Pablo Milanés:
hay que "condenar" a Castro si Fariñas muere
El trovador cubano Pablo Milanés afirmó el sábado en una entrevista con el periódico español El Mundo que "hay que condenar a (Castro) desde el punto de vista humano si Fariñas muere'' porque "las ideas se discuten y se combaten, no se encarcelan''.
El autor del conocido tema Yolanda afirmó que los revolucionarios cubanos se quedaron en el tiempo, "y la historia debe avanzar con ideas y hombres nuevos''. Amplió que "se han convertido en reaccionarios de sus propias ideas. Por eso he dicho que hace falta otra revolución, porque tenemos manchitas. El sol enorme que nació en el 59 se ha ido llenando de manchas en la medida en que se va poniendo viejo''.
A la pregunta de ¿en qué siglo le tocarán a Cuba las próximas elecciones?, el trovador respondió que no era pitoniso ni tenía alma de profeta, "pero quisiera que fuera cuanto antes. Más que elecciones, que en Cuba hubiera cambio, porque tampoco creo en las elecciones. Ese es un juego democrático entre comillas que también es una farsa''.
Al tocar el tema la libertad de expresión, el cantautor reconoció que tenía la oportunidad de expresar sus ideas más que los habitantes de la isla porque "tengo el privilegio de tener más información que mi pueblo''.
Al referirse al exilio cubano en Miami, Milanés aseguró que "es una libertad que buscan con toda honestidad los cubanos. A veces, muchísimos no la encuentran, porque no hay nada como estar en la patria de uno reclamando, pidiendo y exigiendo lo de uno''.
Milanés aseguró al final de la entrevista que todavía apostaba por "una Cuba con los Castro, pero con arreglos''.
El artista se encuentra de gira por España como parte de la presentación de su más reciente disco, Regalos.
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De que callada manera
Por Yoani Sánchez desde Cuba
Caminar al borde y decir justo hasta el límite es práctica obligada para ciertos artistas críticos que aún radican en Cuba. De vez en cuando nos regalan una frase salpimentada de inconformidad que sale publicada en los periódicos extranjeros, aunque los nacionales no se hagan eco de ella. Con un pie fuera y el otro dentro de la Isla, debe ser difícil pasar de expresarse en voz alta a hacerlo en un murmullo. Las largas estadías en el extranjero se han convertido así en un catalizador de opiniones para algunos representantes de nuestra cultura. Evidentemente, la interacción con otras realidades-con sus logros y sus problemas-hace que las consignas triunfalistas suenen muy lejanas y la intolerancia del patio se torne insufrible.
La última entrevista de Pablo Milanés tiene, por un lado, la mesura que le evita quemar las naves del retorno y por otro la osadía de quien está muy preocupado con lo que ocurre en su país. Hay un riesgo enorme, sin dudas, en clasificar como “reaccionario de sus propias ideas” a quienes nos gobiernan y han censurado a tantos escritores, músicos y actores por decir muchísimo menos. El autor de Yolanda transita así por el filo de una hoja, sobre la que otros han terminado despedazados. Lo protege en ese empeño de sinceridad su renombre internacional y la simpatía que le profesa gente de todas partes y de múltiples generaciones. A un desconocido trovador de barrio se la harían pagar muy cara, pero a Pablo lo necesitan.
La emigración ha marcado demasiado el nivel artístico de nuestros escenarios. No sólo se han ido en masas mis colegas de la universidad y mis contemporáneos del barrio, sino que la cultura cubana tiene un porciento de sus representantes –que algunos cuantifican y califican como mayoritario– fuera de nuestras fronteras. Perder –ahora– esta voz potente sería reconocer que quienes compusieron el fondo musical que acompañaba la construcción de la utopía han dejado de creer en ella. Por eso no van a publicar en la web de ninguna institución oficial una diatriba agresiva y amenazante contra la franqueza del entrevistado. Tampoco le dejarán saber en el consulado de Madrid que ya no es bien recibido en su propia patria, ni lo acusarán de estar hablando con palabras del “Amo del Norte”. Ninguna de esas estrategias estigmatizadoras será desplegada contra Pablo, pero en los conciliábulos ministeriales y en los cerrados círculos del poder no le perdonarán haberse comportado como un hombre libre.