"Sajarov en el Gulag de Castro"
Coño vete ya
POR MIGUEL COSSIO
A La Habana le quedan tres caminos frente a Guillermo Fariñas: o le impide viajar a Estrasburgo a recibir el Premio Sajarov; o le permite salir pero no regresar; o aprueba el viaje redondo: ida y vuelta, en un inusual acto de resignación.
Si niega la salida estaría aplicando su tradicional política de castigo y cerrazón, como ha hecho con Yoani Sánchez y las Damas de Blanco, con lo cual apostaría al control interno de la repercusión que ya tiene el premio.
Apelaría así a su convicción de que en éste, como en otros casos, la alharaca disidente será efímera, a la espera de un acontecimiento que apague el festejo opositor, como China hizo con el Premio Nobel de la Paz 2010, concedido al activista Liu Xiaobo.
Este sería el camino más probable, me comentó Fariñas por teléfono desde Santa Clara, e implicaría un nuevo proceso de desgaste mediático, con una oposición fortalecida, a pesar de los destierros, a raíz de las excarcelaciones.
Si el régimen se decide por la segunda opción, esto es, conceder el permiso de salida, para luego negar el regreso, se enfrentaría a un escándalo internacional y a la probabilidad de que Fariñas reproduzca el episodio protagonizado en el 2009 por la defensora de derechos humanos saharaui, Aminatou Haidar, quien estuvo 32 días en huelga de hambre en España ante la negativa de Marruecos de permitirle el regreso a Sahara Occidental. ¿Jugaría una carta así?
La opción más inteligente sería dejar salir y regresar a Fariñas, y restarle importancia al hecho, nacional e internacionalmente. Pero las señales no apuntan hacia esa dirección. En twitters y blogs oficialistas, los peones de turno se han encargado de atacar a Fariñas, llamándolo ``delincuente local que recibe el Sajarov' o exigiéndole que con el dinero del premio pague la cuenta del hospital donde fue atendido en Santa Clara durante su huelga de hambre de 135 días.
Cualquiera de los tres caminos que el régimen escoja termina en pared y suma nuevas pérdidas al deterioro de imagen internacional que ha tenido con el caso, a lo largo del año.
Recuerdo la noche del 8 de marzo cuando, en medio de su huelga, Fariñas afirmó a Oscar Haza en el programa A Mano Limpia, del canal 41, que ni se rendía, ni se iba de Cuba y que se moría si el gobierno no liberaba a los presos políticos más enfermos. No se rindió, ni dejó el país. Tampoco murió.
Conocemos el efecto de su acto: las excarcelaciones. De ahí que el Sajarov a Fariñas ratifica el hecho de que la Unión Europea no buscará vías de diálogo con Cuba alejadas de la decisión de su Parlamento, que acaba de otorgar este premio.
Porque lo que está quedando cada vez más claro para el mundo es que no puede seguir apostándole a las magras concesiones que hace el régimen, obligado por las circunstancias.
De lo que se trata no es de que Cuba realice cambios menores o cosméticos, insuficientes, como los llamó esta semana el presidente Barack Obama, sino de que haya un cambio de gobierno, de sistema político. Un salto hacia la democracia.
¿Cuánto influyeron en la destitución del ahora ex canciller español Miguel Angel Moratinos los garrafales errores de cálculo político en las relaciones con Cuba y Venezuela, sin juzgar las simpatías ideológicas o de otro tipo? Errores que se convirtieron en asuntos de política doméstica en España, como el caso ETA-FARC-Caracas.
Fariñas ha arrinconado al gobierno cubano. Esta vez no hay siquiera la cuarta pared de escape con que siempre Cuba contó: la imagen internacional. Esa se la arrancaron Zapata, Fariñas, las Damas de Blanco y Sigler Amaya.
Mi opinión es que Castro no va a tomar una decisión todavía respecto al camino a elegir. Las señales apuntan a la cerrazón. Pero, como la novela de William Irish, el plazo expira al amanecer del 15 de diciembre. No recuerdo en ella a cardenal alguno.