelps detrás de su cuello. Este episodio se recreó en la película del canal HBO de 2002 El Proyecto Laramie.
Apodada la "acción ángel", se repitió hace dos años en Orlando, en Florida, cuando la misma iglesia intentó perturbar los funerales de las víctimas homosexuales del tiroteo masivo en la discoteca Pulse. La muerte de Matthew inspiraría más tarde obras de teatro, un musical y poesía. Elton John compuso la canción American Triangle, en la que la compara con la muerte de un ciervo cazado por dos coyotes.
Los Shepards han viajado por Estados Unidos y decenas de países en defensa de los derechos del colectivo LGTB. Su causa ha dado un salto drástico en el país en las últimas dos décadas. Cuando su hijo murió, el matrimonio entre personas del mismo sexo estaba prohibido en todos los Estados de esa nación, ahora, forma parte de la legislación nacional, Pero los activistas consideran que su batalla por la igualdad no ha acabado.
Wyoming está entre los cinco estados que carecen de una ley que penalice los crímenes de odio. En otros 15 estados, estas leyes no cubren de manera expresa a quienes se convirtieron en víctimas por su orientación sexual, según el grupo de presión Human Rights Campaign (Campaña de Derechos Humanos).
El grupo también denuncia que los estadounidenses LGTB pueden ser despedidos por su orientación sexual en 29 estados. Judy cree que los derechos de esta comunidad dieron un giro bajo el gobierno de Trump.
Todos están en ese círculo de familiaridad con actitudes religiosas de la extrema derecha, afirma en relación al gabinete presidencial, "en particular respecto a la comunidad gay, a cualquiera que no sea un cristiano blanco heterosexual.
Muchos residentes de Laramie -que se autodenominan Laramigos- creen que su ciudad ha sido manchada injustamente por el caso Shepard. Algunos piensan que la cobertura de los medios fue clasista: la víctima fue educada en un internado suizo. Los culpables fueron etiquetados como "basura" y "pueblerinos".
Varios pobladores están convencidos de que el asesinato fue en realidad una venta de drogas que salió mal, ya que la corte escuchó que Shepard -al igual que muchos otros estudiantes- había probado sustancias ilícitas. Sin embargo, el Sheriff O'Malley deja en claro que la evidencia no es compatible con esta teoría.
El bar Old Buckhorn en Laramie tiene un espejo con un agujero de bala y paredes decoradas con cabezas de antílopes, búfalos y gatos monteses. Uno de los clientes, Justin Brummet -que se describe a sí mismo orgullosamente como "basura blanca de tercera generación"- dice que el progreso en EE.UU. en términos de derechos de los homosexuales desde la muerte de Shepard es encomiable. No obstante él y su amigo Bryce, un leñador, se muestran escépticos de que el asesinato haya sido un crimen de odio.
Al otro lado de la ciudad hay un mundo diferente: en medio del impresionante campus de US$1.000 millones de la Universidad de Wyoming se encuentra el único monumento público del estado dedicado a Matthew Shepard: un banco. Se tuvo que persuadir a su familia para que aceptara esa dedicatoria, ya que temían que fuera objeto de vandalismo, No lo ha sido.
Algunos estudiantes LGTB que se agrupan en el banco dicen que generalmente se sienten seguros en Laramie, aunque tienden a estar más alertas cuando se aventuran más allá de los espacios seguros de la universidad.
Jess Fahlsing, de Rock Springs, Wyoming, dice que no se atrevería a caminar por la ciudad con una pareja. Gem City, como se la conoce, no tiene un bar gay, aunque su segundo Festival anual de orgullo gay, realizado el verano pasado, fue considerado un éxito. Hay una idea (en Wyoming) de que puedes vivir tu propio estilo de vida y ser quien seas, siempre y cuando no lo se lo tires en la cara a alguien", dice Fahlsing, de 22 años, que se identifica como queer.
Al final del último milenio muchos en Wyoming aparentemente pensaban que ver a un gay en esas planicies altas era tan raro como ver a un jackalope, el mítico conejo con cuernos de ese estado. El asesinato de Shepard, junto con la historia de amor gay del film de vaqueros "Brokeback Mountain" de 2005, ayudó a disipar esa idea errónea.
