Un gesto que para unos es cariñoso y para otros obsceno y abusivo, le ha generado un grave problema a Silvestre Dangond, uno de los más grandes cantantes vallenatos colombianos.
El pasado fin de semana, durante una actuación, un niño de diez años, que al parecer le venera y se conoce todo su repertorio, se subió a la tarima para imitarle. Dangond le cedió el micrófono y tras la intervención del pequeño, dijo al público, en tono divertido, que merecía doble aguinaldo. Le dio unos billetes, una cariñosa palmadita en la cabeza y le tocó sus genitales de despedida.
El hecho ocurrió en Platillal, población del Cesar, en la costa caribeña colombiana, y nadie de los presentes ni la familia del niño le concedió la menor importancia. Hasta que en Bogotá un ex magistrado, Augusto Ocampo, que vio lo acontecido en un vídeo subido a Youtube, demandó al cantante por abuso sexual a menor de edad.
Mientras en Bogotá crecía el escándalo en los medios de comunicación, en la Costa Caribe, donde ven las cosas desde una óptica más festiva y serena, bajaban el volumen a la tormenta.
"Nuestra posición es que le quieren hacer daño a Silvestre, porque yo no veo nada morboso en lo que él hizo", afirmó Ana Julia Sánchez, tía del pequeño, que se llama Lorenzo. El crío vive con ella y su abuela paterna desde que su padre falleció.
"No se hizo con ninguna intención. No sé por qué terceras personas van a demandar a Silvestre, si la familia no ha hecho nada contra él", agregó. La abuela se pronunció en el mismo sentido, mientras Lorenzo mantiene viva su admiración por Dangond y solo aspira a seguir el mismo camino musical de su ídolo.
Por su parte Evelio Daza, reputado abogado y una de las voces más respetadas en cuestiones 'vallenatas', considera que no hay delito por ninguna parte. "Si bien es cierto que socialmente no es 'ejemplarizante' lo que hizo, el derecho penal es más exigente para hacer una imputación. No basta la sola comisión del hecho sino que debe estar analizado dentro de un contexto cultural para poder formular el reproche".
"El contexto de la muchacha a la que un motociclista le toca la nalga por la calle (le condenaron a cuatro años) y el folclórico en que Silvestre hizo eso, son situaciones diferentes. La primera es morbosa, en lo de Silvestre es una actitud jocosa para dar a entender que ese peladito (niño) sí tiene cojones para subirse a la tarima e imitarlo. No constituye ningún abuso, el contexto excluye el ánimo erótico que requieren estos delitos".
Lo mismo opina Fermín Ovalle, un guajiro apasionado por la música vallenata. "Ahí no hay nada, solo una gente (el abogado) que quiere ganar una plata. Eso es normal, incluso entre adultos, los machos lo hacen como una gracia. No hubo mala intención, es un gesto muy de nuestra cultura. No hay morbo", le dijo a elmundo.es. "No es nada de mariconería ni de acoso. Silvestre adora a sus hijos".
Además, si de algo pecan los cantantes vallenatos es de lo contrario, de ser mujeriegos incorregibles. En todo caso, Silvestre Dangond, a quien defenderá un conocido y muy costoso abogado penalista, Abelardo de la Espriella, que acostumbra a representar famosos de la farándula, deberá acudir a los estrados judiciales para exponer sus argumentos.
Y no lo tendrá fácil a juzgar por la actitud de algunos periodistas capitalinos que crean opinión. En uno de los noticieros matutinos radiales, "La F", su directora, Vicky Dávila, en tono airado, exigía mano dura contra el artista por considerar que había abusado del niño.