La liberación de los presos políticos
refuerza a los militares cubanos
Por Iván García | La Habana
La reciente liberación de los 52 presos políticos detenidos en la primavera del 2003 por parte del gobierno cubano tiene varias lecturas y el que sale más fortalecido es el régimen del General Raúl Castro.
Sino, veamos. Analistas locales e internacionales, piensan que la liberación de los presos ha descolocado la atomizada disidencia interna.
Puede ser, pero de todos modos, la oposición cubana es débil, con un proyecto político desconocido por la mayoría de la población isla y penetrada hasta los tuétanos por los servicios de inteligencia. Para ponerle la cosa más fácil al gobierno de los Castro, desde hace una década algunos opositores están enfrascados en rencillas, nepotismo, groserías verbales y demasiado protagonismo.
Entre tanta riña, corrupción en el liderazgo, caudillismo y proyectos mesiánicos que no se corresponden con la realidad del país y sólo sirven para que el gobierno de Estados Unidos les otorgue dinero que se evapora en dudoso proceder, se puede llegar a la conclusión de que la liberación de los 52 opositores no sumará puntos, ni allanará el camino para un posible diálogo de la disidencia con el gobierno.
La disidencia cubana no vive su mejor momento. Es una oposición bananera. Duele decirlo, pero así lo veo. Sus fines y premisas son las mismas que desea una amplia porción de los cubanos, pero sus métodos de trabajo la han devaluado.
Y el general Raúl Castro hizo sus cuentas. La muerte del disidente Orlando Zapata, las marchas constantes de las valerosas Damas de Blanco y la huelga de hambre de Guillermo Fariñas calentaron la pista y arreciaron las críticas de medio mundo.
Algo había que hacer. Después de todo, son los generales leales a Raúl Castro los que dirigen el país. Todas las empresas que funcionan o generan moneda dura de una forma u otra, son controladas por los 'empresarios verde olivo'.
A falta de una guerra contra Washington, que nunca va a llegar, la nomenclatura militar cubana se dedicó hacer negocios. Aprendieron marketing, costos y beneficios. Recibieron gruesas comisiones y abundantes dietas de empresarios capitalistas, para que favorecieran sus posiciones comerciales en la isla. Cuando se miran al espejo, notan que lucen mucho mejor con trajes hecho a la medida, que con los toscos uniformes militares.
A estos generales, que les gusta más decir 'señor' que 'camarada', prefieren la buena mesa, los vinos y el whisky a los rones de caña. Son los que conminaron a Raúl Castro a lanzar una tregua. Hicieron un acuerdo con la Iglesia cubana y el Vaticano. Con España y - también -, con algunos sectores de la administración Obama.
Están dispuestos a dialogar con cualquiera dentro o fuera del país, excepto con la oposición local, por la simple razón de que nuestra disidencia, entre el acoso de la Seguridad del Estado, su lenguaje pendenciero y su inercia, ha cavado su propia tumba política.
Otra de las variantes, calculada con tino por los que rigen los destinos del país, es que la economía se hunde sin remedio.
Si la gente sigue pensando que su futuro está en Miami o Madrid, que trabajar no vale la pena porque el salario es un chiste de mal gusto, que las despensas y las billeteras están huérfanas y que el disgusto del ciudadano de a pie hacia el régimen aumenta en flecha, entonces el cambio de política se impone de forma acelerada.
Por una razón lógica y contundente. Si no se mejoran los deprimidos niveles de vida de los cubanos, perderán el poder. Y apuestan por cambios controlados. Miran a Vietnam y China, y se aprovechan del petróleo que a precio de saldo ofrece el impertinente Hugo Chávez.
Entonces había que vaciar las cárceles. Es un primer paso. También moderar el lenguaje. Se guardarán para mejor ocasión los insultos. Creen los generales que tienen la situación controlada con respecto a la oposición. Analizan que se refuerza su papel rector si pueden llevar a la mesa un vaso de leche, viandas y una que otra carne, pero que no sea de cerdo.
Una disidencia con más cancha pudiera ser terreno fértil para nuevas propuestas, a tono con las realidades de la gente. Aunque no tuviera espacio en los medios ni participación pública.
El gobierno los seguirá observando con cara de perro. Pero hay resquicios interesantes. Si se liberaron a 52 disidentes pacíficos, a partir de ahora no habrá un argumento racional para encarcelar a nadie solamente por escribir o querer organizar un partido político.
La pelota está en el campo de la oposición. Van perdiendo 1 a 0.