"Creo que hace 20 años algunas personas en Wyoming honestamente no habían conocido a alguien que fuera gay o lesbiana", dice Cathy Connolly, profesora de estudios de género y mujer de la Universidad de Wyoming. "Hoy ya no es así. Todos comprenden que hay gays y lesbianas en sus comunidades. Esto, sin embargo, no significa que todos crean que los gays y lesbianas son bienvenidos o deseados en Wyoming".
En 2008, la profesora Connolly fue elegida como la primera miembro abiertamente gay de la legislatura estatal. Cuenta que el año pasado se enfrentó a una reacción "horrible" de votantes enojados cuando presentó una medida a favor de los derechos de los homosexuales.
La demócrata es una de las pocas mujeres legisladoras de Wyoming. A pesar de que se llama a sí mismo el "estado de la Igualdad", porque en 1869 fue el primero en otorgar a las mujeres el derecho a votar, su legislatura tiene actualmente la representación femenina más baja del país.
Se dice a menudo que el asesinato de Shepard fomentó una toma de conciencia a nivel nacional, al menos un estadounidense dejó de lado sus prejuicios de toda una vida por este caso: el Sheriff O'Malley. Antes de esta investigación yo era bastante homofóbico, admite el oficial, de bigotes. Era malo con la población gay, era el primero en hacer bromas sobre los homosexuales y usaba la palabra marica continuamente. Pero cuando me involucré en la investigación y me vi obligado a interactuar con los amigos de Matthew, que en muchos casos eran gays y lesbianas, muy rápidamente comencé a dejar de lado mi ignorancia. Si un cambio así se convierte en el legado de Matthew Shepard, ahora que finalmente podrá descansar en paz, el "estado de la Igualdad" estará realmente a la altura de su nombre.
NEVER FORGET- NUNCA TE OLVIDAREMOS
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El Homicidio de Matthew Shepard
Ven y te cuento sobre uno de los crímenes de odio más horribles
Fue un 6 de octubre de 1998 cuando este horrible crimen aconteció. Matthew Shepard fue secuestrado, amarrado a una cerca, golpeado brutalmente y abandonado a su suerte en una noche fría de Laramie, Wyoming.
Matthew era un joven gay de 21 años oriundo de Casper, Wyoming. Quienes lo conocieron le recuerdan como un joven muy sociable que luchaba por “igualdad de derechos y aceptación de las diferencias.” Asimismo, lo describen como un chico “inteligente y políglota”. Matt, como sus amigos, familiares y allegados lo llamaban, cursaba su primer año de ciencias políticas en la Universidad de Wyoming.
Matthew había pasado varios años de su adolescencia estudiando bachillerato en Suiza. Su familia se había trasladado a Arabia Saudita por el trabajo de su padre, pero sus papás querían que siguiera recibiendo una educación estadounidense y por eso lo enviaron a Suiza, donde había una escuela que seguía el sistema de educación americano. Matthew regresó a Wyoming para estudiar su carrera universitaria.
La noche de su asesinato, Matthew había asistido a un bar local en donde conversó con dos hombres que se hicieron pasar por gays. Los nombres de estos chicos son Aaron McKinney y Russell Henderson (ambos eran contemporáneos con Matthew). Testigos lo vieron salir con ellos, subir a una camioneta y desaparecer en la noche. Los captores confesaron luego todo lo sucedido:
Henderson conducía mientras mientras McKinney golpeaba a Matthew con la pistola en la cabeza y le quitaba la billetera. Henderson lo amarró a una cerca siguiendo instrucciones de McKinney. También le quitaron los zapatos y lo dejaron a su suerte allí en la gélida noche.
Mckinney declaró: “lo golpee con la parte trasera de la pistola, luego algunas veces con mi puño”. Esto es parte de las transcripciones de su confesión, las cuales están disponibles en www.famous-trials.com, en donde el asesino también confiesa que Matthew le entregó su billetera “sin necesidad de forcejeo”, sin embargo, lo golpeo brutalmente mientras el chico gritaba y suplicaba que se detuviera. Después de haberlo atado, lo golpeó tres veces más. Mckinney también confesó que su compañero, Russel, se reía al verlo golpear a Matt, pero luego se asustó al ver la gravedad del asunto. Ambos lo dieron por muerto y se fueron, dejándolo atado a la cerca en ese campo alejado del pueblo y con una temperatura muy baja.
