Bruno Aguilera es Catedrático de Historia del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, y director del Instituto de Estudios Jurídicos Internacionales. La próxima semana fungirá de anfitrión y organizador, junto al Cuban Research Institute de la Universidad Internacional de la Florida, del Ciclo de conferencias Historiografía y Política, dedicado a Cuba.
¿De dónde nace su interés por Cuba?
Cuba es uno de los lugares de la tierra en el que me siento más a gusto, sin duda por los estrechos vínculos culturales e históricos que unen a cubanos y españoles. Los españoles llevamos a Cuba en la sangre, Cuba forma parte de nosotros. Y Cuba suscita en mí, además, un innegable interés profesional. Como jurista y catedrático de Historia del Derecho tengo el privilegio de dirigir un instituto universitario, el Instituto de Estudios Jurídicos Internacionales (IEJI) que lleva varios años dedicándose al "fortalecimiento institucional", un aspecto esencial de la cooperación al desarrollo. Nuestra especialidad es apoyar a los países que aún no disfrutan de un régimen democrático a ayudar a formar sus cuadros administrativos y políticos para alcanzar un grado de superación en este ámbito, sin el cual es imposible alcanzar un desarrollo económico y social acorde con nuestro tiempo. El IEJI ha trabajado hasta ahora sobre todo en África y Asia. Nos entusiasma la idea de poder colaborar para que en Cuba se normalice la situación política.
¿Cómo ve usted el futuro de Cuba?
Cuba se encuentra en una crisis económica sin precedentes. Una crisis que es sobre todo debida a que el régimen resulta un anacronismo en el mundo actual. Por eso entiendo que dicho régimen está abocado a dejar paso a un gobierno democrático. El proceso de transición es apasionante, porque entiendo que debería alcanzarse sin que hubiese vencedores ni vencidos, en el marco de una unión de todos los cubanos para lograr un rápido desarrollo político y económico en un ámbito de libertad que respete la esencia de la idiosincrasia nacional. Para el IEJI sería un honor y un privilegio poder colaborar para que esa transición, del todo ineludible, se haga de forma pacífica y con el mayor consenso posible entre todos los cubanos.
Hablando de transición democrática: ¿Cuál sería el mayor reto a enfrentar en el ámbito de la justicia y la legalidad? ¿Hay alguna receta, prioridades, caminos o experiencias a seguir?
El mayor reto es superar el enfrentamiento entre cubanos, pues entiendo que será la única forma de lograr la consolidación de un régimen democrático estable. La ventaja que tiene Cuba es que cuenta con personas muy cualificadas para crear el marco de un Estado de derecho en el ámbito político-constitucional y en el ámbito jurídico, especialmente para crear una administración de justicia imparcial e independiente del poder político. Creo que la transición política española, con todos sus defectos, fue bastante modélica, y podría ser una referencia. No obstante, cada país tiene su propia historia y sus propios condicionantes sociológicos que hay que respetar para que los procesos de cambio no sean flor de un día. España, Europa y Estados Unidos pueden ayudar, pero no sustituir a los propios cubanos, que son quienes deben forjar su futuro de forma libre e independiente.
¿Ha tenido usted noticia de la reapertura en La Habana de la Academia de la Historia?
Como Catedrático de Historia del Derecho me parece una magnífica noticia, siempre que la institución sea independiente, como lo fue cuando se fundó a principios del siglo pasado —creo que en 1905, aunque no estoy seguro. Sería muy importante que ello favoreciese la entrada de académicos del exterior interesados en escribir la historia de Cuba al margen de apriorismos ideológicos. Personalmente, me sentiría muy honrado si algún día pudiese ingresar en la misma. Sería un privilegio poder tratar a algunos de los tantos y excelentes intelectuales cubanos.