POR JAIME BAYLY España salió a ganar el partido, Holanda salió a trabar el partido. España salió a jugar, Holanda salió a que España no pudiera jugar. España quiso imponer su escuela y Holanda se propuso destruir esa escuela. España tuvo las mejores intenciones creativas y Holanda desplegó las peores intenciones destructivas. Siendo que ambos saben jugar con refinamiento estético, España salió a tocar bonito y Holanda salió a romper piernas, enredar a patadas la fluidez endiablada de los españoles. Y lo consiguió.
España era superior y daba un poco de vergüenza ver a Holanda haciendo ese papel tan áspero, tan crudo, tan disminuido: vamos a jugar a que España no pueda jugar. Pero claramente era España el que proponía el juego limpio, el juego fino, el juego inteligente y vistoso, y era Holanda el que, con evidente complejo de inferioridad, se proponía neutralizar el juego español, se resignaba a ese objetivo bochornoso: por las buenas o por las malas, no dejar que el otro juegue, ya no importa si uno tampoco juega un carajo o la mitad de un carajo. Por eso el partido, en sus primeros noventa minutos, fue tan áspero y trabado, porque Holanda (y en esto tuvo mérito) consiguió su deplorable propósito: impidió que España jugase como sabe jugar, los sometió a una marcación violenta y sofocante y renunció a jugar como Holanda sabe jugar (que a veces puede ser incluso mejor de lo que España sabe jugar) para contentarse con obstruir, amañar, viciar, enredar y boicotear el admirable estilo español. Se puede decir entonces que España salió a ganar y Holanda salió a boicotear la final.
Ya en el suplementario, los técnicos demostraron quién quería ganarlo y quién, llegar a duras penas a los penales, y todas las llegadas claras de gol (las más clara la que erró Fábregas en el minuto noventa y cinco) fueron de España, todos en esa media hora fueron épicos afanes de España para alzarse con la copa, mientras Holanda, que ya no tenía energías para seguir neutralizando la fluidez del toque mágico español, se atrincheraba en la ilusión de los penales.
Fue entonces, cuando aflojó la marca obsesiva y por momentos delictiva de los holandeses, cuando apareció todo el genio de Iniesta para decir acá mando yo, acá pienso yo, ahora tengo más espacio y ahora voy a demostrar quién es el balón de oro, quién es el más genial y retorcido de todos los que sudaron en este mundial. Iniesta comprendió que ya Villa no estaba, que Fábregas no pudo meterla cuando debió, que el Niño estaba malherido, Iniesta comprendió que era él quien tenía que deshacer este entuerto y darles una lección a los holandeses de que el que quiere jugar mejor y más bonito es quien al final mete el gol del triunfo y levanta la copa.
Que no vengan ahora con el reclamo de que en el pase del Niño, Iniesta estaba en fuera de juego y luego en el segundo pase ya sale del fuera de juego: si hay protestas, que lleven la querella al tribunal de La Haya, que no incordien con lamentos tardíos los holandeses. Porque España fue mejor. Porque España siempre quiso jugar y Holanda siempre quiso jugar a que España no jugase. Y porque en los treinta del suplementario había un equipo que quería ser campeón, que se sentía campeón, que sentía que la historia le exigía ser campeón, y que iba a por todas para ser campeón, y ese equipo era España, y el líder intelectual de esa selección de artistas era quien terminó siendo el héroe de la final: ese menudo y calvo y taciturno y algo melancólico jugador catalán, Andresito Iniesta, que a cuatro de terminar el suplementario la tuvo en sus pies, la controló con su habitual maestría y sacó el derechazo cruzado que hizo absoluta justicia en el partido y el campeonato entero: se alzó con el título el equipo que jugó con más inteligencia, con más astucia, con más impredecible sabiduría para inventar rarezas, maravillas, combinaciones imposibles y admirables en un mar de piernas ásperas.
España jugó el mejor fútbol del mundo y se hizo justicia y es campeón del mundo. Y que Löw se coma los mocos de Del Bosque. Y que al Paseo de Gracia en Barcelona le cambien de nombre y se llame ahora y para siempre Paseo Andresito Iniesta,