18 horas después, un chico llamado Aaron Kreifel lo encontró aún atado. Este joven se encontraba perdido y pasó por el sitio por pura casualidad. El estado de Matthew era tan deplorable que Kreifel lo confundió con un espantapájaros. Su cara estaba totalmente cubierta de sangre, excepto en los espacios por donde lágrimas habían corrido. Fue al notar estas lagrimas secas que Kreifel se dio cuenta que se trataba de un ser humano.
Más tarde, la alguacil Reggie Fluty fue la primera en llegar al llamado de Kreifel. Matthew solo medía 5 pies y dos pulgadas (equivalente a 1 metro 57 cm) razón por la cual ella pensó que era un chico de algunos 13 o 14 años. Fluty declaró a la prensa cuán complicado fue para ella cortar las cuerdas sin hacerle daño, pues las tenía prácticamente enterradas en la piel.
Después de recogerlo lo llevaron a un hospital local, pero los doctores lo remitieron a otro centro asistencial ubicado en Fort Collins, Colorado, porque no contaban con las condiciones ideales para atenderlo. El médico tratante mencionó que las lesiones craneales de Matthew eran del mismo tipo que las causadas por accidentes de tráfico. El neurocirujano estaba sorprendido de que aún estuviera vivo. Matthew tenía moretones en su espalda, su brazo izquierdo, cuello, rodillas, cabeza, cara y hasta hematomas en su ingle.
Seis días después de ser atacado Matthew falleció víctima de hipotermia y los múltiples traumas causados a su cerebro. Su muerte quedó en la memoria estadounidense como uno de los crímenes de odio más grandes en su historia. Sus asesinos fueron condenados a dos cadenas perpetuas.
Una de las partes más dolorosas en esta historia es que varios grupos religiosos y antigays protestaban en las afueras de la corte con frases como “Los gays se van al infierno” o “El sida cura a los gays”. Estas expresiones se las gritaban a todos los lideres de organizaciones LGBTI que se habían trasladado hasta Laramie para apoyar a los padres de Matthew en el juicio.
Varios años después, en 2009, el entonces presidente de Estados unidos, Barack Obama, ratificó la ley Matthew Shepard, la cual penaliza crímenes de odio por homofobia o transfobia. Lo peor es que Wyoming, el estado donde todo ocurrió, según una nota de prensa publicada por Los Angeles Times el 13 de octubre de 2018, resiste aceptar cambios a favor de la comunidad LGBTI, como adoptar políticas para enfrentar prejuicios y violencia hacia gays.
Hoy en día Matthew Shepard es visto como un símbolo de la lucha por los derechos de los hombres gay y la comunidad LGBTQ+ en general. Su padre, Dennis Shepard, declaró en una ocasión: “las personas gays gozan hoy en día privilegios que mi hijo no pudo disfrutar” y, aunque sí hemos avanzado algo desde 1998, lamentablemente, las circunstancias de su muerte (y las muertes de otros) no han sido suficientes para enseñar a la sociedad a respetar las diferencias.
Desafortunadamente, aún escucho gente decir cosas como “Ojalá los mataran a todos” o “prefiero tener un hijo delincuente que un gay”. Frases erradas, llenas de odio y causantes de mucho daño. La vida de ningún ser humano debería ser sesgada ni por su orientación sexual, ni por ninguna otra razón.
Debemos aprender a vivir respetando las distintas personalidades y orientaciones sexuales, aprender a ver lo bueno en los demás y no darle paso al odio.
¿Cuántos más deberán morir para que podamos ver un cambio?
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El joven gay asesinado brutalmente en una noche fría en Wyoming
El crimen de Matthew Shepard, gay y mártir, fue aguardando por 20 años por una tumba en EEUU. Los padres de este joven asesinado en 1998 no pudieron darle sepultura por miedo a que grupos religiosos y homófobos profanaran sus restos.
MATTEW SHEPARD, ASESINADO EN 1998
La madrugada del 7 de octubre de 1998 los termómetros de la localidad de Laramie, en Wyomin, registraron tres grados bajo cero. Aquella tarde, un ciclista encontró inconsciente y amarrado a una cerca en medio del campo a Matthew Shepard, un joven de 21 años al que alguien había apaleado. Llevaba allí 18 horas semidesnudo, abandonado y casi congelado. Su aspecto era tan deplorable que el estudiante que lo halló pensó inicialmente que era un espantapájaros. Tenía el rostro cubierto de sangre, a excepción del surco que las lágrimas dejaron alrededor de sus ojos.
