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General: EL adiós Cubano para Enrique Morente
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 26/12/2010 15:52
 
EL ADIÓS  CUBANO PARA ENRIQUE MORENTE
 
Foto
 
 
Alberto Lauro / Madrid
El 13 de diciembre de 2010 falleció Enrique Morente. Su hija Estrella se arrancó, aunque transida de dolor, y le cantó delante del féretro, expuesto en el Teatro Isabel la Católica de Granada, un fragmento de la canción Habanera imposible, del cantautor granadino Carlos Cano. Tanto Carlos como Enrique eran amantes de todo lo cubano. Amaban el sol de la Isla, sus rones, sus paisajes, sus playas, sus mulatas, sus amigos y, sobre todo, su música. Este inesperado deceso deja un vacío muy grande: era —y será— una de las figuras más sobresalientes de toda la historia del arte, ya no sólo flamenca, en España. Había alcanzado en vida la categoría de clásico.
 
A Enrique me lo presentó en el Café Berlín de Madrid el productor Javier Limón, mucho antes de que éste fundara su sello discográfico Casa Limón, donde han encontrado trabajo y hospitalidad decenas de músicos cubanos —ganador de un Premio Grammy en 2004 al mejor productor por el disco Lágrimas Negras, en donde unió con acierto, en torno a los boleros cubanos, a dos artistas excepcionales: el mítico pianista Bebo Valdés y el cantaor Diego El Cigala.
 
Bebo Valdés y Enrique Morente son dos figuras de preeminencia artística, en donde el virtuosismo está a la altura de su ética. No siempre sucede, como retrata en su novela Mephisto el escritor alemán Klaus Mann: su argumento es el proceso de envilecimiento creciente de un artista que, por vanidad y egolatría, termina aplastado por aquellos mecanismos del poder ante los que se doblega por conveniencia y servilismo.
 
Bebo Valdés le concedió una entrevista a María Eugenia Yagüe para el periódico El Mundo (29/Dic./2007), donde reafirmaba sus convicciones al condenar la dictadura de su país, de donde se fue en 1960, al declarar: "algún día tienen que acabar en los tribunales y pagar por sus delitos" ya que "el problema de Fidel Castro es que nació rico". Dichas declaraciones disgustaron a su hijo Chucho Valdés, según supe por su agencia de representación. Como sabemos, sin descalificar su innegable talento, Chucho Valdés, por razones políticas, estuvo casi veinte años incomunicado con su padre. Y ha disfrutado de prebendas que el régimen comunista le ha concedido, además del estatus que dentro de la Isla le permiten por el cobro de sus derechos de autor, devengadas por sus actuaciones y grabaciones en el extranjero. Su trabajo Juntos para siempre, es un disco de reconciliación pero, también, a todas luces, un oportunismo más del músico radicado en la Isla, al intentar usufructuar la fama y popularidad de su padre exiliado, fama que, a pesar de su valía, él no ha alcanzado en España.
 
Bebo Valdés se sigue considerando un exiliado político y se niega a actuar en los escenarios de Cuba mientras el castrismo permanezca en el gobierno. Así lo ha dicho y lo reafirma una y otra vez. Dice con ello cumplir una promesa que le pidió su madre, a lo que permanece fiel, aunque el Ministerio de Cultura de La Habana, a través de emisarios e incluso de su propio vástago, esta vez de infructuoso comisario, le ha hecho reiteradas sugerencias para cumplimentarlas. Cuando Lágrimas Negras se presentó en el Teatro Carlos Marx de La Habana, al piano Chucho Valdés —Bebo dijo que no iba— y al cante Diego El Cigala, éste me contó que al final del concierto, con sólo nombrarlo, el público completo se puso de pie en un cerrada ovación. Y es porque a Bebo Valdés se le recuerda en La Habana y, sobre todo, se le respeta.
 
De ese mismo linaje era Enrique Morente. No tenía reparos en reconocer que Cuba es el feudo de un tirano. Todo lo contrario al genial bailarín Antonio Gades que, cegado por su fanatismo y la aprobación de su ex esposa millonaria Pepa Flores (ex Marisol), envió a sus hijos a estudiar a Cuba, eso sí, a una escuela de elite. En su última presentación pública en la Isla, ante las cámaras de televisión —lo vio todo el país— estaba ebrio, desaliñado e insultaba gritando procacidades a "los americanos". Hubieron de arrebatarle los micrófonos, en un acto en la Plaza de la Revolución. ¡Qué lejos este Gades-persona, tan ciego ante las libertades del pueblo cubano, del excepcional Gades-bailaor que vimos con Alicia Alonso en ese pas de deux memorable: Ad Libitum, del coreógrafo Alberto Méndez, feliz conjunción del folclore español con el ballet y la rumba cubana.
 
La trayectoria de Enrique Morente como militante de izquierda es incuestionable y de todos conocida. Hombre activo a favor de la causa de los desposeídos y marginados, fue de los primeros en entregar su firma en mayo de este año en una carta en que se solicitó el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia para los moriscos andalusíes. Conocía muy bien por su entorno la discriminación que sufre la etnia gitana. Fue militante del Partido Comunista Español y una de las figuras públicas más significativas a favor del cambio durante la transición española. Era, como se decía entonces, un auténtico rojo.
 
