A falta de poco más de dos semanas para las elecciones legislativas, lejos queda la promesa del Obama candidato de cambiar el tono agrio que ha caracterizado las relaciones entre republicanos y demócratas los últimos años. Durante los últimos días, el presidente ha visitado varios estados para celebrar mítines en apoyo a varios candidatos de su partido, y ha afilado sus ataques contra el Partido Republicano.
El sábado estuvo en Massachusetts junto a Deval Patrick, el gobernador afroamericano del estado, y con quien Obama se ha identificado a menudo. Dirigiéndose a más de 8.000 personas que abarrotaban el Hynes Convention Center de Boston, el inquilino de la Casa Blanca criticó a los republicanos por haber tomado "la decisión táctica" de bloquear la agenda del Gobierno para extraer réditos electorales del malestar de la ciudadanía.
Obama presentó a los republicanos como el partido de las grandes corporaciones, y sugirió que están recibiendo fondos de "empresas extranjeras" para financiar su propaganda electoral, algo que la ley prohíbe. "Ellos no tienen ni tan siquiera el coraje de desvelar la identidad [de los donantes] ... Podría tratarse de compañías de seguros, bancos, e incluso empresas controladas desde el extranjero. Nunca lo sabremos", espetó.
El repertorio de ataques es variado, pero se está centrando sobre todo en cuestiones económicas, según las encuestas, la primera preocupación de una población. El sábado censuró a los congresistas republicanos por haber evitado que se pusiera fin a los "vacíos legales" que permiten a algunas compañías recibir millones de dólares en rebajas fiscales, mientras deslocalizan parte de su producción a otros países.
Una agenda apretada en territorio amigo
Con sus ataques al Partido Republicano, el presidente Obama pretende llamar la atención a las bases progresistas sobre los peligros de una victoria conservadora en las elecciones del 2 de noviembre. Según las encuestas, los votantes demócratas ofrecen signos de apatía, mientras los republicanos están altamente movilizados. Un aumento de la tensión política en los próximos días podría animar a los demócratas a acudir a las urnas.
En las semanas previas a las elecciones, Obama habrá recorrido una decena de estados diferentes para mostrar su apoyo a candidatos demócratas que están contra las cuerdas. Entre estos estados, figuran varios considerados "clave" como Pennsylvania, Ohio, Wisconsin o Nevada. En todos ellos Obama venció a McCain en 2008, toda una muestra de realismo político, pues en los feudos conservadores la presencia de Obama podría hundir, en lugar de asistir, a los candidatos demócratas.
El domingo por la tarde, en Columbus (Ohio), Obama volvió a hacer un acto de campaña junto a su esposa Michelle por primera vez desde 2008. Ante unas 35.000 personas, el presidente urgió a los asistentes a emplearse a fondo para vencer en noviembre: "Yo puedo hacer los más magníficos discursos ... pero de nava sirve si vosotros no creéis [en la victoria], si no os comprometéis".
A pesar de que el día amaneció con malas noticias para los demócratas, con la publicación de unas cifras de recaudaciones superiores para los candidatos conservadores, el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, quiso lanzar un mensaje de optimismo: "La noche electoral vamos a mantener el control de la Cámara de Representantes y el Senado". Según Gibbs, la "brecha en entusiasmo" entre votantes republicanos y demócratas se está cerrando. O al menos, en lograr eso se está esmerando su jefe.