Lo trasladaron a un hospital de Colorado, donde estuvo cinco días debatiéndose entre la vida y la muerte. Finalmente falleció, convirtiéndose en un símbolo de la persecución contra la comunidad gay de los EEUU. Desde entonces, su familia ha guardado sus restos mortales sin poder darles sepultura por miedo a que su tumba fuera profanada por grupos ultraconservadores. Ahora, dos décadas después, por fin va ser enterrado en la Catedral Nacional de Washington.
“La ceremonia pretende darle a Matt un lugar para su descanso final. Significa mucho para la familia saber que ahora estará seguro para siempre. Además, estará rodeado de otros héroes y dignatarios estadounidenses, y eso es un honor para toda una vida, uno que Matt se merece”, explica un portavoz de la Fundación Matthew Shepard, creada por sus padres después de su asesinato.
El triste final de Matthew Shepard es la historia de la América profunda y aún homófoba de finales del siglo XX. Aquellos días, parte de la sociedad estadounidense se opuso a que se legislara contra los crímenes de odio para prevenir ataques similares. Grupos ultrarreligiosos protestaron en las vigilias y en el funeral que se organizó en honor de la víctima, gritando consignas que deseaban que “ese homosexual ardiera en el infierno”. La presión fue tal que los padres del joven Matthew tuvieron que llevar chaleco antibalas a la misa por su hijo y decidieron posponer su sepelio por miedo a que su sepultura fuera vandalizada. Ahora, por fin, se cierra ese capítulo en un EEUU diferente al de los noventa, donde el rechazo al colectivo LGTB ya no es mayoritario.
“Hemos progresado mucho en este país, especialmente con el presidente Obama. Desafortunadamente, ahora estamos viviendo un mundo diferente al que nos habíamos acostumbrado en los últimos tiempos, y en este mundo rebosa el odio desde lo más alto”, resaltan desde la Fundación Matthew Shepard, en clara referencia a la era Trump. “Claro que tenemos más derechos que hace 20 años. Eso es innegable. Sin embargo, la administración actual está intentando lentamente eliminar los derechos por los que trabajamos tan arduamente”, añaden.
La muerte de Matt Shepard puso en evidencia la existencia de dos EEUU diferentes. Uno, cada vez más abierto y tolerante en las grandes ciudades; y otro, interior, rural y muy hostil hacia los homosexuales. Matthew Shepard lo sufrió en primera persona. A sus 21 años estaba fuera del armario y acababa de matricularse en la Universidad de Wyoming. Aunque su vida era aparentemente normal, arrastraba tendencias depresivas desde que tres años antes, en un viaje del instituto a Marruecos, fue atacado y violado, según desveló su madre posteriormente.
Aquella mala experiencia no le impidió hacer lo que se espera de cualquier alumno de primer curso, irse de marcha con sus amigos. Eso fue lo que le llevó a salir el 6 de octubre de 1998. Aquella noche se encaminó al Fireside Bar & Lounge de Laramie, donde se topó con Aaron McKinney y Russell Henderson, dos jóvenes de su edad, que se ofrecieron a llevarle a su casa. Según trascendió en el juicio posterior, los dos chicos hicieron pensar a Matt que estaban interesados en él, si bien su verdadero propósito era asaltarle.
Se lo llevaron en su camioneta, le golperaron insistentemente con una pistola, le insultaron, le robaron la billetera, los zapatos y su documentación, y lo dejaron atado a una valla de madera en medio del campo. En las horas posteriores, se metieron en otra pelea, lo que llevó a su detención. Fue ahí cuando la policía encontró el arma, ató cabos y los acusó del asalto al joven que apareció horas después inconsciente y moribundo.
Los golpes fueron tan severos que Matt permaneció en coma cinco días antes de fallecer el 12 de octubre. Los responsables de su muerte fueron condenados por asesinato en primer grado y recibieron dos cadenas perpetuas. No obstante, no se les aplicó el agravante de crimen de odio, ya que la ley de Wyoming no lo contemplaba. Así empezó la lucha de esta fundación y de otras organizaciones LGBT por conseguir una legislación federal que protegiera a los colectivos discriminados de ataques como éste.
