UN DIA COMO HOY
Kennedy, la esperanza que duró tres años La elección del presidente demócrata, tal día como hoy de hace 50 años,
marcó a toda una generación de jóvenes que exigía cambios en el futuro de Estados Unidos
ISRAEL VIANA / MADRID
«Puedo asegurar a todos los norteamericanos que todas las facultades de mi mente y de mi espíritu las dedicaré a los intereses a largo plazo de Estados Unidos…». Cuando John F. Kennedy pronunció estas palabras no podía ni imaginarse que la vida no le deparaba ningún largo plazo. Acababa de conocer los resultados de las elecciones que le convertían en el trigésimo quinto presidente de Estados Unidos, tal día como hoy de hace 50 años, en una jornada histórica que marcó a toda una generación.
Kennedy, durante la campaña electoral en 1960
Aquella jornada electoral del 8 de noviembre de 1960 sigue siendo una de las noches más famosas de la historia americana. Nixon se encontraba en la suite del famoso Ambassador Hotel de Los Ángeles, mientras que Kennedy siguió los resultados desde el complejo de la familia Kennedy en Massachusetts. Fueron unas de las elecciones más reñidas del siglo XX, donde Kennedy derrotó a Nixon por 49,7% contra 49,5% en el voto popular. Durante los escasos tres años que duró la legislatura de Kennedy, antes de que fuera asesinado en Dallas el 22 de noviembre de 1963, tuvieron lugar acontecimientos importantes como la crisis de los misiles de Cuba, la invasión de la Bahía de Cochinos, la construcción del Muro de Berlín, el inicio de la carrera espacial, los primeros episodio de la Guerra de Vietnam y la consolidación del Movimiento de los Derechos Civiles en Estados Unidos. «Los mil días de Kennedy», como recuerda el libro de Arthur M. Schlesinger, fueron suficientes para marcar a toda una generación, convertir a Kennedy en el símbolo de la modernidad, en el icono de las aspiraciones y esperanzas estadounidenses, que hicieron que siga siendo considerado, según algunas encuestas recientes, como uno de los mejores presidentes de Estados Unidos… y su asesinato, uno de los momentos más importantes de la historia del país debido a su traumático impacto en la de la nación.
A pesar del ajustadísimo triunfo, Kennedy representó como nadie la esperanza de toda una generación nueva que exigía cambios para el futuro. La misma esperanza, ilusión y ruptura con los valores tradicionales con las que contagió Barack Obama a los estadounidenses en 2008, con la única diferencia de que el primer presidente afroamericano de la historia ha despertado de su sueño, dos años después, por una «paliza» electoral, mientras que a Kennedy se lo arrancaron tres balas en la Plaza
Dealey de Dallas, en noviembre de 2003.
Aquellas elecciones, sin embargo, propiciaron el nacimiento del mito, convirtiendo a Kennedy, como ha recordado el mismo Obama en algunos de sus discursos, en el presidente más querido de los estadounidenses. Un auténtico símbolo de la modernidad del país que irrumpía en la Casa Blanca, también como Obama, rompiendo una serie de moldes: era el candidato más joven de la historia de Estados Unidos que ganaba las elecciones (43 años), el primer candidato demócrata nacido en el siglo XX, el único nacido durante la Primera Guerra Mundial, el primer senador nombrado por los demócratas como candidato desde hacía 100 años y el único presidente católico romano. Este último factor le perjudicó en su carrera electoral, sobre todo por el impacto de la campaña anticatólica llevada a cabo por las «sectas protestantes y la masonería». Pero como otros problemas que se le presentaron, Kennedy supo resolverlo con declaraciones que ya son celebres en la historia reciente de Estados Unidos: «Yo no soy un candidato católico a Presidente. Soy un candidato del Partido Demócrata a la Presidente que también ocurre que sea un católico. Yo no hablo por mi iglesia en asuntos públicos, y la Iglesia no habla por m», dijo en septiembre de 1960.«Salvar a la civilización» Así fue ganándose la confianza de los jóvenes, levantando el entusiasmo allí por donde pasaba, con una muchedumbre que le seguía y vitoreaba por todas partes. Y allí estaban sus discursos, que marcaron profundamente la memoria colectiva de un pueblo y de toda una generación mundial: «Esta es la elección más importante del siglo y acaso de toda nuestra historia. En otras elecciones hablábamos de salvar al país; en esta elección cuestión es salvar a la civilización».
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