Los republicanos se enfrentan a Obama y a Lady Gaga
Bloquean en el Congreso una ley que habría levantado el veto a la homosexualidad abierta en el ejército
ANNA GRAU / NUEVA YORK
La oposición republicana en el Congreso de Estados Unidos le marcó ayer un gol a Barack Obama y también a Lady Gaga. La excéntrica estrella pop se había pasado el día anterior haciendo campaña a favor de levantar el veto a la expresión abierta de la homosexualidad en el ejército. Los republicanos hicieron una piña de votos para impedir que esta ley salga adelante, por lo menos antes de las elecciones de noviembre.
“Don’t ask, don’t tell” (No preguntar, no decir) es el nombre con el que se conoce la legislación norteamericana que desde tiempo inmemorial busca una solución salomónica entre los derechos de los homosexuales y la tradicional moral de la tropa. En virtud de esta norma no se puede ser homosexual explícito y soldado. Pero tampoco se puede obligar a ningún soldado a revelar su opción sexual.
Lo que para unos es discreción, para otros constituye hipocresía, lo cual da una idea de lo delicado del asunto. El presidente Bill Clinton trató de acabar con el don’t ask, don’t tell nada más pisar la Casa Blanca y tuvo que dar marcha atrás ante la resistencia del ejército, incluido el venerable Colin Powell. Barack Obama, que no se distingue precisamente por su entusiasmo por el matrimonio gay, había prometido en cambio que estaba dispuesto a tener éxito donde Clinton fracasó.
Obama pensaba triunfar apelando al dramatismo épico de un país que sigue enzarzado en dos guerras aunque oficialmente haya anunciado el final de una. El razonamiento del presidente es que si alguien está dispuesto a morir por su patria, su patria tiene que aceptarle como es. En este punto coincide al cien por cien Lady Gagá, que no sólo pide plena libertad sexual en el ejército, sino castigar a aquellos que no la respeten: “si un soldado heterosexual es incapaz de superar sus prejuicios a la hora de luchar, hay que mandarle a casa”.
La estrella pop proclamó esto en una aparición pública el lunes en la que asumió un aspecto en ella extraordinario: bandera americana al fondo, blazer azul marino en lugar de la habitual corsetería de lentejuelas, gafas enormes que a los aficionados a la arqueología televisiva podían fácilmente recordarles a las antiguas azafatas del concurso “Un, Dos, Tres”. Sólo su virulenta cabellera rubio nuclear, más que platino, recordaba al público la verdadera naturaleza de la artista.
Lady Gaga protagonizó esta «performance» justo el día antes de que el Senado se enfrentara a la votación de la ley de presupuesto del Pentágono donde el gobierno había incluido la propuesta de acabar con el don’t ask, don’t tell. El problema era que los republicanos habían anunciado su veto, amenazaban con un filibustero, y era harto improbable que los demócratas sumaran los 60 votos necesarios para pararlo.
No los reunieron. Ganaron la votación pero por un margen insuficiente (56 síes frente a 43 noes), lo cual no supone el entierro definitivo de la ley pero sí su aplazamiento a después de las elecciones de noviembre. Nunca se ha dado el caso de que el presupuesto del Pentágono se quede sin aprobar y en este caso incluso las más altas instancias militares dan por descontado que el don’t ask, don’t tell va a pasar a la historia.
Pero entonces, ¿a qué responde el veto republicano? Hay opiniones para todos los gustos. Para empezar está la sustancia misma del asunto, que genera enormes resistencias en las filas de la oposición, empezando por la del exveterano, exprisionero de guerra y excandidato presidencial John McCain. Después de perder ante Obama y de ser cuestionado como un conservador tibio, McCain ha endurecido notablemente su discurso. En esto y en inmigración, otra “trampa” oculta de la ley en disputa: esta prevé que obtengan la ciudadanía todos los hijos de inmigrantes ilegales en Estados Unidos que hayan completado cinco años de universidad o dos en el ejército.
Pero aparte de las cuestiones de fondo están las de forma: parte de la estrategia republicana pasa por obligar a Obama a incumplir cuantas más promesas mejor, confiando en que eso le desgaste ante su electorado. Y es verdad que el presidente se encuentra en el punto de popularidad más bajo de toda su andadura. Aunque también lo es que ya lleva varios meses machacando el mensaje de que no aprueba más cosas porque los republicanos no le dejan, y menos le dejarán si, como apuntan las encuestas, en noviembre se hacen con el control de las cámaras. La estrategia de la oposición no deja de conllevar peligros.
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