Los padres de Matt se encontraban en Arabia Saudí por motivos profesionales cuando se produjo el crimen. A la vuelta no sólo tuvieron que enfrentarse a la pérdida de un hijo. Se encontraron con un pueblo dividido entre los que estaban horrorizados por el suceso y quienes acusaban a los medios de comunicación de exagerar lo ocurrido y de retratar a Wyoming como una sociedad retrógrada, poco formada y homófoba.
Eso no fue lo peor. Un grupo religioso baptista organizó protestas durante el funeral de Matt y durante el juicio de sus asesinos. Decenas de personas portaban letreros con lemas del tipo “Matt al infierno” o “Dios odia a los maricas”, según recogió la prensa local. Sus padres pudieron oír las consignas homófobas durante la ceremonia. La tensión era tan elevada que prefirieron no enterrar a su hijo para evitar posibles ataques.
La revista Vanity Fair acudió al año siguiente del asesinato a Laramie para realizar un retrato del escenario de aquel monstruoso caso. La publicación dejó al descubierto la homofobia latente que existía en aquella localidad. “No tenemos fobias, tenemos valores”, decía un vecino, mientras que el autor del reportaje destacaba cómo muchas personas se burlaban de los reporteros homosexuales enviados para cubrir el crimen.
Como se ha mencionado anteriormente, los EEUU de los noventa no son los de hoy en día. Según varias encuestas nacionales publicadas por Statista, en 1994 solo un 46 por ciento de los estadounidenses consideraba que la homosexualidad debía ser aceptada por la sociedad, un porcentaje que se elevó al 58 por ciento en 2011. Por otro lado, en 2001, el 53 por ciento de los encuestados consideraban estas relaciones moralmente incorrectas, mientras que en 2017, esta cifra cayó hasta el 33 por ciento.
Otro dato para valorar la evolución de la sociedad norteamericana es la aceptación de la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo. En 1996 sólo el 27 por ciento de los encuestados estaba a favor, frente al 68 por ciento que se mostraba contrario. En 2017, la realidad era bien diferente. El 64 por ciento los apoyaba, frente a sólo el 34 por ciento que seguía sin estar de acuerdo.
La homofobia, en caída libre
Desde la Fundación Matthew Shepard creen que todo lo ocurridio en 1998 contribuyó a este cambio. “Gracias a este caso, más personas conocen la difícil situación de la homofobia en EEUU y más gente cononce la historia de Matt. Cuando pones cara a un crimen o a un colectivo, te es más difícil odiarlo. Gracias a la historia de Matt y al trabajo de sus padres, ahora hay una ley federal para proteger a estos colectivos”.
Este cambio social ha animado a la familia Shepard a dar el paso de enterrar a Matt. “Hemos pensado mucho en el lugar adecuado, y creemos que que la Catedral Nacional de Washington, de culto episcopaliano, es la opción ideal, ya que Matt amaba a la iglesia episcopal”, señala su madre Judy Shepard en un comunicado. Matt descansará junto a otras 220 personalidades de la historia de EEUU, como el presidente Woodrow Wilson o el almirante de la Armada George Dewey.
Esta ceremonia pondrá punto y final a dos décadas de sufrimiento de la familia Shepard, si bien, lo cierto es que aún hay dudas sobre lo ocurrido en 1998.
A pesar de que los medios y las organizaciones sociales convirtieron a Matt en un mártir de los derechos LGTB, lo cierto es que en 2004 trascendieron una serie de detalles que pusieron en tela de juicio toda la teoría del crimen de odio.
La otra versión del crimen
Aquel año, la cadena ABC realizó una investigación sobre el suceso, entrevistando a varios conocidos de los implicados y al mismo asesino, Aaron J. McKinney, que estaba en prisión cumpliendo su cadena perpetua. Según este trabajo periodístico, Matt tenía cierta relación con la venta de drogas y McKinney lo sabía, por lo que decidió secuestrarle para robarle. El móvil, según su versión, era el dinero, y no tenía nada que ver con su homosexualidad. De hecho, varios entrevistados sugirieron que el propio McKinney era bisexual y que incluso había estado relacionado con Matt. De la víctima también trascendió que era VIH positivo y que había comentado a algunos amigos que se había planteado el suicidio.
La familia de Matt nunca asumió esta versión y, en cualquier caso, poco va a cambiar ya el punto de inflexión que supuso este suceso para los EEUU. En 2009, el presidente Obama rubricó una legislación nacional que permite perseguir federalmente como delitos de odio los ataques motivados por la orientación sexual de las víctimas, garantizando una protección incluso en estados conservadores que se negaban a regular estos crímenes. También en Wyoming. Esta ley lleva el nombre de Matthew Shepard.