Hasta que, según su propio testimonio, visitó la Unión Soviética. Lo que vio y constató durante su gira por ese país fue tan decepcionante, tan deprimente en cuanto a libertades civiles y públicas, que esto tuvo un impacto en él de consecuencia inmediata: darse de baja de las filas del Partido Comunista. Ello le trajo críticas entre sus amigos militantes y fue denostado por la izquierda. Pero Morente, firme en sus convicciones y principios, no dejó de repetir a cuantos periodistas le entrevistaron: "Lo que vi en Rusia me hizo de golpe dejar de ser rojo". Y es que él, aunque era de extracción humilde, amó siempre la cultura. Supo en Rusia de la represión estalinista contra los poetas Anna Ajmátova, Marina Tsvetàieva, Serguéi Esenin, Osip Mandelstan, Boris Pasternak, Maiakovski y los escritores Issac Babel y Mijaíl Bulgakov, así como de la destrucción de la vanguardia pictórica rusa con artistas de la talla de Malevich, Goncharova, Kandinsky;  del exilio de compositores como Prokofiev o Stravinski, del abandono del país de grandes del Ballet Ruso como Diághilev y el célebre Nijinsky. En el ejemplar que me regaló Morente de Archipiélago Gulag, de Soljenitsin, hay una línea subrayada por él que lo define de cuerpo entero: "a veces queremos mentir, pero la lengua no nos deja".
 
En cada una de las visitas de Morente a Madrid —donde siendo un quinceañero fue alumno de Pepe de la Matrona y don Antonio Chacón, ampliando conocimientos que ya había aprendido en Granada con Aurelio de Cádiz— no dejaba nunca de visitar hasta el cierre el Café Berlín, donde en torno a la actrices cubanas Odalys Castro y Katia del Pino, el dueño Eric Sánchez y su perro Gris, el pianista Javier Masó (Caramelo), Lulen en la barra, en el audio Ana o Carlos, y yo de relaciones públicas, nos reuníamos todos los poetas, escritores, músicos y pintores cubanos exiliados o de paso por España, entre ellos Jorge Reyes (El Gato), Alaín Pérez, Pepe Rivero, José Majito Aguilera, Yuri Nogueira, Segundo Mijares, Boby Martínez, Manuel Machado, Georvis Pico, Yelsy Heredia, Iván Melón, Valentín Álvarez, Camilo Edwards, Ramón González, Horacio El Negro Hernández, los músicos de Habana Abierta y de Habana Blues Band, entre otros muchos, junto a numerosos artistas españoles y de distintas latitudes: Rosario Flores, Luz Casal, Massiel, los Carmona, Chiqui Carrasco, los Estopa, Pepe Torres, Israel Sandoval, los Auserón, Bob Sands, Rubem Dantas, Pedro Iturralde, Norman Hogue, Javier Colina, Fito Páez, Charlie García, Abel Trigo, Kike Perdomo, Rubén Andreu, Javier Arroyo, Gerardo Núñez, Guillermo MacGuill, Javier Colina, Horacio Icasto, Jerry González, Pepe Molleda, Perico Sambeat, Tolo Servera, Concha Buika, Andy Chango, Federico Lechner y tantos y tantos más. Enrique Morente ejercía como padre tutelar de toda esta familia bien avenida, con nocturnidad y alevosía. Le regalé por su gentileza dos libros de la poeta cubana Magaly Alabau, radicada en Estados Unidos: Hemos llegado a Ilión y Hermana, publicados en Madrid por Editorial Betania. Su respuesta: "Es extraordinaria. Cuba se la pierde".
 
Y es que para Enrique Morente la poesía era esencial para su existencia. No en vano llevó a distintos palos del flamenco poemas de autores tan dispares como San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Lope de Vega, Juan de la Encina, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Luis Cernuda, Miguel Hernández, Antonio y Manuel Machado, Alberti, José Hierro, Al-Mutamid, Luis Rius, Pedro Garfias. Una de sus tantas aventuras, como las de trabajar junto al dúo Amaral o al grupo Lagartija Nick, fue la de ponerle música a los poemas escritos por el Pablo Picasso.
 
Cuba formaba parte del corazón de Morente desde que siendo niño —había nacido en Motril en 1942 y se crió en el Albaicín de Granada, de cuya Catedral fue seise, aunque muy pronto vino a buscarse la vida a Madrid— aprendió muchos cantes de ida y vuelta, donde La Habana era siempre una añoranza, la nostalgia de un paraíso perdido. Era muy gracioso oírlo haciendo versiones de sones de Ñico Saquito, algo que nunca grabó. En 1992, con Juan Carmona (Habichuela) a la guitarra, grabó sus versiones cantadas de poemas de Nicolás Guillén: Negra, si tú supieras, que le da título al disco, Balada de los dos abuelos y Negro bembón. En 2002, Morente estrenó la producción África, Cuba, Cai. Y es que, para Enrique Morente, África, Cuba y Cádiz están unidos por ese cordón umbilical invisible pero evidentemente que son los ritmos, el canto y la música.
 
Ahora que nos deja sólo me queda, en nombre de todos sus amigos cubanos, darle las gracias a este Maestro sin par y recordarle a su hija Estrella, gran heredera y digna del Arte con mayúscula de su progenitor, el privilegio de haberse educado con un inigualable artista, para quien el compromiso con los desposeídos y su postura ética nunca fue una pose de fingida apariencia, ni un artificio de simulación, sino el testimonio limpio, rotundo y transparente de un hombre de recta postura —ejemplo a seguir— íntegro y cabal. Será siempre recordado por la inmensa magnitud de su legado artístico, tan revolucionario en sus búsquedas, indagaciones y hallazgos, pero también por la conducta intachable y coherente de alguien que nunca quiso beneficiarse de ningún entramado de corrupto poder.
 
 


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