POR GUILLERMO DESCALZI
Va a cumplir 50 años. Pedro Pan los va a cumplir, y al final de la jornada, cuando se hayan cumplido, se verá en Pedro Pan un ejemplo de todo lo que Cuba pudo llegar a ser y ya no fue, pero también se verá en Pedro Panun ejemplo de todo lo que Cuba puede volver a ser.
El primer avión de la operación Pedro Pan salió de La Habana el 26 de noviembre de 1960. En él vinieron doce niños para los cuales el destino les salvó su futuro. Llegarían más de 14 mil a Estados Unidos hasta el último vuelo de Pedro Pan el 22 de octubre de 1962, iniciada la crisis de los misiles de octubre.
Pedro Pan revela lo mejor y lo peor. Lo mejor en la Iglesia Católica y lo no tan bueno también. Lo mejor salió a relucir cuando monseñor Bryan Walsh se entregó de lleno aquí en el sur de la Florida al rescate de la adolescencia cubana. Si no vinieron más no fue porque él no tratase. Entre lo no tan bueno y quizás hasta lo peor está la jerarquía humana que quedó en La Habana para guiar a su Iglesia. La Iglesia de acá, heroica. La Iglesia de allá, entregada, comprometida, agachada. Qué lejos está de la dignidad aún hoy la posición de Jaime Ortega y Alamino con su actitud de silencio, silencio cómplice a pesar de lo que él pueda decir, de que el suyo es sencillamente un silencio prudente para conseguir resultados.
No hay resultados. Esta semana pasada llegó a La Habana el representante del Vaticano, su canciller, Dominique Mamberti. Como respuesta, y como señal de buena voluntad, el gobierno castrista liberó a un preso de conciencia, a Ariel Sigler, tras siete años de detención, y el orteguismo católico se autofelicitó en la isla por esa victoria. En vez de alegrarse debían haber denunciado la maldad de haber tenido a Sigler preso 7 años porque Sigler, diga lo que diga la Seguridad del Estado, entró sano y salió un parapléjico de prisión.
Un exilado, Pedro López, expresó así lo que todos debemos denunciar: ``La excarcelación del hermano Ariel Sigler Amaya reafirma la insensibilidad del régimen castrista. Si una imagen vale más que mil palabras, observemos con dolor la foto de un ser humano que ingresó a prisión lleno de salud, y sale parapléjico, avejentado, enfermo y marcado por las torturas y los maltratos. El encarna la gran tragedia de los prisioneros de conciencia y del pueblo sojuzgado de Cuba. Después de semanas de espera tras las negociaciones de la Iglesia Católica con la tiranía, ¿cuál es el resultado? ¿Un preso, de los 26 que llevaron a Guillermo Fariñas a su huelga de más de cien días, saliendo de su encierro? ¿Algunos trasladados de prisión? El régimen se burla de la opinión pública mundial, ridiculiza a la Iglesia Católica cubana. Cada día es más claro'.
Yo estoy de acuerdo. Vergüenza les debería dar a los representantes de la muy valiente y digna Iglesia Católica el aceptar lo que acepta su jerarquía en Cuba. Mientras tanto aquí nos queda el ejemplo de esa otra Iglesia Católica, la de monseñor Walsh, que desafiando a todos logró quitar de las garras del comunismo a más de 14 mil jovencitos que hoy más que balancean a ese otro jovencito que de aquí entregaron para allá, al joven Elián, otro adolescente al igual que los Pedro Panes de ayer, pero en este caso con su futuro completamente cruzado.
n nombre de la bondad las maldades que se cometen. Es el fin que justifica los medios. Eso es lo que Janet Reno pensó. El fin es la justicia, hay que mandarlo de regreso. Algo por el estilo parece ser lo que piensa Ortega: callemos, callemos, que así obtendremos. Mientras tanto Pedro Pan se acerca a los cincuenta años de edad, y ellos sí han obtenido. Ellos y ellas vinieron, los Pedro Panes, enviados con el sacrificio de sus padres y madres, de hombres y mujeres que prefirieron entregar a sus hijos para que vivieran en libertad en vez de mantenerlos junto a ellos en la ignominia de la isla prisión. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, y el castrismo inevitablemente caerá. Es ley de la existencia que así sea. Cuando caiga, y será más rápido que lo que muchos pudiesen pensar, allí estarán los Pedro Panes, los que gracias a la Iglesia Católica del sur de la Florida pudieron preservar su futuro incólume. Allí estarán los Pedro Panes para devolverle a la isla algo del futuro que la dictadura le robó.