Damas blancas y viudas negras
Ricardo Carreras
Las mujeres aman y odian con pasión. Lo han demostrado en reiteradas ocasiones. Recientemente hemos tenido clara prueba de lo uno y de lo otro.
En Cuba, las Damas de Blanco desafían con éxito a la última dictadura de América. La junta de ancianos militares que desgobierna la bella isla, dirigida bicefálicamente a pachas por el General Raúl Castro -Castro II en la dinastía dictatorial- y su hermano, el Convaleciente en Jefe, las hostiga. Pero los ancianos dictadores y sus patéticos vasallos -¡qué malos actores!- no pueden con ellas.
El intenso amor que sienten hacia sus seres queridos -son esposas, madres, hermanas de presos de conciencia injustamente encarcelados- es más poderoso que el atroz miedo que emana de los aceitados engranajes del totalitarismo castrista. Nada puede vencer su amor.
Las turbas pastoreadas por la policía política no son pueblo. Son de Fidel y de Raúl. Pero la calle, por mucho que se desgañiten los esbirros, no es de Fidel. La calle es de las Damas de Blanco. También el corazón de la inmensa mayoría de los cubanos y las personas de bien de todo el mundo.
Que anden con cuidado Castro I y Castro II porque cada vez que hostigan a las Damas de Blanco, muy superiores a ellos en autoridad moral, pierden algo del escasísimo capital político que les queda.
Y mientras las Damas de Blanco son ejemplo de pacífico civismo y muestra de amor, en Rusia las 'viudas negras' albergan en sus corazones un profundo odio destructor que las lleva al terrorismo suicida.
Con él siembran de dolor las calles de Moscú y otras ciudades rusas.
Java Barayeva, la primera viuda negra, se suicidó en 2000, volando por los aires junto a dos militares rusos. Vengaba la deshonra de sus hermanas, mancilladas por la soldadesca. Dicen que poco después el caudillo checheno Udugov creó un batallón de cientos de viudas negras, reclutadas entre las familiares -esposas, hermanas o madres de chechenos muertos.
A ellas las mueve el odio, alimentado por el fanatismo religioso y el hambre de venganza. Aminat Nagáyeva vengó la muerte de su hermano haciendo estallar un avión donde viajaba, junto a otros pasajeros que no volvieron a pisar tierra. Muchas otras siguieron, asesinando a cientos de personas y dejando un largo surco de sangre, dolor y lágrimas.
Las dos últimas viudas negras suicidas asesinaron recientemente a más de 40 viajeros del metro de Moscú para vengar a sus maridos y a unos campesinos supuestamente asesinados por tropas rusas. Una de las dos 'shahidka' era una adolescente. Al morir su esposo, se convirtió en una vengadora novia de Alá.
Amor y odio. Damas de Blanco y Viudas Negras. Unas sufren una tremenda injusticia dando ejemplo de pacífico civismo, coraje y dignidad. Merecen el Premio Nobel de la Paz. Las otras vengan a sus muertos quitándose la vida y derramando sangre inocente en una interminable espiral de violencia y dolor.
Las dos esquinas opuestas del corazón de la mujer. Y del alma humana.