Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Cuba Eterna
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: ¿ LIBERTAD PARA QUÉ ?
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 01/05/2010 15:26
'¿Libertad para qué?'
 
reinaldoarenas.jpg
Reinaldo Arenas
 
Por Carlos Alberto Montaner, Madrid
En 1980, poco después de salir de Cuba en condiciones dramáticas, el estupendo escritor Reinaldo Arenas recogió en un libro una colección de sus artículos y ensayos políticos más combativos y lo tituló Necesidad de libertad.
 
Era un grito. Reinaldo sentía la necesidad de ser libre. Los seres humanos necesitan ser libres. Se ahogaba en Cuba. Vivía entristecido, atemorizado o indignado. Ninguna de esas tres emociones es agradable y a veces se le trenzaban en el pecho hasta la desesperación.
 
Cuando llegó al exilio, Reinaldo sintió un profundo alivio y dijo algo tremendo y doloroso: por primera vez había estrenado su verdadero rostro. Se había "desenmascarado" y sentía la cálida sensación de poder ser él mismo sin que ello le trajera castigos y marginaciones.
 
En las sociedades totalitarias la pena de no ser libre y de andar disfrazado se somatiza de diversas maneras: desde el nudo en la garganta hasta un malestar difuso que se expresa con distintos comportamientos neuróticos.
 
¿Qué es la libertad? Es la facultad que tenemos para tomar decisiones basadas en nuestras creencias, convicciones e intereses individuales sin coacciones exteriores.
 
Libertad es elegir al dios que mejor se adapta a nuestras percepciones religiosas, o a ningún dios si no sentimos la necesidad espiritual de trascender.
 
Libertad es ofrecerles sin temor el afecto y la lealtad a las personas que amamos, o a las agrupaciones con las que sentimos afinidad.
 
Libertad es escoger sin interferencias lo que queremos estudiar, dónde y cómo deseamos vivir, las ideas que mejor se adaptan a nuestra visión de los problemas sociales o las que mejor parecen explicarlos.
 
Libertad es seleccionar las manifestaciones artísticas que más nos complacen y, por la otra punta, rechazar sin consecuencias las que repelemos.
 
Libertad es poder emprender o poder renunciar a una actividad económica sin darle cuentas a nadie más allá de las formalidades que establezca la ley.
 
Libertad es gastar nuestro dinero como nos parezca, adquirir los bienes que nos satisfacen y disponer de nuestras propiedades legítimas. Sin libertad, la creación de riqueza se debilita hasta la miseria.
 
José Martí, el periodista ilustre que gestó la independencia de Cuba, aportó otra definición lateral: "Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía".
 
Las tiranías nos arrebatan el derecho a ser honrados cuando nos obligan a aplaudir lo que detestamos o a rechazar lo que secretamente admiramos.
 
Cuando los cubanos desfilan gritando consignas que no sienten, no son honrados. Cuando aplauden al líder que aborrecen o ríen las sandeces que suele decir, no son honrados.
 
Esa simulación nos crea una incómoda disonancia psicológica. Cuando sacrificamos nuestra honradez, cuando renunciamos a nuestra coherencia interna para evitar un daño o para conseguir un privilegio, nos sentimos "sucios" e internamente avergonzados. Ser hipócrita es una conducta que hiere al que la práctica y repugna al que la sufre.
 
Pero hay mucho más: en algún punto de la evolución, cuando los seres humanos abandonaron el reino de los instintos y comenzaron a guiarse por la razón, descubrieron el agónico proceso de tomar decisiones barajando constantemente los valores morales prevalecientes, los intereses materiales y los impulsos psicológicos.
 
Para tomar esas decisiones era menester informarse. La violencia totalitaria trata de impedir que las personas puedan informarse. ¿Para qué necesitan informarse si todas las decisiones las toma el Estado y todas las verdades ya han sido descubiertas?
 
En Cuba hay numerosas brigadas de la policía dedicadas a arrancar antenas parabólicas, descubrir teléfonos satelitales, confiscar libros prohibidos y negarle el acceso a Internet a cualquier persona mínimamente independiente. No se me ocurre una actividad más miserable que ésa.
 
Cuando el socialista español Fernando de los Ríos le preguntó a Lenin cuándo iba a instaurar un régimen de libertades en la naciente URSS, el bolchevique le respondió con una pregunta cargada de cinismo: "¿Libertad para qué?".
 
La respuesta es múltiple: libertad para investigar, para generar riquezas, para buscar la felicidad, para reafirmar el ego individual en medio de la marea humana, tareas todas que dependen de nuestra capacidad de tomar decisiones.
 
La historia de Occidente es la de sociedades que han ido ampliando progresivamente el ámbito de las personas libres.
 
Poco a poco les arrancaron a los monarcas y a las oligarquías religiosas y económicas las facultades exclusivas que tenían de decidir en nombre del conjunto. Los pobres y los extranjeros alcanzaron sus derechos. Lo mismo sucedió con las razas consideradas inferiores, con las mujeres, con las personas marginadas por sus preferencias sexuales. La esclavitud, finalmente, fue erradicada.
 
Es posible contar el largo recorrido histórico de los seres humanos como la aventura constante de nuestra especie en procura de ampliar progresivamente el número de las personas dotadas del derecho a tomar sus propias decisiones.
 
A veces el ejercicio de esa facultad toma dimensiones heroicas. Hace unas semanas el preso político cubano Orlando Zapata Tamayo decidió morirse de hambre y sed para protestar contra las injusticias y los atropellos de la dictadura. Sólo le quedaba la vida para defender su dignidad de ser humano y la entregó. A él, a su memoria dolorosa, muy conmovido, le dedico estas palabras.
 
* Palabras del autor en la recepción del Premio Juan de Mariana a una trayectoria ejemplar en defensa de la libertad. Madrid, 30 de abril de 2010.
 


Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2025 - Gabitos - Todos los derechos reservados