Según la ciencia, es cierto que las aguas se abrieron para Moisés
Habría sido posible por la acción de fuertes vientos.
Así lo observaron mediante simuladores.
BIBLICO.
LAS AGUAS SE ABRIERON PARA FACILITAR LA HUIDA DE LOS JUDIOS
Y LUEGO SE CERRARON SOBRE LOS ENEMIGOS.
Por Suzanne Goldenberg
Para los israelitas, la separación de las aguas del Mar Rojo fue un milagro. Pero hoy la ciencia se atribuye una hazaña que, si es verdadera, sería casi igualmente valiosa: haber descubierto cómo pudo Moisés realizar aquel milagro, y dónde. No sólo los científicos sino también otros interesados en el tema han intentado durante décadas develar el misterio sobre cómo los israelitas lograran huir de la caballería del Faraón, que los perseguía. Ahora, investigadores del Centro Nacional para la Investigación Atmosférica (NCAR) y la Universidad de Colorado, dos instituciones de Estados Unidos, usaron modelos de computadora para reconstruir las combinaciones de viento y oleaje que podrían haber producido el puente de terreno seco que describe la Biblia en el Exodo.
Pero olvidémonos del Mar Rojo. Las conclusiones de los estudios reubican la escena de la huida de los israelíes en el delta del Nilo. Los investigadores determinaron que un fuerte viento del este, que sopló durante toda la noche, pudo haber hecho retroceder las aguas de una laguna costera situada en el norte de Egipto, dándoles a los fugitivos el tiempo suficiente para caminar sobre los bancos de fango que quedaron al descubierto, antes de que las aguas hicieran desaparecer la caballería faraónica.
“Las simulaciones concuerdan notablemente con el relato del Exodo”, dijo Carl Drews, director del estudio. “La separación de las aguas tiene una explicación basada en la dinámica de los fluidos. El viento mueve el agua de una manera que concuerda con las leyes de la física, y así se generó durante cierto tiempo un paso seguro, con agua de los dos lados, hasta que abruptamente retrocedió”, explicó.
Drews dedicó años a estudiar la historia de la travesía y se apoyó en investigaciones anteriores de especialistas sobre la antigua geografía del área, con la intención de reconstruir las probables ubicaciones y profundidades de las corrientes del delta del Nilo.
Además, usó simulaciones de computadora para tratar de recrear las condiciones que podrían haber barrido las aguas hasta dejar expuesta la tierra firme.
Fue así que descartó el Mar Rojo como sitio del fenómeno, porque corre de norte a sur, lo que no se ajusta bien a la descripción del éxodo, que menciona un viento “del este”. Por último, Drews llegó a la conclusión de que vientos fuertes y sostenidos del este –que soplaron a 100 km por hora, según la reconstrucción digital de un lago situado junto a lo que hoy es Port Said, cerca del Mar Mediterráneo–, podrían haber hecho retroceder las aguas hacia las costas occidentales. Así dejaron al descubierto amplios bancos de lodo y crearon un puente que se habría mantenido alto y seco durante cuatro horas.
Estudios más antiguos plantearon la hipótesis de que un tsunami habría provocado el rápido retroceso y posterior avance del Mar Rojo.
Pero esa idea no concuerda con el relato de la Biblia, según el cual hubo una gradual separación de las aguas durante la noche, y además un fuerte viento del este. El nuevo trabajo, publicado en PLoS ONE, forma parte de un proyecto de investigación más ambicioso sobre los efectos de un viento sobre aguas profundas, y sobre la influencia de los tifones del Pacífico sobre el oleaje en una tempestad.
El verdadero sentido de la Biblia
Por Sergio Rubin
Los intentos por encontrar indicios de que los episodios que narra la Biblia ocurrieron, y que fueron tal cual los relatan los textos sagrados, no son nuevos. Pero el avance de las investigaciones arqueológicas y el desarrollo de la ciencia y la tecnología hicieron que estos se multiplicaran. Para muchos creyentes, cada vez que aparece un supuesto indicio, obra como una “confirmación” de su creencia. Pero también, para los incrédulos, si surge una presunta explicación científica de un relato extraordinario, demostraría que no hubo intervención divina. O, en todo caso, que pudo haberla, pero que el suceso no fue nada naturalmente imposible. La hipótesis del Centro para la Investigación Atmosférica de Estados Unidos y la Universidad de Colorado sobre la apertura de las aguas para que pase el pueblo judío conducido por Moisés se inscribe en esta última corriente. Porque sostiene que un viento de 100 km/h pudo haber separado las aguas, más allá de que eso haya sido voluntad de Dios. Esa interpretación tropieza con dos problemas. El primero es que, según señala el biblista Ariel Alvarez Valdés, de la lectura del Libro del Exodo, se desprenden tres versiones de cómo escaparon los judíos de la persecución de los egipcios (entre ellas, que las aguas se abrieron). El segundo problema –aun aceptando que la versión válida sea que se abrieron las aguas– pasa por hacer una lectura literal de la Biblia, de tomarla como un libro de historia, según afirma otro destacado biblista, Luis Rivas. La Biblia –subraya– es un libro religioso y lo que importa es su sentido religioso. No si los relatos son total o parcialmente verídicos, sino lo que Dios quiso decir a través de esas narraciones. Por eso, lo importante no es si se abrieron las aguas, o cómo se abrieron, sino –apunta Alvarez Valdés– “la convicción que tenía el pueblo de Israel de que contaba con la ayuda de un Dios capaz de liberarlo de toda esclavitud”.