Enterrado 20 años después de su asesinato Matthew Shepard, símbolo de los derechos gays
Muerto en Wyoming en 1998 por una brutal paliza, fue víctima de uno de los crímenes de odio más brutales de la historia de EE UU. Sus cenizas han sido sepultadas en la catedral de Washington.
Hay un bulto colgado en una cerca de madera en medio de una parcela. Es una noche helada en Laramie, un pueblo de 30.000 habitantes de la conservadora Wyoming. La oscuridad desaparece pero el bulto sigue ahí. 18 horas más tarde un ciclista descubre que lo que él creía que era un espantapájaros, en realidad era un hombre. Matthew Shepard, de 21 años, 1,58 metros de altura y apenas 48 kilos agonizaba atado a valla. Una herida en el cráneo teñía sus cabellos rubios y bañaba su rostro de sangre. Dos jóvenes le habían dado una paliza con el mango de una pistola por ser homosexual. Unos días después, un 12 de octubre de 1998, Shepard murió en el hospital. A dos décadas del fallecimiento que se transformó en un símbolo de la lucha por los derechos de los gais en Estados Unidos, la familia enterró este viernes sus cenizas en la Catedral Nacional de Washington, en una ceremonia con centenares de personas.
Russell Arthur Henderson y Aaron James McKinney, ambos de 21 años, fueron los que le arrebataron la vida a Shepard. Los jóvenes se encontraron con el estudiante de primer año de ciencias políticas en un bar. Se hicieron pasar por homosexuales y lo engañaron para que se fuera con ellos hasta su camioneta. En un erial le robaron, lo golpearon y escaparon. Horas después, los homófobos se vieron envueltos en otro altercado a donde llegó la policía. Los asesinos salieron corriendo y abandonaron su coche donde estaba la pistola ensangrentada. Las pistas derivaron en un juicio donde ambos recibieron una condena de doble cadena perpetua. Si no se hubieran declarado culpables el castigo hubiese sido la pena de muerte.
En medio del caos emocional, los padres de Shepard no sabían qué hacer con los restos de su hijo. Las protestas de grupos anti-homosexuales a la salida del funeral en la Iglesia Bautista de Westboro los había traumatizado. Temían dejar el cuerpo en un sitio que podía ser profanado así que lo incineraron y conservaron las cenizas en casa. En un momento pensaron esparcirlas sobre las montañas y llanuras del pueblo, pero el hijo menor se opuso, quería tener un lugar donde visitar a su hermano.
Apenas unos meses después de la tragedia, la familia creó la fundación Matthew Shepard, dedicada a financiar programas educativos y orientar a una comunidad en línea de adolescentes que discuten temas de orientación sexual y género. Un religioso ha estado muy vinculado a la fundación: Gene Robinson, que en 2003 fue ordenado primer obispo abiertamente gay en la Iglesia Episcopal. Fue él quien habló con el decano de la Catedral Nacional de Washington para evaluar la posibilidad de que Shepard fuera enterrado ahí, junto a figuras como el expresidente Woodrow Wilson, la escritora sordociega Helen Keller y cerca de 200 personalidades más, consideradas un ejemplo para la sociedad.
Robinson presidió la ceremonia junto a la obispo episcopal de Washington, Mariann Edgar Budde. Para los padres de Shepard tiene mucho sentido que su hijo termine el recorrido terrenal en ese templo gótico. De niño fue acólito en la iglesia episcopal local y de joven se unió a la comunidad que compartía su fe en la universidad. Los religiosos esperan que la catedral se vuelva un punto de peregrinación para la comunidad LGTB ahora que uno de sus iconos descansa ahí. Aunque las cenizas estarán guardadas en una zona privada, los administradores están pensando colocar una placa.
Shepard termina su viaje interrumpido, pero su legado trasciende. El que se considera uno de los peores crímenes de odio contra los homosexuales en Estados Unidos cambió muchas cosas, entre ellas, la ley. En 2009 el expresidente Barack Obama firmó la “Ley para la prevención de los delitos de odio Matthew Shepard y James Byrd, Jr.”, donde se amplió la normativa federal de 1969 al incluir los crímenes motivados por género, orientación sexual, identidad de género o discapacidad de las víctimas.
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